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Authors: Melanie Gideon

Tags: #Romántico

Las mujeres casadas no hablan de amor (11 page)

BOOK: Las mujeres casadas no hablan de amor
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29

De
: Investigador 101

Enviado el
: 30 de mayo, 16.45

Para
: Casada 22

Asunto
: Esperanza

Estimada Casada 22:

Me he tomado la libertad de codificar su último mensaje de correo electrónico. Los datos unitarios emocionales son: añoranza, tristeza, nostalgia y esperanza. Quizá la última emoción no le parezca evidente, pero a mí no me cabe la menor duda: es esperanza. Probablemente no debería decírselo, pero lo que más me gusta de usted es su impredecibilidad. Justo cuando creo que empiezo a entenderla, dice algo que me desconcierta por completo. A veces la correspondencia entre sujeto e investigador revela mucho más que las respuestas. Es usted una romántica, Casada 22. No me lo esperaba.

Investigador 101

De
: Casada 22

Enviado el
: 30 de mayo, 21.28

Para
: Investigador 101

Asunto
: Esperanza

Hace falta un romántico para reconocer a otro. ¿Es usted real?

Casada 22

De
: Investigador 101

Enviado el
: 30 de mayo, 21.45

Para
: Casada 22

Asunto
: Esperanza

Casada 22:

Le aseguro que soy muy real. Consideraré su pregunta como un cumplido e iré más allá y responderé a su siguiente pregunta, para que no tenga que formularla: no, no soy un señor mayor. Lo crea o no, hay hombres de su generación que son románticos. Con frecuencia vamos disfrazados de cascarrabias. Espero con ansiedad su próximo bloque de respuestas.

Investigador 101

De
: Casada 22

Enviado el
: 30 de mayo, 22.01

Para
: Investigador 101

Asunto
: Esperanza

Estimado Investigador 101:

Ahora me he tomado yo la libertad de codificar su último mensaje de correo electrónico. Los datos unitarios emocionales son, tal como yo los veo, satisfacción por sentirse halagado, contrariedad y una última emoción que quizá no le parezca evidente: esperanza. ¿Qué es lo que espera, Investigador 101?

Atentamente,

Casada 22

De
: Investigador 101

Enviado el
: 30 de mayo, 22.38

Para
: Casada 22

Asunto
: Esperanza

Casada 22:

Supongo que lo mismo que esperan todos: que nos conozcan como realmente somos.

Investigador 101

30

[email protected] Barra de marcadores (242)

nymag.com/noticias/reportajes/RadarGay

La ciencia del radar gay

Si la orientación sexual es biológica, ¿también son innatos los rasgos que hacen que una persona parezca gay? Las últimas investigaciones sobre indicadores biológicos lo abarcan todo, desde el timbre de la voz hasta el remolino que forma el pelo en la nuca.

EJEMPLO 1
: Remolino capilar (hombres)

Es más probable que el sentido del remolino que se forma en la nuca sea antihorario en los hombres homosexuales que en los heterosexuales.

[email protected] Barra de marcadores (243)

conductasospechosa.org/trastornos_alimentarios/sintomas

1. Esconder comida en sitios extraños (armarios, botiquines, maletas, bajo la cama…), para no comerla (anorexia) o para comerla más tarde (bulimia).

2. Obsesión con el ejercicio.

3. Frecuentes visitas al cuarto de baño después de las comidas (acompañadas a veces del ruido de un grifo abierto durante mucho rato, para disimular el sonido de los vómitos).

4. Conductas inusuales durante las comidas, como mover los alimentos por el plato para que parezcan comidos, cortar la comida en trozos diminutos, evitar que el tenedor toque los labios…

5. Pérdida del cabello. Aspecto pálido o grisáceo de la piel.

6. Quejas constantes de sentir frío.

7. Nudillos amoratados o encallecidos, ojos enrojecidos o inyectados en sangre, hematomas leves bajo los ojos y en las mejillas.

31

—¿Hoy eres vegetariana o comedora de carne? —le pregunto a Zoé, mientras me acerco a la mesa con una fuente de pollo asado y patatas.

—Carnívora.

—Estupendo. ¿Muslo o pechuga?

Zoé arquea las cejas con gesto disgustado.

—He dicho «carnívora», no «caníbal». ¡Muslo o pechuga! Por eso mismo la gente se vuelve vegetariana. Deberían encontrar palabras que no sonaran tanto a partes del cuerpo humano.

Suspiro.

—¿Carne blanca o un poco más oscura?

—Eso es racista —dice Peter.

—Ninguna de las dos —responde Zoé—. He cambiado de idea.

Pongo en la mesa la fuente con el pollo.

—Muy bien, señor y señorita Políticamente Correctos, ¿cómo debo llamar a las partes del pollo?

—¿Qué te parece «carne seca» y «un poco menos seca»? —responde Peter, tanteando el ave con un dedo.

—¡Tiene una pinta deliciosa! —exclama Caroline.

Zoé se estremece y aparta su plato.

—¿Tienes frío? Parece como si tuvieras frío, cariño —digo.

—No, no tengo frío.

—Entonces, ¿qué piensas cenar, Zoé, si no vas a comer pollo? —pregunto.

—Ensalada —responde Zoé—. Y patatas asadas.

—Una patata asada —la corrige Peter, mientras Zoé se sirve en su plato una raquítica patata roja—. Supongo que hacer setecientas cincuenta sentadillas diarias te arruina el apetito, ¿no?

—¿Setecientas cincuenta sentadillas diarias? —le digo a Zoé.

Mi niña no sólo padece un trastorno alimentario, sino un trastorno de ejercicio físico compulsivo.

Ojalá yo padeciera un trastorno de ejercicio físico compulsivo.

—No me extraña que te hayan puesto nombre de pene —le dice Zoé a Peter.

—Caroline, no puedo creer lo mucho que te pareces a tu padre —dice William, intentando cambiar de tema.

Se ha puesto su uniforme de los fines de semana: vaqueros y camiseta descolorida de la Universidad de Massachusetts. Aunque estudió en Yale, preferiría morir antes que ir por ahí contándolo. Es una de las cosas que siempre me han encantado en él. Eso, y que se ponga una camiseta de mi universidad.

—Se parece a Maureen O'Hara —dice Peter.

—Sí, Peter. ¡Como si tú supieras quién es Maureen O'Hara! —le replica Zoé.

—¡Como si lo supieras tú! Además, me llamo Pedro. ¿Por qué no quieres llamarme «Pedro»? Maureen O'Hara aparecía en Río Grande con John Wayne —dice Peter—. Yo sí que sé quién es.

Zoé empuja hacia atrás la silla, que chirría, y se levanta.

—¿Adónde vas? —pregunto.

—Al baño.

—¿No puedes esperar hasta que terminemos de cenar?

—No, no puedo esperar —dice Zoé—. Resulta embarazoso que lo preguntes.

—Disculpa, ve.

Miro el reloj. Son las 19.31. Por su bien, espero que no pase más de cinco minutos dentro.

Me pongo de pie y sobrevuelo la cabeza de Peter.

—Eh, Chiqui, ¿cuándo fue la última vez que hicieron inspección de piojos en la escuela?

Intento decirlo con la mayor naturalidad, como si se me acabara de ocurrir la posibilidad de una infestación.

—No lo sé. Creo que las hacen una vez al mes.

—No es suficiente.

Le aparto el pelo de las sienes.

—¿Vas a hacerle una inspección de piojos en la mesa? —gruñe William.

—No le estoy haciendo una inspección de piojos —replico.

Es verdad. Únicamente simulo hacerle una inspección de piojos.

—¡Qué gusto! —exclama Peter, apoyándose en mí—. Me encanta que me rasquen la cabeza.

Veamos, ¿en qué sentido se supone que gira el remolino capilar de los gays? ¿Horario o antihorario? Suena el timbre. ¡Maldición! No consigo recordarlo.

Retiro las manos de la cabeza de Peter.

—¿No oís un grifo abierto?

Peter empieza a rascarse.

—Creo que deberías mirar un poco más.

Vuelve a sonar el timbre. Sí, no cabe duda de que hay un grifo abierto en el baño. El agua corre sin parar. ¿Estará vomitando ahí dentro?

—Ya voy yo.

Paso junto al baño lo más lentamente que puedo, prestando atención a los signos delatores del vómito, pero nada. Salgo al vestíbulo y abro la puerta.

—Hola —me saluda Jude con evidente nerviosismo—. ¿Está Zoé?

¿Qué hace Jude aquí? Creía haberlo superado; pero ahora, al verlo en la puerta de mi casa, me doy cuenta de que no. Sigo furiosa con él. ¿Es este chico la razón de que mi hija padezca un trastorno alimentario? ¿La ha empujado a eso? Lo observo. Observo a ese jovencito que engañó a mi hija, tan apuesto, con su metro y ochenta centímetros, su vientre plano y su olor a jabón Irish Spring. Recuerdo que le leí
Amanda tiene dos mamás
en la cocina de Nedra, cuando estaba en segundo de primaria. Me preocupaba que me preguntara por su padre, del que yo no sabía nada, excepto su número de donante: el 128. Nedra y Kate se conocieron cuando Jude ya tenía tres años.

Cuando terminamos de leer el libro, me dijo:

—Tengo mucha suerte. ¿Quieres saber por qué?

—Sí, claro —respondí yo.

—Porque si algún día mis mamás se separan y después vuelven a enamorarse, ¡entonces tendré cuatro mamás!

—Zoé no está —le digo ahora.

—Sí que estoy —me corrige Zoé, mientras viene a la puerta.

—Estamos cenando —digo yo.

—Yo he terminado —sentencia Zoé.

—Cielito, tienes los ojos enrojecidos.

—Me pondré colirio. —Se vuelve hacia Jude—. ¿Qué?

Un mensaje privado y silencioso pasa entre ellos.

—Mañana tienes colegio y ni siquiera has empezado a hacer los deberes —digo.

Cuando Zoé estaba en quinto y por fin tuvimos la conversación sobre la pubertad y la menstruación, se lo tomó muy bien. No le pareció horrible, ni asqueroso. Unos días después, cuando volvió del colegio, me dijo que tenía un plan. Cuando le viniera la regla, llevaría los pontones en la mochila.

Tuve que hacer un esfuerzo para no reírme (y para no decirle que lo había entendido mal y que se llamaban «pantones», digo «tampones»), porque sabía que reírme de su independencia habría sido devastador para ella. En lugar de eso, puse la cara de póquer que todas las madres aprenden a poner y que después transmiten a sus hijas, que a su vez la usan más adelante como un arma contra ellas.

Zoé me mira con el ceño fruncido.

—Media hora —les digo.

Oigo un «plin» en mi portátil cuando paso por mi estudio, así que miro rápidamente Facebook.

Julie Staggs

A Marcy le está costando mucho usar su cama de niña mayor.

Hace 52 minutos

Shonda Perkins

Porfi, porfi, porfi. No me hagas esto. Tú sabes que es a ti.

Hace 2 horas

Julie es profesora en Kentwood y Shonda es una de las Abejas Parlanchinas. Oigo el ruido de un vaso que se rompe en la cocina.

—¡Alice! —grita William.

—Ya voy —grito a mi vez.

Me siento y escribo dos mensajes rápidos.

Alice Buckle > Julie Staggs

No te des por vencida. ¿Por qué no intentas quedarte con ella un par de noches, hasta que se duerma? Verás como al final se acostumbra.

Hace 1 minuto

Alice Buckle > Shonda Perkins

Mañana en el Egg Shop, para comer. Yo invito. ¡Tienes que contármelo TODO!

Hace 1 minuto

Después, vuelvo apresuradamente a la mesa, donde durante los treinta minutos siguientes continúo diciendo los mismos tópicos («no te des por vencida», «tienes que contármelo todo»…). ¿Todo el mundo está viviendo la misma doble vida?

32

De
: Casada 22

Enviado el
: 1 de junio, 05.52

Para
: Investigador 101

Asunto
: Revolviendo la olla de la memoria

Estimado Investigador 101:

Esas preguntas sobre la época en que flirteaba con William me están removiendo muchas cosas. Por un lado, es como ver una película. ¿Quiénes son esos actores que interpretan los papeles de Alice y William? Así de ajenas me parecen esas versiones jóvenes de nosotros mismos. Por el otro, puedo retrotraerme en el tiempo y crear para usted escenas increíblemente detalladas. Recuerdo con exactitud lo que sentía cuando fantaseaba con que él y yo nos íbamos a la cama. ¡Qué dulce expectativa! En cuanto al tema de la franqueza, tengo que decirle que el hecho de responder a preguntas tan íntimas, sabiendo que se me escuchará con atención y que mis opiniones y sentimientos serán considerados y valorados, es algo muy profundo. Yo misma me sorprendo al verme tan dispuesta a revelarle información tan personal.

Atentamente,

Casada 22

De
: Investigador 101

Enviado el
: 1 de junio, 06.01

Para
: Casada 22

Asunto
: Revolviendo la olla de la memoria

Estimada Casada 22:

He recibido comentarios similares de otros participantes, pero debo reiterarle que precisamente porque soy un desconocido usted está dispuesta a confiarme sus intimidades con tanta facilidad.

Saludos,

Investigador 101

33

Llego tarde, como siempre. Abro la puerta del Egg Shop y recibo en la cara un reconfortante aroma a tortitas, beicon y café. Busco a Shonda. Está sentada al fondo, pero no está sola; las otras dos Abejas están con ella: Shonda, cincuenta y tantos años, divorciada, sin hijos, y encargada de la tienda de Lancôme en unos grandes almacenes; Tita, probablemente más de setenta, casada, con ocho nietos y enfermera de oncología jubilada; y Pat, la más joven de nosotras, ama de casa, con dos hijos y, a juzgar por las dimensiones del bombo, a punto de dar a luz al tercero. Me saludan alegremente y se me llenan los ojos de lágrimas. Aunque hace tiempo que no las veo, las Abejas Parlanchinas son mi manada, mis hermanas huérfanas de madre.

BOOK: Las mujeres casadas no hablan de amor
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