Enciclopedia de las curiosidades: El libro de los hechos insólitos (4 page)

BOOK: Enciclopedia de las curiosidades: El libro de los hechos insólitos
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L
os comienzos de la carrera literaria del gran dramaturgo noruego Henrik Ibsen (1828-1906) no fueron nada halagüeños. Su primera obra publicada,
Catilina
(1848), supuso tal fracaso de ventas que los libros, deshojados, acabaron siendo vendidos a un tendero como papel de envolver. Después de tal fracaso, intentó matricularse en la universidad de Oslo, pero suspendió el examen de ingreso. También trató de dedicarse al periodismo, pero igualmente no tuvo éxito. Por fin, comenzó a trabajar como empresario teatral, primero en Bergen y luego en Cristianía (la actual Oslo), puestos que le permitieron ir estrenando obras suyas, ninguna de las cuales alcanzó el éxito; si acaso, algún sonoro fracaso. Tras verse obligado a abandonar sus poco exitosos negocios teatrales, hubo de pasar cinco años de extrema pobreza en Roma, en los que se convirtió en uno de los muchos bohemios de largos cabellos e ideas chocantes que por allí pululaban. Finalmente, se decidió a escribir un drama sobre el fracaso y envió sin demasiadas esperanzas una copia a la editorial noruega Danish, que lo publicó en 1866 con un buen éxito de ventas. Tras repetir éxito relativo con un nuevo drama,
Peer Gynt
, regresó a su país, olvidó todo escamo bohemio, aburguesó su aspecto físico y fue nombrado poeta nacional noruego.

E
l escritor ruso León Tolstoi, heredero del condado de su apellido, comenzó a sentir en determinada época de su vida una repulsión por lo que suponía la vida de un noble ruso: dueño y señor de la vida de sus vasallos, a los que podía explotar, maltratar e, incluso, llegado el caso, matar impunemente. Según confesión propia, él mismo se comportó así, hasta que, tiempo después, al abrazar la religión cristiana, revolucionó por completo su forma de vida. Por cierto, su conversión fue harto peculiar, pues siempre estuvo muy influido por otras confesiones, y fundamentalmente por la filosofía budista, por lo que, incluso, llegaría a ser excomulgado por la Iglesia Ortodoxa en 1901. Llevado por su nueva filosofía, vivió los últimos años de su vida como un sencillo campesino, un pobre
mujik
, en su hacienda de
Yásnaia Poliana
, en Tula. Comenzó a vivir pobremente, repartiendo caritativamente sus bienes, pese a la oposición de su esposa, Sofía Bers, que veía peligrar la situación de sus trece hijos. Hasta tal punto llegó la generosidad de Tolstoi que los estafadores pronto hicieron mella en su bondadosa e ingenua conciencia. Uno de ellos, de nombre Chertkov, llegó a convencerle de que debía entregar el resto de su bienes a un campesino pobre que los mereciese; es más, él mismo se presentó voluntario para ser «ese pobre destinatario de sus bienes». Tolstoi redactó un nuevo testamento en tal sentido y eso fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de su esposa. Cuando León la encontró cierto día rebuscando entre sus papeles, dispuesta a destruir aquel testamento, decidió abandonar Rusia y dejar atrás sus problemas. En una fría noche de octubre, León Tolstoi ocupó un asiento de tercera clase de un tren con destino a la frontera rusa. En el viaje, enfermó de pulmonía, muriendo pocos días después, el 7 de noviembre de 1910.

E
l filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900), desengañado del amor y misógino —sobre todo después de ser rechazado por Lou Andreas Salomé—, se amparó el resto de su vida en su hermana, secretaria, consejera y (según indicios) amante Elisabeth. Incluso cuando su hermana se casó con un terrateniente y esclavista paraguayo, de apellido Förster, la siguió a América. Vuelto a Europa, comenzó a dar crecientes muestras de locura, según se cree a consecuencia de una sífilis mal curada. Meses después murió en los brazos consoladores de su hermana, que además fue quien recopiló y publicó sus obras póstumas (eso sí, en una edición censurada que acentuaba los rasgos totalitarios de su pensamiento).

L
a actriz francesa Rosine Bernard, más conocida como Sarah Bernhardt (1844-1923) vivía obsesionada por la muerte. Visitaba a menudo el depósito de cadáveres de París y se compró un ataúd, que llenó con cartas de sus admiradores, y en el que dormía de vez en cuando. Enamorada de los animales, solía viajar acompañada de varios perros, gatos, pájaros, tortugas, monos e incluso leopardos, leones y caimanes. Esta actriz, que deslumbró el mundo del teatro con sus actuaciones que se contaban por éxitos resonantes, tuvo un comienzo de carrera, sin embargo, muy titubeante. Saldadas sus tres primeras actuaciones de 1862 (cuando tenía solamente dieciocho años) con tres rotundos fracasos, trató de envenenarse bebiendo colorante líquido. Cuatro años después, estuvo a punto de abandonar el teatro para casarse con el príncipe Henri de Ligne, padre de su hijo ilegítimo, Maurice, pero la familia del novio se interpuso y logró impedir la boda. En 1915, a los 71 años de edad, le fue amputada la pierna derecha; a partir de entonces sólo aceptó papeles en los que no tuviese que caminar por el escenario.

E
l escritor irlandés afincado en Inglaterra Oscar Wilde (1856-1900) vivía gracias a la fortuna personal de su esposa, Constance Mary Lloyd, lo que le permitía moverse con desahogo entre la alta sociedad inglesa de la época y dedicarse a la literatura hasta que fue difamado por el marqués de Queensberry, padre de Lord Alfred Douglas (amigo y compañero sentimental de Wilde). El escritor se querelló contra el marqués, quien se vengó acusándole formalmente de homosexualidad y sodomía (lo que ya no era una difamación, sino un hecho notorio), consiguiendo su encarcelamiento en la cárcel de Reading, donde Wilde pasó (los años sometido a trabajos forzados. Esta condena provocó la ruptura de su matrimonio, la ruina económica, el descrédito artístico y el rechazo social, hasta el punto de que, tras su excarcelación, Wilde tuvo que marcharse a vivir a París, donde moriría bajo nombre falso en la más completa ruina moral y económica.

A
mediados de 1881, el
sheriff
Pat Garrett mató en la pequeña localidad de Fort Summer al célebre forajido
Billy El Niño
, que fue enterrado en el pequeño cementerio de la ciudad. Algunos años después, la tumba fue abierta por mandato judicial y se descubrió que al cadáver le faltaba la cabeza. Esto aumentó la leyenda que ya circulaba sobre la vida y las andanzas de aquel célebre bandido adolescente. William Boney, más conocido como
Billy El Niño
, había nacido en Nueva York, el año 1859, hijo de emigrantes irlandeses. Aun muy pequeño, marchó con su familia al territorio de Nuevo México, donde creció en un ambiente mexicano, hablando, por cierto, en español. A los doce años tuvo su primer tropiezo con la ley, al matar a cuchilladas a un hombre que estaba agrediendo a un amigo. Obligado a huir de la justicia, llegó a México, donde comenzó a forjar su fama como integrante de la banda de cuatreros de Jesse Evans. Denunciado por un periódico, tuvo que huir de nuevo, reapareciendo en el valle de Lincoln, donde se alistó en un ejército de matones que participaba en una guerra entre dos facciones enemigas. Derrotado su bando, continuó su vida de forajido, hasta que un nuevo gobernador, llamado Lewis Wallace (1827-1905) —más conocido en el mundo literario por haber escrito años después la famosa novela
Ben-Hur
—, dictó una amnistía general. Billy se entregó a la justicia con la esperanza de poder cambiar de vida, pero fue encarcelado bajo la acusación de asesinato. Logró huir de la prisión antes de ser ejecutado y continuó su vida de bandolero y cuatrero. En diciembre de 1880, el
sheriff
Pat Garrett le tendió una trampa, capturándole. Condenado a muerte en abril del año siguiente, se escapó de nuevo ese mismo mes, asesinando a sus dos guardianes. Oculto en Fort Summer, Garrett dio con él, matándole a traición amparado en la noche. A pesar de esta intensísima peripecia, al morir,
Billy El Niño
tenía sólo 22 años.

E
l considerado como poeta lírico más grande de la literatura moderna escrita en alemán, Rainer Maria Rilke (1875-1926), fue tratado por su madre como una niña durante los seis primeros años de su vida. Incluso era llamado
Sofía
y era vestido siempre con ropas femeninas. En la perturbada fantasía de su madre reemplazaba a una hija que había muerto antes de que naciera Rainer. Tal vez arrepentida de esta extraña educación, la madre inscribió al futuro poeta en una academia militar a los once años.

S
imilar trato recibió en su infancia el que sería general del Ejército de los Estados Unidos Douglas MacArthur (1880-1964), que fue vestido con faldas por su madre hasta que tuvo ocho años. Durante toda su vida sufrió un fuerte complejo de Edipo que, sin embargo, al parecer, no añadió trastornos de personalidad conocidos a su estado mental.

E
l atleta etíope Abebe Bikila ganó su primera maratón olímpica en los Juegos Olímpicos de Roma de 1960 corriendo los 42 kilómetros y 195 metros descalzo. Cuando cuatro años después repitió su triunfo en los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964, ya lo hizo calzando unas convencionales zapatillas deportivas, pero su victoria también tuvo algo de épica, pues se produjo unas semanas después de ser operado de apendicitis. En 1968, participó en la misma prueba de los Juegos Olímpicos de México, donde tuvo que abandonar. En 1969 sufrió un grave accidente de automóvil, a consecuencia del cual quedó paralítico y condenado a vivir en una silla de ruedas. Sin embargo, no se desanimó del todo y participó en los Juegos para parapléjicos de Stoke Mandeville, en Inglaterra, en la competición de baloncesto en silla de ruedas. En 1973, una hemorragia cerebral acabó con su vida a los 41 años.

Casualidades y coincidencias

L
a corriente eléctrica fue descubierta casualmente por el profesor de anatomía de la universidad italiana de Bolonia, Luigi Galvani (1737-1798). Un día de 1786, mientras él diseccionaba una rana, un ayudante produjo una chispa con una máquina electrostática situada en la misma habitación. La chispa causó una corriente eléctrica que conectó con Galvani y, a través de su escalpelo metálico, pasó a la rana muerta, que contrajo sorprendentemente sus músculos, «como si hubiese sufrido un calambre» (en palabras del profesor Galvani). Deduciendo del fenómeno la existencia de lo que él llamó
electricidad animal
, Galvani dio un paso crucial en la demostración experimental de la existencia de lo que luego se llamaría
corriente eléctrica
.

E
l 5 de diciembre de 1664 se hundió un barco en el estrecho de Menay, en la costa norte de Gales, muriendo 82 pasajeros, todos los que componían el pasaje, salvo un hombre llamado Hugh Williams. El 5 de diciembre de 1785, otro barco se hundió, pereciendo 60 pasajeros y dejando un único superviviente, llamado Hugh Williams. El 5 de agosto de 1860, el hundimiento de un tercer barco provocaba la muerte de 25 pasajeros y un único superviviente, llamado —¿cómo no?— Hugh Williams.

E
l 11 de noviembre de 1913, una tempestad hundió doce barcos en el Lago Superior de Norteamérica, con el resultado de 254 personas muertas. Diecisiete años después, también el 11 de noviembre, otra tempestad hundió cinco embarcaciones en el mismo lago, muriendo 67 personas. En 1975, ese mismo 11 de noviembre, un carguero repleto de mineral, el
Edmund Fitzgerald
, se rompió en dos en su travesía del lago a causa de una tormenta, muriendo sus 29 tripulantes.

L
os cinco hijos del matrimonio estadounidense formado por Ralph y Carolyn Cummins nacieron un 20 de febrero pero de distintos años: Catherine, en 1952; Carol, en 1953; Charles, en 1956; Claudia, en 1961, y Cecilia, en 1966. ¡Todo un milagro de exactitud! Hay que tener en cuenta que se ha calculado que la probabilidad de que cinco hermanos no gemelos tengan la misma fecha de nacimiento es de 1 contra 17.797.577.730.

E
n la primavera de 1975, un bebé cayó desde una altura de 14 pisos en la ciudad estadounidense de Detroit, aterrizando sobre Joseph Figlock, ocasional transeúnte. Un año después, volvió a ocurrirle lo mismo al señor Figlock con otro niño. En ambos casos, todos los implicados sobrevivieron.

E
l constructor de la ciudadela de la Bastilla, Hugues Aubriot (?-1382), preboste de París y constructor también del Châtelet, el puente de Saint Michel y el primer sistema de cloacas abovedadas de la capital francesa, fue la primera persona encerrada en la Bastilla, cuando ésta pasó a ser cárcel, acusado de impiedad y herejía, a la muerte de su protector el rey Carlos V de Francia. Sin embargo, inaugurando otra costumbre, el pueblo se amotinó y lo liberó.

H
ay ocasiones en que la historia parece rizar el rizo de la verosimilitud. Es el caso, por ejemplo, de lo sucedido al rey Humberto I de Italia (1844-1900), que cierto día de 1900 se asombró al observar que el propietario del restaurante donde cenaba tenía un gran parecido físico con él. Impresionado por la coincidencia, le mandó llamar y comprobó aun con mayor sorpresa que ambos habían nacido el mismo día del mismo año (14 de marzo de 1844); que el propietario estaba casado con una mujer que tenía el mismo nombre de pila que la reina (Margarita), y que había abierto su establecimiento el mismo día que el rey era coronado (9 de enero de 1878). Simpatizando con él ante tantas coincidencias, el rey invitó al propietario del restaurante a asistir al día siguiente (29 de julio de 1900) a un festival atlético que su majestad iba a presidir en Monza. En pleno acto deportivo, poco después de que el rey fuera i n formado de que el retraso de su invitado se debía a que había sido asesinado a balazos aquella misma noche, el anarquista Gaetano Bresci disparó sobre el monarca, matándole.

E
n cierta ocasión, el erudito francés Jean François Champollion (1790-1832) visitaba el Museo de Turín cuando en uno de sus almacenes encontró una caja que contenía restos de papiros. A la vista de que nadie sabía decirle de qué se trataba exactamente, y viendo que estaban clasificados como material inútil, comenzó a investigar los fragmentos, reuniéndolos pacientemente y ordenándolos, resultando que se trataba de la única lista existente de las dinastías egipcias, con los nombres y cronología de los faraones. Un documento de incomparable valor histórico.

E
l 2 de febrero de 1852, el sacerdote Martín Merino (1789-1852) —al que no hay que confundir con el más famoso Cura Merino, notable héroe de la Guerra de la Independencia y de las guerras carlistas— intentó asesinar a la reina española Isabel II (1830-1904), que salía de una misa de acción de gracias por su reciente parto. Pero el cuchillo se enganchó en las ballenas del corsé de la reina, desviándose la puñalada y causando sólo un leve rasguño a su majestad. El frustrado regicida fue rápidamente juzgado y ahorcado.

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