El secreto del universo (17 page)

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia, Ensayo

BOOK: El secreto del universo
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En todos estos casos de anulación parcial, la energía —lo más fundamental de todo— siempre sigue estando presente. Pues bien, en el caso de la combinación de energía y energía negativa, la cancelación seria completa. ¡Sólo quedaría la
Nada!

La energía negativa está formada por fotones negativos que pueden descomponerse en neutrones negativos y antineutrones negativos. Los neutrones negativos pueden descomponerse y formar materia negativa, que puede acumularse y formar estrellas y galaxias negativas, constituyendo un cosmón negativo. Los antineutrones negativos pueden descomponerse y formar antimateria negativa, que, al acumularse, formará un anticosmón negativo.

Supongamos que un cosmón y un anticosmón se contraen y se combinan, formando un huevo cósmico de fotonio. Un cosmón y un anticosmón negativos pueden contraerse y formar un huevo cósmico de antifotonio. ¡Entonces los dos huevos cósmicos, el de fotonio y el de antifotonio, pueden combinarse para formar la Nada!

¡Entonces no tendríamos ningún huevo cósmico! ¡Sólo tendríamos la Nada!

En el principio era la Nada y esta Nada formó un huevo cósmico de fotonio y otro huevo cósmico de antifotonio. El huevo cósmico de fotonio actuó como ya hemos descrito, formando un cosmón que se movía hacia delante en el tiempo y un anticosmón que se movía hacia atrás en el tiempo. El huevo cósmico de antifotonio tiene que actuar de manera análoga, formando un cosmón negativo que se mueva hacia delante en el tiempo y un anticosmón negativo que se mueva hacia atrás en el tiempo.

Pero si tanto el cosmón como el cosmón negativo se mueven hacia delante en el tiempo, ¿por qué no se combinan, anulándose y formando la Nada? Tengo la impresión de que deben de permanecer separados, y que esta separación posiblemente esté provocada por la repulsión gravitacional. Hasta el momento sólo conocemos los efectos de la atracción gravitacional, y que nosotros sepamos la repulsión gravitacional no existe. Pero si existe la energía negativa, y si la materia negativa se forma a partir de ésta, es posible que también exista la repulsión gravitacional y que ésta actúe entre la materia y la materia negativa.

A medida que el cosmón y el cosmón negativo se expanden, quizá la repulsión gravitacional los vaya alejando constantemente a lo largo del espacio (véase
Figura 1
) a medida que ambos se desplazan por el eje del tiempo. Del mismo modo, el anticosmón y el anticosmón negativo se van alejando constantemente a lo largo del eje del espacio a medida que se desplazan hacia abajo por el eje del tiempo.

Como muestra la
Figura 1
, el resultado de estos procesos se parece mucho a un trébol de cuatro hojas (lo cual explica el título de este capitulo, por si han estado preguntándoselo desde el principio).

Una vez que los diversos universos sobrepasan su límite máximo de expansión y empiezan a contraerse de nuevo, es posible que no sólo se invierta el tiempo, sino también el efecto gravitacional. Varios físicos eminentes han propuesto teorías según las cuales es posible que la fuerza gravitacional se debilite con el tiempo y, por tanto, ¿no sería posible que alcanzara el cero en el limite de máxima expansión y que durante la contracción la materia repeliera a la materia y la materia negativa repeliera a la materia negativa, mientras que la materia atraería a la materia negativa?

Puede que ustedes se apresuren a expresar sus reparos preguntando, por ejemplo, cómo es posible que el cosmón se contraiga si todas sus partes se repelen entre sí. A lo que mi respuesta es: ¿por qué no? En este mismo instante el cosmón está en expansión, a pesar de que todas sus partes se atraen entre sí. Quizá el cosmón y sus universos hermanos estén dispuestos de tal modo que la gran expansión o contracción actúe siempre en oposición a la fuerza de gravedad. La fuerza de gravedad es increíblemente débil y es posible que su destino sea verse siempre dominada por otras fuerzas y efectos.

Sin embargo, es posible que durante el proceso de contracción, la atracción gravitacional total entre el cosmón y el cosmón negativo por una parte y el anticosmón y el anticosmón negativo por otra los acerque entre si a lo largo del eje espacial de la misma forma que la inversión del tiempo los acerca a lo largo del eje temporal.

Cuando se reúnen el cosmón, el anticosmón, el cosmón negativo y el anticosmón negativo, producen… la Nada.

En el Principio era la Nada.

En el final era la Nada.

Pero si empezamos con Nada, ¿por qué no sigue siendo Nada?

¿Por qué habría de hacerlo? Podemos decir que 0 + 0 = 0, y que +1 + (—1) = 0. Tanto 0 + 0 como +1 + (–1) son maneras equivalentes de decir «cero», y ¿por qué habría de ser una de ellas más «real» o «natural» que la otra? La situación puede pasar fácilmente de la Nada al Trébol de Cuatro Hojas, ya que en esa transición no se ha producido ningún cambio esencial.

Pero ¿cuál es la razón de que este desplazamiento tenga lugar en un momento determinado y no en otro? El simple hecho de que ocurra en un momento determinado implica que algo ha obligado al desplazamiento.

¿De veras? ¿Qué significa un momento determinado? El tiempo y el espacio sólo existen en relación con la expansión y contracción de las hojas del Trébol de Cuatro Hojas. Cuando no existen en las hojas, tampoco existen el tiempo ni el espacio.

En el Principio era la Nada: no había siquiera tiempo ni espacio.

El Trébol de Cuatro Hojas se forma en un momento y lugar indeterminados. Cuando comienza a existir, existen también el tiempo y el espacio en un ciclo de expansión y contracción que dura ochenta mil millones de años. A continuación, hay un intervalo atemporal y aespacial y de nuevo una expansión y una contracción. Como no es posible hacer nada con un intervalo atemporal y aespacial, podemos eliminarlo y tener sólo en cuenta los ciclos de expansión y contracción que se suceden el uno al otro. Tenemos, por tanto, un Universo oscilatorio cuádruple, un Trébol de Cuatro Hojas oscilatorio.

¿Y quién dice que sólo es necesario que exista uno? La Nada no tiene limites, ni fronteras, ni finales, ni bordes. Por tanto, es posible que exista un número infinito de Tréboles de Cuatro Hojas oscilatorios separados por algo que no es ni tiempo ni espacio.

En este punto nuestra mente se enfrenta a cosas que es incapaz de representarse. He llegado todo lo lejos que quería, y será el atento lector el que vaya más allá si así lo desea. En cuanto a mí, ya tengo más que suficiente.

NOTA

Este artículo se ha quedado bastante más anticuado que la mayoría de los que he escrito. La cosmogonía (el estudio del origen del Universo) ha progresado mucho en las dos últimas décadas, y yo no fui capaz de prever prácticamente ninguno de los nuevos descubrimientos.

Sin embargo, hay algo que sí que comprendí por anticipado, y esa es la razón de que haya seleccionado este artículo para el libro.

Ya estaba harto de oír preguntar a la gente: «Bueno, si el Universo empezó por un huevo cósmico, ¿de dónde salió ese huevo cósmico?» Estaba claro que pensaban que no podría contestar a esta pregunta sin recurrir a la teología.

Así que en este articulo encontrarán lo que yo denomine «Principio Cosmogónico de Asimov», que formulé como sigue: «En el Principio era la Nada.»

Y, efectivamente, en las nuevas teorías sobre el «Universo inflacionario», formuladas una década después por verdaderos físicos teóricos, se afirma que el Universo se formó a partir de la Nada. Admito que basé mi teoría de que el Universo surgía de la Nada en la supuesta existencia de «energía negativa», mientras que los teóricos del Universo inflacionario lo explican como el resultado de una fluctuación cuántica; pero eso no es más que un detalle.

Lo importante es que se parte de la Nada, y yo fui el primero en pensar en ello.

DOCE COMA TRES SEIS NUEVE

En una ocasión mi profesor de inglés de la escuela secundaria nos puso como tarea la lectura y comentario del poema de Leigh Hunt, Abou ben Adhem. Es posible que ustedes lo recuerden.

Abou ben Adhem se despertó una noche de su profundo y tranquilo sueño y vio a un ángel que estaba haciendo una lista de las personas que amaban a Dios. Naturalmente, Ben Adhem le preguntó si estaba en la lista, y el ángel le dijo que no. Humildemente solicitó ser incluido como alguien que, al menos, amaba a su prójimo.

El ángel volvió a aparecer a la noche siguiente: «Y le mostró los nombres que el amor de Dios había bendecido / ¡Y he aquí que el nombre de Ben Adhem era el primero de la lista!»

Yo conocía el poema y me imaginaba bastante bien el curso que tomaría la discusión en grupo que el profesor había fijado para el día siguiente. Habría pequeñas homilías sobre cómo amar a Dios significa amar al género humano y viceversa. Yo estaba de acuerdo, pero pensé que seria bastante aburrido perder el tiempo dándole vueltas a una afirmación tan evidente. ¿No podría tratar de extraer un mensaje alternativo al poema, tan tristemente desprovisto de sutilezas? No pude encontrar ninguno.

Al día siguiente nuestro profesor de inglés preguntó, sonriendo bondadosamente:

—A ver, ¿quién me dice la razón de que el nombre de Abou ben Adhem encabezara la lista?

De repente me vino la inspiración. Levanté la mano violentamente y cuando el profesor me hizo seña de que hablara, dije, sonriendo beatíficamente:

—¡Estaba en orden alfabético, señor!

La verdad es que no esperaba que se mostrara agradecido por la nueva luz que había arrojado sobre el poema de Leígh Hunt así que no me sorprendió que me señalara la puerta con el índice sin decir una palabra. Me marché (conocía bien el camino, porque en varias ocasiones anteriores había sido expulsado por mi conducta turbulenta) y la discusión continuó sin mi.

Pero más tarde me entere de que
Abou ben Adhem
había sido eficazmente saboteado y que el profesor había pasado a otro tema, así que supongo que me apunté un tanto.

Si me aburre la falta de sutileza de
Abou ben Adhem
, pueden imaginarse lo que me desesperan las personas que afirman que todo el Universo es igualmente poco sutil.

Como es natural, mi desesperación es mayor cuando esta falta de sutileza es de una especie hacia la que yo mismo me siento profundamente atraído (en secreto). Por ejemplo están los que. basándose en la existencia de alguna simple y trillada relación numérica o geométrica suponen inmediatamente que el diseño de la estructura del Universo no tiene otra utilidad que la de hacer de escaparate para estas relaciones. (Y para mi vergüenza, yo siempre me intereso por este tipo de cosas.)

Estoy seguro de que la culpa de tales ingenuidades es achacable a la mística en todas las sociedades lo bastante complejas como para haber inventado la aritmética, pero los mejores ejemplos que nos han llegado de la autoridad son los que nos ofrecen los griegos.

Por ejemplo, alrededor del 525 a.C., Pitágoras de Samos tiraba de cuerdas tensadas y escuchaba las notas así producidas Se dio cuenta de que se producían combinaciones de notas que resultaban agradables al oído cuando las longitudes de las cuerdas guardaban una simple relación aritmética entre si: 1 a 2 o 3 a 4 a 5 Quizá fuera eso lo que alimentó en el y en sus discípulos la creencia de que el mundo físico estaba gobernado por relaciones numéricas, y además por relaciones numéricas sencillas.

Por supuesto, no hay duda de que las relaciones numéricas son importantes en el Universo, pero, desde luego, no siempre son sencillas. Por ejemplo, un hecho que en apariencia es de una importancia fundamental es que la relación entre la masa del protón y la del electrón es de 1836,11. ¿Por qué'1836, 11? No se sabe.

Pero no podemos culpar a los pitagóricos por su desconocimiento de la física moderna. Asombrémonos más bien ante la perspicacia de un discípulo de Pitágoras llamado Filolao de Tárento. Que nosotros sepamos, fue el primer hombre en afirmar (alrededor del 480 a. C.) que la Tierra se desplazaba en el espacio.

Vamos a intentar seguir su razonamiento. Los griegos veían que el firmamento estrellado giraba alrededor de la Tierra. Pero había siete cuerpos celestes en particular: el Sol, la Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, que se movían con independencia de las estrellas fijas y de los movimientos de los otros seis. Por tanto, se podría suponer que en el cielo había ocho esferas concéntricas (y transparentes) que giraban alrededor de la Tierra. La más cercana era la que tenia la Luna fijada a su superficie, la siguiente a Mercurio, luego la de Venus, luego la del Sol y luego las de Marte, Júpiter y Saturno. La octava y más alejada contenía todas las estrellas.

Filolao no se dio por satisfecho con esta explicación. Afirmó que las ocho esferas no giraban alrededor de la Tierra, sino alrededor de un «fuego central». Este fuego central era invisible, aunque sí que era visible su reflejo, el Sol. Además, la Tierra también estaba fijada a una esfera que giraba alrededor de este fuego central. Y. por añadidura, había
otro
cuerpo más, la «contratierra», que no era posible ver porque permanecía siempre al otro lado del Sol, y esa contratierra estaba fijada a otra esfera más que giraba también alrededor del fuego central.

Así que en el sistema de Filolao había en total diez esferas en revolución: las ocho de siempre, una novena para la Tierra y una décima para la contratierra.

¿Cómo se las arregló Filolao para llegar a esta conclusión? Es cierto que, dos siglos más tarde, Aristarco de Samos también afirmó que la Tierra se movía, pero según él, lo hacia alrededor del Sol. En su época esto fue considerado absurdo, pero por lo menos Aristarco utilizó para su explicación los cuerpos celestes perceptibles por los sentidos. ¿Por qué inventó Filolao un fuego central y una contratierra invisibles? La respuesta probablemente esté en el
número
de esferas. Si la Tierra girara alrededor del Sol, habría que añadir una esfera para la Tierra, pero que eliminar otra, porque el Sol estaría inmóvil, con lo que el número total de esferas seguiría siendo ocho. En cambio, si se consideraba que tanto la Tierra como el Sol se mueven alrededor de un centro invisible y se añadía una contratierra, habría diez esferas.

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