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Authors: P. D. Ouspensky

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

Fragmentos de una enseñanza desconocida

BOOK: Fragmentos de una enseñanza desconocida
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En 1915 se produjo en Moscú un encuentro de gran trascendencia. Ouspensky ya era para entonces reconocido como un destacado científico que escribía sobre los problemas de la existencia humana en el universo. Sus viajes por Europa, Egipto y el Oriente en busca de respuestas para sus múltiples interrogantes, lo condujeron al encuentro con G.I. Gurdjieff quien le reveló un sistema de conocimiento que, de inmediato, fue reconocido por él como de vital importancia para la humanidad de nuestro tiempo.

Fragmentos de una enseñanza desconocida es el recuento del trabajo de búsqueda y aprendizaje realizado por Ouspensky, bajo la dirección de Gurdjieff, durante ocho años. Narrado en el primer capítulo de esta obra, ese primer encuentro nos deja un sabor de algo que inevitablemente tenía que suceder. Es por eso que se ha comparado este libro, respecto del sistema de Gurdjieff, con los diálogos platónicos respecto de la sabiduría socrática.

Gurdjieff tenía sus razones para no permitir que se tomaran apuntes durante las reuniones que tenía con sus alumnos. Por eso este recuento no es sólo un prodigio de memoria sino, también y sobre todo, un sorprendente logro de comprensión y de síntesis, capaz de mostrarnos el complejo conjunto de conocimientos recibidos, mediante un relato viviente, escrito además en medio de las terribles condiciones de vida de la Rusia prerrevolucionaria.

P. D. Ouspensky

Fragmentos de una enseñanza desconocida

En busca de lo milagroso

ePUB v1.0

Juandi
12.11.12

Título original:
Fragmentos de una enseñanza desconocida

Autor: P. D. Ouspensky, 1949.

Traducción: Dorothea Dooling, Roberto Wangerman Castro y Antonio Cook Garland

Editor original: Juandi (v1.0)

ePub base v2.0

*

En el curso de los viajes por Europa, Egipto y Oriente que hizo P. D. Ouspensky en busca de una enseñanza que resolviera para él el problema de las relaciones del Hombre con el Universo, llegó a conocer a G. I. Gurdjieff y a ser su alumno.

Bajo la inicial "G" es de Gurdjieff de quien se trata a lo largo de todo el libro.

FRAGMENTOS DE UNA ENSEÑANZA DESCONOCIDA es el relato de ocho años de trabajo pasados por Ouspensky cerca de Gurdjieff.

P. D. Ouspensky murió en Londres en octubre de 1947. G. I. Gurdjieff murió en octubre de 1949 en París, después de haber dado pleno consentimiento para la publicación de este libro.

*

Capítulo
primero

Retorno de la India. La guerra y la "búsqueda de lo milagroso". Viejos pensamientos. La cuestión de escuelas. Nuevos proyectos de viaje. Oriente y Occidente. Un anuncio en un periódico de Moscú. Conferencias sobre la India. Encuentro con G. Un "hombre disfrazado". Primera conversación. Opinión de G. sobre las escuelas. El grupo de G. "Vislumbres de la verdad". Otros encuentros y conversaciones. La organización del grupo de G. en Moscú. La cuestión del pago y de los medios de trabajo. La cuestión del secreto y de las obligaciones aceptadas por los alumnos. Una conversación sobre el Oriente. "Filosofía", "Teoría" y "Práctica". ¿De dónde obtuvo G. sus ideas? Las ideas de G. "El hombre es una maquina" gobernada por influencias exteriores. Todas las cosas "suceden". Nadie "hace" nada. Para "hacer", es preciso "ser". Un hombre es responsable de sus acciones, una máquina no es responsable. ¡Es necesaria la psicología para el estudio de las máquinas? G. promete "hechos". ¿Es posible suprimir la guerra? Una conversación sobre los planetas y la luna considerados como seres vivientes. La "inteligencia" del sol y de la tierra. Arte "subjetivo" y arte "objetivo".

Regresé a Rusia en noviembre de 1914, al comienzo de la primera guerra mundial, después de un viaje, relativamente largo, a través de Egipto, Ceilán e India. La guerra estalló cuando me encontraba en Colombo, de donde me embarqué para regresar a través de Inglaterra.

Al salir de San Petersburgo, yo había dicho que partía en busca de lo milagroso. Lo "milagroso" es muy difícil de definir. Pero para mí, esta palabra tenía un significado muy definido. Mucho tiempo atrás había llegado a la conclusión de que para escapar del laberinto de contradicciones en que vivimos, era necesario encontrar un camino enteramente nuevo, diferente de todo lo que habíamos conocido o seguido hasta ahora. Pero dónde comenzaba este camino nuevo o perdido, yo era incapaz de decirlo. Entonces ya había reconocido como un hecho innegable que detrás de la fina película de falsa realidad, existía otra realidad de la cual, por alguna razón, algo nos separaba. Lo "milagroso" era la penetración en esta realidad desconocida. Me parecía que el camino hacia lo desconocido podría ser encontrado en Oriente. ¿Por qué en Oriente? Era difícil decirlo. En esta idea había quizás algo de romántico, pero en todo caso había también la convicción de que nada podía ser encontrado aquí, en Europa.

Durante el viaje de regreso, y las pocas semanas que pasé en Londres, todas las conclusiones a las cuales había llegado como resultado de mi búsqueda, quedaron trastornadas por la absurdidad salvaje de la guerra y por todas las emociones que llenaban el aire, invadían las conversaciones, los diarios, y que contra mi voluntad me afectaban a menudo.

Pero, de regreso a Rusia, cuando volvieron los pensamientos con los cuales había partido, sentí que mi búsqueda y aun las menores cosas conectadas con ellas, eran mas importantes que todo lo que estaba sucediendo o pudiese suceder en un mundo de "absurdos obvios".
[1]
Me dije entonces que la guerra debía ser considerada como una de esas condiciones generalmente catastróficas de la existencia, en medio de las cuales tenemos que vivir, trabajar y buscar respuestas a nuestras preguntas y a nuestras dudas. La
guerra,
la gran guerra europea, en cuya posibilidad yo no había querido creer y cuya realidad por largo tiempo no había querido reconocer, se había convertido en un hecho.

Estábamos en ella
, y vi que debía ser tomada como un gran "memento mori", mostrando que era urgente apresurarse y que era imposible creer en una "vida" que no conducía a ninguna parte.

La guerra no me podía tocar personalmente, en todo caso no antes de la catástrofe final que por otra parte me parecía inevitable para Rusia, y quizás para toda Europa, pero aún no inminente. Aunque naturalmente, en aquella época, la catástrofe en marcha parecía solamente temporal, y aún nadie hubiera podido concebir toda la amplitud de la ruina, de la desintegración y de la destrucción, a la vez interior y exterior, en la cual tendríamos que vivir en el futuro.

Resumiendo el conjunto de mis impresiones del Oriente y particularmente de la India, tenía que admitir que al regreso mi problema parecía todavía más difícil y más complicado que al partir. La India y el Oriente no sólo no habían perdido nada de su milagroso atractivo sino que, por el contrario, este atractivo se había enriquecido con nuevos matices que anteriormente yo no había podido sospechar.

Había visto claramente que algo podía ser encontrado en el Oriente, que por mucho tiempo había dejado de existir en Europa, y consideraba que la dirección que yo había tomado era buena. Pero al mismo tiempo me había convencido de que el secreto estaba mejor y más profundamente escondido de lo que hubiera podido prever.

A mi partida, ya sabía que iba en busca de una o de varias
escuelas.
Había llegado a esta conclusión hacía ya tiempo, habiéndome dado cuenta que los esfuerzos personales independientes no podían ser suficientes, y que era indispensable entrar en contacto con el pensamiento real y viviente que debe existir en alguna parte, pero con el cual habíamos perdido toda conexión.

Yo comprendía esto, pero la idea misma que tenía de las escuelas se modificaría mucho durante mis viajes; en un sentido se volvió más simple y más concreta, en otro sentido más fría y más distante. Quiero decir que las escuelas perdieron su carácter de cuentos de hadas.

En el momento de mi partida, todavía admitía muchas cosas fantásticas acerca de las escuelas. Admitir es quizás una palabra demasiado fuerte. Para decirlo mejor, soñaba con la posibilidad de un contacto no físico con las escuelas, de un contacto, en alguna forma, "en otro plano". No podía explicarlo claramente, pero me parecía que el primer contacto con una escuela debía tener ya un
carácter milagroso.
Por ejemplo, imaginaba la posibilidad de entrar en contacto con escuelas que habían existido en un lejano pasado, como la escuela de Pitágoras, o las escuelas de Egipto, o la escuela de los monjes que construyeron Notre-Dame, y así sucesivamente. Me parecía que las barreras del espacio y del tiempo desaparecerían ni producirse tal contacto. La idea de las escuelas era en sí misma fantástica, y nada de lo que les concernía me parecía demasiado fantástico. Asimismo no veía ninguna contradicción entre mis ideas y mis esfuerzos para encontrar en la India escuelas reales. Pues me parecía que era precisamente en la India donde me sería posible establecer una especie de contacto, que podría luego volverse permanente e independiente de toda interferencia exterior.

Durante mi viaje de regreso, lleno de encuentros y de impresiones de toda clase, la idea de las escuelas se volvió para mí mucho más real, casi tangible. Había perdido su carácter fantástico. Y esto sin duda porque como me di cuenta entonces, una "escuela" no requiere solamente una búsqueda sino una "selección" o un escoger —quiero decir: de nuestra parte.

No podía dudar que hubiera escuelas. Me convencí al mismo tiempo de que las escuelas sobre las que había oído hablar, y con las cuales hubiese podido entrar en contacto, no eran para mí. Eran escuelas de naturaleza francamente religiosa o semi-religiosa y de tono netamente devocional. No me atraían, sobre todo porque si hubiese buscado un camino religioso habría podido encontrarlo en Rusia. Otras escuelas más moralizadoras eran de tipo filosófico, ligeramente sentimental, con un matiz de ascetismo, como las escuelas de los discípulos o seguidores de Ramakrishna; entre estos últimos había personas agradables, pero tuve la impresión de que les faltaba un conocimiento real. Otras escuelas, ordinariamente descritas como "escuelas de yoga", y que están basadas en la creación de estados de trance, participaban, a mis ojos, un tanto demasiado del género espiritista. Yo no podía tenerles confianza; conducían inevitablemente a mentirse a uno mismo o bien a lo que los místicos ortodoxos, en la literatura monástica rusa, llaman "seducción".

Había otro tipo de escuelas, con las cuales no pude tomar contacto y de las que sólo oí hablar. Estas escuelas prometían mucho, pero igualmente exigían mucho.
Exigían todo de una sola
vez. Hubiera sido necesario quedarse en la India y abandonar para siempre toda idea de regreso a Europa. Habría tenido que renunciar a todas mis ideas, a todos mis proyectos, a todos mis planes y comprometerme a un camino del cual no podía saber nada de antemano.

Estas escuelas me interesaban mucho, y las personas que habían estado en relación con ellas y que me habían hablado de ellas, se destacaban nítidamente sobre el común de las personas. Sin embargo me parecía que debería haber escuelas de un tipo más racional, y que hasta cierto punto, un hombre tenía derecho de saber hacia dónde iba.

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