El vuelo del dragón (39 page)

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Authors: Anne McCaffrey

BOOK: El vuelo del dragón
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Con un alivio próximo a las lágrimas, Lessa apremió a Ramoth en el cielo nocturno para que ocupara su puesto junto a T'ron y a Mardra encima de la Piedra de la Estrella del Weyr de Fort. En los cinco Weyrs estaban formados los grandes escuadrones, preparados para emprender la marcha.

Cuando los dragones de cada uno de los caudillos de los Weyrs comunicaron a Lessa que todos estaban a punto, con los puntos de referencia determinados por la órbita de la Estrella Roja en sus mentes, la viajera del futuro dio la orden de saltar al
inter
.

La noche más negra debe acabar en amanecer,

El sol desvanece los temores del soñador:

¿Cuándo encontrará consuelo en su sombrío Weyr

Mi alma dolorida?

Habían efectuado once saltos
inter
, y los bronce de los caudillos de los Weyrs informaban a Lessa mientras reposaban brevemente entre cada uno de los saltos. De los mil ochocientos viajeros, únicamente cuatro habían fracasado en la tentativa de marchar adelante, y habían sido los animales más viejos. Los cinco grupos acordaron hacer una pausa para un rápido refrigerio y un poco de
klah
caliente antes del salto final, que sólo sería de doce Revoluciones.

—Es más fácil recorrer veinticinco Revoluciones que doce —comentó T'ron mientras Mardra servía el
klah
. Alzó la mirada hacia la Estrella Roja del Amanecer, su parpadeante y fiel guía—. No modifica tanto su posición. Cuento contigo, Lessa, para que nos proporciones referencias adicionales.

—Quería llegar a Ruatha antes de que F'lar descubriera que me había marchado —Lessa se estremeció, mirando hacia la Estrella Roja, y sorbió apresuradamente el
klah
caliente—. He visto la Estrella así una vez... no, dos veces... en Ruatha.

Lessa miró a T'ron, con un nudo en la garganta al recordar aquella mañana, cuando había decidido que la Estrella Roja era un amenaza para ella, tres días antes de que Fax y F'lar se presentaran en el Fuerte de Ruatha. Fax había muerto atravesado por la daga de F'lar, y ella se había marchado al Weyr de Benden. Se sintió repentinamente mareada, débil, extrañamente trastornada. Algo que no le había ocurrido cuando se habían detenido entre los otros saltos.

—¿Te encuentras bien, Lessa? —inquirió Mardra con aire preocupado—. Estás muy pálida. Estás temblando —y Mardra rodeó con su brazo los hombros de Lessa, al tiempo que dirigía una angustiada mirada a su compañero de Weyr.

—Hace doce Revoluciones estuve en Ruatha —murmuró Lessa, agarrando una mano de Mardra en busca de apoyo—. Estuve en Ruatha dos veces. Marchémonos en seguida. Tengo que regresar. Tengo que regresar al lado de F'lar. Estará tan furioso...

La nota de histeria en su voz alarmó a T'ron y a Mardra. El caudillo del Weyr de Fort dio apresuradamente la orden de que se apagaran las fogatas y de que todo el mundo montara y se preparara para el salto final.

Con un caos en su mente, Lessa transmitió las referencias a los dragones de los otros caudillos: Ruatha a la luz del crepúsculo, la Gran Torre, el Patio interior, la tierra en primavera...

Una mancha rojiza en un frío cielo nocturno,

Una gota de sangre para guiarles,

Alejaos, alejaos, dad media vuelta,

Les sugiere a los viajeros una Estrella Roja.

Lytol y Robinton obligaron a F'lar a comer, escanciándole vino con deliberada frecuencia. En algún rincón de su mente F'lar admitía que tendría que seguir adelante, pero el esfuerzo era inmenso, dado su desaliento. Para él no representaba ningún consuelo saber que disponía aún de Pridith y de Kylara para prolongar la dragonería, y no se atrevía a enviar a alguien en busca de F'nor, incapaz de enfrentarse con la cruda realidad: al reclamar a Pridith y a Kylara, admitiría el hecho de que Lessa y Ramoth no regresarían.

Lessa, Lessa
, gritaba su mente sin cesar, maldiciéndola por su atolondrada temeridad en un momento determinado, admirándole y amándola un minuto más tarde por haber intentado aquella increíble hazaña.

—Vamos, F'lar, tienes que dormir un poco —dijo Robinton.

F'lar le miró, frunciendo el ceño, perplejo. Por unos instantes había llegado a olvidarse de sus compañeros de mesa.

—¿Qué has dicho? —inquirió.

—He dicho que tienes que dormir. Estoy dispuesto a soportar tu compañía. En realidad, nada podría convencerme para que me alejara de tu lado. Has envejecido unos años en el curso de unas horas.

—¿Y no es comprensible? —gritó F'lar, poniéndose en pie, descargando su rabia contra el blanco más próximo, en forma de Robinton.

Los ojos del Maestro Arpista estaban llenos de compasión cuando agarró el brazo de F'lar, sujetándolo con fuerza.

—F'lar, ni siquiera este Maestro Arpista tiene palabras suficientes para expresar el respeto y la simpatía que le inspiras. Pero tienes que dormir; tendrás que soportar un mañana, y pasado mañana tendrás que luchar. Los dragoneros necesitan un caudillo... —La voz de Robinton se convirtió en un susurro—. Mañana tienes que enviar a buscar a F'nor... y a Pridith.

F'lar giró sobre sus talones y se encaminó hacia la funesta puerta del gran vestíbulo de Ruatha.

Oh, Lengua, da sonido a la alegría y canta

Esperanzas y promesas de la dragonería.

Delante de ellos se erguía la Gran Torre de Ruatha, con las altas paredes del Patio Exterior claramente visibles a la luz moribunda del atardecer.

El claxon transmitió violentos avisos a través del aire, apenas audibles entre el fragor de la llegada de centenares de dragones, que formaron en orden de combate, escuadrón sobre escuadrón, arriba y abajo del valle.

Una franja de luz manchó las losas del Patio cuando se abrió la puerta del Fuerte.

Lessa ordenó a Ramoth que descendiera cerca de la Torre y desmontó, corriendo ansiosamente hacia los hombres agrupados delante de la puerta. Localizó la robusta figura de Lytol, sosteniendo una lámpara por encima de su cabeza. Se sintió tan aliviada al verle que olvidó su antiguo antagonismo hacia el Gobernador.

—¡Has errado el cálculo del último salto en dos días, Lessa! —gritó Lytol cuando Lessa estuvo lo bastante cerca como para oírle por encima del estruendo de los dragones.

—¿Errado el cálculo? ¿Cómo es posible? —jadeó Lessa. T'ron y Mardra se acercaron a ella.

—No te preocupes —la tranquilizó Lytol, apretando las manos de Lessa entre las suyas, sonriéndole abiertamente—. Has sobrepasado el día. Retrocede por el
inter
y vuelve a la Ruatha de hace dos días, eso es todo. —Su sonrisa aumentó la confusión de Lessa—. Un simple error de cálculo —repitió Lytol, sin dejar de sonreír—. Toma esta misma hora, el Gran Patio, todo, pero visualiza a F'lar, a Robinton y a mí aquí, sobre las losas. Sitúa a Mnementh en la Gran Torre y a un dragón azul cerca de él. En marcha.

¿Mnementh?
, le susurró Ramoth a Lessa, ansiosa por ver a su compañero de Weyr. Inclinó su cabeza, y sus enormes ojos centellearon.

—No lo entiendo —gimió Lessa. Mardra deslizó un brazo consolador alrededor de sus hombros.

—Pero lo entiendo yo... confía en mí —suplicó Lytol, palmeando con cariñosa torpeza el hombro de la Dama del Weyr y mirando a T'ron en busca de apoyo—. Es lo que dijo F'nor. No se puede estar en varios lugares al mismo tiempo sin experimentar serios trastornos, y cuando os detuvisteis doce Revoluciones atrás, Lessa los experimentó.

—¿Estás enterado de eso? —exclamó T'ron.

—Desde luego. Sólo tenéis que retroceder dos días.

que tenéis que hacerlo. Desde luego, entonces quedaré sorprendido, pero ahora, esta noche, sé que reapareceréis dos días antes. Oh, no discutas, Lessa. F'lar estaba medio loco de preocupación por ti.

—¡Me sacudirá! —gritó Lessa, como una niña.

—¡Lessa! —T'ron la tomó de la mano y la condujo al lado de Ramoth, que se agachó para que su jinete pudiera montar.

T'ron asumió todas las responsabilidades e hizo que su Fidranth transmitiera la orden de regresar a las referencias que Lytol había dado, añadiendo a través de Ramoth una descripción de los humanos y de Mnementh.

El frío del
inter
reanimó a Lessa, a pesar de que su error había disminuido considerablemente su confianza en sí misma. Pero allí estaba Ruatha de nuevo. Los dragones volvieron a formar alegremente. Y allí, silueteados contra la luz del Vestíbulo, estaban Lytol, la alta figura de Robinton, y... F'lar.

La voz de Mnementh dio una metálica bienvenida, y a Ramoth le faltó tiempo para ir a entrelazar su cuello con el del bronce, una vez se hubo apeado Lessa.

La Dama del Weyr permaneció en el lugar en el que Ramoth la había dejado, incapaz de moverse. Se dio cuenta de que T'ron y Mardra estaban a su lado. Pero sólo veía a F'lar, corriendo a través del Patio hacia ella. Sin embargo, no pudo moverse.

F'lar la abrazó, apretándola con tanta fuerza contra su pecho que Lessa no pudo dudar de la sincera alegría con que la acogía el caudillo del Weyr.

—Lessa, Lessa —susurró la voz de F'lar en su oído. Apretó el rostro de Lessa contra el suyo, hasta casi cortarle la respiración, sin tratar de disimular sus sentimientos. La besó una y otra vez, cálida e impetuosamente. Luego, de pronto, la apartó de él y la agarró por los hombros—. Lessa, si vuelves... —empezó, subrayando cada palabra con una flexión de sus dedos... y se interrumpió, consciente de que les rodeaba un sonriente círculo de forasteros.

—Ya os dije que me sacudiría —gimió Lessa, secándose las lágrimas del rostro—. Pero, F'lar, los he traído a todos... menos al Weyr de Benden. Por eso fueron abandonados los cinco Weyrs. Los he traído aquí.

F'lar miró a su alrededor, miró más allá de los caudillos a las masas de dragones planeando sobre el valle, en las alturas, en todas partes. Había dragones azul, verde, pardo y bronce... y todo un escuadrón de reinas doradas.

—¿Has traído los Weyrs? —inquirió, aturdido.

—Sí. Estos son Mardra y T'ron del Weyr de Fort, D'ram y... —F'lar la interrumpió con una leve sacudida, colocándola a su lado de modo que él pudiera ver y saludar a los recién llegados.

—Os estoy más agradecido de lo que podéis imaginar —dijo, y no encontró palabras para las muchísimas cosas que deseaba añadir.

T'ron avanzó con su brazo derecho extendido, ofreciéndole su mano. F'lar la estrechó calurosamente.

—Hemos traído mil ochocientos dragones, diecisiete reinas y todo lo necesario para abastecer nuestros Weyrs.

—Y han traído lanzallamas, también —añadió Lessa.

—Pero... venir... intentarlo... —murmuró F'lar, vacilando entre la admiración y el asombro.

—Vuestra Lessa nos ha mostrado el camino...

—...con la Estrella Roja como guía —dijo Lessa.

—Somos dragoneros —continuó T'ron solemnemente—, como lo eres tú, F'lar de Benden. Nos dijeron que aquí habían Hebras que combatir, y esa es una tarea para dragoneros... ¡en cualquier época!

Tambor redobla y flautista sopla,

Arpista toca y soldado marcha.

Libera la llama y quema las hierbas

Hasta que haya pasado la Estrella Roja.

Mientras los cinco Weyrs se instalaban alrededor del Valle de Ruatha, F'lar se había visto obligado a hacer avanzar en el tiempo a sus miembros del Weyr meridional. Todos ellos habían llegado al límite de lo que podían soportar, y agradecieron profundamente el poder regresar a los alojamientos que habían abandonado hacía dos días y diez Revoluciones.

R'gul, ignorante del salto de Lessa hacia atrás, acogió a F'lar y a su Dama del Weyr, a su regreso a Benden, con la noticia de la aparición de F'nor con setenta y dos nuevos dragones, y su opinión anticipada de que ninguno de los caballeros sería apto para luchar.

—En toda mi vida no he visto hombres más agotados —añadió R'gul—. No puedo imaginar lo que les ha ocurrido, disfrutando como han disfrutado de comida abundante, sol y todo lo demás, y sin ninguna responsabilidad.

F'lar y Lessa se miraron el uno al otro.

—Bueno, el Weyr Meridional tiene que ser conservado, R'gul. Piensa en ello.

—Yo soy un dragonero combatiente, no un alfeñique —gruñó el viejo jinete—. Se necesita algo más que un viaje
inter
tiempo para agotarme hasta ese extremo.

—Oh, se repondrán en un abrir y cerrar de ojos —dijo Lessa y, como si deseara exacerbar la desaprobación de R'gul, rió burlonamente.

—Tendrá que ser así, si queremos mantener los cielos libres de Hebras —declaró R'gul.

—Ahora, eso no es ningún problema —le aseguró F'lar tranquilamente.

—¿Ningún problema? ¿Con sólo ciento cuarenta y cuatro dragones?

—Doscientos dieciséis —le corrigió Lessa. Ignorándola, R'gul preguntó:

—¿Ha encontrado ese Maestro Herrero un lanzallamas que funcione?

—De hecho, lo tiene —le aseguró F'lar, con una ancha sonrisa.

Los cinco Weyrs habían traído también su material. Fandarel había entrado ya en acción y, sin duda, todos los herreros del continente estarían en condiciones de fabricar lanzallamas a la mañana siguiente. T'ron le había contado a F'lar que, en su época, cada Fuerte disponía de lanzallamas para todos los hombres. Sin embargo, durante el Largo Intervalo, los lanzallamas habían sido fundidos o habían sido desechados como aparatos incomprensibles. D'ram, particularmente, estaba muy interesado en el rociador de agenothree de Fandarel, considerándolo mejor que el lanzallamas, puesto que podía actuar también como fertilizador.

—Bueno —admitió R'gul de mala gana— un par de lanzallamas significarán una ayuda pasado mañana.

—Hemos encontrado algo que ayudará mucho más —observó Lessa, y luego se disculpó apresuradamente, precipitándose hacia el dormitorio.

Los sonidos que llegaron del otro lado de la cortina eran risas o sollozos, y R'gul frunció el ceño a las dos posibilidades. Aquella muchacha era demasiado joven para ser Dama del Weyr en una época como ésta. Carecía de estabilidad.

—¿Se ha dado cuenta de lo crítica que es nuestra situación? ¿Incluso con los refuerzos de F'nor? Es decir, suponiendo que puedan volar —insistió R'gul—. No tenías que haberle permitido que saliera del Weyr para nada.

F'lar ignoró aquello y empezó a servirse una copa de vino.

—En cierta ocasión me dijiste que los cinco Weyrs de Pern vacíos apoyaban tu teoría de que no existirían más Hebras.

R'gul carraspeó, pensando que las disculpas —aunque se ofrecieran al mismo caudillo del Weyr— eran muy poco eficaces contra las Hebras.

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