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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Impávido (40 page)

BOOK: Impávido
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—Capullos estúpidos —musitó Geary. Un acorazado y dos cruceros de batalla perdidos junto con un montón de naves ligeras. De los treinta y nueve buques de guerra que habían seguido a Falco, solo trece habían conseguido llegar a Ilión.

La capitana Desjani tenía la cara pálida de ira.

—La
Triunfante
no lo ha logrado. Me juego lo que quiera a que la
Triunfante
se quedó atrás para contener la persecución mientras las demás naves grandes escapaban.

—Eso no benefició para nada a la
Polaris
y la
Vanguardia
—advirtió Geary sabiendo que su voz estaba transmitiendo toda su furia—. Mire a la
Invencible.
¿Cómo puede ser que siga funcionando?

—No tengo ni idea, señor. Pero todas esas naves están machacadas. No sé si ni tan siquiera la
Titánica
tendrá capacidad para recuperar esas naves para su completo funcionamiento, por mucho tiempo que se le dé.

—Lo averiguaremos. —Por fin Geary pulsó sus controles de comunicación—. Coronel Carabali, póngase en contacto con sus destacamentos de la Marina en la
Guerrera,
la
Orión
y la
Majestuosa.
Los capitanes Kerestes, Numos y Faresa han sido relevados de su mando con efecto inmediato y deben ser arrestados por la negligente y criminal pérdida de naves de la flota de la Alianza.

Los cargos por motín podían esperar. Lo que a Geary le importaba de verdad era saber que la estupidez de Falco había causado la pérdida de tantas naves. Pulsó otro control.


Guerrera
,
Orión
y
Majestuosa,
aquí el capitán Geary, comandante en funciones de la flota de la Alianza. Sus oficiales al mando han sido relevados con efecto inmediato. Los segundos de a bordo asumirán el mando temporalmente. —Otra pulsación, esta vez en el circuito global de la flota—. Todas las unidades que acaban de llegar al sistema Ilión deben acelerar a la máxima potencia, atraviesen la formación de la flota. Y únanse a las naves auxiliares rápidas y sus escoltas en la retaguardia. Suponemos que hay una flota persiguiéndoles y quiero tener despejada el área de fuego. El destacamento especial Furiosa llevará a cabo la operación Barricada en su estela. Por favor, mantengan la distancia. A todas las demás unidades de la flota de la Alianza, prepárense para la batalla. Tenemos un montón de naves amigas que vengar.

—¿«Operación Barricada»? —Rione había llegado al puente de mando con la respiración entrecortada por lo que debió de ser toda una carrera de subida hasta allí. Estaba mirando el visualizador con una lúgubre expresión en el rostro, al caer en la cuenta del alcance de las pérdidas.

—La operación Barricada es una pequeña idea del capitán Duellos —explicó Geary—. Hemos cargado las naves que están bajo el mando de la
Furiosa
con la mayor parte de las minas de la flota. Ahora mismo están recorriendo la salida del punto de salto para plantar, en el tiempo que quede, un campo de minas tan denso como podamos.

La capitana Desjani sonreía anticipando la imagen de los síndicos precipitándose contra esas minas.

—Lo que lo hace tan genial es que podemos gastar esas minas gracias a que el material que recogimos en Sancere ha permitido que nuestras naves auxiliares fabriquen repuestos. Los propios síndicos nos han dado lo medios para reemplazar las minas que utilicemos aquí.

En la pantalla, Geary veía las imágenes retardadas de la
Furiosa
y las demás naves del destacamento especial acelerando mientras cruzaban la salida de salto para depositar las minas mientras Rione volvía a tomar la palabra.

—¿Y qué ocurrirá si un montón de naves síndicas cruzan el punto de salto mientras la
Furiosa
y sus hermanas están pasando por delante?

—Es un riesgo considerable —concedió Geary—. Aunque tener al destacamento especial Furiosa asentado en la salida del punto de salto listo para la retirada minimiza las probabilidades de que los síndicos lleguen antes de que nuestras naves hayan terminado de cruzar el frente del punto de salto. Por eso le pedí a la capitana Crésida que se prestase como voluntaria para la misión.

Por fin se estaba acordando de referirse a ella empleando su nuevo rango.

Rione le dedicó una fría mirada.

—¿De verdad cree que la capitana Crésida haría alguna distinción entre prestarse voluntaria y recibir una orden directa para formar parte de esto?

Desjani le lanzó a Rione una mirada llena de rencor mientras Geary procuraba no esbozar una mueca. La acusación de Rione tenía una parte de verdad lo suficientemente grande como para doler.

—Señora copresidenta, si me abstuviera de hacer algo o de pedir algo que pudiera derivar en la muerte de algunas de las personas que están a mi cargo, estaría paralizado por la indecisión, y, con toda seguridad, todas y cada una de las personas que están bajo mi mando morirían o estarían condenadas a los campos de trabajo síndicos.

—Siempre que tenga en cuenta las consecuencias —afirmó Rione.

Esta vez Geary la miró con el ceño fruncido, preguntándose por qué Rione se estaba mostrando tan terca. Tal vez estaba intentando poner el acento en que seguía siendo la voz de su conciencia.

—Si estás intentando mantener mi honestidad —dijo en voz baja—, me has convencido.

Concentrándose de nuevo en el visualizador, Geary vio que al menos la disputa lo había distraído durante unos minutos de preocuparse por si los perseguidores síndicos emergerían en medio del destacamento especial Furiosa. La puerta de salida se encontraba a diez minutos luz. Sus órdenes de relevo a los oficiales al mando de esos tres acorazados estarían llegando a esas naves. Un gran número de síndicos podría haber aparecido varios minutos atrás, causando estragos en el destacamento especial Furiosa, y todavía no habría podido verlo.

Su visualizador se actualizó, mostrando el lugar en el que se estaban colocando las minas como mortíferos huevos desde hacía casi diez minutos. El campo tenía una densidad tranquilizante, puesto que Geary no se había guardado casi ninguna de las minas disponibles. Más tarde habría que pagar un precio por ello. Sin duda, sus naves también agotarían grandes cantidades de metralla y de espectros, además de sufrir daños que requerirían reparaciones, y perderían equipamiento que tendría que ser reemplazado, y las cuatro naves auxiliares de la flota no tendrían capacidad para fabricar simultáneamente todos los recambios que iban a necesitar, por muchos recursos que robaran en Sancere. Tardarían un tiempo en cubrir el gasto. Pero por lo menos las naves auxiliares podrían seguir trabajando durante los tránsitos entre los puntos de salto. Para cuando llegaran a Baldur, dispondrían de una gran parte del armamento de repuesto.

Si es que esta flota alcanzaba Baldur, se recordó Geary. Se hallaban muy lejos de esa estrella, y era muy probable que entre ambos puntos tuvieran que librar una importante batalla.

—La
Invencible
se está quedando rezagada —indicó Desjani.

—Me sorprende que siga moviéndose —musitó Geary a modo de respuesta mientras echaba otro vistazo a los daños que había recibido el crucero de batalla. Estudió el visualizador evaluando mentalmente el progreso de las naves de la Alianza que habían huido, intentando predecir cuándo aparecerían los perseguidores síndicos.
No puedo estar demasiado cerca del punto de salto cuando lleguen los síndicos, pero, si no me muevo ahora, hay cada vez más probabilidades de que no consiga cubrir a la
Invencible
a tiempo.

Tuve que abandonar a la
Resistente
a su suerte. No pienso abandonar a la
Invencible.

—Aviso a todas las unidades de la flota de la Alianza, aceleren a cinco centésimas de la velocidad de la luz a las cero punto cuatro. Mantengan posición relativa al buque insignia de la flota, el
Intrépido.
—Se volvió hacia Desjani—. Capitana, por favor, mantenga al
Intrépido
en una trayectoria centrada en la salida del punto de salto.

—Sí, señor. —Desjani dio las órdenes pertinentes con su habitual apariencia de calma.

Geary permaneció pensativo un rato más.

—Destacamento especial Furiosa. Cuando complete la operación Barricada, tome posiciones por detrás y por encima de la salida.

¿Había algo más que tuviera que hacer? La
Guerrera,
la
Majestuosa
y la
Orión
casi habían alcanzado al resto de la flota. Los acompañaban algunos de los destructores supervivientes, pero los dos cruceros pesados que quedaban y el resto de destructores habían permanecido junto a la
Invencible.
Tendría que acordarse de que habían hecho eso. En el fragor de la batalla, Geary no se podía permitir el lujo de preocuparse por sustituir a los comandantes de los cruceros y de los destructores que se habían marchado con Falco y que habían sobrevivido. Quizá no tuviera por qué hacerlo, no si sus comandantes hacían gala del coraje y la disciplina que requería quedarse junto a la magullada
Invencible
cuando la seguridad del resto de la flota estaba a la vuelta de la esquina.

Muy por detrás de la formación de la Alianza, las naves auxiliares estaban siendo custodiadas por un contrariado grupo de escoltas dispuesto en torno a la segunda división de acorazados, cuatro potentes naves que deberían ser suficientes para repeler cualquier ataque dirigido contra las naves auxiliares. Nadie quería perderse una batalla. Pero Geary les había asegurado a las escoltas que en la siguiente batalla, y seguro que iba a haber una siguiente batalla, podrían ocupar las líneas de vanguardia de la flota.

La Majestuosa, la Guerrera y la
Orión,
que avanzaban como si el demonio les estuviera pisando los talones, atravesaron la formación de la Alianza sin detenerse.

—Yo me habría sumado a la línea de batalla —farfulló Desjani asqueada, claramente descontenta por que los tres acorazados no se hubieran dado la vuelta para hacer frente a sus perseguidores. Tenía motivos, se dijo Geary, a pesar de los desperfectos que habían sufrido las naves.
El simple hecho de relevar a sus oficiales al mando no va a hacer que esas tres naves vuelvan a ser parte fiable de la flota. Sus tripulaciones están actuando bajo el influjo del temor y de la derrota, pese a que el resto de la flota está aquí para protegerlas. No debería extrañarme que las naves comandadas por gente como Numos y Faresa no cuenten con tripulaciones altamente motivadas. El reciclaje y la instrucción de esas tripulaciones se van a convertir en un proyecto primordial una vez termine la batalla que sin duda se avecina.

Como si hubieran oído a Desjani, los destructores que acompañaban a los tres acorazados heridos dieron media vuelta para dirigirse hacia los escuadrones que habían abandonado en Strabo, tratando de ocupar sus posiciones en la formación de la flota. Geary echó un vistazo a los daños de los que estaban informando en la red de la flota y sacudió la cabeza.

—Claymore
y
Cinquedea,
aquí el capitán Geary. Su disposición a continuar la lucha ha sido recibida con orgullo y alegría, pero han sufrido demasiados daños. Reúnanse con las naves auxiliares para poder ayudar a sus escoltas e iniciar los trabajos de reparación. —Hizo una pausa, pensando que había otra cosa que tenía que decir—. Si algún síndico se acerca a las naves auxiliares, sé que puedo contar con ustedes para defenderlas con gallardía.

Aquello sonaba algo torpe, pero debería colmar el orgullo de las tripulaciones de los destructores. Se merecían esa cortesía por ofrecerse voluntarios para seguir en combate. En efecto, el espíritu de lucha tenía su lugar.

La salida del punto de salto seguía estando a más de ocho minutos luz de distancia. No había signos de que los perseguidores síndicos hubieran aparecido todavía. El destacamento especial Furiosa había terminado su tarea y se dirigía a la posición que se le había asignado. Desjani estaba controlando con preocupación la distancia hasta la salida del punto de salto.

—¿Deberíamos reducir la velocidad, señor? Si estamos demasiado cerca cuando los síndicos crucen…

Geary negó con un gesto.

—Todavía no. Aún no hemos cubierto del todo a la
Invencible.

—Sí, señor —sonrió Desjani.

Geary pensó que si alguna vez perdía la aprobación de Desjani, entonces sabría con seguridad que había metido la pata hasta el fondo.

—Mantendremos la velocidad hasta que estemos a un minuto luz de la
Invencible
y, si los síndicos siguen sin aparecer en ese punto, entonces…

—Fuerzas enemigas en la salida del salto —gritó un consultor, y las alarmas empezaron a sonar.

Geary se quedó perplejo al ver las imágenes en el visualizador mientras la vanguardia síndica se presentaba de repente en el espacio normal. No era un enjambre de unidades ligeras, sino doce cruceros de batalla dispuestos en tres formaciones verticales en diamante. Geary se dio cuenta de que tenía sentido si el comandante síndico pensaba que se enfrentaría a cuatro acorazados machacados a los que les quedaban muy pocas unidades de protección. ¿Para qué iban a enviar unidades ligeras y que una posible emboscada de urgencia acabara con ellas, cuando podían minimizar las pérdidas enviando una fuerza que podía abrumar a los cuatro acorazados dañados de la Alianza si decidían plantarse en la salida?

Por desgracia para el comandante síndico y los doce cruceros de batalla, en realidad este lado de la salida de salto albergaba al resto de la flota de Geary y un denso campo de minas.

Los cruceros de batalla síndicos salieron majestuosos por la salida del salto a una décima de la velocidad de la luz durante unos segundos, viendo sin duda a la fuerza de la Alianza que los estaba esperando y disponiendo de esos breves instantes para darse cuenta de que las tornas se habían vuelto contra los perseguidores. Geary contempló la imagen de los cruceros de batalla síndicos iniciando el viraje, pivotando para alterar su curso en sentido descendente. Tuvo un segundo para preguntase por qué casi siempre las naves que se daban a la fuga buscaban una trayectoria descendente, en lugar de «escalar» hacia arriba, como si fueran aviones, o incluso personas corriendo por la superficie de un mundo, pese que las dos direcciones eran puramente arbitrarias y en el espacio requerían exactamente del mismo esfuerzo.

En este caso, como los cruceros de batalla síndicos pivotaban sus proas en sentido descendente, eso significaba que se estaban adentrando en el campo de minas no de frente, sino de costado, ofreciendo objetivos más amplios a las minas de la Alianza que estaban a la espera. De haber tenido a sus escoltas abriendo camino, las defunciones de las unidades más pequeñas a causa de las minas habrían advertido a los cruceros de batalla, en cambio, el primer aviso que los acorazados recibieron se produjo cuando ellos mismos se precipitaron contra las minas. Las explosiones se reprodujeron a lo largo de toda su superficie, rompiendo sus escudos, de manera que otras minas lograron alcanzar los cascos. Los cruceros de batalla se tambalearon a medida que las minas les iban abriendo agujeros y despedían fragmentos al espacio. Uno de los cruceros de batalla estalló debido a una sobrecarga de su núcleo energético, luego dos más casi seguidos; las tres naves se convirtieron en un campo de metralla que surgía del escenario de su muerte. De los nueve cruceros de batalla restantes, ocho estaban fuera de control y vagaban a la deriva sacudidos ocasionalmente por nuevas explosiones cada vez que una mina periférica los golpeaba o a causa de las detonaciones internas ocasionadas por los daños sufridos.

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