Montalbano se acercó a un resquicio que dejaba pasar algo de luz. De no haber sido por los vaqueros que llevaba y la motocicleta en la que estaba apoyada, aquella Lisetta era el vivo retrato de la otra Lisetta. El comisario le devolvió la fotografía a Rizzitano.
—Le pido nuevamente disculpas, ¿podría traerme otro vaso de agua?
Sentado en la galería, Montalbano contestó a las preguntas que su cabeza de lince estaba formulando. El cuerpo del sicario, a pesar de haber sido encontrado bajo los escombros, no se habría podido identificar. Los padres de Lillo o bien creyeron que los restos eran los de su hijo o aceptaron la versión del campesino, según la cual unos militares lo habían recogido moribundo. Pero, al no haber dado más señales de vida, debieron de suponer que había muerto en algún sitio. Para Stefano Moscato, los restos pertenecían al sicario que, tras haber cumplido su misión, es decir, matar a Lisetta, Mario y Lillo y haber hecho desaparecer sus cuerpos, había regresado al chalé para robar algo, pero había sido alcanzado por el bombardeo.
En la certeza de que Lisetta había muerto, el padre sacó de la manga la historia del soldado americano. Pero su pariente de Serradifalco, al regresar a Vigàta, no se la había creído y había cortado las relaciones con él. El montaje fotográfico le hizo recordar a Montalbano la foto que el anciano le había mostrado. Sonrió. Las afinidades electivas eran un juego tan tosco como las circunlocuciones insondables de la sangre, capaz de otorgar peso, cuerpo y aliento a la memoria. Consultó el reloj y experimentó un sobresalto. Ya había transcurrido más de una hora. Entró en el dormitorio. El viejo estaba disfrutando de un sueño apacible, su respiración era ligera y su semblante aparecía sereno y tranquilo. Estaba viajando por el país de los sueños sin la molestia de un equipaje. Podía dormir todo el rato que quisiera, pues en la mesita de noche tenía la cartera con el dinero y un vaso de agua. Recordó el perro de peluche que le había comprado a Livia en Pantelleria. Lo encontró encima de la cómoda, escondido detrás de una caja. Lo tomó y lo depositó en el suelo, a los pies de la cama. Después cerró despacito la puerta, a sus espaldas.
Fin
La idea de escribir esta historia se me ocurrió cuando, en atención a dos alumnos egipcios de dirección cinematográfica, estudiamos en clase la obra «La gente de la cueva», de Taufik-al-Hakim.
Considero por tanto apropiado dedicársela a todos mis alumnos de la Accademia Nazionale d' Arte Drammatica Silvio d'Amico, donde imparto cursos de dirección desde hace más de veintitrés años.
Resulta muy aburrido repetir, en todos los libros que se publican, que los hechos, personajes y situaciones son imaginarios. Pero juzgo necesario hacerlo. Y quiero añadir que los nombres de mis personajes se deben a asonancias divertidas, sin ninguna intención maliciosa.
Andrea Camilleri (Porto Empedocle, Sicilia, 6 de septiembre de 1925): guionista, director teatral y televisivo y novelista.
Entre 1939 y 1943 estudió en el bachiller clásico Empedocle di Agrigento donde obtuvo, en la segunda mitad de 1943, el diploma. En 1944 se inscribió en la Facultad de Letras, pero no continuó los estudios, y comenzó a publicar cuentos y poemas. Se inscribió también en el Partido Comunista Italiano.
Entre 1948 y 1950 estudió Dirección en la Academia de Arte Dramático Silvio d
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Amico y comenzó a trabajar como director y libretista. En estos años, y hasta 1945, publicó cuentos y poemas, ganando el «Premio St. Vincent». En 1954 participó con éxito en un concurso para ser funcionario en la RAI, pero no fue empleado por su condición de comunista. Entró a la RAI algunos años más tarde.
En 1957 se casó con Rosetta Dello Siesto, con quien tuvo 3 hijas. En 1958 empiezó a enseñar en el Centro Experimental de Cinematografía de Roma. Durante cuarenta años fue guionista y director de teatro y televisión. Camilleri se inició con una serie de montajes de obras de Luigi Pirandello, Eugène Ionesco, T. S. Eliot y Samuel Beckett para el teatro, y como productor y coguionista de la serie del inspector Maigret de Simenon para la televisión italiana y las aventuras del teniente Sheridan, que se hicieron muy populares en Italia.
En 1978, debutó en la narrativa con
El curso de las cosas
(
Il corso delle cose
), escrito 10 años antes y publicado por un editor pagado: el libro fue un fracaso. En 1980 publicó en Garzanti
Un hilo de humo
(
Un filo di fumo
), primer libro de una serie de novelas ambientadas en la ciudad imaginaria siciliana de Vigàta, entre fines del siglo XIX e inicios del siglo XX.
En 1992 retomó la escritura luego de 12 años de pausa publicando
La temporada de caza
(
La stagione della caccia
) en Sellerio Editore: Camilleri se transformó en un autor de gran éxito y sus libros, con sucesivas reediciones, han vendido un promedio de 60.000 mil copias cada uno.
En 1994 se publicó
La forma del agua
(
La forma dell’acqua
), primera novela de la serie protagonizada por el Comisario Montalbano (nombre elegido como homenaje al escritor español Manuel Vázquez Montalbán). Gracias a esta serie de novelas policiacas, el autor se convierte en uno de los escritores de más éxito de su país. El personaje pasa a ser un héroe nacional en Italia y ha protagonizado una serie de televisión supervisada por su creador.
Bibliografía:
Serie de Montalbano
Fuente:
Wikipedia.
La enciclopedia libre.
[1]
Comportamiento solidario de determinados grupos sociales, por el cual se guarda silencio y no se denuncia a las autoridades al autor de un delito o las circunstancias de éste, con el fin de obstaculizar la labor de la Justicia. (N. de la T.)
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