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Authors: Brian Herbert & Kevin J. Anderson

Tags: #ciencia ficción

La batalla de Corrin (88 page)

BOOK: La batalla de Corrin
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—¿Dónde está Gilbertus? —preguntó el clon de Serena.

—¡Señor! —gritó su primer ingeniero por el comunicador—. ¡No podemos detener el mecanismo de autodestrucción! ¡Tenemos que salir!

—Llevadme con vosotros —gritó el tlulaxa—. Tengo mucha información que podríais…

En ese momento, los seis robots de combate que quedaron allí cuando Erasmo ordenó el rescate de Gilbertus Albans entraron por el otro extremo de la cámara. Al detectar la presencia de Vor y sus soldados, empezaron a disparar. Dos proyectiles chocaron inofensivamente contra el escudo de Vor, que se había tirado al suelo. Los pocos rehenes que aún no habían salido de allí cayeron enseguida. Uno de sus guardias, que no llevaba su escudo activado, recibió un impacto en el hombro y cayó, llevándose una mano a la herida.

Vor y los otros tres soldados no podían responder a los disparos si no desactivaban sus escudos. Los robots avanzaron con rapidez, sin dejar de disparar. El clon de Serena se interpuso en su camino… ¿por alguna incomprensible razón estaría tratando de detenerlos? ¿Tendría algún recuerdo?

Vor quiso salvarla, pero el fuego de los robots la hizo picadillo. Y, lleno de repugnancia, Vor tuvo que ver cómo los robots mataban a Serena Butler otra vez.

Uno de los pesados proyectiles de los robots hizo una carambola contra las paredes de metal del casco y abrió un boquete. El aire empezó a escapar por la brecha y a perderse en el vacío.

Furioso, Vor desactivó su escudo y disparó a los robots con su pesada arma. Dos de las máquinas de combate retrocedieron trastabillando, y Vor aprovechó para agacharse a ayudar al soldado herido y arrastrarlo con él.

—¡Salgamos de aquí!

Vor activó enseguida su escudo y no se paró a mirar atrás. Arrastró al soldado herido mientras los otros tres soldados le cubrían en la retaguardia y se turnaban para disparar y volver a activar los escudos.

Por el comunicador, el ingeniero informó que la secuencia de autodestrucción había entrado en la fase final. Vor corría, pero se sentía entumecido. Ninguna de aquellas Serenas era real. El bebé no era real. No había sido más que un truco estúpido a la desesperada.

Mientras los mek que quedaban los seguían, Vor entró corriendo en el túnel que conectaba con su lanzadera. Sus hombres disparaban desde la retaguardia, y finalmente, todos saltaron al interior de la lanzadera. Vor dejó que se llevaran al soldado herido y se tiró al suelo mientras un ingeniero sellaba la escotilla.

—¡Desacoplad! —gritó Vor.

Cuando su nave se estaba separando del contenedor, los explosivos finalmente estallaron y se llevaron con ellos al investigador tlulaxa y sus creaciones impías.

112

Incluso Norma Cenva tuvo que luchar por la perfección, y nunca la alcanzó.

Orígenes de la Cofradía Espacial

Vivir confinada en un depósito… pero sin límites para su mente. ¿Quién podía pedir una libertad mayor?

Norma ya no salía nunca de su encierro, y era adicta al gas de especia que remolineaba en una bruma naranja a su alrededor, impregnando cada poro, cada célula de su cuerpo. Ni siquiera sabía si habría podido salir. Quizá ya no sería capaz de sobrevivir en el exterior.

Durante su vida extensa y memorable, Norma había sido muchas cosas… una enanita contrahecha y despreciada, un genio de las matemáticas, una hermosa esposa y madre. Y ahora, una nueva fase, algo mucho, mucho más importante.

Aunque estaba encerrada en el depósito de especia, eso no le impedía viajar a donde quisiera. Podía guiar a las naves de VenKee sin riesgo por el laberinto del espacio plegado. El universo entero se abría ante ella.

Todos los nutrientes que necesitaba estaban en la especia. Sus sentidos físicos estaban adormecidos; el gusto, el tacto o el olfato ya no significaban nada para ella. Y, aunque aún necesitaba la vista y el oído, solo era para comunicarse con Adrien y los ayudantes de VenKee, que se ocupaban de darle todo lo que pedía.

Pero le resultaba tan difícil hablar a su nivel…

La forma alternativa de vista que ahora tenía, mucho más profunda, era muchísimo más importante que la que había perdido. Después de despertar bajo las torturas a las que Jerjes la había sometido hacía tantos años, Norma había evolucionado más allá de las barreras físicas, más allá de lo humano.

Con asombro, veía las membranas que ahora unían los dedos de sus manos y sus pies. Su rostro, que había sido feo y achatado al principio y luego de una belleza inmaculada, ahora tenía una boca pequeña y ojos diminutos rodeados de suaves pliegues. Su cabeza era inmensa, mientras que el resto del cuerpo se había atrofiado y había quedado reducido a un mero apéndice.

Pero nada de aquello le preocupaba lo más mínimo.

Con su presciencia, Norma podía ver el futuro, como un reflejo dentro de otro reflejo, extendiéndose hacia el infinito. En su mente, podía ver y abarcar el universo entero, y sabía que no había límites a lo que podía conseguir. Veía la dirección que seguiría la humanidad, hacia un imperio interplanetario conectado por las naves que plegaban el espacio… la línea de salvamento para trillones de personas.

La Yihad de Serena Butler y el fanatismo contra las máquinas pensantes, así como el horror de las armas biológicas que Omnius había utilizado y las bombas atómicas de la Gran Purga, dejarían en la humanidad una huella que tardaría milenios en borrarse.

Pero sobrevivirían, y crearían un vasto reinado de política, negocios, religión y filosofía, todo ligado gracias a la especia melange.

Con aquella presciencia suya, Norma podía guiar las naves de VenKee en viajes seguros e instantáneos a través de distancias inmensas. Pero no podía hacerlo todo sola. Tenía que conseguir que otros aprendieran a navegar con su propia presciencia, estimulada por el uso masivo de gas especia.

Norma nunca preguntó a su hijo dónde encontró a sus diez primeros voluntarios. En su calidad de directeur fabulosamente rico de VenKee Enterprises y su nueva empresa, Foldspace Shipping Company, Adrien tenía muchos contactos. Los candidatos ya estaban confinados en cámaras que se llenaban con una concentración cada vez más elevada de gas melange. Pronto empezarían a cambiar, a mutar, como Norma. Y algún día aquellos voluntarios guiarían las veloces naves de la empresa por la Liga y los Planetas No Aliados, aunque Norma sabía que jamás tendrían la capacidad de ver como ella veía.

Norma estaba impaciente por saber adónde la llevarían sus propias mutaciones en aquel viaje genético. Y, mientras tanto, veía los diferentes mañanas de la política, el comercio, la religión, la filosofía y la tecnología desplegarse en una distancia infinita.

Ella dejaría marcado un camino luminoso por el cosmos. Nadie había existido jamás con el talento y la capacidad única de Norma.

Pero, a pesar de su presciencia sin precedentes, Norma ignoraba adonde la llevarían sus transformaciones.

113

Hay cierta malevolencia en lo relativo a la formación de un orden social. El despotismo está en un extremo del espectro, en el otro la esclavitud.

T
LALOC
,
La hora de los Titanes

Cuando el ejército de la Humanidad regresó a Salusa Secundus tras su victoria sobre las máquinas pensantes, en Zimia y en todos los mundos de la Liga las delirantes celebraciones superaron incluso el fervor de los fanáticos de Rayna Butler.

Entre la gente circulaban historias de la batalla de Corrin, historias que no dejaban de embellecerse. La sangre fría que el bashar supremo demostró ante el puente de hrethgir había convertido el desastre en un triunfo sin precedentes y permitió eliminar para siempre al enemigo. Ya no había Omnius, y más de un milenio de dominación y opresión mecánica había llegado a su fin. La humanidad era libre, por fin, libre de avanzar sin trabas hacia el futuro, a su propio ritmo, por su propia gloria.

Vorian Atreides, héroe de la batalla de Corrin, ocupó su sitio junto al virrey Butler y Rayna en la gran plaza de Salusa para los festejos. El bashar supremo se había puesto su uniforme completo, y lucía nuevas medallas y condecoraciones que se habían creado para él. Desde que Serena lo convenció del poder innato de la humanidad, Vor había servido en el ejército. Sin embargo, en aquellos momentos, mientras contemplaba la multitud desordenada, sintió cierto recelo al pensar en el futuro que aquella gente buscaba.

Por toda Zimia seguían viéndose las cicatrices de los recientes levantamientos de los cultistas: edificios calcinados, fachadas destrozadas, restos de máquinas que habían sido muy útiles por todas partes. Entre los asistentes, el Culto a Serena estaba entre los más numerosos, enarbolando estandartes y sus simbólicos garrotes. La chusma exaltada destrozaba robots en efigie como si se tratara de un juego de niños.

Y a todo esto, Faykan no dejaba de sonreírle a su sobrina y no se apartaba de ella, tratando de contagiarse del halo que la rodeaba. Vor se daba perfecta cuenta de lo que estaba intentando.

Durante el largo viaje de regreso, Vor sabía que el virrey había estado haciendo cuidadosos planes con su sobrina sin esperar ni a que se recuperara de sus heridas. Faykan le ofreció el cargo de Gran Matriarca, pero, curiosamente, ella no lo quiso. Lo único que quería de su tío era la promesa de no echarse atrás y ayudarla a completar la misión de purificación que imaginaba para toda la Liga.

En cambio, Vor no lo veía tan claro. Si Rayna seguía con sus purgas, aquella cruzada desenfrenada se extendería sin ningún tipo de control por todos los mundos habitados. Y eso solo podía llevar a una nueva era de oscuridad… aunque sin duda a Faykan lo único que le importaba era asegurarse una posición de poder. En la situación actual, el virrey no podría haber formado un estado secular sin toda aquella parafernalia emocional.

De pronto, ahora que se habían librado de sus enemigos inhumanos, la gente se volvía a sus religiones llena de agradecimiento y esperanza. La fe ciega era un importante recurso que la Liga debía aprovechar. Ante ellos tenían siglos de reconstrucción, y Faykan no confiaba en que nadie lo hiciera movido solo por la necesidad política. Necesitaban algo que los impulsara.

Por desgracia, los demonios mecánicos habían desaparecido y, en cuanto pasara la euforia por la victoria, los seguidores de Rayna no tardarían en sentirse inquietos. Vor sabía que se avecinaban tiempos tumultuosos.

Bajo el sol de aquel día perfecto, el virrey Butler alzó las manos. El griterío se elevó a un crescendo ensordecedor, luego se hizo el silencio. Faykan jugó con las masas, dejó que su expectación aumentara. Finalmente, exclamó:

—¡Estamos en un momento de grandes cambios! Después de mil años de tribulación, nos hemos ganado la victoria que Dios nos había prometido. Y hemos pagado por ella con una cantidad incalculable de muertos. Nada de lo que diga podría dar una idea de la importancia de la batalla de Corrin y las maravillosas oportunidades que el futuro nos depara.

»Para conmemorar este grandioso acontecimiento, aquí con mi sobrina Rayna Butler y el bashar supremo Vorian Atreides, anuncio que pienso unificar mi cargo de virrey con los deberes del de Gran Patriarca, que ha permanecido vacante desde el asesinato de Xander Boro-Ginjo.

»A partir de este día, en lugar de permitir que el poder siga fragmentado y diluido, la autoridad recaerá sobre una única persona, a saber, yo y mis sucesores. Tenemos mucho trabajo por delante si queremos transformar la Liga de Nobles en una forma de gobierno más efectiva. Crearemos un nuevo imperio que pueda crecer y reclamar las glorias del Imperio Antiguo… y evitar los errores fatales que este cometió.

La audiencia lanzó vítores. Aunque el anuncio le sorprendió, a Vor no le preocupaba especialmente. De todos modos, el cargo de Gran Patriarca no tenía ninguna utilidad. Iblis Ginjo lo había creado en su momento para sus propósitos. En la sonrisa y en los ojos de Faykan Butler, Vor veía un eco de los de Serena en sus momentos de mayor apasionamiento.

Cuando el vocerío remitió, Faykan apoyó su mano en el hombro menudo de Rayna.

—Y para que nadie olvide nunca cómo hemos cambiado, desde este momento dejaré de llevar el nombre de Butler. Procedo de una familia grande y honorable, pero a partir de hoy, deseo que se me conozca por la batalla de Corrin, mi mayor logro, el logro que ha significado el fin de las máquinas pensantes.

«Claro —pensó Vor, disimulando una sonrisa cínica—. Lo ha hecho todo él solito».

—A partir de hoy —siguió diciendo Faykan— se me conocerá por el nombre de Corrino, para que todos mis descendientes recuerden esta batalla y este gran día.

En contraste con la alegría desbordada de las celebraciones, la tarde siguiente, cuando llevaron al prisionero Abulurd Harkonnen para juzgarlo al cavernoso edificio del Parlamento, el ánimo de todos era sombrío. En un primer momento Faykan propuso que llevaran a su hermano a la cámara de asambleas encadenado, pero Vorian, en un último gesto por aquel hombre que había sido su amigo, no estuvo de acuerdo.

—Lleva consigo las esposas de su culpabilidad. Su conciencia le pesará más que nada que podamos hacerle.

En las calles, buscando algún enemigo contra el que descargar su rabia, la chusma insultó y gritó al prisionero. De haber podido, lo habrían despedazado. Aquel hombre había incapacitado a la Flota de Venganza cuando más la necesitaban. Ni la gente ni la historia podrían perdonárselo.

En el interior de la cámara, los representantes de la Liga y los oficiales del ejército vieron cómo lo llevaban al centro de la sala. Durante el viaje de vuelta desde Corrin, la mayoría de hematomas y heridas de la paliza que recibió se habían curado, pero seguía teniendo un aspecto triste y derrotado.

La audiencia lo miraba furiosa, con un odio y una indignación palpables. Todos conocían su historial ejemplar, y a pesar de ello, nada habría podido minimizar la importancia de los cargos que había contra él.

Faykan estaba en pie en el centro de la sala, ante el oficial caído en desgracia… su propio hermano, aunque hacía años que no llevaban el mismo apellido.

—Abulurd Harkonnen, antiguo oficial del ejército de la Yihad, se te acusa de alta traición a la raza humana. Sea por maldad o por falta de sentido común, tus actos estuvieron a punto de causar un daño irreparable a nuestra flota y, por extensión, a la humanidad entera. ¿Vas a deshonrarte aún más tratando de excusar tu comportamiento?

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