Read Fragmentos de una enseñanza desconocida Online
Authors: P. D. Ouspensky
Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología
"La segunda característica importante del trabajo de grupos es que éstos pueden estar conectados con alguna
meta
de la cual los que comienzan el trabajo no tienen la menor idea, y que no se les puede explicar hasta que ellos comprendan la esencia y los principios del trabajo, y todas las ideas conectadas con él. Pero esta meta hacia la cual van y a la que sirven sin conocerla, es el principio de equilibrio sin el cual su propio trabajo no podría existir. La primera tarea es comprender esta meta, es decir, la meta del maestro. Cuando han comprendido esta meta —aunque al comienzo sea sólo parcialmente— su propio trabajo se torna más consciente y por lo tanto puede dar mejores resultados. Pero, como ya lo he dicho, a menudo sucede que la meta del maestro no puede ser explicada al comienzo.
"Por lo tanto, la primera meta de un hombre que comienza el estudio de sí, debe ser incorporarse a un grupo. El estudio de sí sólo puede realizarse en grupos debidamente organizados. Un hombre solo no puede verse a sí mismo. Pero cierto número de personas asociadas para este fin aportarán una mutua ayuda, aun sin quererlo. Una característica típica de la naturaleza humana es que un hombre siempre ve los defectos de los otros más fácilmente que los suyos. Al mismo tiempo, en la senda del estudio de sí, un hombre aprende que él mismo posee todos los defectos que encuentra en los demás. Pero hay muchas cosas que no ve en sí mismo, mientras que en otros las comienza a ver. Sin embargo, como acabo de decir, ahora sabe que estas características son también suyas. Por lo tanto los otros miembros del grupo le sirven de espejos en los cuales se ve a sí mismo. Pero, por supuesto, a fin de verse a sí mismo en los defectos de sus compañeros y no meramente verles sus faltas, un hombre debe estar en guardia sin tregua, y ser muy sincero consigo mismo.
"Debe recordar que no es uno; que una parte de sí mismo es el hombre que quiere despertar y que la otra parte —«Ivanov», «Petrov» o «Zakharov»— no tiene deseo alguno de «despertar» y que tiene que ser despertada a la fuerza.
"Usualmente un grupo es un pacto concertado entre los
Yoes
de cierto número de personas para emprender juntos la lucha contra todos los «Ivanov», «Petrov» y «Zakharov», es decir contra sus «falsas personalidades».
"Tomemos a Petrov. Petrov consiste en dos partes —
Yo
y «Petrov». Pero
Yo
carece de fuerzas frente a Petrov. Petrov es el amo. Supongamos que hay veinte personas; veinte
Yoes
comienzan entonces a luchar contra un solo Petrov. Ahora ellos se pueden mostrar más fuertes que él. En todo caso, pueden malograrle su sueño, impedirle dormir tan tranquilamente como antes. Y asi, la meta se alcanza.
"Además, en el trabajo del estudio de sí, cada uno comienza a acumular todo un material que resulta de las observaciones de sí mismo. Veinte personas tendrán veinte veces más material. Y cada una de ellas podrá usar la totalidad de este material, porque el intercambio de las observaciones es uno de los propósitos de la existencia de los grupos.
"Cuando se está organizando un grupo, se les imponen ciertas condiciones a todos sus miembros; además, se prevén condiciones especiales para cada uno.
"Las condiciones generales impuestas al comienzo del trabajo son habitualmente de este tipo: primero se les explica a todos los miembros del grupo que tienen que mantener secreto todo cuanto oyen y aprenden en el grupo, y no solamente mientras sean miembros, sino de una vez por todas y para siempre.
"Esta es una condición indispensable cuyo principio debe ser asimilado desde el comienzo mismo. En otras palabras, deben comprender que en esto no hay la menor tentativa de hacer un secreto de lo que no es esencialmente un secreto, ni hay la intención deliberada de privarlos del derecho de intercambiar ideas con sus allegados o con sus amigos.
"La simple razón de esta condición es el hecho de que
son incapaces
de transmitir correctamente lo que oyen en los grupos. Pero muy pronto,
a través de su propia experiencia personal
comienzan a apreciar cuantos esfuerzos, cuánto tiempo, y cuántas explicaciones se necesitan para llegar a comprender lo que se dice en los grupos. Se vuelve claro para ellos entonces que son incapaces de dar a sus amigos una idea justa de lo que ellos mismos han aprendido. Al mismo tiempo, comienzan a comprender que al dar a sus amigos
ideas equivocadas
les cortan para siempre toda posibilidad de acercamiento al trabajo, o de poder comprender algo —sin considerar el hecho de que de este modo van creando para ellos mismos toda clase de dificultades y de sinsabores para el futuro. Si a pesar de esta advertencia un hombre trata de transmitir a sus amigos lo que se ha hablado en los grupos, muy pronto se convencerá de que las tentativas en esta dirección dan resultados enteramente inesperados e indeseables. O bien las personas comienzan a discutir con él, y sin querer escucharle tratan de imponerle sus propias teorías, o bien interpretan mal todo cuanto él les dice, atribuyendo un sentido completamente diferente a todo lo que le oyen decir. Viendo esto y comprendiendo la inutilidad de tales tentativas, un hombre comienza a ver la legitimidad de esta condición.
"Además, hay otra razón, no menos importante: es muy difícil para un hombre guardar silencio acerca de las cosas que le interesan. Le gustaría hablar de ellas a todos aquellos con quienes suele compartir sus pensamientos, como él dice. Este es el más mecánico de todos los deseos y en este caso el silencio es la forma de abstinencia más difícil. Por el contrario, si un hombre comprende esta regla, o al menos, la sigue, constituirá para él el mejor de los ejercicios para el recuerdo de sí y para el desarrollo de la voluntad. Sólo un hombre capaz de guardar silencio cuando es necesario puede ser su propio amo.
"Para muchas personas —especialmente para aquellas que acostumbran a considerarse como serias y sensatas, o como reservadas, amantes sobre todo de la soledad y de la reflexión— les es muy difícil reconocer que una de sus características principales es el parloteo. Por esta razón esta exigencia es especialmente importante. Si un hombre se acuerda de esto y se compromete a conformarse a ello, descubrirá numerosos aspectos de sí mismo que nunca había notado antes.
"Además se les exige a los miembros de cada grupo decir a su
maestro
toda la verdad.
"Esto también debe ser comprendido claramente. La gente no se da cuenta del lugar inmenso que ocupa la mentira en su vida, al menos
la supresión de la verdad.
Todos son incapaces de ser sinceros tanto consigo mismos como con los demás. Ni siquiera comprenden que aprender a ser sinceros
cuando esto es necesario
es una de las cosas más difíciles del mundo. Imaginan que decir o no decir la verdad, ser o no sinceros, depende de ellos. Por consiguiente, deben aprender a ser sinceros, y aprenderlo ante todo en relación con el
maestro
de su trabajo. Mentir deliberadamente al maestro, o ser insincero con él, o simplemente ocultarle algo, hace la presencia de éstos en el grupo completamente inútil y es aún peor que ser groseros o descorteses con él o en su presencia.
"Lo que se exige luego de los miembros de un grupo es el
recordar la razón por la cual han venido al grupo
. Han venido para aprender y para trabajar sobre ellos mismos —y para aprender y trabajar, no de acuerdo a sus propias ideas, sino como se les dice que lo hagan. Por lo tanto, si una vez en el grupo comienzan por sentir desconfianza hacia el maestro y a expresarla, a criticar sus acciones, a demostrar que ellos entienden mejor que él cómo debería ser conducido el grupo, y sobre todo si muestran una falta de respeto, aspereza, impaciencia, tendencia a discutir, todo esto pone fin, de inmediato, a toda posibilidad de trabajo, porque el trabajo no es posible sino en la medida en que la gente recuerde que ha venido para aprender y no para enseñar.
"Cuando un hombre comienza a desconfiar de su maestro, el maestro pierde toda utilidad para él, y él mismo se vuelve inútil para el maestro, y en este caso, es preferible para él que se marche y busque otro maestro o trate de trabajar solo. Esto no le hará ningún bien, pero en todo caso le hará menos daño que mentir, o suprimir la verdad, o resistir y desconfiar del maestro.
"Además de estas exigencias fundamentales, se presume, por supuesto, que los miembros de cada grupo deben trabajar. Si se contentan con frecuentar el grupo y no trabajan, sino que sólo imaginan que están trabajando, o si consideran su mera presencia en el grupo como trabajo, o también como sucede a menudo, asisten a las reuniones como pasatiempo, considerando al grupo como un lugar para encuentros agradables, entonces su «presencia» en el grupo se vuelve completamente inútil. Y cuanto antes sean despedidos o salgan por su propia decisión, tanto mejor será para ellos y para los otros.
"Las exigencias fundamentales que han sido enumeradas determinan las reglas obligatorias para todos los miembros de un grupo. En primer lugar, estas reglas ayudan a todo aquél que quiere realmente trabajar en substraerse de miles de cosas que puedan detenerlo o dañar su trabajo, y en segundo lugar
le ayudan a recordarse a sí mismo.
"Sucede muy a menudo, al comienzo del trabajo, que una u otra regla disgusta a los miembros de un grupo. Y hasta llegan a preguntar:
¿No podemos trabajar sin reglas?
Las reglas les parecen como un constreñimiento inútil impuesto a su libertad, o como una formalidad fastidiosa; y el hacerles recordar sin cesar estas reglas lo toman como una muestra de animosidad o descontento de parte del maestro.
"En realidad las reglas constituyen la primera y principal
ayuda
que reciben del trabajo. Es evidente que las reglas no tienen por objeto el entretenerlos, darles satisfacciones, ni hacerles las cosas más fáciles. Las reglas persiguen un objetivo definido: el hacerlos comportarse como se comportarían
si fuesen,
es decir, si se recordasen a sí mismos y comprendiesen cómo deberían conducirse con la gente fuera del trabajo, con la gente en el trabajo, y con el maestro. Si pudiesen recordarse a sí mismos y comprenderlo, ninguna regla sería ya necesaria. Pero al comienzo del trabajo no son capaces de recordarse a sí mismos, y no comprenden nada de todo esto, de modo que estas reglas son indispensables; y las reglas no pueden ser jamás fáciles, placenteras o cómodas. Por el contrario, deben ser difíciles, desagradables e incómodas; de otro modo, no responderían a su propósito. Las reglas son los relojes despertadores que sacan al durmiente de su sueño. Pero éste, abriendo los ojos por un segundo, se indigna cuando oye sonar el reloj, y pregunta:
¿No puede uno despertar sin todos estos despertadores?
"Al lado de estas reglas generales, hay ciertas condiciones particulares que también se le imponen a cada persona; se relaciona generalmente con su defecto o rasgo principal.
"Pero aquí hay que dar unas explicaciones.
"El carácter de todo hombre presenta un cierto rasgo que le es central —comparable a un eje alrededor del cual gira toda su «falsa personalidad». El trabajo personal de todo hombre tiene que consistir esencialmente en una lucha con este defecto principal. Esto explica el porqué no puede haber reglas generales de trabajo y por qué todos los sistemas que intentan establecer tales reglas, o no conducen a nada o causan daño. ¿Cómo podría haber reglas generales? Lo que es necesario para uno es dañino para otro. Un hombre habla demasiado; debe aprender a callar. Otro hombre se queda callado cuando debe hablar y debe aprender a hablar —así es siempre y en todo. Las reglas generales del trabajo de los grupos se refieren a todo el mundo. Las indicaciones personales no conciernen a nadie sino a quien están destinadas. Nadie puede descubrir por sí solo su rasgo o su defecto más característico. Esto es prácticamente una ley. El maestro tiene que enseñarle al alumno su defecto principal y mostrarle cómo combatirlo. Sólo el maestro lo puede hacer.
"El estudio del «defecto principal» y la lucha contra este defecto, constituyen, en alguna forma, el sendero individual de cada hombre, pero la meta debe ser la misma para todos. Esta meta es el darse cuenta de su propia nulidad. Un hombre debe ante todo convencerse verdaderamente y con toda sinceridad de su propia impotencia, de su propia nulidad; y es sólo cuando llegue a sentirla constantemente que
estará preparado para las próximas y mucho más difíciles etapas del trabajo
.
"Todo lo que ha sido dicho hasta ahora se refiere a grupos reales conectados con un trabajo real; y este trabajo, a su vez se conecta con lo que hemos llamado el «cuarto camino». Pero hay muchos seudo-caminos, seudo-grupos y seudo-trabajos que son sólo imitaciones exteriores. No se trata ni siquiera de magia negra.
"Se me ha preguntado con frecuencia en qué consistía la «magia negra», y he contestado que no hay magia roja, ni verde, ni amarilla. Hay la mecánica, es decir, «lo que sucede», y hay el «hacer». «Hacer» es magia, y no hay sino una clase de «hacer». No puede haber dos clases. Pero puede haber una falsificación de ello, una imitación exterior de las apariencias del «hacer», que no puede dar ningún resultado objetivo, pero que si puede engañar a gente ingenua y suscitar en ellos fe, infatuación, entusiasmo y aun fanatismo.
"Es por eso que en el trabajo verdadero, es decir, en el verdadero «hacer», ninguna infatuación es ya posible. Lo que ustedes llaman magia negra está basada en la infatuación y en la posibilidad de jugar con las debilidades humanas. La magia negra no significa de manera alguna magia del mal. Les he dicho ya anteriormente que nadie jamás hace nada por amor al mal, o en interés del mal. Cada cual hace siempre todo en interés del bien,
tal como lo comprende
. De la misma manera, es totalmente equivocado afirmar que la magia negra es necesariamente
egoísta,
que en la magia negra un hombre forzosamente persigue provecho para sí mismo. Nada es más falso. La magia negra puede ser muy altruista, puede perseguir el bien de la humanidad, puede proponerse salvar a la humanidad de males reales o imaginarios. No, lo que merece el nombre de magia negra siempre tiene un carácter definido. Este carácter es la tendencia a utilizar a la gente para alguna meta, aun la mejor,
sin su conocimiento y su comprensión
, ya sea suscitando en ella fe e infatuación, ya sea actuando sobre ella por medios del temor.