Harry Potter. La colección completa (52 page)

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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

BOOK: Harry Potter. La colección completa
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—Puede concluirse que fue un hechizo lo que le produjo la muerte..., quizá la Tortura Metamórfica. He visto muchas veces sus efectos. Es una pena que no me encontrara allí, porque conozco el contrahechizo que la habría salvado.

Los sollozos sin lágrimas, convulsivos, de Filch acompañaban los comentarios de Lockhart. El conserje se desplomó en una silla junto a la mesa, con la cara entre las manos, incapaz de dirigir la vista a la
Señora Norris
. Pese a lo mucho que detestaba a Filch, Harry no pudo evitar sentir compasión por él, aunque no tanta como la que sentía por sí mismo. Si Dumbledore creía a Filch, lo expulsarían sin ninguna duda.

Dumbledore murmuraba ahora extrañas palabras en voz casi inaudible. Golpeó a la
Señora Norris
con su varita, pero no sucedió nada; parecía como si acabara de ser disecada.

—... Recuerdo que sucedió algo muy parecido en Uagadugú —dijo Lockhart—, una serie de ataques. La historia completa está en mi autobiografía. Pude proveer al poblado de varios amuletos que acabaron con el peligro inmediatamente.

Todas las fotografías de Lockhart que había en las paredes movieron la cabeza de arriba abajo confirmando lo que éste decía. A una se le había olvidado quitarse la redecilla del pelo.

Finalmente, Dumbledore se incorporó.

—No está muerta, Argus —dijo con cautela.

Lockhart interrumpió de repente su cálculo del número de asesinatos evitados por su persona.

—¿Que no está muerta? —preguntó Filch entre sollozos, mirando por entre los dedos a la
Señora Norris
—. ¿Y por qué está rígida?

—La han petrificado —explicó Dumbledore.

—Ah, ya me parecía a mí... —dijo Lockhart.

—Pero no podría decir como...

—¡Pregúntele! —chilló Filch, volviendo a Harry su cara con manchas y llena de lágrimas.

—Ningún estudiante de segundo curso podría haber hecho esto —dijo Dumbledore con firmeza—. Es magia negra muy avanzada.

—¡Lo hizo él! —saltó Filch, y su hinchado rostro enrojeció—. ¡Ya ha visto lo que escribió en el muro! Él encontró... en la conserjería... Sabe que soy, que soy un... —Filch hacía unos gestos horribles—. ¡Sabe que soy un
squib
! —concluyó.

—¡No he tocado a la
Señora Norris
! —dijo Harry con voz potente, sintiéndose incómodo al notar que todos lo miraban, incluyendo los Lockhart que había en las paredes—. Y ni siquiera sé lo que es un
squib
.

—¡Mentira! —gruñó Filch—. ¡Él vio la carta de
Embrujorrápid
!

—Si se me permite hablar, señor director —dijo Snape desde la penumbra, y Harry se asustó aún más, porque estaba seguro de que Snape no diría nada que pudiera beneficiarle—, Potter y sus amigos simplemente podrían haberse encontrado en el lugar menos adecuado en el momento menos oportuno —dijo, aunque con una leve expresión de desprecio en los labios, como si lo pusiera en duda—; sin embargo, aquí tenemos una serie de circunstancias sospechosas: ¿por qué se encontraban en el corredor del piso superior? ¿Por qué no estaban en la fiesta de Halloween?

Harry, Ron y Hermione se pusieron a dar a la vez una explicación sobre la fiesta de cumpleaños de muerte.

—... había cientos de fantasmas que podrán testificar que estábamos allí.

—Pero ¿por qué no os unisteis a la fiesta después? —preguntó Snape. Los ojos negros le brillaban a la luz de las velas—. ¿Por qué subisteis al corredor?

Ron y Hermione miraron a Harry.

—Porque..., porque... —dijo Harry, con el corazón latiéndole a toda prisa; algo le decía que parecería muy rebuscado si explicaba que lo había conducido hasta allí una voz que no salía de ningún sitio y que nadie sino él había podido oír—, porque estábamos cansados y queríamos ir a la cama —dijo.

—¿Sin cenar? —preguntó Snape. Una sonrisa de triunfo había aparecido en su adusto rostro—. No sabía que los fantasmas dieran en sus fiestas comida buena para los vivos.

—No teníamos hambre —dijo Ron con voz potente, y las tripas le rugieron en aquel preciso instante.

La desagradable sonrisa de Snape se ensanchó más.

—Tengo la impresión, señor director, de que Potter no está siendo completamente sincero —dijo—. Podría ser una buena idea privarle de determinados privilegios hasta que se avenga a contarnos toda la verdad. Personalmente, creo que debería ser apartado del equipo de
quidditch
de Gryffindor hasta que decida no mentir.

—Francamente, Severus —dijo la profesora McGonagall bruscamente—, no veo razón para que el muchacho deje de jugar al
quidditch
. Este gato no ha sido golpeado en la cabeza con el palo de una escoba. No tenemos ninguna prueba de que Potter haya hecho algo malo.

Dumbledore miraba a Harry de forma inquisitiva. Ante los vivos ojos azul claro del director, Harry se sentía como si le examinaran por rayos X.

—Es inocente hasta que se demuestre lo contrario, Severus —dijo con firmeza.

Snape parecía furioso. Igual que Filch.

—¡Han petrificado a mi gata! —gritó. Tenía los ojos desorbitados—. ¡Exijo que se castigue a los culpables!

—Podremos curarla, Argus —dijo Dumbledore armándose de paciencia—. La señora Sprout ha conseguido mandrágoras recientemente. En cuanto hayan crecido, haré una poción con la que revivir a la
Señora Norris
.

—La haré yo —acometió Lockhart—. Creo que la he preparado unas cien veces, podría hacerla hasta dormido.

—Disculpe —dijo Snape con frialdad—, pero creo que el profesor de Pociones de este colegio soy yo.

Hubo un silencio incómodo.

—Podéis iros —dijo Dumbledore a Harry, Ron y Hermione.

Se fueron deprisa pero sin correr. Cuando estuvieron un piso más arriba del despacho de Lockhart, entraron en un aula vacía y cerraron la puerta con cuidado. Harry miró las caras ensombrecidas de sus amigos.

—¿Creéis que tendría que haberles hablado de la voz que oí?

—No —dijo Ron sin dudar—. Oír voces que nadie puede oír no es buena señal, ni siquiera en el mundo de los magos.

Había algo en la voz de Ron que hizo que Harry le preguntase:

—Tú me crees, ¿verdad?

—Por supuesto —contestó Ron rápidamente—. Pero... tienes que admitir que parece raro...

—Sí, ya sé que parece raro —admitió Harry—. Todo el asunto es muy raro. ¿Qué era lo que estaba escrito en el muro? «La cámara ha sido abierta.» ¿Qué querrá decir?

—El caso es que me suena un poco —dijo Ron despacio—. Creo que alguien me contó una vez una historia de que había una cámara secreta en Hogwarts...; a lo mejor fue Bill.

—¿Y qué demonios es un
squib
? —preguntó Harry.

Para sorpresa de Harry, Ron ahogó una risita.

—Bueno, no es que sea divertido realmente... pero tal como es Filch... —dijo—. Un
squib
es alguien nacido en una familia de magos, pero que no tiene poderes mágicos. Todo lo contrario a los magos hijos de familia
muggle
, sólo que los
squibs
son casos muy raros. Si Filch está tratando de aprender magia mediante un curso de
Embrujorrápid
, seguro que es un
squib
. Eso explica muchas cosas, como que odie tanto a los estudiantes. —Ron sonrió con satisfacción—. Es un amargado.

De algún lugar llegó el sonido de un reloj.

—Es medianoche —señaló Harry—. Es mejor que nos vayamos a dormir antes de que Snape nos encuentre y quiera acusarnos de algo más.

Durante unos días, en la escuela no se habló de otra cosa que de lo que le habían hecho a la
Señora Norris
. Filch mantenía vivo el recuerdo en la memoria de todos haciendo guardia en el punto en que la habían encontrado, como si pensara que el culpable volvería al escenario del crimen. Harry le había visto fregar la inscripción del muro con el
Quitamanchas mágico multiusos de la señora Skower
, pero no había servido de nada: las palabras seguían tan brillantes como el primer día. Cuando Filch no vigilaba el escenario del crimen, merodeaba por los corredores con los ojos enrojecidos, ensañándose con estudiantes que no tenían ninguna culpa e intentando castigarlos por faltas imaginarias como «respirar demasiado fuerte» o «estar contento».

Ginny Weasley parecía muy afectada por el destino de la
Señora Norris
. Según Ron, era una gran amante de los gatos.

—Pero si no conocías a la
Señora Norris
—le dijo Ron para animarla—. La verdad es que estamos mucho mejor sin ella. —A Ginny le tembló el labio—. Cosas como éstas no suelen suceder en Hogwarts. Atraparán al que haya sido y lo echarán de aquí inmediatamente. Sólo espero que le dé tiempo a petrificar a Filch antes de que lo expulsen. Esto es broma... —añadió apresuradamente, al ver que Ginny se ponía blanca.

Aquel acto vandálico también había afectado a Hermione. Ya era habitual en ella pasar mucho tiempo leyendo, pero ahora prácticamente no hacía otra cosa. Cuando le preguntaban qué buscaba, no obtenían respuesta, y tuvieron que esperar al miércoles siguiente para enterarse.

Harry se había tenido que quedar después de la clase de Pociones, porque Snape le había mandado limpiar los gusanos de los pupitres. Tras comer apresuradamente, subió para encontrarse con Ron en la biblioteca, donde vio a Justin Finch-Fletchey, el chico de la casa de Hufflepuff con el que coincidían en Herbología, que se le acercaba. Harry acababa de abrir la boca para decir «hola» cuando Justin lo vio, cambió de repente de rumbo y se marchó deprisa en sentido opuesto.

Harry encontró a Ron al fondo de la biblioteca, midiendo sus deberes de Historia de la Magia. El profesor Binns les había mandado un trabajo de un metro de largo sobre «La Asamblea Medieval de Magos de Europa».

—No puede ser, todavía me quedan veinte centímetros... —dijo furioso Ron soltando el pergamino, que recuperó su forma de rollo— y Hermione ha llegado al metro y medio con su letra diminuta.

—¿Dónde está? —preguntó Harry, cogiendo la cinta métrica y desenrollando su trabajo.

—En algún lado por allá —respondió Ron, señalando hacia las estanterías—. Buscando otro libro. Creo que quiere leerse la biblioteca entera antes de Navidad.

Harry le contó a Ron que Justin Finch-Fletchey lo había esquivado y se había alejado de él a toda prisa.

—No sé por qué te preocupa, si siempre has pensado que era un poco idiota —dijo Ron, escribiendo con la letra más grande que podía—. Todas esas tonterías sobre lo maravilloso que es Lockhart...

Hermione surgió de entre las estanterías. Parecía disgustada pero dispuesta a hablarles por fin.

—No queda ni uno de los ejemplares que había en el colegio; se han llevado la
Historia de Hogwarts
—dijo, sentándose junto a Harry y Ron—. Y hay una lista de espera de dos semanas. Lamento haberme dejado en casa mi ejemplar, pero con todos los libros de Lockhart, no me cabía en el baúl.

—¿Para qué lo quieres? —le preguntó Harry.

—Para lo mismo que el resto de la gente —contestó Hermione—: para leer la leyenda de la Cámara de los Secretos.

—¿Qué es eso? —preguntó Harry al instante.

—Eso quisiera yo saber. Pero no lo recuerdo —contestó Hermione, mordiéndose el labio—. Y no consigo encontrar la historia en ningún otro lado.

—Hermione, déjame leer tu trabajo —le pidió Ron desesperado, mirando el reloj.

—No, no quiero —dijo Hermione, repentinamente severa—. Has tenido diez días para acabarlo.

—Sólo me faltan seis centímetros, venga.

Sonó la campana. Ron y Hermione se encaminaron al aula de Historia de la Magia, discutiendo.

Historia de la Magia era la asignatura más aburrida de todas. El profesor Binns, que la impartía, era el único profesor fantasma que tenían, y lo más emocionante que sucedía en sus clases era su entrada en el aula, a través de la pizarra. Viejo y consumido, mucha gente decía de él que no se había dado cuenta de que se había muerto. Simplemente, un día se había levantado para ir a dar clase, y se había dejado el cuerpo en una butaca, delante de la chimenea de la sala de profesores. Desde entonces, había seguido la misma rutina sin la más leve variación.

Aquel día fue igual de aburrido. El profesor Binns abrió sus apuntes y los leyó con un sonsonete monótono, como el de una aspiradora vieja, hasta que casi toda la clase hubo entrado en un sopor profundo, sólo alterado de vez en cuando el tiempo suficiente para tomar nota de un nombre o de una fecha, y volver a adormecerse. Llevaba una media hora hablando cuando ocurrió algo insólito: Hermione alzó la mano.

El profesor Binns, levantando la vista a mitad de una lección horrorosamente aburrida sobre la Convención Internacional de Brujos de 1289, pareció sorprendido.

—¿Señorita...?

—Granger, profesor. Pensaba que quizá usted pudiera hablarnos sobre la Cámara de los Secretos —dijo Hermione con voz clara.

Dean Thomas, que había permanecido boquiabierto, mirando por la ventana, salió de su trance dando un respingo. Lavender Brown levantó la cabeza y a Neville le resbaló el codo de la mesa.

El profesor Binns parpadeó.

—Mi disciplina es la Historia de la Magia —dijo con su voz seca, jadeante—. Me ocupo de los hechos, señorita Granger, no de los mitos ni de las leyendas. —Se aclaró la garganta con un pequeño ruido que fue como un chirrido de tiza, y prosiguió—: En septiembre de aquel año, un subcomité de hechiceros sardos...

Balbució y se detuvo. De nuevo, en el aire, se agitaba la mano de Hermione.

—¿Señorita Grant?

—Disculpe, señor, ¿no tienen siempre las leyendas una base real?

El profesor Binns la miraba con tal estupor, que Harry adivinó que ningún estudiante lo había interrumpido nunca, ni estando vivo ni estando muerto.

—Veamos —dijo lentamente el profesor Binns—, sí, creo que eso se podría discutir. —Miró a Hermione como si nunca hubiera visto bien a un estudiante—. Sin embargo, la leyenda por la que usted me pregunta es una patraña hasta tal punto exagerada, yo diría incluso absurda...

La clase entera estaba ahora pendiente de las palabras del profesor Binns; éste miró a sus alumnos y vio que todas las caras estaban vueltas hacia él. Harry se sentía completamente desconcertado al ver unas muestras de interés tan inusitadas.

—Muy bien —dijo despacio—. Veamos... la Cámara de los Secretos... Todos ustedes saben, naturalmente, que Hogwarts fue fundado hace unos mil años (no sabemos con certeza la fecha exacta) por los cuatro brujos más importantes de la época. Las cuatro casas del colegio reciben su nombre de ellos: Godric Gryffindor, Helga Hufflepuff, Rowena Ravenclaw y Salazar Slytherin. Los cuatro juntos construyeron este castillo, lejos de las miradas indiscretas de los
muggles
, dado que aquélla era una época en que la gente tenía miedo a la magia, y los magos y las brujas sufrían persecución.

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