Hay un segundo tipo de obras que trata de la historia medieval árabe y musulmana en sus relaciones con Occidente. Citemos preferentemente:
E. Ashtor:
A Social and Economic History of the Near East in the MiddleAges
, Collins, Londres, 1976.
C. Cahen:
Les Peuples musulmans dans l'histoire médiévale
, Instituto Francés de Damasco, 1977.
M. Hodgson
: The Venture of Islam
, University of Chicago, 1974.
R. Palm:
Les Etendards du Prophéte
, J.C. Lattés, París, 1981.
J. J. Sanders:
A History of Medieval Islam
, RKP, Londres, 1965.
J. Sauvaget:
Introduction á l'histoire de L’Orient musulmán
, Adrien Maisonneuve, París, 1961.
J. Schacht:
The Legacy of Islam
, Oxford University, 1974.
E. Sivan:
L'Islam et la croisade
, Adrien-Maisonneuve, París, 1968.
H. Montgomery Watt:
L'influence de l'Islam sur l'Europe médiévale
, Geuthner, París, 1974.
Hay un tercer tipo de obras referentes a los relatos históricos, globales o parciales, de las cruzadas. Es evidente que su consulta nos resultaba indispensable para reunir los testimonios árabes, necesariamente fragmentarios, en un relato continuo que abarcara los dos siglos de invasiones francas. Las evocaremos en más de una ocasión en estas notas. Citemos desde ahora dos obras clásicas:
Histoire des croisades et du royaume franc de Jérusalem
, de René Grousset, en tres volúmenes, Plon, París, 1934-1936;
A History of Crusades
, de Stephen Runciman, también en tres volúmenes, Cambridge University, 1951-1954. [Versión española:
Historia de las Cruzadas
, Madrid, Alianza Editorial, 1973.]
Prólogo
Los historiadores árabes no se ponen de acuerdo a la hora de atribuir a al-Harawi el discurso que citamos. Según el cronista damasceno Sibt Ibn al-Yawzi (véase capítulo XII), parece probable que fuera el cadí quien pronunciara estas palabras. El historiador Ibn al-Atir (véase capítulo II) afirma que el autor es el poeta al-Abiwardi, inspirado aparentemente en las lamentaciones de al-Harawi. De todos modos, no cabe la menor duda en cuanto al fondo: las palabras citadas corresponden exactamente al mensaje que la delegación encabezada por el cadí quiso transmitir a la corte del califa.
Tras haber salido de Valencia, en la España musulmana, Ibn Yubayr (1144-1217) efectuó su viaje a Oriente entre 1182 y 1185. Consignó sus observaciones en un libro disponible en francés (Geuthner, París, 19531956). El texto original ha sido objeto de reedición en árabe (Sader, Beirut, 1980).
Nacido y muerto en Damasco, Ibn al-Qalanisi (1073-1160) ocupó altos cargos administrativos en su ciudad. Dejó una crónica titulada
Zayl tarij Dimashq
, cuyo texto original no está disponible más que en una edición de 1908. El Instituto Francés de Damasco y las Éditions Adrien-Maisonneuve de París han publicado en 1952 una edición francesa parcial con el título
Damas de 1075 á 1154
.
Capítulo 1
«Aquel año», en la cita de Ibn al-Qalanisi, es el año 490 de la hégira. Todos los cronistas e historiadores árabes de la época emplean, poco más o menos, el mismo método de exposición: enumeran, con frecuencia en desorden, los acontecimientos de cada año, antes de pasar al siguiente.
La palabra rum —singular rumi— se emplea a veces en el siglo XX en ciertas partes del mundo árabe para designar, no a los griegos, sino a los occidentales en general.
El emir al-amir es, originariamente, «aquel que asume el mando». «Amir al-muminin» es el príncipe o el comendador de los creyentes. Los emires del ejército son, en cierto modo, los oficiales superiores. «Amir al-yuyush» es el jefe supremo de los ejércitos y «amir al-bahr» es el comandante de la flota, una palabra tomada por los occidentales bajo una forma concisa: «almiral» [En español «almirante».]
El origen de los selyúcidas está rodeado de misterio. El epónimo del clan, Selyuk, tenía dos hij os llamados Mikael e Israel, lo que permite suponer que la dinastía que unificó el Oriente musulmán era de origen cristiano o judío. Tras su islamización, los selyúcidas cambiaron algunos de sus nombres. En particular, «Israel» se adaptó al turco bajo la forma de «Arslan».
La Geste du roi Danishmend
la publicó en 1960, original y traducción, el Instituto Francés de Arqueología de Estambul.
Capítulo 2
La principal obra de Ibn al-Atir (1160-1233), la
Historia perfecta (Al-Kamelfit-Tarij)
, no existe en francés más que en traducciones fragmentarias, principalmente en el
Recueil des historiens des croisades
, publicado en París, entre 1841 y 1906, por la Académie des Inscriptions et Belles-Lettres. El texto árabe de
Al-Kamel fit-Tarij
, en 13 volúmenes, ha sido objeto de reedición en 1979 (Sader, Beirut). Los volúmenes X, XI y XII son los que evocan, entre otras muchas cosas, las invasiones francas.
Sobre la secta de los asesinos, véase el capítulo V.
Referencia de la cita de Ibn Yubayr sobre el petróleo:
Viajes
, edición francesa, p. 268; edición árabe, p. 209.
Para saber más sobre Antioquía y su región, léase, de C. Cahen:
La Syrie du Nord a l'époque des croisades et la principauté franque d'Andoche
, Geuthner, París, 1940.
Capítulo 3
Los relatos que se refieren a los actos de canibalismo cometidos por los ejércitos francos en Maarat en 1098 son numerosos —y concuerdan— entre los cronistas francos de la época. Hasta el siglo XIX, aún aparecen con todo detalle en los escritos de historiadores europeos. Tal es, por ejemplo, el caso de la
Histoire des croisades
, de Michaud, publicada en 1817-1822. Véase tomo I, páginas 357 y 577, y
Bibliographie des croisades
, páginas 48,76,183,248. Por el contrario, en el siglo XX estos relatos —¿misión civilizadora obliga?— generalmente se ocultan. Grousset, en los tres volúmenes de su
Histoire
, ni siquiera los menciona; Runciman se limita a una alusión: «reinaba el hambre… el canibalismo parecía la única solución» (
op
. cit., tomo I, p. 261).
Sobre los tafurs, véase J. Prawer:
Histoire du royaumefranc de Jérusalem
, C.N.R.S., París, 1975 (tomo I, p. 216).
En lo tocante a Usama Ibn Munqidh, véase capítulo VII.
Sobre el origen del nombre de Krak de los caballeros, véase Paul Deschamps:
La Toponomastique en Terre sainte au temps des croisades
, en Recueilde travaux… Geuthner, París, 1955.
Los frany encontrarán la carta del basileus en la tienda de al-Afdal después de la batalla de Ascalón en agosto de 1099.
Capítulo 4
Sobre el asombroso pasado de Nahr-el-Kalb, véase P. Hitti
Tarij Lubnan
, Assaqafa, Beirut, 1978.
Tras su regreso a Europa, Bohemundo intentará invadir el imperio bizantino. Para rechazar el ataque, Alejo le pedirá a Kiliy Arslan que le envíe tropas. Vencido y capturado, Bohemundo se verá forzado a reconocer por tratado los derechos de los rum sobre Antioquía. Esta humillación lo obligará a no volver nunca más a Oriente.
Edesa se encuentra hoy en Turquía. Su nombre es Urfa.
Capítulo 5
Sobre la batalla de Tiro y todo lo referente a esta ciudad, veáse M. Chehad
Tyrá l'époque des croisades
, Adrien-Maisonneuve, París, 1975.
Kamal al-Din Ibn al-Adim (1192-1262) sólo consagró la primera parte de su vida a escribir la historia de su ciudad, Alepo. Acaparado por su actividad política y diplomática y sus numerosos viajes por Siria, Irak y Egipto, interrumpió su crónica en 1223. El texto original de su
Historia de Alepo
lo ha publicado el Instituto Francés de Damasco en 1968. No existe, por el momento, ninguna edición francesa.
El lugar en que transcurre la batalla entre Ilghazi y el ejército de Antioquía recibe distintos nombres según las fuentes: Sarmada, Darb Sarmada, Tel Aqibrin… Los frany le dieron el nombre de «Ager sanguinis», el campo de la sangre.
Sobre los asesinos, léase M. Hodgson
The order of Assassins
, Mouton, La Haya, 1955.
Capítulo 6
El hospital fundado en Damasco en 1154 seguirá funcionando hasta… 1899, fecha en la que se convertirá en escuela.
El padre de Zangi, Aq Sonqor, había sido gobernador de Alepo hasta 1094. Acusado de traición por Tutush, el padre de Ridwan, había muerto decapitado. Al joven Zangi lo había recogido entonces Karbuka de Mosul, quien lo había criado y le había hecho participar en todas sus batallas.
La princesa Zomorrod era la hija del emir Yawali, el ex gobernador de Mosul.
Capítulo 7
Nacido en 1095, dos años antes de la llegada de los frany a Siria, muerto en 1188, un año después de que se volviera a tomar Jerusalén, el emir Usama Ibn Munqidh ocupa un lugar aparte entre los testigos árabes de las cruzadas. Escritor, diplomático, político, conoció personalmente a Nur al-Din, Saladino, Muin al-Din Uñar, el rey Foulques y a otros muchos. Ambicioso, intrigante, dado a los complots, lo acusaron de haber mandado asesinar a un califa fatimita y a un visir egipcio, de haber querido derribar a su tío Sultán e incluso a su amigo Muin al-Din. Es, no obstante, la imagen del erudito inteligente, del observador perspicaz y rebosante de humor la que ha perdurado. La principal obra de Usama, su autobiografía, se publicó en París en 1893, en una edición de H. Derenbourg. En 1983, André Miquel ha editado una nueva versión francesa, anotada y magníficamente ilustrada, con el título: «Des enseignements de la vie» (Imprimerie Nationale, París).
Para el relato de la batalla de Edesa, véase J.B. Chabot, «Un épisode de l'histoire des croisades», en
Mélanges
… Geuthner, París, 1924.
Capítulo 8
Para saber más sobre el hijo de Zangi y su época, véase N. Elisseeff
Nur-ad-Din, un gran prince musulmán de Syrie au temps des croisades
, Instituto Francés de Damasco, 1967.
La primera fuente legal de ingresos para los príncipes —incluido Nur al-Din— era su parte del botín ganado al enemigo: oro, plata, caballos, cautivos vendidos como esclavos. El precio de estos últimos disminuía sensiblemente cuando eran demasiados, puntualizan los cronistas: ¡incluso se llegaba a cambiar un hombre por un par de zapatillas!
Durante las cruzadas, violentos terremotos devastaron Siria. Aunque el de 1157 fue el más espectacular, no transcurría un solo decenio sin un cataclismo importante.
Capítulo 9
El brazo oriental del Nilo, actualmente desecado, se llama «brazo pelusíaco» porque cruzaba la antigua ciudad de Pelus. Desembocaba en el mar cerca de Sabjat al-Bardawil, la laguna de Balduino.
La familia de Ayyub se había visto obligada a salir de Tikrit en 1138, poco después del nacimiento de Saladino en esa ciudad, ya que Shirkuh había tenido que matar a un hombre para vengar, según decía, el honor escarnecido de una muj er.
Oriundos del norte de Africa, los fatimitas gobernaron Egipto desde 966 hasta 1171. Fueron ellos quienes fundaron El Cairo. Decían descender de Fátima, hija del Profeta y esposa de Alí, inspirador del chiismo.
Sobre las peripecias de la asombrosa batalla de Egipto, léase G. Schlumberger
Campagnes du roi Amaury I de Jérusalem en Egypte
, Plon, París, 1906.
Capítulo 10
La carta de los habitantes de Alepo, al igual que la mayoría de los mensajes de Saladino, se encuentra en la obra
El libro de los dos jardines
del cronista damasceno Abu Shama (1203-1267). Este libro contiene una valiosa compilación de gran número de documentos oficiales que no se encuentran en ningún otro sitio.
Baha al-Din Ibn Shaddad (1145-1234) entró al servicio de Saladino poco antes de la batalla de Hattina. Fue, hasta la muerte del sultán, un confidente y un consejero. Su biografía de Saladino se ha reeditado recientemente, original y traducción al francés, en Beirut y París (Méditerranée, 1981).
En las bodas de Kerak, las buenas maneras no procedían únicamente de Saladino. La madre del joven esposo puso mucho empeño en enviar al sitiador platos cuidadosamente preparados para que él también pudiera participar de los festejos.
El testimonio del hijo de Saladino sobre la batalla de Hattina lo ha citado Ibn al-Atir, vol. IX, año 583 de la hégira.
Colaborador de Nur al-Din antes de entrar al servicio de Saladino, Imad al-Din al Isfahani (1125-1201) publicó numerosos libros de historia y de literatura, principalmente una valiosa antología poética. Su estilo extraordinariamente ampuloso ha reducido algo el valor de su testimonio sobre los acontecimientos que vivió. Su relato de la
Conquista de Siria y de Palestina por Saladino
lo ha publicado la Academia de Inscripciones y Bellas Letras, París, 1972.
Capítulo 11
Según la fe musulmana, Dios llevó al Profeta una noche en un viaje milagroso de La Meca hacia la mezquita al-Aqsa y luego a los cielos. Hubo un encuentro con Jesús y Moisés, símbolo de la continuidad de las «religiones del libro».
Para los orientales, árabes, armenios o griegos, la barba es un signo de virilidad. Los rostros lampiños de la mayoría de los caballeros francos divertían y, a veces, escandalizaban.
Entre los numerosos libros occidentales dedicados a Saladino, hay que recordar el de S. Lañe-Pool, publicado en Londres en 1898 con el título de
Saladin and the fall of the Kingdom of Jerusalem
, que, desgraciadamente, ha sido relegado al olvido desde hace algunos años. Lo han reeditado en Beirut (Jayats's, 1964).
Capítulo 12
Parece ser que al-Kamel recibió en 1219 a San Francisco de Asís, que fue a Oriente con la vana esperanza de restablecer la paz. Al parecer, lo escuchó con simpatía y le ofreció regalos antes de mandar que lo escoltaran de regreso al campamento de los frany. Que sepamos, ninguna fuente árabe relata este acontecimiento.
Orador y cronista damasceno, Sibt Ibn al-Yawzi (1186-1256) publicó una voluminosa historia universal titulada
Miraat az-zaman
(El espejo del tiempo), de la que sólo se han publicado algunos fragmentos.
Sobre el asombroso personaje que es el emperador, léase, de Benoist-Meschin
Frédéric de Hohenstaufen ou le réve excomutiié
, Perrin, París, 1980.
Capítulo 13