Read Impávido Online

Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Impávido (32 page)

BOOK: Impávido
6.47Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Carabali parecía descontenta.

—Tenemos tres opciones. Uno, responder con fuego cuando sea necesario, con lo cual mataremos a muchos inocentes. Dos, nos retiramos y abandonamos nuestros esfuerzos. Tres, seguimos contabilizando bajas con pocas opciones de respuesta. Se habrá dado cuenta de que bajo cualquiera de las tres circunstancias los síndicos salen ganando de una u otra forma.

—Mierda. —¿Debería amenazar con tomar represalias contra el planeta? ¿Detendría eso a los que ya habían demostrado falta de interés por las bajas civiles? Y si eso no los detenía, ¿estaría dispuesto a llevar a término su amenaza?—. Necesitamos esa comida. ¿Se ha comprobado que es segura?

—Por ahora sí. No se dieron cuenta de que veníamos aquí para eso, de modo que no han tenido ocasión de envenenarla.

Opciones. Tenía que existir una cuarta. El compromiso acostumbraba a ser una ruta peligrosa en la acción militar, pero en este caso parecía la única alternativa.

—¿Y si ordenamos a todos los civiles que despejen la zona que rodea a nuestras tropas? Dígales que la despejen rápidamente, porque pasado un determinado intervalo cualquier cosa que se mueva en esa zona neutra se convertirá en objetivo. ¿Funcionaría?

Carabali asintió despacio.

—Podría. Si está pensando que todos los civiles se van a apartar, eso no va a suceder. Siempre hay alguno que se queda. Unos porque son demasiado testarudos o estúpidos, o están demasiado asustados; otros porque no se pueden mover, por una u otra razón. También habrá algunos más en la zona de combate.

—Pero no tantos.

—No, señor.

Geary sacudió la cabeza.

—No veo que tengamos muchas más opciones. Esas fuerzas especiales síndicas nos están acorralando. Lástima que no tengamos una bala inteligente que solo impacte en los malos.

—Creo que los comandantes llevan suspirando por eso desde el inicio de los tiempos, señor —apuntó Carabali—. Salvo los comandantes malos, por supuesto.

—Hágalo, coronel. Deles a los civiles el tiempo que considere prudente para evacuar, pero sin poner en riesgo a sus tropas innecesariamente. —Tan pronto Geary dijo aquello, se dio cuenta de que acababa de dar una de esas órdenes frustrantes por la contradicción que entrañaban que lo habían vuelto loco cuando las había recibido. Le debía a Carabali una explicación más clara—. ¿Cree que media hora sería suficiente?

—Preferiría quince minutos, señor. Eso debería bastar para la zona que necesitamos que quede despejada.

No voy
a
poner en duda al responsable de esas tropas.

—De acuerdo. Quince minutos.

—Y, pasado ese tiempo, ¿estamos autorizados a emplear la fuerza que sea necesaria en la zona neutra?

—Siempre que no agujeree el cascarón de la ciudad. No quiero que la atmósfera se desparrame por el espacio.

Carabali sonrió sustituyendo su anterior preocupación por un gesto de buen humor.

—Sí, señor. Transmitiré ahora mismo esas órdenes. Gracias, señor.

—No hay de qué. —Geary se reclinó en su asiento después de cortar la transmisión y vio que Rione había llegado al puente de mando y lo estaba observando—. Parece que he alegrado a un marine —le explicó.

—¡Ah! ¿Va a matar algo?

—Probablemente.

Geary vaciló mientras analizaba el visualizador del sistema en busca de indicios de amenaza. Pero la fuerza síndica Alfa todavía no mostraba signos de dirigirse al interior, y al parecer no había nada más en activo. Reconfortado, Geary levantó la pantalla de la fuerza de desembarco, comprobando las imágenes alineadas que representaban las imágenes vistas desde la perspectiva de cada uno de los líderes de escuadrón que en ese momento se encontraban en la ciudad orbital. Escogió una al azar y la tocó para aumentar la imagen.

El teniente que Geary había elegido supervisar estaba mirando un conjunto de edificios que había al otro lado de un pequeño patio. Detrás de los edificios y formando una curva descendente a lo lejos, Geary pudo ver algo más de la ciudad, diseñada con el estilo clásico y funcional de cilindro giratorio para eliminar la necesidad de gravedad artificial.

Un fogonazo brilló dentro de los edificios y la visión del teniente sufrió una sacudida al retroceder. Unos fragmentos salieron volando cuando alguna clase de metal sólido descascarilló una parte de la estructura tras la cual se ocultaba el teniente. Geary pulsó la tecla de sonido y oyó retumbar el disparo. Esporádicamente se oían más disparos a ambos lados. Entonces una voz bramó por entre los edificios:

—Esta área será evacuada de inmediato. Se ordena a todos los ciudadanos de los Mundos Síndicos que se retiren inmediatamente al otro lado de la calle Quinta. Cualquier persona que permanezca en este lado de la calle será considerada combatiente enemigo y objeto de ataque.

El anuncio se repitió sucesivamente. Geary, desde el punto de vista del teniente, vio cómo hombres, mujeres y niños salían precipitadamente de los edificios y se alejaban apresurados. La figura distante de un hombre con una pistola en la mano salió al exterior con movimientos amenazantes deteniendo el éxodo que se estaba produciendo a su alrededor.

—A por él —ordenó el teniente. Geary oyó el sonido de un arma cercana disparando y, momentos más tarde, el hombre armado se tambaleó hacia un lado como si hubiera recibido un puñetazo, después cayó al suelo y se quedó inmóvil. Los civiles retomaron su camino pasando en estampida junto al cuerpo.

Geary comprobó otros puntos de vista con el mismo resultado. Todavía se oían disparos procedentes de los edificios que los infantes de Marina tenían enfrente, pero, cuando el plazo de quince minutos expiró, los edificios empezaron a explotar a medida que los marines los apuntaban con su armamento pesado.
¿Yo he aprobado eso? Lo he hecho, ¿no es así?

Bien podía haber civiles síndicos muriendo en esos edificios, pero esa había sido la alternativa que se había visto obligado a tomar. De alguna forma, esa certeza no hacía que se sintiera mejor. El hecho de enfrentarse a un oponente que no dejaba de provocar atrocidades, que se empeñaba en forzarlo a él a cometer atrocidades, era de lo más desagradable.
Haré lo que tenga que hacer, pero nada más, cabrones despiadados. No vais a poder culparme de la muerte de inocentes, ni a mí ni a la flota que comando.

Tardaron la mayor parte del día en descargar toda la comida que la Alianza quiso llevarse, así como el material de los distintos almacenes, mientras que los transbordadores se encargaron de distribuirlo todo por la flota al tiempo que los buques de guerra esquivaban algunos disparos esporádicos procedentes de la superficie del planeta y respondían a los ataques. Ninguna batería terrestre consiguió ningún blanco, y ninguna de ellas sobrevivió al intento. Pero siempre parecía haber alguna batería más escondida en alguna parte.

Veinte horas después de haber llegado al tercer mundo, Geary dio la orden de abandonar el planeta, revisando satisfecho, aunque cansado, las listas de suministros que les habían «requisado» a los síndicos. Ahora la ciudad orbital, pese a haber quedado algo desolada a causa de la larga batalla que se había librado entre los marines de la Alianza y las fuerzas especiales síndicas, se encontraba a salvo. Pero los almacenes orbitales eran otro cantar. Geary confirmó que todo el personal había sido evacuado y luego ordenó su destrucción. Los síndicos no podrían usar nada que la Alianza no se hubiera llevado ya. Ni siquiera los propios almacenes podrían volver a ser utilizados.

Sancere no había sido el único sistema que suministraba buques de guerra a los síndicos. Existían otros muchos que producían acorazados y hordas de unidades ligeras al por mayor, explotando los recursos de una energía interestelar que daba cuerda a muchos sistemas. Pero perder los astilleros de Sancere era algo muy distinto. Al menos durante una temporada, los síndicos verían reducida su capacidad para reemplazar las pérdidas.

—A todas las naves, bien hecho. —Bostezó al tiempo que confirmaba que la formación se encaminaba a una nueva posición fuera de la órbita de cuarto mundo—. Damas y caballeros, me voy a dormir.

Desjani sonrió con aire fatigado al salir él del puente de mando del
Intrépido,
mientras ella tomaba evidentes medidas para hacer lo propio.

Geary se dirigió a su camarote agotado pero contento, preguntándose si Victoria Rione estaría allí.

—Aquí Geary. —Se sacudió el sueño mientras se aseguraba de que se había acordado de volver a bloquear la imagen.

—Solicitó que se le informara cuando la formación Bravo de la Alianza empezara a replegarse del cuarto planeta, señor. Nos han dicho que se está iniciando la retirada y lo hemos confirmado mediante observaciones de las naves en movimiento.

—Gracias. —Geary se recostó agradecido por que, por una vez, la información que le llegaba trajera buenas noticias y no requiriese una acción inmediata, además de saber que podía dejar de preocuparse por las baterías de haces de partículas durante un tiempo.

—Eres consciente —oyó decir a la voz de Rione a su lado— de que saben que ocultas algo, ¿verdad?

—Eso crees, ¿eh?

—Lo sé, John Geary. ¿Acaso habías bloqueado la imagen alguna vez? Eso pensaba. Y bajas el tono de voz. Seguro que se están preguntando a quién intentas no despertar.

—Mierda. —De pronto sus palabras le suscitaron una cierta ansiedad—. Deben de creer que es alguien de la flota.

Alguna de sus oficiales. O peor, una de sus tripulantes. Exactamente la clase de cosas que debía evitar a causa de su autoridad de mando.

Rione se incorporó apoyándose en un codo y le dedicó una tensa sonrisa.

—Así que tendré que asegurarme de que la flota sepa que el héroe se está acostando conmigo. ¿Cómo voy a anunciarlo?

Él torció el gesto.

—Nunca he tenido la intención de que te conviertas en un asunto público. Esto debería ser privado.

—En lo que a ti te concierne, no hay nada que pueda ser privado, John Geary. Si todavía no te has dado cuenta de eso, deberías saberlo.

—Se trata de ti, no de mí.

—¿Es que estás protegiendo mi honor? —Rione parecía verle la gracia—. Ya soy mayorcita para arreglármelas sola. Por si te lo estás preguntando, cuando me metí en esto yo también me di cuenta de que se convertiría en algo público.

Aquella afirmación tuvo el desgraciado efecto de recordarle a Geary sus especulaciones acerca de que Rione podía sentirse más atraída por su poder que por él mismo. Pero si ese era el caso, ella nunca lo admitiría, y si no lo era, estaría loco al plantearle esa posibilidad.

—Nuestra relación no es indecorosa ni ilegal —señaló Rione—. Por la mañana informaré a los comandantes de las naves de la República Callas y de la Federación Rift. Sé que se les ha interrogado acerca de ciertos rumores sobre nuestra relación, y que los han negado. Debo hacerles saber que ahora sí que tenemos una relación, aunque solo sea para mantener mi palabra para con ellos. Cuando estén informados, probablemente el resto de la flota se enterará en un plazo demasiado corto como para poder medirlo.

Geary no pudo contener un suspiro.

—¿Tiene que ser asunto de la flota?

—Sí —afirmó mirándolo con seriedad—. Tú también lo sabes. Tratando de ocultar los lazos personales que existen entre los dos solo conseguiremos dar la imagen de que creemos estar haciendo algo malo.

—No es malo.

—¿Estás intentando convencerme, John Geary? ¿Estando en la cama contigo? Es un poco tarde.

—Estoy intentando llevar esto con seriedad. Escúchame, hay algo que me preocupa. Hay una cosa de ti con la que he contado en el pasado y quiero que continúe.

—¿Y qué es? —preguntó distraídamente.

—Quiero que sigas siendo escéptica respecto a mis planes. Necesito que mantengas ese escepticismo y que plantees dudas y seas exigente. A mi modo de ver, eres la única persona de la flota que tiene una visón externa de mis planes. Necesito que eso no cambie.

—¿Quieres que siga siendo exigente? —preguntó Rione—. Eso no es muy habitual en un hombre, pero estaré encantada de mostrarme más exigente que nunca.

—Hablo en serio, Victoria —repitió Geary.

—Tal vez Victoria no pueda ayudarte, pero la copresidenta Rione está dispuesta a continuar analizándote con preocupación y escepticismo. ¿Así te sientes mejor?

—Sí.

—Entonces, me gustaría dormir un poco más. Buenas noches, otra vez.

Se dio media vuelta, dejándole a Geary una panorámica imponente de su espalda, aunque él pensó que ella no era consciente de eso.

Geary apartó los ojos de la espalda de Victoria Rione haciendo acopio de un considerable esfuerzo, y luego se pasó un rato mirando al techo.
Así que le va a contar a toda la galaxia que nos acostamos juntos. Pero tiene razón cuando dice que tenemos que hacerlo. Si se corriera el rumor de que me estoy acostando con otra persona, eso podría crear serios problemas. No sé lo que siento respecto al hecho de que toda la flota lo sepa, porque no estoy seguro de lo que siento por ella. ¿Me atrae simplemente porque necesito a alguien fuerte a mi lado? ¿O se trata de una simple cuestión física y me estoy engañando respecto a mi interés por la persona? No, eso no me lo creo. Es una mujer de bandera y sé que hay un montón de cosas que me gustan de ella. Aunque no es exactamente cariñosa y tierna cuando no estamos practicando el sexo. Me oculta algo. No, eso es quedarse corto: me oculta muchas cosas. Para cuando lleguemos a casa, Victoria Rione podría haber decidido que me estoy volviendo aburrido y largarse, o quizá decida que hay que pararle los pies a Black Jack, o que realmente le importo un comino, y que, sin embargo, quiera seguir a mi lado para utilizar ese estatus en su beneficio.

Hazte a la idea, Geary, no hay forma de que sepas cómo os vais a sentir los dos cuando lleguéis al espacio de la Alianza, por mucho que os vayáis juntos a Kosatka y os caséis, o si os dais un apretón de manos y os separáis para el resto de vuestras vidas.

Supongo que me enfrentaré a eso cuando lleguemos allí. Si llegamos.

La información recogida en Sancere hasta el momento parecía abundante en términos cuantitativos, pero desesperadamente insuficiente en lo que se refería a los asuntos más importantes. Los grupos de desembarco de los marines habían descargado de los terminales síndicos abandonados una enorme cantidad de archivos, pero ninguno contenía información de uso inmediato. Se habían capturado varias cápsulas de salvamento de las naves destruidas de la fuerza síndica Bravo, pero los tripulantes que había dentro solo sabían que habían participado en una batalla en Scylla, cerca de la frontera con la Alianza. Los oficiales síndicos podían haberles dado más datos a los interrogadores de la Alianza, pero la energía liberada por el desplome de la puerta había destruido todas las cápsulas de salvamento que transportaban oficiales. Al parecer, la batalla de Scylla había resultado en un sangriento empate, y después ambos bandos se habían batido en retirada del sistema estelar. Las constelaciones menores en las que Geary recordaba haber estado en Scylla hacia un siglo habían sido destruidas o abandonadas tiempo atrás cuando los dos bandos libraban batallas constantes por un sistema estelar que, por otro lado, no valía nada.

BOOK: Impávido
6.47Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Final Scream by Brookover, David
Killing Cassidy by Jeanne M. Dams
Accessing the Future: A Disability-Themed Anthology of Speculative Fiction by Nicolette Barischoff, A.C. Buchanan, Joyce Chng, Sarah Pinsker
Big Picture: Stories by Percival Everett
The Equalizer by Midge Bubany
Mine to Keep by Cynthia Eden
New Tricks by David Rosenfelt
The Rise of the Hotel Dumort by Clare, Cassandra, Johnson, Maureen