Una cita del sabio árabe Maimónides (1135-1204) dice: «…cuando Salomón mandó levantar el Templo, pronosticó su destrucción e hizo construir una cueva secreta, muy profunda, donde Josías dio instrucciones de esconder el Arca de la Alianza». Esta información, que Maimónides atribuye a un judío llamado Arabaita, pudo haber inspirado una expedición que en 1908 buscó el Arca bajo el antiguo Templo de Salomón.
La Expedición Parker comenzó su tarea en el palacio-museo de Topkapi, en Estambul, donde el biblista sueco Walter H. Juvelius encontró un código sagrado en un manuscrito del Libro de Ezequiel. Afirmaba que ese código describía el emplazamiento exacto de los tesoros perdidos bajo el templo, en un lugar al que se accedía por un sistema de túneles. Juvelius se asoció al capitán Montague Parker bajo el mecenazgo de la duquesa de Marlborough para sacar el Arca de su presunto escondite.
Conseguir los permisos pertinentes para excavar bajo Jerusalén solo fue posible gracias a una larga cadena de sobornos. Y gracias a ellos, entre 1909 y 1911 el grupo descubrió varios pasadizos secretos. Pero su búsqueda se detuvo bruscamente el 17 de abril de 1911, cuando Parker y sus hombres intentaron entrar en una gruta natural, justo debajo de la Roca Sagrada sobre la que estuvo colocada el Arca en la época del llamado Primer Templo. El atrevido británico y su equipo descendieron con ayuda de cuerdas a la gruta y empezaron a retirar las piedras que bloqueaban la entrada a una galería antiquísima.
Desafortunadamente, uno de los celadores que estaba pasando la noche en el templo oyó los ruidos de los trabajos de la expedición. Rastreó el desplazamiento del grupo hasta la Roca Sagrada y, horrorizado al descubrir extranjeros bajo el Sanctasanctórum, corrió a la ciudad para avisar a la gente sobre la profanación. En menos de una hora, una multitud enfurecida por el rumor de que unos extranjeros estaban robando el Arca de la Alianza y la espada de Mahoma se concentró frente a los muros del Templo. El gentío estaba dispuesto a hacer pagar con la vida semejante delito aunque, por suerte, Parker y el resto de la expedición consiguieron escapar a Jerusalén y de allí al puerto de Jaifa, donde embarcaron precipitadamente.
Parker no llevó consigo ni una sola prueba que avalara la existencia de los tesoros de Salomón, pero sí demostró la presencia de túneles secretos bajo el templo. Una evidencia que podría confirmar que siglos atrás hubieran sido visitados por los templarios, quizás con más fortuna a la hora de arrebatar las codiciadas riquezas.
Randall Price afirmaba que los archivos rabínicos antiguos mencionan que el Arca fue sacada del Segundo Templo y escondida en un lugar secreto bajo el almacén de leña del Templo. El propio Price dice que, basándose en la descripción histórica de la situación del almacén de leña y del conocimiento actual de los pasillos subterráneos bajo el monte Moriah, se cree que hay un túnel que conduce a una cámara, a unos cuarenta y ocho pies bajo la superficie, que se supone que alberga el Arca. Una afirmación esta perfectamente compatible con los hallazgos de Wyatt en sus excavaciones en 1979, en las que asegura que encontró el Arca impregnada de la mismísima sangre derramada por Jesús durante la crucifixión. Sorprendentemente, los trabajos arqueológicos de Wyatt fueron vetados por el Gobierno israelí antes de que culminasen. Lógicamente, si hubieran salido a la luz los descubrimientos de Wyatt podría haberse demostrado que Jesús fue realmente el Mesías, el Hijo de Dios encarnado, cosa que los judíos no pueden admitir.
El arqueólogo Vendyll Jones comunicó en 1994 a la agencia de prensa Reuters que conocía la situación exacta del Arca gracias a unas fotografías de alta resolución de Israel tomadas desde un satélite de la NASA. Las imágenes mostraban una explanada rectangular rodeada por los restos de una muralla. Después de tres meses de excavaciones, Jones y sus colaboradores concluyeron que aquel yacimiento reproducía a escala el Templo de Salomón. Esta minirréplica se encuentra en Gilgal, la ciudad descrita en el Antiguo Testamento como el punto de partida para el ataque de Josué contra Jericó. Jones declaró que la muralla exterior hacía las veces de pared ritual para el Tabernáculo, el lugar donde se supone que se encontraba el Arca… o su réplica.
En la actualidad, Vendyll Jones trabaja en Qumrán realizando excavaciones en las llamadas Cuevas de la Columna y las Especias. Su interés por este sitio surgió a raíz del descifre de una parte del rollo de cobre encontrado en 1952, que consiste en una lista de objetos del Sanctasanctórum del Templo en la que se indican hasta sesenta y dos lugares donde se ocultaron objetos litúrgicos tras la destrucción del Segundo Templo. Vendyl Jones dice que el Arca de la Alianza está en relación con ello y que se halla en la ciudad de Gilgal, tal como reivindicó él en su día.
El coronel médico norteamericano Howard Buechner explica que el Arca de la Alianza, junto con el tesoro de Salomón, llegó a Francia gracias a los visigodos y no a los templarios. Este escritor afirma que en el año 70 d.C., como con secuencia de un levantamiento de los judíos, el general romano Tito redujo a escombros la ciudad de Jerusalén y el Templo de Salomón que reformara Herodes.
Tras la destrucción, los romanos realizaron excavaciones para buscar el tesoro del templo,
peinando
también la zona de los establos. Pues bien: Buechner afirma que tuvieron éxito en sus trabajos y encontraron el Arca, así como otros tesoros de gran valor. Tras ello, Tito envió el botín a Roma y ordenó erigir en el Foro un monumento que conmemorara la victoria sobre Palestina. En uno de los relieves del Arco de Tito se ve todavía hoy a un grupo de soldados transportando un enorme candelabro de siete brazos que bien pudiera ser el que acompañaba al Arca en tiempos de Moisés.
A pesar de la gran erosión de las figuras, se puede observar que dos soldados llevan algo suspendido entre dos palos apoyados sobre sus hombros. Para el investigador inglés Michael Baigent, esa era el Arca. Según él, una vez en manos romanas pasaría de un emperador a otro hasta la cristianización del Imperio, cuando quizás iría a parar al Vaticano.
En el año 410 d.C., el rey visigodo Alarico se tropezó con ese tesoro durante el tercer asalto a Roma, lo trasladó a Francia y lo escondió en el último reducto visigodo, al sur de Carcasona, en la provincia gala del Languedoc, cerca de los Pirineos. Según Buechner, los visigodos habrían escondido el tesoro en una gruta, donde sería olvidado.
A las 14.00, el
Obersturmbanführer
Emil Riemer se encontraba en el complejo 3 de la instalación subterránea del castillo de Fürstenstein. Allí también estaba todo el equipo de Horst, sentado en una mesa y con numerosos papeles sobre ella que demostraban que ya estaban trabajando desde hacía un rato. La estancia era confortable y contaba con una buena iluminación.
—Bienvenido, Emil, intentaremos tener un trato entre nosotros mucho más ágil y menos encorsetado que el oficial. Cuando venga alguien importante mantendremos los rangos. ¿Te parece bien?
—Sí, señor —Riemer estaba algo asombrado por las palabras de Horst, pero no le parecía nuevo ni era tan raro en equipos de combate de las SS.
—Hemos empezado sin ti, pero son temas menores, no te preocupes. Déjame que te presente a mi equipo —señaló a su derecha—. Este es el Hauptscharführer Georg Richter, a mi izquierda está el Hauptscharführer Hermann Winzer y por último, y frente a mí, está el Hauptscharführer Klaus Froede —todos se pusieron de pie y estrecharon la mano del recién llegado—. Nos trataremos por nuestros nombres de pila —remató Horst. Todos estuvieron de acuerdo.
Horst comenzó a hablar cuando todos habían tomado asiento.
—El complejo 3 donde nos encontramos será nuestro pues to de mando y desde aquí solicitaremos todo lo que necesitemos. Tenemos a nuestra disposición varios ordenanzas SS para los trabajos administrativos y de logística. De hecho, no necesitamos salir de aquí hasta que iniciemos el traslado.
—¿Cómo es un traslado, Horst? —Emil comenzaba a romper el hielo y a adaptarse al nuevo grupo. Parecía un buen tipo.
Horst se quedó pensativo y pareció meditar muy bien su respuesta.
—Es una pregunta de difícil respuesta, Emil. Aunque todos lo pasamos igual, creo que sentimos cosas diferentes física y mentalmente hablando. Físicamente se nota como un tirón que arrastra todo tu cuerpo. No es agradable. Mentalmente hay que ser fuerte para entender que has estado en un lugar increíble y único. Eso puede desequilibrarte. Este será el primer traslado en el que nos encontraremos con seres humanos del pasado y todo lo que sabemos de ellos es teórico. En este punto tu presencia es muy positiva.
Emil, a pesar de la explicación de Horst, parecía animado ante la expectativa de viajar en el tiempo.
—No voy a negaros que es el sueño de toda persona, y para mí como historiador y arqueólogo, es un sueño hecho realidad. Podré comprobar sobre el terreno las teorías que aprendí durante mi carrera y doctorado en la Universidad Humboldt en Berlín.
—Es llamativo que un hombre de formación académica brillante como tú se decantase por el servicio en las SS —indicó Georg con curiosidad.
—No es tan extraño, Georg —contestó Emil—. Vosotros mismos, que formáis parte de ellas, supongo que sabréis que en las SS se encuentran un gran número de miembros de todos los escalafones con una formación académica de alto nivel. No soy un caso especial. De todas maneras, hoy por hoy creo que mi servicio a la patria está por encima de otros condicionamientos y espero que mis conocimientos ayuden a la victoria final. Estar al servicio directo del general Kammler es el mejor destino que hubiese podido imaginar.
Hermann entró en la conversación.
—Nuestro origen son las
Waffen SS
y siempre habíamos servido en el frente en tropas blindadas. Es cierto que algunos mandos tenían formación de un cierto nivel, pero no me había parado a pensar en ello detenidamente. Yo mismo soy licenciado en Filosofía —Hermann pareció darse cuenta de repente de que él mismo estaba dentro del grupo con formación académica.
—Y ¿cómo llegasteis al proyecto? —inquirió Emil.
—Fue a través de la
Ahnenerbe SS
—respondió Horst—. Y fuimos seleccionados por ser un grupo que había demostrado alto valor ante el enemigo y compañerismo a toda prueba. Sencillamente se dirigieron a nosotros, que luchábamos en Normandía, en la 1ª División Panzer de las SS
Leibstandarte Adolf Hitler,
en el mismo regimiento que Michael Wittman, a finales de junio de este año. Tripulábamos un tanque Tigre. A partir de ese momento todo ha sido vertiginoso. Hemos perdido a uno de nuestros compañeros, Karl Wehrmann, que desapareció durante el regreso del primer viaje. No sabemos dónde puede hallarse. —Un gesto serio apareció en el rostro de todos los presentes—. El sacrificio forma parte de nuestro trabajo —añadió Georg con resignación.
La Ahnenerbe que había citado Horst era llamado Ministerio de lo Oculto en el III Reich. En 1935, el Instituto Ahnenerbe (herencia de los antepasados) pasó a depender directamente de las SS, bajo cuyo impulso se orientó en tres direcciones: la herencia (Erbe) propiamente dicha, su expansión (Raum) y el espíritu (Geist). De esta manera, además de crecer en la estructura puramente militar con las
Waffen SS
, las SS crecieron también como patrimonio cultural y religioso del sistema nacionalsocialista. Tuvieron incluso su propio centro sagrado en el castillo medieval de Wewelsburg, cerca de las ciudades de Padernborn y Detmold, en Westfalia.
Dentro del conjunto de Wewelsburg estaba incorporada la sede de la SS – Ahnenerbe, un instituto independiente cuya tarea eran los asuntos secretos del Reich y que comprendía desde lengua y literatura germánicas hasta yoga y zen, doctrinas esotéricas e influencias mágicas sobre el comportamiento humano, misiones arqueológicas y antropológicas, así como expediciones de exploración y estudios científicos.
La sección esotérica estaba a cargo de Friedrich Hielscher. Por su parte, Ernst Jünger colaboró también con el instituto. La dirección ideológico-cultural que la Ahnenerbe ejerció sobre la SS se fue haciendo más notable con el tiempo y asumiría, a finales de ese año, el control de la revista SS
Norland
y en 1942 sería muy importante su presencia formativa en las escuelas de oficiales de la SS.
Desde 1936 realizaron excavaciones arqueológicas, conservaron monumentos de la historia alemana, incluidas la sinagoga Staranova de Praga del siglo XIII o el cementerio de Worms, en el Rheinland, etc. Se construyeron monumentos en homenaje a los héroes de la revolución nacionalsocialista, se crearon departamentos dedicados a danzas populares y canciones tradicionales, estilos regionales, folklore, leyendas, geografía sagrada, ciencias paranormales, etc.
En Wewelsburg, incluso los objetos más comunes, como cubiertos o teteras, representaban runas y signos mágicos dando testimonio de una total inmersión en un universo diferente, alquímico, por su deseo de transformar el mundo y el hombre en el mundo y el hombre ario. La Sociedad para la Promoción y el Mantenimiento de los Monumentos Germánicos, fundada por la SS en 1936 era el departamento de la Ahnenerbe encargado de buscar lugares y monumentos de la antigüedad germánica para restaurarlos. En Wewelsburg se planificaron las misiones del
SS-Ahnenerbe
al Tíbet y al desierto del Gobi y los nacionalsocialistas llegaron incluso hasta América del Sur y la Antártida en busca de la entrada del legendario reino subterráneo de Agartha.
La Lectura de
Cruzada contra el Grial
y
La corte de Lucifer en Europa,
del autor alemán, coronel SS y miembro de la Ahnenerbe Otto Rhan, había sido declarada obligada para los oficiales superiores de la SS. El hecho de que su lectura fuera obligada demuestra que contiene una de las claves del movimiento nacionalsocialista.
Puede ser interesante analizar la misión al Tíbet, ya que rompe muchos esquemas. Uno de los grandes objetivos de la Ahnenerbe era el de encontrar el origen de la raza aria que, según los nazis, provenía de un tronco común indo-ario. Las tradiciones indo-arias se habían ido perdiendo con el paso del tiempo en Europa y, si querían revivirlas, deberían ir a buscarlas allá donde más vivas se encontraban: al Tíbet.
Entre 1938 y 1939, poco antes del comienzo de la guerra, un grupo de cinco etnólogos escoltados por veinte miembros de las SS, bajo las órdenes del SS Ernst Schäffer, partieron de Alemania en una expedición secreta considerada de suma importancia tanto por la Ahnenerbe como por la cúpula del partido nazi. Aunque durante los juicios de Nuremberg las autoridades aliadas preguntaron insistentemente por el objetivo de esa expedición, no obtuvieron prácticamente ninguna información por parte de los acusados.