Las Palabras y los Mitos (6 page)

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Authors: Francesc Gironella,Isaac Asimov

Tags: #Ensayo

BOOK: Las Palabras y los Mitos
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Una historia similar se explica de la ninfa
Calisto
. Zeus la transformó en osa para esconderla de Hera. O tal vez fuese Hera quien lo hiciera para castigar a la ninfa.

Un caso en que fue Zeus quien se transformó en animal está relacionado con una doncella (no una ninfa, sino un ser humano) llamada
Europa
. Vivía en Fenicia, en la costa asiática del Mediterráneo. Zeus se transformó en toro blanco y nadó hasta la playa donde ella se encontraba con sus sirvientes. El toro era tan majestuoso y manso que Europa se sentó sobre su espalda. Entonces el toro aprovechó la ocasión, se metió en el agua y nadó hasta la isla de Creta. Europa fue el primer ser humano que llegó a esta parte del mundo, según rezan los mitos, por lo que el continente del que forma parte Grecia, fue llamado «Europa» en honor suyo.

También un joven se encontró involucrado en otro caso parecido. Era
Ganímedes
, un hermoso muchacho que fue raptado por Zeus, transformado en águila, y llevado al Olimpo. Allí, Ganímedes servía de copero, escanciando las bebidas durante los festines.

Como resultado de estas historias, los cuatro satélites de Júpiter descubiertos por Galileo fueron bautizados con los nombres de «Io», «Europa», «Ganímedes» y «Calisto», siguiendo el orden de distancia del planeta. El tercer satélite, Ganímedes, es el mayor en el sistema solar. Tiene 3.200 millas de diámetro y es más pesado que Titán.

Hasta 1892 no fue descubierto un quinto satélite de Júpiter, gracias al astrónomo americano, Edward Emerson Barnard. Era pequeño, con un diámetro de sólo 100 millas, dando vueltas en torno a Júpiter a una distancia incluso menor que el más cercano de los satélites mayores.

Se le llama a veces «satélite Barnard», en honor a su descubridor y, a veces, «Júpiter V», porque fue el quinto de los satélites de Júpiter localizados. Pero su nombre semioficial es «Amaltea», según el nombre de la cabra que amamantó a Zeus cuando era niño. Parece lógico que la nodriza de su niñez tendría que estar más cerca de él en el cielo que cualquiera de los otros compañeros que tuvo cuando fue adulto.

Poco después del 1900 fueron descubiertos siete satélites más de Júpiter. Todos ellos son muy pequeños y muy distantes de Júpiter. Ninguno tiene nombre.

Pasando al planeta Neptuno, digamos que tiene dos satélites, y ambos están relacionados con él en la mitología.

Poseidón tenía un hijo llamado
Tritón
, que era mitad hombre y mitad pez (una forma usual entre los griegos de representar a los dioses y diosas del mar). Poseidón se vio arrastrado por una tormenta en el mar, y Tritón salió a la superficie, sopló con una concha marina y, al sonido de esta trompa, el mar se calmó.

Sólo un mes después de haber sido descubierto el planeta Neptuno, un astrónomo británico, William Lassell, comprobó que tenía un gran satélite, casi tan grande como Titán o Ganímedes. Se le dio el nombre de «Tritón».

(Volviendo a la Tierra, existe un caracol marino que también lleva el nombre de «Tritón», porque su concha es parecida a la que se supone utilizó Tritón).

En 1950, el astrónomo americano G. P. Kuiper descubrió un segundo satélite de Neptuno, mucho más pequeño que Tritón. Lo llamó «Nereida» basándose en las cincuenta ninfas de mar que cuidaban de Poseidón en sus travesías marítimas.

A Plutón no se le conocen satélites. Urano, en cambio, tiene cinco. Pero los satélites de Urano son los únicos del sistema solar que no llevan nombres de la mitología griega o romana, por lo que no es preciso referirnos a ellos.

Además de los planetas, el cielo contiene millares de estrellas. Éstas son «estrellas fijas» porque, al contrario de los planetas, no cambian de posición unas respecto de las otras. Configuran estructuras que son inmutables, noche tras noche, año tras año.

Los pastores y campesinos de los tiempos prehistóricos estudiaron estas estructuras porque les servían de calendario. El Sol se mueve sobre un fondo de estrellas, y en cada época del año se ven estrellas diferentes.

El mejor modo de entender su situación era dividir las estrellas en grupos, que hoy día son llamados «constelaciones» (de las palabras latinas que significan «con las estrellas»). Por ello, podían decir que cuando una determinada constelación aparecía por el este, era tiempo de cosecha; o que la salida de otra al amanecer indicaba que había llegado la hora de la siembra, etc.

A este respecto, las constelaciones más importantes eran las que atravesaba el Sol en su recorrido por el firmamento. Son doce. La razón de ser doce es que las fases de la Luna se utilizaban también para contar el tiempo. La Luna pasaba por sus fases doce veces, mientras el Sol recorría las constelaciones sólo una vez. Es decir, durante el año hay doce meses y el Sol invertía un mes en cada una de las constelaciones.

La manera más natural de diferenciar una constelación de otra es ver la figura que dibujan las estrellas de cada una de ellas. Era inevitable que, a medida que el tiempo transcurría, la gente empezara a elaborar complicadas formas con estas estructuras. Ocho estrellas en forma de «V» podían semejar la cabeza de un toro con sus cuernos. Estrellas formando una «C» podían sugerir inicialmente un saludo, y posteriormente, un arquero.

El resultado es que muchas de estas constelaciones representan animales o personas. De hecho, el círculo de doce constelaciones por las que discurre el Sol en su periplo contiene tantos animales imaginarios que es llamado el «zodíaco», palabra griega que significa «círculo de animales».

Los griegos heredaron la mayoría de estas constelaciones de los babilonios. Cuanto hicieron fue cambiar las figuras para que se adaptasen a sus propios mitos, o bien inventar mitos para explicar las figuras.

Por ejemplo, existe una constelación en el zodíaco que es conocida con el nombre latino de
Capricornio
, derivado de las palabras que significan «cabra con cuernos».

Los griegos concluyeron que esta cabra era, en realidad, Amaltea, la cual había sido colocada en los cielos por Zeus, reconocido éste por el alimento que recibió de ella cuando niño. Si hubiese sido así, tendríamos que Amaltea también dejó sus huellas en la geografía.

El 21 de diciembre, el Sol alcanza el punto más meridional de su recorrido. Entonces sus rayos caen directamente sobre una línea que pasa por el norte de Argentina, el sur de África y el centro de Australia. Esta línea recibe el nombre de «Trópico de Capricornio» porque en esta época del año el Sol está recorriendo la constelación de Capricornio.

Las constelaciones del zodíaco empiezan a contarse tradicionalmente a partir de la que (en tiempos de los griegos) coincide con el Sol en su equinoccio de primavera. Siguiendo este orden, Capricornio es el décimo «signo del Zodíaco».

Todavía queda otro rastro de Amaltea en el lenguaje. Zeus tomó uno de los cuernos de la cabra y le confirió el poder de estar eternamente repleto de alimentos y bebida. Éste es el «cuerno de la abundancia» que también es conocido en su versión latina (la palabra «cornucopia»). Las estrellas más brillantes de Capricornio (ninguna es muy brillante) componen una figura parecida a una cornucopia. Puede que ello fuese lo que proporcionase a los griegos la idea de que representaba a Amaltea.

Otra constelación relacionada con Zeus implica a una ninfa, Calisto, que ya he mencionado anteriormente. Cuando vivía convertida en osa, su hijo,
Árcade
, se la encontró, e ignorando que era su madre, levantó la espada para matarla. Para evitarlo, Zeus también convirtió a Árcade en oso y colocó a ambos en el cielo. Calisto es ahora la constelación de la
Ursa Major
u «Osa Mayor», mientras que Árcade es la
Ursa Minor
o la «Osa Menor».

La Estrella Polar o del norte, pertenece a la Osa Menor. Los griegos sabían que desplazándose hacia el norte, la Estrella Polar se va levantando cada vez más en el firmamento. Con ella nacieron las dos constelaciones de las osas. «Oso» en griego es
arktos
, por lo que denominaron las regiones septentrionales «artikos».

Por ello, al hablar del área que rodea el Polo Norte, la denominamos «zona ártica» y la reunimos en una línea imaginaria llamada «círculo ártico». Las aguas de esta zona ártica, siempre heladas en su superficie son, lógicamente, el «Océano Ártico».

En torno al Polo Sur tenemos la «zona antártica» delimitada por el «círculo antártico». El prefijo «ant» significa «opuesto a» y el antártico se encuentra, como es natural, al lado opuesto del ártico. El continente helado que se encuentra dentro de la zona antártica es la «Antártida» y el mar que lo rodea es el «Océano Antártico».

Todavía queda otra huella de Calisto en el cielo. Hay una estrella brillante cerca de las dos constelaciones del oso, que parece contemplarlas desde toda la eternidad (tal vez enviada por Hera). Tal estrella lleva el nombre de «Arturo», palabra derivada de las de origen griego que significan «guardar los osos».

Zeus glorificaba a los animales en que él mismo se convertía. Por ejemplo, el toro en que se convirtió para raptar a Europa fue colocado en el cielo con el nombre de
Taurus
, que es la palabra latina que significa «toro». Éste es el segundo signo del zodíaco.

Es posible que, en su origen, el toro tuviese una significación puramente práctica. El Sol entra en Tauro al comienzo de la primavera y ello puede simbolizar que ha llegado el momento de arar. En tiempos antiguos se utilizaban bueyes para arar, por lo que resulta clara la relación.

También puede ser que el águila, animal en que Zeus se transformó para llevarse a Ganímedes, sea honrada en la constelación de «Aquila», que es el nombre latino de «águila».

Podría dar la impresión de que las estrellas individuales de estas constelaciones eran usadas para recordar los mitos. En realidad, no es así en la mayoría de casos. Muchas estrellas llevan nombres árabes, y los recibieron en tiempos de la Edad Media. Las que llevan nombres de origen griego o romano, como Arturo, son una minoría.

Crono y Rea tenían tres hijas y tres hijos. De ellas, ya he mencionado a Hera, que era hermana y esposa de Zeus. Era la diosa del matrimonio, del alumbramiento y de las cosas femeninas en general. Las otras dos eran
Deméter
, diosa de la agricultura, y
Hestia
, la diosa del hogar.

En la mitología, las hijas de Crono no son tan famosas como los hijos. Hera es importante sobre todo como esposa de Zeus, y Hestia apenas es mencionada. Deméter, como diosa de la agricultura, está relacionada con aquellas viejas religiones de los tiempos anteriores a la llegada de los griegos. Se ha conservado un conocido mito acerca de ella.

Deméter tenía una hija,
Perséfone
, quien, mientras se encontraba jugando en los campos de Sicilia, fue raptada por Hades, enamorado de ella. Deméter la buscó infructuosamente durante mucho tiempo y, entristecida, se negó a que la tierra produjese frutos. La humanidad se vio asolada por el hambre.

Entonces, Zeus convenció a Hades para que permitiese que Perséfone regresara a la Tierra, aunque con la condición de que ésta no hubiese comido ninguno de los alimentos que se encuentran en el infierno. Pero, en el último instante, Hades engañó a Perséfone para que comiese cuatro granos de granada. En consecuencia, Deméter tuvo que aceptar que Perséfone permaneciera bajo tierra, junto con Hades, cuatro meses al año, uno por cada uno de los granos.

Mientras Perséfone se encontraba bajo tierra, ésta dejaba de producir frutos, los árboles perdían sus hojas e incluso el Sol apenas lucía. Sólo al regreso de Perséfone, la diosa de la agricultura permitía que la tierra recobrase la vida.

Este mito intenta explicar la llegada anual del invierno.

Deméter se sentía especialmente atraída por un lugar cerca de Atenas, llamado
Eleusis
. El mito lo explicaba diciendo que Deméter había pasado por Eleusis en búsqueda de Perséfone, y fue tan bien tratada allí que enseñó a sus moradores ciertos ritos.

Sin embargo, estas ceremonias probablemente existían ya antes de que los griegos invadieran aquellas tierras. Los cultos de Eleusis eran diferentes de los de Olimpia. Los ritos Olímpicos eran celebrados sin restricciones para nadie y todo el mundo podía participar en ellos. En cambio, las ceremonias eléusicas eran secretas y sólo se toleraba la participación de los iniciados en ellas.

Además, el que había sido iniciado tenía que jurar que nunca revelaría aquellos ritos (y nadie lo hizo nunca). El que había prestado este juramento era llamado
mystes
, palabra griega que significa «boca cerrada». Por ello, aquellos ritos secretos eran denominados misterios. Hubo bastantes «religiones mistéricas» en la antigua Grecia, pero los misterios eleusinos eran los más famosos.

Como es lógico, la palabra «misterio» se fue debilitando gradualmente hasta que significó cualquier cosa secreta o escondida. Actualmente, el uso más común de esta palabra es para el libro que describe un crimen muy enrevesado al que uno tiene que descubrir la solución ingeniosamente disimulada.

Los romanos identificaban a tres de sus diosas con las tres hijas de Crono, y en los tres casos el nombre que nos resulta más familiar es el latino. Hera se identificaba, para los romanos, con
Juno
, la esposa de su Júpiter.
Ceres
, la diosa de la agricultura, era identificada con Deméter. Y su diosa del hogar,
Vesta
, fue identificada con Hestia. (Además, su versión del nombre Perséfone es
Proserpina
, que es el que nos resulta más familiar actualmente).

Algunas de las huellas dejadas por estas diosas nos resultan muy conocidas. El sexto mes estaba consagrado a Juno, y por ello, lo llamamos «junio». Juno (Hera) es la diosa del matrimonio y junio es el mes tradicionalmente considerado como el apropiado para casarse.

Ceres (Deméter) es la diosa de la agricultura y especialmente de los granos, como el trigo, el maíz, el arroz, la cebada y la avena. Estos son los alimentos más importantes en una sociedad agrícola y tienen el nombre genérico de «cereales» basado en Ceres.

La huella de Vesta queda un poco anticuada hoy en día. Era la diosa del hogar y cuando fueron inventadas las cerillas, por su semejanza con un pequeño fuego, fueron denominadas durante un corto tiempo «vestas».

Ninguna de las hijas de Crono fue honrada en los planetas conocidos por los griegos. Sin embargo, en 1801, se presenta la oportunidad para remediar la situación, ya que un astrónomo siciliano, Giuseppi Piazzi, descubrió un pequeño planeta que seguía una órbita entre Marte y Júpiter. Era más pequeño que los restantes planetas conocidos en aquella época, ya que sólo medía 485 millas de diámetro.

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