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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Historia

Los griegos (35 page)

BOOK: Los griegos
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El último de los astrónomos griegos fue Claudius Ptolemaeus, comúnmente conocido en castellano por Tolomeo. Pero no tenía parentesco con los reyes macedonios de Egipto. Vivió por el 150.

Tolomeo adoptó el modelo de universo que había elaborado Hiparco y agregó sus propias mejoras. Su mayor importancia reside en el hecho de que todos los libros de Hiparco se han perdido, mientras que los de Tolomeo subsisten. Durante los catorce siglos siguientes, los libros de Tolomeo fueron los textos básicos de astronomía, por lo que el sistema de universo centrado en la Tierra es llamado el «sistema tolemaico».

Tolomeo también escribió sobre geografía y aceptó la cifra de Posidonio de 29.000 kilómetros para la circunferencia de la Tierra , en lugar de la cifra correcta de Eratóstenes, de 40.000 kilómetros. La cifra menor fue aceptada hasta los comienzos de los tiempos modernos; en verdad, cuando Colón propuso navegar hacia el Oeste para llegar a Asia, pensaba en un viaje de 5.000 kilómetros, sobre la base de las cifras de Tolomeo. Si hubiese sabido que había 18.000 kilómetros hasta Asia, quizá no habría emprendido el viaje.

El último de los biólogos griegos fue Galeno, nacido en Pérgamo alrededor de 130 a. C. En 164, se estableció en Roma, donde fue médico de la corte de los emperadores durante un tiempo.

Los mejores trabajos de Galeno fueron los concernientes a la anatomía. Como la disección de seres humanos había adquirido mala reputación, Galeno trabajó con animales. Elaboró una teoría general del funcionamiento del cuerpo humano que fue la más avanzada del mundo antiguo y constituyó la base de la ciencia médica durante los trece siglos posteriores a su muerte.

El último matemático griego de alguna importancia fue Diofanto, que trabajó en Alejandría por el 275. Dejó de lado la especialidad griega de la geometría e hizo los primeros avances hacia el álgebra.

La ciencia griega recibió también la influencia del saber de otras tierras (como había ocurrido siempre, en verdad). De Egipto, los griegos recogieron el antiguo saber de esa tierra sobre el estudio de la estructura de las substancias y los métodos para transformar una sustancia en otra. Los griegos llamaron a esta ciencia chemeia (palabra derivada, quizá, del nombre que los egipcios daban a su país, Khem). Esta ciencia fue la antecesora de nuestra química. Alrededor del 300, un experimentador griego de la khemeia, Zósimo, escribió una serie de volúmenes entre los que resumía los conocimientos griegos en este campo.

Entre los historiadores griegos de la Época Romana, se contaba Diodoro Sículo, quien vivió en tiempos de Julio César. Escribió una historia en cuarenta libros, de los que sólo subsisten del primero al cuarto y del once al veinte. Buena parte de la información que poseemos sobre los diádocos proviene de Diodoro.

Un autor mucho más importante fue Plutarco, de Queronea. Nació alrededor del 46 y se le conoce sobre todo por sus biografías. Ansioso de demostrar que los griegos habían tenido sus grandes hombres tanto como los romanos, escribió una serie de «Vidas Paralelas», en las que cada personaje griego es comparado y contrastado con uno romano. Así, trazó un paralelo entre Alejandro y Julio César en el que examina sus semejanzas y sus diferencias. El estilo de Plutarco es tan agradable que sus chismosos relatos sobre grandes figuras históricas constituyen una buena lectura hasta el día de hoy. Otro biógrafo fue Arriano, de Nicomedia. Nació hacia el 96 y su obra más importante es una biografía de Alejandro Magno. Se basaba en la obra testimonial de Tolomeo Soter (ahora perdida) y es la más fiable historia que tenemos de las hazañas del gran Alejandro.

Mencionemos, por último, a Diógenes Laercio, de quien no sabemos nada excepto que vivió por el 230. Reunió una colección de biografías y dichos de los antiguos filósofos. Realmente, es poco más que un álbum de recortes, y no muy bueno, pero es importante porque ha sobrevivido en su mayor parte y es todo lo que tenemos sobre muchas de las grandes figuras del pensamiento griego.

El triunfo del cristianismo

La filosofía griega mantuvo su importancia durante el período de la Paz Romana. En particular, el estoicismo llegó a la cima de su popularidad.

Fue enseñado al mundo romano con gran éxito por un filósofo griego, Epícteto. Este nació en Hierápolis, ciudad del interior de Asia Menor, hacia el 60. Fue esclavo en su vida temprana, pero luego fue liberado y en su edad adulta vivió en Nicópolis. Esta ciudad, cuyo nombre significa «Ciudad de la Victoria», había sido fundada por Augusto un siglo antes, cerca de donde se libró la batalla de Accio.

Al igual que Sócrates, Epícteto no puso por escrito sus enseñanzas, pero sus discípulos (Arriano era uno de ellos) difundieron sus ideas.

El emperador Marco Aurelio, que reinó de 161 a 180, creyó en la doctrina estoica y actuó de acuerdo con ella, por lo que es llamado «el Emperador Estoico». Fue uno de los hombres más bondadosos y civilizados que hayan estado en una posición de poder absoluto. Sin embargo, su reinado marcó el fin de los buenos tiempos del Imperio Romano.

A Marco Aurelio le seguiría una serie de emperadores crueles o incompetentes. Tribus no civilizadas atacaron las fronteras del Imperio, las legiones romanas impusieron emperadores títeres, y las revueltas y las guerras civiles se hicieron comunes. En suma, la Paz Romana terminó y el Imperio inició una prolongada decadencia.

En parte a causa de esta decadencia y de las crecientes penurias que engendró, el pueblo del mundo antiguo halló insatisfactorias las secas creencias del estoicismo y de la filosofía griega en general. Necesitaba algo más emocional, algo que brindase un objetivo superior que pudiese ser alcanzado en este mundo y que contuviese mayores promesas de una gloriosa liberación de la vida dura, antes y después de la muerte.

Las religiones de misterios fueron una respuesta a esos anhelos, pero del Este no griego llegó una serie de religiones que ofrecían más estímulos y esperanzas que los misterios griegos. Entre ellas se contaban el culto de Isis tomado de Egipto; el de Cibeles, de Asia Menor, y el de Mitra, de Persia.

La respuesta de la filosofía griega a la creciente importancia de estas religiones orientales la dio Plotino, nacido en Egipto por el 205. Sus enseñanzas comenzaron con el platonismo, la filosofía de Platón, pero le incorporó muchas ideas místicas que se asemejaban a las de las religiones orientales. Así, el «neoplatonismo» fue una mezcla de filosofía griega y cultos orientales de misterios.

Pero el neoplatonismo no tenía la fuerza y el atractivo de la nueva y revolucionaria religión que estaba invadiendo el mundo romano. Hombres como Pablo y los que vinieron después de él podían morir por sus creencias, pero continuaban predicando el Evangelio, y el cristianismo siguió ganando fuerza hasta que la mitad de la población del Imperio fue cristiana. Finalmente, en 313, Constantino I, que reinó de 306 a 337, adoptó el cristianismo como religión oficial del Imperio Romano.

Hubo un último intento de resurgimiento del paganísmo. En 361, Juliano, sobrino de Constantino, fue hecho emperador. Aunque recibió una educación cristiana, era un admirador de los antiguos. Su sueño era restaurar los días de Platón y, cuando fue emperador, trató de hacerlo.

Proclamó la libertad religiosa y quitó al cristianismo su posición de religión oficial del Imperio. Había sido iniciado en los Misterios Eleusinos y caminaba por Atenas con trajes antiguos, hablando con los filósofos.

Pero, por supuesto, esto no tenía futuro. No podía imponerse la supremacía de la filosofía griega, como no podía volverse a la vida a Platón. Juliano murió en combate, en 363, y el cristianismo fue restablecido como religión oficial. Desde entonces, ésta ha sido la religión dominante del mundo occidental.

Una vez que el cristianismo recuperó el poder oficial, el paganismo se acercó rápidamente a su fin. Los seguidores de ambas corrientes de pensamiento chocaron en enconados motines que estallaban en diversas partes del Imperio. En 415, esos motines provocaron serios daños en la Biblioteca de Alejandría. Esta ciudad dejó de ser un centro del saber griego y también la ciencia griega llegó a su fin.

También desaparecieron otros símbolos antiguos de la cultura griega. Los juegos Olímpicos se llevaron a cabo por última vez en 393. Luego, por un edicto del emperador Teodosio I, fueron eliminados, después de casi doce siglos de existencia. La gran estatua de Zeus, que Fidias había esculpido ocho siglos antes, fue quitada, y un incendio la destruyó en 476.

Las diversas religiones rivales fueron desapareciendo gradualmente, y los viejos templos fueron derribados o convertidos en iglesias. El Partenón, por ejemplo, fue convertido en una iglesia, y la estatua de Atenea quitada de él y hecha desaparecer.

El golpe final se dio en 529, cuando el emperador Justiniano cerró la Academia de Atenas, la Academia que había fundado Platón nueve siglos antes. Los maestros paganos tuvieron que marcharse a Persia (la antiquísima enemiga se había convertido en refugio ahora), y fue borrado el último rastro de la vida griega precristiana.

Sin embargo, Grecia subsistió. Los libros que había creado, su arte, su arquitectura y sus tradiciones estaban aún allí. Si el mundo mediterráneo era ahora cristiano, el cristianismo, sobre todo en la parte oriental del Imperio Romano, se fundó en cimientos griegos. La cultura griega había sido modificada por el cristianismo, pero no destruida.

En verdad, la declinación del Imperio Romano liberó a la parte oriental del Imperio y permitió que la variedad griega del cristianismo adquiriese una gran importancia. Esto ocurrió del siguiente modo.

El Imperio Romano había decaído constantemente desde la época de Marco Aurelio y, para mantenerlo, el emperador Diocleciano, que reinó de 284 a 305, decidió que se necesitaba más de un hombre para la tarea. En 285 dividió el Imperio en dos mitades, una occidental y otra oriental. Puso a un colega al frente del Imperio Occidental, mientras él se hizo cargo del Imperio Oriental.

En teoría, los dos emperadores cooperaban y gobernaban juntos un solo Imperio. En realidad, a veces un emperador obtenía la supremacía en ambas mitades, aun después de la época de Dioclecíano. Pero cada vez más se tuvo la sensación de que esa división era natural. La línea divisoria era el mar Adriático. La mitad occidental, incluyendo Italia, hablaba latín y era fuertemente romana en sus tradiciones. La mitad oriental, que incluía a Grecia, hablaba griego y sus tradiciones eran vigorosamente griegas.

Constantino I, el primer emperador cristiano, gobernó todo el Imperio, pero comprendió que la mitad oriental era más rica y valiosa. Por ello decidió establecer su capital allí. Reconstruyó y amplió la vieja ciudad de Bízancio, sobre el Bósforo y la rebautizó con el nombre de Constantinopla («la ciudad de Constantino»). Se convirtió en su capital en 330 y llegó a ser la más grande y más poderosa ciudad de habla griega de todos los tiempos.

El último emperador que gobernó todo el Imperio fue ese mismo Teodosio que puso fin a los Juegos Olímpicos. Después de su muerte, ocurrida en 395, el Imperio quedó dividido en forma permanente.

Durante el siglo siguiente, el Imperio Romano sufrió repetidamente las invasiones de los bárbaros, y, en 476, Rómulo Augústulo, el último de los emperadores occidentales, fue obligado a abdicar. Ningún emperador reinó en Roma en lo sucesivo, y a este hecho se alude cuando se habla de «la caída del Imperio Romano».

Pero el Imperio Romano de Oriente capeó el temporal y se mantuvo en existencia, con una serie de emperadores que iban a gobernar en una sucesión ininterrumpida durante casi mil años más, pero rompió, políticamente, con Occidente, y siguió cada vez más su propio camino. Hasta su cristianismo siguió un camino independiente. En Occidente los cristianos aceptaron la conducción del obispo de Roma, a quien se llamó Papa.

En cambio los cristianos del Imperio Romano de Oriente consideraban que su jefe espiritual era el Patriarca de Constantinopla. Hubo continuas querellas entre las dos ramas de la Iglesia y, finalmente, en 1054, se separaron completamente. Desde entonces, la iglesia occidental fue la «Iglesia Católica Romana», y la oriental la «Iglesia Ortodoxa Griega».

Ambas Iglesias trabajaron para convertir a los paganos del Norte, antes y después de la escisión final. La Iglesia Ortodoxa Griega obtuvo su mayor victoria cuando convirtió no sólo a los búlgaros y servios de la península balcánica, sino también a los rusos de las grandes llanuras situadas al norte del mar Negro. Los rusos fueron ortodoxos desde entonces, y esto contribuyó a separarlos de la Europa Occidental católica, hecho que ha tenido importantes consecuencias hasta el día de hoy.

El advenimiento del Islam

El Imperio Romano de Oriente no era todo de tradición griega. Partes de él, como Egipto y Siria, tenían tradiciones propias que se remontaban mucho más atrás en el tiempo, y la cultura griega cubrió esta vieja tradición, pero tenuemente. Los egipcios y los sirios hasta diferían en sus versiones del cristianismo y no creían en todos los dogmas afirmados por Constantinopla y las regiones de cultura totalmente griega, es decir, Grecia y Asia Menor.

Por ello, los invasores extranjeros hallaron relativamente fácil ocupar Siria y Egipto. Sus habitantes tendían a considerar a los invasores con ojos no tan adversos como el gobierno de Constantinopla.

Esto se demostró por primera vez en relación con una renovación de un antiguo peligro proveniente del Este. El Reino Parto, que estaba al este de Siria, nunca había sido conquistado por los romanos, pero cayó presa de las guerras civiles. En 226 subió al poder un nuevo linaje de monarcas. Eran persas llamados Sasánidas, por el abuelo del primer rey de este linaje, que se llamaba Sasán.

Siguió a esto una práctica recreación del Imperio Persa tal como había sido seis siglos antes, sólo que las partes más occidentales del viejo imperio estaban bajo la dominación de Roma.

Durante cuatro siglos, romanos y persas libraron frecuentes guerras, sin que unos u otros obtuviesen una victoria decisiva. Luego, en 590, subió al trono persa Cosroes II. Sus guerras contra el Imperio Romano de Oriente tuvieron un asombroso éxito. En 603 inició la conquista de Asia Menor. En 614 tomó Siria, en 615 Judea y en 616 Egipto. En 617 estaba del otro lado del estrecho del Bósforo, a kilómetro y medio de la misma Constantinopla.

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