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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Impávido (34 page)

BOOK: Impávido
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Naturalmente, la fuerza síndica Alfa seguía ahí fuera. Geary estaba seguro de que, antes o después, intentaría algo. No podía dejar marchar a la flota sin haber intentado atacarla de alguna forma, no si el responsable al mando de esa fuerza quería mantener la cabeza sobre los hombros.

9

Fuerza síndica Alfa en movimiento.

El aviso del consultor del
intrépido
llegó casi al mismo tiempo que el aviso de alerta de la formación Eco de la Alianza, que en ese momento tenía asignada la misión de bloquear cualquier ataque de la flotilla síndica superviviente.

Geary se rascó el mentón mientras estudiaba las observaciones que iban entrando. La flotilla síndica llevaba días rondando los límites externos del sistema estelar, controlando desde lejos el saqueo sistemático de la flota de la Alianza y viendo cómo reparaban los daños que habían sufrido sus propias naves. Ahora por fin había despertado y habían empezado a acelerar en dirección al sistema interior.

—Es demasiado pronto para saber a dónde se dirigen.

—Sí, señor —convino la capitana Desjani.

—Pero, a pesar de los desperfectos que les infligió el destacamento especial Furiosa, aún tienen ocho acorazados y cuatro cruceros de batalla.

Geary volvió a comprobar el visualizador. Los dos cruceros de batalla que habían recibido los disparos del destacamento especial Furiosa habían desaparecido a través de distintos puntos de salto en los últimos dos días con la intención, sin duda, de notificar a los líderes síndicos de que la flota de la Alianza había aparecido en Sancere y para solicitar refuerzos. También había saltado una de las naves de caza asesinas, con un tercer destino. Todas ellas tenían por delante una semana de tránsito hasta sus objetivos, más el tiempo que precisaran para reunir más buques de guerra, y luego una semana de vuelta. Vendrían más síndicos, pero Geary planeaba tener fuera a la flota de la Alianza mucho antes de que llegaran.

—Más ocho cruceros pesados y cinco naves de caza asesinas. Superan en potencia de fuego a cualquiera de nuestras subformaciones, aunque no cuentan con escoltas suficientes.

Sopesó la situación. Los síndicos se encontraban a unas tres horas luz y media en el exterior de la estrella Sancere cuando retomaron el rumbo hacia el interior. La formación Eco de la Alianza se hallaba dentro de la órbita del quinto mundo, a solo treinta minutos luz del sol. Los síndicos habían empezado a acelerar en dirección al sistema interior tres horas antes de que ninguna nave de la Alianza los hubiera visto. Tres horas de desfase temporal daban cabida a muchos cambios aún desconocidos.

Por otro lado, aunque los síndicos hubieran acelerado hasta alcanzar las dos décimas de la velocidad de la luz, todavía tardarían otras quince horas en alcanzar siquiera la zona en la que estaba situada la formación Eco de la Alianza. Si su objetivo fuera alguna de las demás formaciones de la Alianza, el tiempo necesario de interceptación, incluso a dos décimas de la velocidad de la luz, oscilaba entre veinte horas y un día. No ocurriría nada de forma inminente. Pero al final las cosas sucederían muy rápido.

No te precipites. Pero tampoco pospongas la acción. ¿Quiero interrumpir todas las tareas de explotación en este sistema para enfrentarme a la fuerza síndica Alfa? Pero, si lo hago, ¿qué evitará que los síndicos sigan avanzando a través del sistema a dos décimas de la velocidad de la luz, o aún más rápido? ¿Durante cuánto tiempo van a poder mantenerse así, negándome la posibilidad de entrar en combate con ellos e impidiendo que mis fuerzas prosigan con el saqueo de los suministros que necesitamos? Sería la opción más inteligente para ellos. Menos mal que no lo pensaron antes.

—Capitana Desjani. Suponga que los síndicos piensan atacar a una fuerza más pequeña de la Alianza, pero que demoran la acción indefinidamente si se enfrentan a una más grande. ¿Qué recomendaría?

Ella meditó la pregunta estudiando su pantalla.

—Podemos intentar sembrar minas en su trayectoria, pero a la velocidad que nos haría falta para asegurarnos de que los interceptamos en su trayectoria, las probabilidades de instalar un campo de minas en toda regla son muy bajas.

—¿Y un combate a alta velocidad? ¿Conseguiríamos infligir daños importantes?

Desjani torció el gesto.

—¿Si avanzan a dos décimas de la velocidad de la luz y vamos a su encuentro rápidamente? Entonces, las combinación de las velocidades sería, quizá, de entre un cuarto y tres décimas de la velocidad de la luz, si no aún mayor. La distorsión de la relatividad sería brutal. Hasta los más mínimos errores de compensación supondrían fallos claros.

—Así que tenemos que frenarlos hasta hacer que alcancen la velocidad de combate e ir a su encuentro con una fuerza más potente —concluyó Geary.

—No creo que eso vaya a pasar —insinuó Desjani decepcionada.

Desde su espalda se oyó la voz de la copresidenta Rione.

—¿Por qué la mentalidad de los militares siempre se encierra en una alternativa? —Geary se volvió a mirarla—. Para frenar su velocidad solo hay que ofrecerles un objetivo que parezca atractivo.

—No me hace ninguna gracia sacrificar unidades de ese modo —sentenció Geary en un tono neutro, ganándose un gesto de empatía por parte de Desjani.

Rione se reclinó en su asiento.

—Piensa con demasiada honestidad, capitán Geary. Y usted también, capitana Desjani. Que sea una trampa.

Geary intercambió una mirada con Desjani mientras hablaba con Rione.

—¿Qué clase de trampa?

—No soy experta en táctica militar, capitán Geary. Seguro que a usted se le ocurre algo.

Desjani entornó los ojos mientras estudiaba el visualizador.

—Tiene que haber una forma.

—¿Aunque lo síndicos puedan ver todo lo que hacemos? —preguntó Geary.

—Sí, señor. La clave sería conseguir que pareciera que estamos haciendo una cosa cuando en realidad pensamos hacer otra.

Rione asintió.

—Sí. Excelente. Ofrecer una imagen ante el enemigo al tiempo que mantienes ocultas tus verdaderas intenciones.

Geary logró controlar su expresión mientras respondía con un gesto de asentimiento. Lo desconcertó un poco oír de boca de Rione esa propuesta de acción, dadas sus dudas acerca de sus intenciones hacia él.

—No podemos reunir una fuerza muy potente como cebo para los síndicos. Lo verían muy claro.

—Estoy pensando —dijo Desjani despacio— en una estrella llamada Sutrah.

Geary la miró con el ceño fruncido; luego relajó su expresión.

—Eso sería justicia poética, ¿no?

Al final, hizo falta una cantidad asombrosa de análisis para que los sistemas de maniobra definieran el plan de acción necesario para implementar la idea de Desjani. Las seis formaciones de la flota de la Alianza tenían que desplazarse por el espacio, intercambiando, en algunos casos, naves que debían seguir sus propias trayectorias durante un tiempo; algunas de las naves y las formaciones tenían que atravesar pequeñas zonas por las que, según se determinó, era más probable que los síndicos circulasen, dados los movimientos de todas las naves de la Alianza, especialmente la formación Gamma. Todo ello debía llevarse a cabo sin que los síndicos se percataran del motivo de esos movimientos en concreto y dando una imagen creíble de que una parte de la flota de la Alianza se estaba aprestando para el combate contra los síndicos, mientras que otras secciones trataban de continuar saqueando sus recursos. La formación Gamma debía maniobrar de modo que constituyera un blanco atractivo, al tiempo que pareciera que no se estaba dando cuenta de que se estaba exponiendo al fuego síndico si estos alteraban su curso alejándose del combate con la fuerza más grande que se estaba congregando en su trayectoria actual.

A los cruceros de batalla del capitán Tulev se había unido la nave auxiliar rápida
Trasgo
de la flota, y ahora todas ellas se estaban descolgando para conformar el cebo que necesitaban, a pesar de que Geary detestaba la idea de poner en riesgo una nave auxiliar.

—Si no hubiera una auxiliar en la fuerza fijada como objetivo, no picarían —había insistido Desjani, y Geary había tenido que aceptarlo a regañadientes.

Ahora observaba la intrincada maraña de trayectorias que sus naves debían seguir durante un rato antes de autorizar las órdenes que tenía que dar.

—A todas las unidades, órdenes de maniobra a seguir. Cada unidad debe llevar a cabo estas órdenes exactamente tal y como están emitidas.

Eran demasiado complicadas para transmitirlas verbalmente. Se enviaron las órdenes detalladas a todas las naves y en los tiempos convenidos empezaron a moverse, aunque con el desfase temporal, que hacía que Geary viera a todas sus formaciones muy desperdigadas, tuvo mucho tiempo para preocuparse por si todo el mundo estaba actuando tal y como se le había ordenado. Era la clase de cosas que ningún ser humano ni ningún comandante podía controlar, o ejecutar. Sin la sensible superioridad numérica de naves con la que contaba Geary sobre la fuerza síndica Alfa, ni siquiera habría sido posible.

Ahora tomó asiento viendo cómo las naves se desplazaban con retrasos variables en cuanto a tiempo y distancia, mientras que los síndicos seguían abriéndose camino hacia el sistema interior.

—Vas a acabar exhausto si te quedas aquí hasta la batalla —murmuró una voz.

Geary salió de su ensimismamiento y miró hacia atrás a Rione.

—Lo sé. Pero el plan entero depende de que todo el mundo haga lo que se le ha dicho que haga.

—Y si no lo hacen —respondió ella—, ni siquiera lo vas a ver hasta dentro de un rato. El hecho de que lo estés mirando no cambiará las cosas. Descansa un poco.

Geary miró a Desjani. La oficial al mando del
Intrépido
estaba echándose una siesta en su silla. Geary envidió su capacidad para hacer eso. Volvió a revisar su visualizador. Si los síndicos mantenían su rumbo actual, en ocho horas estarían cerca de alcanzar el radio de acción. Si frenaban y viraban, tardarían al menos diez horas en alcanzar el radio de acción contra cualquier otra formación de la Alianza. El tiempo para entrar en combate con la formación Gamma, si los síndicos ya hubieran virado, era de diez horas y media.
Rione tiene razón. Soy un imbécil por quedarme aquí despierto.

—Me voy abajo un rato —le anunció Geary a los consultores del puente de mando—. Por favor, infórmenme de inmediato si cualquier nave se desvía del rumbo marcado o si detectamos alteraciones en la trayectoria de los síndicos.

Se levantó mirando a Rione.

—¿Y tú?

Ella negó con un gesto mirándolo de reojo.

—No quiero rumores sobre cómo pasas el tiempo preparándote para la batalla, capitán Geary —dijo Rione con un tono de voz muy suave—. Te vas abajo a dormir. Hazlo.

—Sí, señora copresidenta —respondió Geary—. No te irás a quedar aquí todo el tiempo, ¿verdad?

Rione negó con la cabeza.

—Me iré a mi camarote en breve.

Geary sabía que, sin duda, ese detalle no pasaría desapercibido a muchos ojos que casualmente notaban esas cosas. También sabía que Rione estaba en lo cierto al decir que no sería nada bueno que la flota creyera que Geary se lo estaba pasando en grande mientras había una amenaza de combate.

—Vale, te veo aquí dentro de un rato.

Esta vez Rione asintió.

—Confieso que me sentiré en parte responsable si este plan no funciona. En cierto modo fui yo quien lo sugirió.

—Es verdad, pero fui yo quien lo aprobó. Es mi responsabilidad y de nadie más.

Rione lo miró directamente a los ojos.

—John Geary, en ciertos momentos me he preguntado si debería haberme resistido a lo que siento por ti, si no debería haber mantenido las distancias por el bien de la Alianza y, a largo plazo, por mi propia felicidad. Esa clase de declaraciones me tranquiliza.

No parecía haber una respuesta válida y sencilla a aquella afirmación, de manera que Geary asintió y le sonrió. Salió del puente de mando en dirección a su camarote tomando un camino lleno de digresiones, para que la tripulación del
Intrépido
pudiera verlo, y deteniéndose en unos cuantos puntos para hablar con sus miembros y repetirles sus ya habituales palabras en cuanto a su certeza de que derrotarían a los síndicos en esa batalla, que la flota regresaría a casa a salvo y que estaba orgulloso de servir a su lado. No importaba lo falsas que le sonaran a veces las dos primeras promesas, Geary siempre sabía que lo último era cierto. El hecho de saber eso con seguridad le ayudaba a dormir cuando por fin llegaba a su camarote, aunque se sorprendió al descubrir que la ausencia de Victoria Rione de su cama se hacía patente.

Se despertó con el sonido de su alarma de comunicaciones y viendo que habían pasado seis horas.

—Aquí Geary.

—Hemos advertido maniobras de la fuerza síndica Alfa, señor. Se dirigen hacia la formación Gamma.

Habían mordido el anzuelo.

—Subo en unos minutos.

La flotilla síndica había tenido múltiples opciones en su camino hacia el sistema interior. Demasiadas como para hacer una predicción exacta sobre los lugares por los que pasaría. El plan de la Alianza tenía como finalidad atraer a los síndicos para que emprendieran una acción en concreto, en este caso atacar a una formación más pequeña que aparentemente, y por accidente, se había quedado fuera del alcance de apoyo del resto de la flota. Cuando Geary se acomodó en su asiento en el puente de mando del
Intrépido
y revisó la pantalla, vio que la base del cono de probabilidades de rumbo de estos seguía teniendo un diámetro enorme en el punto en que los síndicos habían cambiado el rumbo. Sin embargo, ese cono se estrechaba inexorablemente hacia el angosto canal que había cerca de la trayectoria de la formación Gamma de la Alianza, que los síndicos deberían atravesar si querían entrar en combate con las naves de Gamma.
Precioso. Si lo hacen, los tenemos. Si deciden no atacar a Gamma, entonces, esas naves estarán a salvo. En cualquiera de los casos, salimos ganando, salvo por un poco de artillería desperdiciada.

El resto de la flota de la Alianza seguía reconfigurándose. Otra pequeña formación acompañada por la
Hechicera,
pero demasiado alejada como para que los síndicos pudieran considerarla un objetivo sin recorrer el sistema entero, y dos formaciones más grandes, una distribuida alrededor del
Intrépido
y la otra centrada en la
Osada.
El destacamento especial Furiosa se encontraba a casi dos horas luz a un lado de los síndicos, regresando de arrasar unas cuantas instalaciones síndicas en los dos mundos más interiores. Geary se alegraba de ver que un elevado número de las naves aglutinadas en ambas formaciones estaban ya de camino. Una parte del plan implicaba dejar que los síndicos pensaran que la Alianza se estaba tomando su tiempo preparándose para enfrentarse al ataque síndico, y que de resultas la Alianza se vería forzada a reaccionar muy lentamente al cambio de rumbo de los síndicos.

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