Los padres de Walter, que se limitaban a ir a misa por razones sociales, abrieron las puertas de su casa al espigado huérfano. Fue Dorothy quien más se encariñó con Richard —incluso puede que, a la recatada manera de Dorothy, se encaprichara de él— e insistió en que pasara las vacaciones en Hibbing. Richard no necesitó mucha insistencia, dado que no tenía ningún otro sitio adonde ir. Conquistó a Gene con su interés por las escopetas y, en un sentido más general, por no ser la clase de «pedante» con la que, se había temido Gene, Walter acabaría relacionándose, y causó buena impresión a Dorothy colaborando en los quehaceres domésticos. Como ya se ha observado, Richard sentía un vivo (aunque muy intermitente) deseo de ser buena persona, y era escrupulosamente educado con la gente a la que consideraba buena, como era el caso de Dorothy. Su conducta con ella, cuando la interrogaba sobre algún guiso normal y corriente que había preparado, preguntando de dónde había sacado la receta y dónde podía uno informarse sobre dietas equilibradas, a Walter le parecía falsa y condescendiente, porque las posibilidades de que Richard alguna vez fuera a hacer la compra y preparara él mismo un guiso eran nulas, y porque en cuanto Dorothy salía de la habitación, Richard volvía a recuperar su actitud dura de siempre. Pero Walter competía con él, y si bien puede que no destacara ligando con las tías del pueblo, escuchar a las mujeres con sincera atención era sin lugar a dudas su territorio, y lo protegía celosamente. La autobiógrafa se considera, pues, más fiable que Walter en lo referente a la autenticidad del respeto de Richard por la bondad.
Lo que sin duda era admirable en Richard era su afán por mejorarse a sí mismo y llenar el vacío creado por la ausencia de atenciones paternas. Había sobrevivido a la infancia tocando música y leyendo libros de su propia idiosincrásica elección, y parte de lo que lo atraía de Walter era su intelecto y su ética del trabajo. Richard era muy leído en ciertas áreas (existencialismo francés, literatura latinoamericana), pero carecía de método, de sistema, y sentía auténtica veneración por la firme orientación intelectual de Walter. Si bien concedía a éste el respeto de no tratarlo nunca con la hipereducación que reservaba a aquellos a quienes consideraba Buenos, le encantaba oír sus ideas y lo instaba a explicar sus convicciones políticas poco comunes.
La autobiógrafa sospecha que la amistad con un chico poco enrollado de una zona rural del norte suponía una perversa ventaja «competitiva» para Richard. Era una manera de diferenciarse de los modernos de Macalaster que procedían de entornos más privilegiados. Richard despreciaba a esos modernos (incluidas las chicas, aunque eso no le impedía tirárselas cuando surgía la oportunidad) con la misma intensidad con que los modernos despreciaban a personas como Walter. El documental
Don't Look Back
, sobre Bob Dylan, fue tal hito tanto para Richard como para Walter que al final Patty lo alquiló y lo vio con Walter una noche, cuando los niños eran pequeños, para presenciar la famosa escena en que Dylan eclipsaba y humillaba al cantante Donovan en una fiesta para gente guay en Londres, por el simple placer de comportarse como un gilipollas. Aunque Walter sentía lástima por Donovan es más, se sentía mal por no desear parecerse más a Dylan y menos a Donovan—, a Patty la escena le resultó emocionante. ¡La sobrecogedora desnudez de la competitividad de Dylan! Lo que sintió fue: No nos engañemos, la victoria es muy dulce. La escena la ayudó a entender por qué Richard prefería andar con alguien tan poco musical como Walter en vez de con los modernos.
En el plano intelectual, Walter era a todas luces el hermano mayor y Richard su seguidor. Y sin embargo, para Richard, ser listo, como ser bueno, era sólo un aspecto secundario del gran esfuerzo competitivo. A eso se refería Walter al decir que no se fiaba de su amigo. Nunca pudo desprenderse de la sensación de que Richard le escondía algo; de que una faceta oscura de él se perdía en la noche para satisfacer motivaciones que él mismo se negaba a reconocer; de que estaba dispuesto a ser amigo de Walter siempre y cuando quedase claro que él llevaba la voz cantante. Richard era menos fiable que nunca cuando había una chica por medio, y Walter sentía celos de esas chicas por captar la atención de Richard más que él, aunque fuera sólo momentáneamente. El propio Richard nunca lo vio así, porque enseguida se cansaba de las chicas y siempre acababa dándoles la patada; siempre volvía a Walter, de quien no se cansaba. Pero Walter consideraba una deslealtad por parte de su amigo destinar tanta energía a andar detrás de gente que ni siquiera le caía bien. Esa actitud creaba en Walter una sensación de debilidad e insignificancia por el hecho de estar siempre disponible cuando Richard volvía. Lo atormentaba la sospecha de que él quería a Richard más de lo que Richard lo quería a él, y se esforzaba más que Richard por mantener la amistad.
La primera gran crisis se produjo durante el último curso de la universidad, dos años antes de que Patty los conociera, cuando Walter había perdido la cabeza por el nefasto personaje de segundo llamado Nomi. Según la versión de Richard (tal como Patty la oyó en su momento), la situación era muy clara: su amigo, sexualmente ingenuo, estaba siendo utilizado por una mujer despreciable sin ningún interés real por él, y Richard finalmente asumió la responsabilidad de poner en evidencia lo despreciable que era Nomi. en su opinión, la chica no merecía siquiera que compitieran por ella; no era más que un mosquito que aplastar. Pero Walter veía las cosas de manera muy distinta, y se enfadó tanto con Richard que se negó a hablar con él durante semanas. Compartían uno de esos apartamentos de dos habitaciones reservados para los estudiantes de último curso, y cada noche, cuando Richard llegaba y cruzaba la habitación de Walter de camino a la suya, más privada, se detenía para entablar una conversación unilateral que un observador desinteresado seguramente habría encontrado graciosa.
Richard: «Sigues sin hablarme. Esto es asombroso. ¿Cuánto tiempo va a durar?»
Walter: silencio.
Richard: «Si no quieres que me siente y te mire mientras lees, basta con que lo digas.»
Walter: silencio.
Richard: «¿Es interesante el libro? Yo diría que no pasas las páginas.»
Walter: silencio.
Richard: «¿Sabes cómo te estás comportando? Como una chica. Esto es lo que hacen las chicas. Es una idiotez, Walter. Empiezo a cabrearme.»
Walter: silencio.
Richard: «Si esperas que me disculpe, olvídalo. Te lo digo así de claro.Siento que estés dolido, pero tengo la conciencia tranquila.»
Walter: silencio.
Richard: «Tú ya sabes, imagino, que eres la única razón por la que sigo aquí. Si hace cuatro años me hubieras preguntado qué probabilidades había de que me sacara el título, te habría dicho que entre pocas y ninguna.»
Walter: silencio.
Richard: «En serio, estoy un poco decepcionado.»
Walter: silencio.
Richard: «Vale. Joder. Compórtate como una chica. Me da igual.»
Walter: silencio,
Richard: «Oye. Si yo tuviera un problema con la droga y tú me tiraras la droga a la basura, me cabrearía contigo, pero también entendería que pretendías hacerme un favor.»
Walter: silencio.
Richard: «Reconozco que la analogía no es perfecta, en el sentido de que en realidad yo consumí la droga, por así decirlo, en lugar de tirarla a la basura sin más. Pero tú eras propenso a una adicción muy dañina, mientras que para mí se trataba sólo de una actividad recreativa, y partiendo de la idea de que es una lástima desperdiciar una buena droga...»
Walter: silencio.
Richard: «De acuerdo, es una analogía tonta.»
Walter: silencio.
Richard: «Tiene gracia. Deberías reírte.»
Walter: silencio.
Al menos así lo imagina la autobiógrafa, basándose en el posterior testimonio de las dos partes. Walter mantuvo su silencio hasta las vacaciones de Pascua, cuando volvió a casa solo y Dorothy consiguió sonsacarle la razón por la que no había llevado a Richard. Debes aceptar a la gente tal como es —dijo Dorothy—. Richard es un buen amigo, y debes serle leal.» (Dorothy concedía gran importancia a la lealtad —daba sentido a su vida no muy agradable—, y Patty oyó a Walter reproducir esa amonestación a menudo; casi parecía atribuirle una trascendencia bíblica.) Walter señaló que el propio Richard había sido tremendamente
desleal
al quitarle la chica a la que quería, pero Dorothy, que tal vez había caído también bajo el hechizo katziano, adujo que no creía que Richard lo hubiera hecho con la intención de herirlo. «En la vida es bueno tener amigos —dijo—. Si quieres tener amigos, debes recordar que nadie es perfecto.»
Otro matiz molesto del asunto de las chicas era la circunstancia de que aquellas a las que Richard atraía eran casi invariablemente grandes fans de la
música
[*]
, y de que Walter, siendo el fan mayor y más antiguo de Richard, estaba en enconada competencia con ellas. Chicas que quizá de lo contrario habrían sido cordiales con el mejor amigo de un novio, o al menos tolerantes con él, tenían la necesidad de tratarlo
fríamente
, porque las fans de verdad siempre necesitan sentir una conexión única con el objeto de su admiración; por nimios e imaginarios que sean, protegen celosamente esos puntos de conexión que justifican la sensación de singularidad. Para las chicas, comprensiblemente, no había manera de estar más conectadas con Richard que acopladas en el coito con él, mezclando fluidos reales.
Veían a Walter como un insecto insignificante y molesto, pese a que era Walter quien había dado a conocer a Richard la obra de Antón von Webern y Benjamín Britten, era Walter quien había dado un marco político a sus primeras canciones más rabiosas, era Walter la persona a quien Richard en realidad quería de una manera significativa. Y si ya era de por sí bastante malo ser tratado con esa frialdad sistemática por chicas sexys, peor aún era la sospecha de Walter —confesada a Patty durante los años en que no tenían secretos el uno para el otro— de que en el fondo él no era distinto de esas chicas: de que también él era una especie de parásito de Richard, intentando sentirse más enrollado y mejor consigo mismo por medio de su conexión única con él. Y lo peor era su sospecha de que Richard lo sabía, y eso lo hacía sentirse mucho más solo y lo volvía mucho más cauto.
La situación fue especialmente ponzoñosa en el caso de Eliza, quien, no contenta con mostrarse indiferente a Walter, hacía lo indecible para que éste se sintiera mal. ¿Cómo podía Richard, se preguntaba Walter, seguir acostándose con una persona tan intencionadamente desagradable con su mejor amigo? Para entonces, Walter era ya lo bastante maduro para no recurrir a la táctica del silencio, pero sí dejó de prepararle la comida a Richard, y la principal razón por la que siguió yendo a sus bolos fue para poner de manifiesto su antipatía hacia Eliza y, más adelante, para intentar disuadir a Richard, a fuerza de avergonzarlo, de consumir la coca que ella le suministraba continuamente. Por supuesto, era imposible disuadir a Richard de nada a fuerza de avergonzarlo. Ni por aquel entonces ni nunca.
Lamentablemente, se desconocen los detalles de sus conversaciones acerca de Patty, pero la autobiógrafa se complace en pensar que no se parecían en nada a sus conversaciones acerca de Nomi o Eliza. Es posible que Richard instase a Walter a mostrarse más enérgico y decidido con ella, y que Walter respondiese con alguna parida como que la habían violado o iba con muletas, pero hay pocas cosas más difíciles de imaginar que las conversaciones de los demás sobre uno mismo. Lo que Richard sentía en privado hacia Patty, ella al final lo vio más claro (en esa dirección avanza la autobiógrafa, aunque muy lentamente). De momento, baste señalar que Richard emigró a Nueva York y se quedó allí, y que durante muchos años Walter estuvo tan ocupado construyendo su propia vida con Patty que en apariencia apenas lo echó de menos.
Lo que sucedía era que Richard estaba convirtiéndose más en Richard y Walter más en Walter. Richard se estableció en Jersey City, decidió que por fin ya no había riesgos en incorporar el alcohol a su vida social, y después, al cabo de un período que más tarde describió como«bastante disoluto», concluyó que sí, que sí había riesgos. Mientras vivió con Walter eludió la bebida, que había arruinado la vida de su padre, consumió coca sólo cuando pagaban otros y avanzó con paso firme en su música. Cuando se quedó solo, su vida fue un absoluto desastre durante bastante tiempo. Herrera y él tardaron tres años en reconstituir los
Traumatics
, con la rubia guapa y maltrecha, Molly Tremain, como covocalista, y en sacar a la luz su primer elepé,
Saludos desde el fondo del pozo de la mina
, con una discográfica minúscula. Walter fue al
Entry
para ver tocar al grupo cuando pasó por Minneapolis, pero a las diez y media de la noche ya estaba de vuelta en casa con Patty y Jessica, entonces un bebé, cargado con seis copias del elepé. Durante el día, Richard se había forjado un hueco en la construcción de terrazas de azotea para individuos de la clase acomodada del Bajo Manhattan que se sentían enrollados por andar en compañía de artistas y músicos, es decir, no les importaba si la jornada de trabajo empezaba a las dos de la tarde y acababa unas pocas horas después, y por tanto se tardaba tres semanas en completar un encargo de cinco días. El segundo disco del grupo,
Por si te ha pasado inadvertido
, pasó tan inadvertido como el primero, pero el tercero,
Esplendor reaccionario
, lo grabaron con un sello menos minúsculo y salió en varias listas de los diez mejores discos del año. Esta vez, cuando Richard visitó Minnesota, telefoneó con antelación y pudo pasar la tarde en casa de Patty y Walter con la educada pero aburrida y en general silenciosa Molly, que era o no su novia.
Esa tarde —en la pequeñísima medida en que lo recuerda la autobiógrafa— fue grata como pocas para Walter. Patty estaba desbordada por los niños y sus propios intentos de inducir a Molly a pronunciar polisílabos, pero Walter pudo alardear de todas las reformas que hacía en la casa, y de los hermosos y enérgicos vástagos que había concebido con Patty, y contemplar a Richard y Molly mientras degustaban la mejor comida de toda su gira y, no menos importante, obtener de Richard abundantes datos sobre el ambiente de la música alternativa, datos a los que Walter daría buen uso en los meses posteriores, comprando los discos de todos los artistas que Richard había mencionado, poniéndolos mientras trabajaba en las reformas, impresionando a sus vecinos y colegas varones que se las daban de estar en la onda musicalmente, y sintiendo que tenía lo mejor de ambos mundos. Ese día, el estado de la rivalidad entre ellos fue muy satisfactorio para él. Richard era pobre y estaba apagado y flaco, y su pareja era rara y desdichada. Walter, ahora incuestionablemente el hermano mayor, podía relajarse y disfrutar del éxito de Richard como algo accesorio al suyo propio, algo que estimulaba y daba realce a su imagen de tío enrollado.