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Authors: Juan Gómez-Jurado

Tags: #thriller

Espía de Dios (35 page)

BOOK: Espía de Dios
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—No me estará diciendo…

—Exactamente. Las misas serán por toda Roma. San Juan de Letrán, Santa María la Mayor, San Pedro, San Pablo Extramuros… Los cardenales dicen misa de dos en dos, en las cincuenta iglesias más importantes de Roma. Es la tradición, y no creo que la cambien por nada del mundo. Si la Santa Alianza está comprometida en esto, sería una ocasión idónea para un asesinato. El asunto aún no ha trascendido, así que igualmente los cardenales se rebelarían si Cirin intentase impedirles rezar el novenario. No, las misas tendrán lugar, pase lo que pase. Maldita sea, si incluso podría haber muerto ya otro cardenal y nosotros no lo sabríamos.

—Joder, necesito un cigarrillo.

Paola buscó por la mesa el paquete de Pontiero, se palpó el traje. Llevó la mano al bolsillo interior de la chaqueta y encontró un cartoncito pequeño y duro.

¿Qué es esto?

Era una estampa de la Virgen del Carmen. La que le había dado el hermano Francesco Toma, al despedirse de ella en Santa María in Traspontina. El falso carmelita, el asesino Karoski. Llevaba el mismo traje negro que se había puesto aquella mañana de martes; y la estampa aún seguía allí.

—¿Cómo he podido olvidarme de esto? Es una prueba.

Fowler se acercó, intrigado.

—Una estampa de la Virgen del Carmen. Lleva algo escrito por detrás.

El sacerdote leyó en voz alta, en inglés

If your very own brother, or your son or daughter, or the wife you love, or your closest friend secretly entices you, do not yield to him or listen to him. Show him no pity. Do not spare him or shield him. You must certainly put him to death. Then all Israel will hear and be afraid, and no one among you will do such an evil thing again.

Paola tradujo, lívida de furia y rabia.

Si tu hermano, hijo de tu padre o hijo de tu madre, tu hijo o tu hija, la esposa que reposa en tu seno o el amigo que es tu otro yo, trata de seducirte en secreto, no le perdonarás ni le encubrirás, sino que le matarás; y todo Israel, cuando lo sepa, tendrá miedo y dejará de cometer este mal en medio de ti.

—Creo que es del Deuteronomio. Capítulo 13, versículos 7 al 12.

—¡Mierda! —escupió la criminalista—. ¡Estuvo en mi bolsillo todo el tiempo! Joder, debía haberme dado cuenta de que estaba escrita en inglés.

—No se torture,
dottora
. Un fraile le dio una estampa. Considerando su falta de fe, no es de extrañar que no le dedicara ni un segundo vistazo.

—Tal vez, pero después supimos quién era ese fraile. Debí acordarme de que me había dado algo. Estaba más preocupada intentando recordar lo poco que vi de su cara en aquella oscuridad. Si hasta…

Intentó predicarte la palabra, ¿recuerdas?

Paola se detuvo. El sacerdote se volvió, con la estampa en la mano.

—Mire,
dottora
, es una estampa normal. Sobre la parte de atrás él pegó un papel adhesivo imprimible…

Santa María del Carmen.

—…con mucha habilidad para poder colocar éste texto. El Deuteronomio es…

Llévela siempre con usted.

—…una fuente de lo más inusual en una estampa, ¿sabe? Creo que…

Le indicará el camino en estos tiempos oscuros.

—…si tiro un poco de la esquina podré despegarlo…

Paola le agarró del brazo, la voz un agudo chillido.

—¡NO LA TOQUE!

Fowler parpadeó, sobresaltado. No movió un músculo. La criminalista le quitó la estampa de la mano.

—Siento haberle gritado, padre —le dijo Dicanti, intentando calmarse—. Acabo de recordar que Karoski me dijo que la estampa me mostraría el camino en estos tiempos oscuros. Y creo que hay un mensaje en ella, concebido para burlarse de nosotros.

—Quizás. O podría ser sólo una maniobra más para despistarnos.

—La única certeza en éste caso es que estamos muy lejos de contar con todas las piezas del puzzle. Espero que podamos encontrar algo aquí.

Le dio la vuelta a la estampa, la miró al trasluz, olió el cartón.

Nada.

—El pasaje de la Biblia podría ser el mensaje. Pero ¿qué quiere decir?

—No lo sé, pero creo que hay algo más. Algo que no se ve a simple vista. Y creo que tengo por aquí una herramienta especial para éstos casos.

La criminalista trasteó en un armario cercano. Al final, del fondo extrajo una caja cubierta de polvo. La depositó con cuidado encima del escritorio.

—No utilizaba esto desde mis tiempos en el Instituto. Fue un regalo de mi padre.

Abrió la caja despacio, reverente. Aún permanecía fija en su memoria la advertencia sobre aquel artilugio, sobre lo caro que era y lo mucho que debía cuidarlo. Lo sacó y lo depositó sobre la mesa. Era un microscopio corriente. Paola había trabajado en la Universidad con equipos mil veces más caros, pero a ninguno había tratado con el respeto con el que había tratado éste. Le alegró de conservar aquel sentimiento: era un hermoso vínculo con su padre, una rareza en ella, que vivía día a día lamentando el día en que le perdió. Se preguntó, fugazmente, si no debería atesorar los recuerdos brillantes, en vez de aferrarse a la idea de que se lo habían arrebatado demasiado pronto.

—Acérqueme la estampa, padre —dijo sentándose frente al microscopio.

El papel de estraza y el plástico habían protegido el aparato del polvo. Colocó la estampa bajo la lente y enfocó. Con la mano izquierda deslizó el cartón coloreado, estudiando despacio la imagen de la Virgen. No encontró nada. Le dio la vuelta a la estampa para poder estudiar el reverso.

—Un momento… aquí hay algo.

Paola le cedió el visor al sacerdote. Ampliadas quince veces, las letras de la estampa eran grandes barras negras. Sobre una de ellas, sin embargo había un minúsculo círculo blanquecino.

—Parece una perforación.

La inspectora volvió a adueñarse del microscopio.

—Juraría que ha sido realizada con un alfiler. Desde luego, se ha hecho adrede. Es demasiado perfecta.

—¿En qué letra aparece la primera marca?

—En la F de
If
.


Dottora
, por favor, compruebe si hay más perforaciones en otras letras.

Paola barrió la primera línea del texto.

—Aquí hay otra.

—Siga, siga.

Al cabo de ocho minutos, la criminalista consiguió localizar un total de once letras perforadas.

«
IF
you
R
very own brother, or your son or d
A
ughter, or the wife you love, or your closest frie
N
d secretly enti
C
es you, do not yield to h
I
m or listen to him.
S
how him no pity. Do not spare him or shield him. You mu
S
t certainly put
H
im to death. Then
A
ll Israel
W
ill hear and be afraid, and no one among you will do such an evil thing again».

Cuando comprobó que no había más caracteres con perforaciones, la criminalista escribió por orden las que sí lo llevaban. Al leer lo que ponía, ambos se estremecieron, y Paola recordó.

Si tu hermano trata de seducirte en secreto.

Recordó los informes de psiquiatras.

No le perdonarás ni le encubrirás

Las cartas a familiares de víctimas de la depredación sexual de Karoski.

Sino que le matarás.

Recordó el nombre que figuraba en ellas.

Francis Shaw.

(TELETIPO DE REUTERS, 10 DE ABRIL DE 2005. 08:12 GMT)

EL CARDENAL SHAW OFICIA HOY LA MISA
DE NOVENDIALES EN SAN PEDRO

ROMA, (Associated Press).
El cardenal Francis Shaw oficiará hoy a las doce del mediodía la misa de novendiales en la Basílica de San Pedro. El purpurado norteamericano gozará hoy del honor de dirigir la ceremonia en éste segundo día del novenario por el alma de Juan Pablo II.

Determinados grupos en Estados Unidos no han visto con buenos ojos la participación de Shaw en la ceremonia. Concretamente la asociación SNAP (Surviving Network of Abuse by Priests) ha enviado a Roma a dos de sus miembros para protestar formalmente por el hecho de que se le permita a Shaw oficiar en la principal iglesia de la Cristiandad. «Sólo somos dos personas, pero haremos una protesta formal, pacífica y ordenada ante las cámaras», avisó Barbara Payne, la presidenta de SNAP.

Dicha organización es la principal asociación de víctimas de abuso sexual por parte de sacerdotes católicos, tiene más de 4500 miembros. Su principal actividad es la formación y el apoyo a las víctimas, así como realizar terapias de grupo para afrontar los hechos. Muchos de sus miembros se acercan por primera vez a SNAP en la edad adulta, tras años de avergonzado silencio.

El cardenal Shaw, actualmente prefecto de la Congregación para el Clero se vio involucrado en el escándalo de abusos sexuales por parte de sacerdotes que estalló en Estados Unidos a finales de los noventa. Shaw, cardenal de la archidiócesis de Boston, era la figura más importante de la Iglesia Católica en los Estados Unidos, y según muchos, el más firme candidato a suceder a Karol Wojtyla.

Su carrera sufrió un duro revés tras descubrirse que durante años ocultó a la opinión pública más de trescientos casos de abusos sexuales en su jurisdicción. Con frecuencia trasladó a sacerdotes acusados de delitos de ésta índole de una parroquia a otra, confiando en que así se evitaría el escándalo. En casi todas las ocasiones se limitó a recomendar «un cambio de aires» a los imputados. Tan solo cuando los casos eran muy graves ponía a los sacerdotes en manos de algún centro especializado para que recibieran tratamiento.

Cuando comenzaron a llegar las primeras denuncias serias, Shaw pactó con las familias de las víctimas acuerdos económicos para lograr su silencio. Finalmente los escándalos acabaron saliendo a la luz en todo el país, y Shaw fue obligado a dimitir por «altas instancias vaticanas». Se trasladó a Roma, donde se le nombró prefecto para la Congregación del Clero, un cargo de cierta importancia, pero que a todas luces parecía el colofón de su carrera.

Hay algunos, no obstante, que siguen considerando a Shaw un santo, que defendió a la Iglesia con todas sus fuerzas. «Ha sufrido persecución y calumnias por defender la Fe», afirma su secretario personal, el padre Miller. Pero en la eterna quiniela de los medios de comunicación acerca de quién será el próximo Papa, Shaw tiene pocas posibilidades. La Curia Romana es un colectivo por lo general cauto, poco amigo de extravagancias. Aunque Shaw cuenta con apoyos, podemos descartar que consiga muchos votos si no sucede un milagro.

04/10/2005/08:12 (AP)

Sacristía del Vaticano

Domingo, 10 de abril de 2005. 11:08

Los sacerdotes que concelebrarían con el cardenal Shaw se revestían en una sacristía auxiliar cercana a la entrada de San Pedro, donde aguardarían junto con los monaguillos al celebrante cinco minutos antes de comenzar la ceremonia.

Hasta ese momento, el museo estaba desierto salvo por las dos monjas que ayudaban a Shaw y al otro concelebrante, el cardenal Pauljic y el guardia suizo que les custodiaban en la misma puerta de la sacristía.

Karoski acarició su cuchillo, oculto entre sus ropas. Calculó mentalmente sus posibilidades.

Por fin iba a ganar su premio.

Casi era el momento.

Plaza de San Pedro

Domingo, 10 de abril de 2005. 11:16

—Por la puerta de Santa Ana es imposible acceder, padre. También está fuertemente vigilada, y no están dejando entrar a nadie. Sólo a aquellos que tienen la autorización del Vaticano.

Ambos habían recorrido inspeccionando desde cierta distancia los accesos al Vaticano. Por separado, para ser más discretos. Quedaban menos de cincuenta minutos para el inicio de la misa de novendiales en San Pedro.

Tan solo treinta minutos atrás la revelación del nombre de Francis Shaw en la estampa de la Virgen del Carmen había dado paso a una frenética búsqueda por Internet. Las agencias de noticias indicaban el lugar y la hora donde estaría Shaw, a la vista de todo aquel que quisiera leerlo.

Y allí estaban, en la Plaza de San Pedro.

—Tendremos que entrar por la puerta principal de la Basílica.

—No. La seguridad ha sido reforzada en todos los puntos menos en ese, que está abierto al público, así que justamente por ahí es por donde nos esperan. Y aunque consiguiéramos entrar, no podríamos acercarnos al altar. Shaw y el que concelebre con él partirán desde la Sacristía de San Pedro. Desde allí el camino es franco hasta la basílica. No usarán el altar de Pedro, que está sólo reservado al papa. Utilizarán uno de los altares secundarios, y aún así habrá unas ochocientas personas en la ceremonia.

—¿Se atreverá Karoski a actuar delante de tanta gente?


Dottora
, nuestro problema es que no sabemos quién representa qué papel en éste drama. Si la Santa Alianza quiere ver muerto a Shaw, no nos dejarán impedir que celebre la misa. Si lo que quieren es cazar a Karoski, tampoco nos permitirán que avisemos al cardenal, porque resulta un cebo excelente. Estoy convencido de que ocurra lo que ocurra, éste es el último acto de la comedia.

—Pues a este paso no habrá papel para nosotros en él. Son ya las once y cuarto.

—No. Entraremos en el Vaticano, rodearemos a los agentes de Cirin y llegaremos a la Sacristía. Hay que impedir que Shaw celebre su misa.

—¿Cómo, padre?

—Utilizaremos un camino que Cirin jamás sería capaz de imaginar.

Cuatro minutos después llamaban al timbre de la puerta de un sobrio edificio de cinco plantas. Paola le dio la razón a Fowler. Cirin no se imaginaría ni en un millón de años que Fowler llamaría por propia voluntad a la puerta del Palacio del Santo Oficio.

Una de las entradas al Vaticano se encuentra entre el Palacio y la columnata de Bernini. Consiste en una valla negra y una garita. Normalmente está custodiada por dos guardias suizos. Aquel domingo eran cinco, al que se añadía un policía de paisano. Éste último llevaba una carpeta en la mano, y en su interior (aunque esto no lo sabían ni Fowler ni Paola) estaban sus fotografías. Aquel hombre, miembro del
Corpo di Vigilanza
, vio pasar por la acera de enfrente a una pareja que parecía concordar con la descripción. Solo los vio un momento, ya que desaparecieron de su vista, y no estaba muy seguro de que fueran ellos. No estaba autorizado a abandonar su puesto, así que no intentó seguirles para comprobarlo. Las órdenes eran informar si aquellos individuos intentaban entrar en el Vaticano y retenerles durante un rato, por la fuerza si era preciso. Pero parecía evidente que aquellas personas eran importantes. Presionó el botón de llamada del walkie talkie y comunicó lo que había visto.

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