Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros (46 page)

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Authors: John Steinbeck

Tags: #Histórica, aventuras, #Aventuras

BOOK: Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros
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En cuanto al método exacto que he de utilizar, está comenzando a cobrar forma en mi cabeza, pero no creo que tenga suficiente redondez como para discutirlo ahora, aunque habrá muchas discusiones antes que yo empiece a trabajar activamente en el otoño. Me parece que además de los sueños diurnos y nocturnos que me provoca el libro, mi primera tarea consiste en concluir mis investigaciones sobre la Edad Media y en recoger el material que no logré obtener en mi viaje a Inglaterra.

Voy a hablar con Chase sobre la posibilidad de que él se reúna conmigo en Inglaterra porque pienso que cuatro ojos ven más que dos, y dos carpetas de informes pueden ser amalgamadas en una sola cosa.

Mi propósito consiste en verterlo a un lenguaje que sea comprensible y aceptable para el lector de hoy. Creo que hacer esto no sólo es importante sino también muy práctico, puesto que estas historias configuran, junto con el Nuevo Testamento, el fundamento de casi toda la literatura moderna de habla inglesa. Y puede demostrarse y habrá de demostrarse que el mito del rey Arturo perdura aún en el presente y que es parte inherente de lo que denominan
western
que tanto abunda en la televisión en nuestros días: los mismos personajes, los mismos métodos, las mismas anécdotas, sólo que hay armas levemente diferentes y por cierto una diferente topografía. Pero si cambias a los indios y los pistoleros por los sajones y los pictos y los daneses, tienes exactamente la misma historia. Tienes el culto del caballo, el culto del caballero. Los parangones con el presente no son muy forzados, y además las incertidumbres de la época presente se asemejan mucho a las incertidumbres del siglo quince.

En realidad, se trata de una suerte de nostálgico regreso a los viejos tiempos. Creo que Malory hizo lo mismo, y creo que lo mismo hacen quienes escriben para la televisión… exactamente la misma cosa, y, lo que llama la atención, descubriendo exactamente iguales, símbolos y métodos.

Así vemos que el trabajo que me propongo no es necesariamente una pieza de época, y no ciertamente una obra especializada, sino una obra con proyecciones a la época presente y definidamente arraigada en nuestra literatura viva.

A ERO Y CHASE - NUEVA YORK, 14 DE MARZO DE 1958

Las compulsiones parecen tener algo de necesario. La otra noche estaba despierto, deseando poder llegar a Malory con una andanada de piedras arrojadizas y de flechas —lo cual no es muy probable que ocurra— y súbitamente reflexioné que siempre había trabajado mejor bajo compulsiones de uno u otro tipo —la pobreza, la muerte, la confusión emocional, los divorcios—, siempre algo. En realidad los únicos momentos realmente improductivos que puedo recordar son aquellos en los que no hubo compulsiones. Si algo significa mi enumeración, es que las compulsiones son necesarias para mi supervivencia creativa, un pensamiento poco decoroso y hasta morboso, pero así es. De modo que posiblemente seria mejor que rogara no por la tranquilidad sino por la hambruna, la plaga, la catástrofe y el desastre económico. Entonces es probable que trabajara como un infeliz. Lo digo con relativa seriedad.

Se ha dado un curioso estado de suspensión, una especie de sensación flotante parecida al bogar de una canoa en un lago neblinoso mientras figuras espectrales e imprecisas, criaturas de niebla, pasan a mi lado, a medias reconocibles y sólo visibles parcialmente. Seria razonable resistirse a esta vaguedad, pero por alguna razón que más tarde consignaré, no lo hago.

Está muy bien evocar la Edad Media desde una posición de superioridad. La historia, o parte de ella, ha concluido. Sabemos —hasta cierto punto— qué ocurrió y por qué y quiénes y cuáles fueron las causas. Este conocimiento circula, por supuesto, a través de espíritus cuya experiencia en nada se asemeja a la de un espíritu de la Edad Media. Pero el escritor de la
Morte
no sabia qué había pasado, qué estaba pasando, o qué iba a pasar. Estaba atrapado como hoy lo estamos nosotros. En el desamparo… ignoraba si al fin y al cabo vencería York o Lancaster, y también ignoraba que éste era el menos importante de sus problemas. Debe haber sentido que el mundo económico estaba desquiciado, desde que la autoridad de los señoríos se disipaba. Las revueltas de los siervos subhumanos deben haberle causado consternación. Había tantos rumores sobre un cisma religioso que el caos impensable de la incertidumbre eclesiástica debió colmarlo de inquietud.

Sin duda sólo podía esperar esos cambios, que hoy juzgamos saludables, con aterrada aprensión.

Y a partir de este diabólico tumulto de cambios —tan parecido al de hoy— trató de crear un mundo de orden, un mundo de virtud gobernado por fuerzas que le resultaban familiares. ¿Y con qué material contaba para construirlo? No con anaqueles de fuentes librescas bien ordenadas, ni siquiera con las crónicas públicas de su época, ni con ninguna certeza cronológica, pues no existía nada semejante. Ni siquiera disponía de un diccionario en cualquier idioma. Acaso tenía unos pocos manuscritos, un misal, quizá los Poemas Aliterativos. Aparte de esto, sólo contaba con su memoria y sus esperanzas y sus intuiciones. Si no podía recordar una palabra, tenía que usar otra o inventar una.

¿Y en qué consistían sus recuerdos? Les digo en qué consistían. Recordaba partes y fragmentos de lo que había leído. Recordaba la profunda y terrible floresta y el limo de los pantanos. Recordaba sin evocarlas, o las evocaba sin recordar, historias relatadas junto al fuego de la residencia señorial por troveros de Bretaña; pero también conservaba los relatos narrados por la noche en el corral de ovejas por un pastor cuyo padre había estado en Gales y había escuchado leyendas britonas colmadas de maravilla y misticismo. Quizá conservaba en la mente algunas de las tríadas y también algunos de los versos de los poemas de oculto significado que sobrevivieron en él porque las palabras y las imágenes eran apremiantes y le hablaban a su inconsciente, aunque el significado exacto se hubiese perdido. El escritor también contaba con un cielo colmado por una historia nebulosa, que en vez de un orden temporal tenía gentes y hechos que coexistían simultáneamente. Entre ellos había amigos, parientes, reyes, viejos dioses y héroes, fantasmas y ángeles, y cantidades de sentimientos y tradiciones perdidas y redescubiertas.

Y por fin se tenía a si mismo como material literario; sus vicios y fracasos, sus esperanzas y furores y temores, sus inseguridades frente al futuro y sus perplejidades frente al pasado. Cada persona y cada acontecimiento que había conocido estaban en él. Y también estaban sus enfermedades: siempre el dolor de estómago, pues la alimentación de su época era perjudicial para la salud, quizás una mala dentadura —una dificultad universal—, acaso los restos de una sífilis contenida o los vestigios de la viruela anidando en genes deformes. Tenía la estructura de la iglesia, firme y sin cuestionar, melodías que flotaban en su memoria, una observación inconsciente de la naturaleza, dado que la observación intencionada es una facultad reciente. Tenía todo el saber popular acumulado en su época —magia y adivinación, predicción y profecía, la brujería con sus medicinas—. Todas estas cosas no sólo están en el escritor de la
Morte
: son el escritor.

Pasemos ahora a considerarme a mi; soy el escritor que debe escribir al escritor tanto como a la
Morte
. ¿Por qué ha sido necesario leer tanto, cuando buena parte de ello es muy probable que no se use? Me parece necesario para mí saber todo lo que pueda sobre lo que sabia Malory y sobre sus probables sentimientos, pero también me es necesario estar alerta sobre lo que él no sabía, no pudo haber sabido y no pudo haber sentido. Por ejemplo, si no supiera algo sobre la condición y las actitudes hacia los villanos y siervos medievales por parte de sus contemporáneos, no podría haber comprendido la total falta de compasión de Malory hacia ellos. Uno de los más grandes errores en la reconstrucción de otra época reside en nuestra tendencia a considerarla como si los sentimientos y las actitudes fueran iguales a los nuestros. En realidad, sin estudios considerables por parte de un hombre de nuestros días, en caso de que lo confrontaran con un hombre del siglo quince, no habría comunicación posible. Creo que un hombre moderno puede comprender, mediante el conocimiento y la disciplina, a una mente del siglo quince, y, hasta cierto punto, vivir en ella, pero lo inverso seria completamente imposible.

No creo que ninguna de las investigaciones de este proyecto haya sido en vano, pero si bien puede que no llegue a comprender la mente de Malory en su totalidad, al menos sé qué es lo que él
no
podía pensar o sentir.

Teniendo en cuenta lo que precede, queda claro que lo contrario va a ser bastante difícil. Al traducir, no puedo comunicar la totalidad de la
Morte
porque la mente moderna, sin grandes conocimientos y una empatia intratemporal, es totalmente incapaz de comprender una buena parte. En tal caso, sólo valdrá recurrir a los paralelos. Es posible que pueda evocar una emoción o imagen
similar
, aunque no una idéntica.

Ahora veo con claridad las dificultades de este trabajo. Pero no hay que olvidar los puntos favorables. Hay una permanente tradición folklórica que pasó de generación en generación sin perderse. Este cuerpo mitico ha cambiado muy poco en lo esencial, aunque su ropaje pueda variar de periodo a período y de lugar a lugar. Y dentro de la leyenda existe la seguridad de la identificación, casi un conjunto de reacciones a determinados estímulos mentales.

Tampoco han cambiado los impulsos y los anhelos de la gente. El auténtico deseo de un hombre es tener riquezas, comodidad, fama y amor. A estos fines consagra todos sus afanes y casi todas sus energías. Sólo cuando se ve frustrado en ellos cambia de dirección. Dentro de esta estructura, el escritor de la
Morte
y yo y quienes lean mi trabajo podemos comunicarnos con libertad.

A CHASE - LONDRES, MAYO DE 1958

¡Bienvenido al Londres del siglo quince! Acabamos de pasar dos días y medio paseando con Vinaver. No pudimos conseguir reservaciones para Winchester para esta noche a causa de una exposición agrícola, así que iremos allí a primera hora de la mañana para que Vinaver pueda mostrarle el manuscrito a John. Almorzaremos allí con el bibliotecario, veremos el manuscrito y regresaremos a Londres. Te llamaremos
apenas
estemos de vuelta, probablemente a eso de las 6.30.

Hemos proyectado una Bienvenida-Malory a Chase Horton, una Cena de Rememoración
[7]
para mañana a la noche (miércoles): los Watson, los Vinaver, nosotros y tú. Espero que no estés muy fatigado; los Vinaver deben regresar a Manchester el jueves a primera hora de la mañana y ésta es su única oportunidad de conocerte. Tomaremos un trago aquí en casa y luego cenaremos abajo en el Grill.

¡Estoy ansiosa por verte!

Besos de los dos,

Elaine

Miérc. por la mañana

Acabo de recibir el cable. Espero que vengas no importa a qué hora.

E.

A ERO - NUEVA YORK, 7 DE JULIO DE 1958

Creo que esta carta señala una especie de hito, en vez de limitarse a ser un informe, aunque también cumplirá esa función. Por lo que puedo apreciar, la prolongada y ardua investigación con vistas a mi nuevo trabajo sobre la
Morte d'Arthur
está casi concluida. Es decir, nunca puede estar concluida, pero ha sonado la hora de ponerse a trabajar con la escritura del texto.

Sé que estás al tanto de los cientos de libros comprados, alquilados y consultados, de los microfilms de manuscritos inaccesibles para el estudio, de la inagotable correspondencia entablada con especialistas, y finalmente de los dos viajes a Inglaterra y uno a Italia para descubrir nuevas fuentes de información y para familiarizarme con los escenarios reales que deben haber influido sobre Malory. Algunos de los lugares no sufrieron cambios desde que él los conoció en el siglo quince, y en los otros era necesario conocer el terreno y la atmósfera, las características de la hierba y el tipo de luz que había día y noche. Un escritor sufre una profunda influencia de cuanto lo rodea y me pareció que no podía conocer al hombre Malory a menos que conociera los lugares que él había visto y los escenarios que deben haber influido en su vida y sus escritos.

De los especialistas de todo el mundo he recibido una buena acogida y estímulos, particularmente del doctor Buhíer de la Biblioteca Morgan y del profesor Vinaver de la Universidad de Manchester. Toda la gente que puso a mi alcance sus conocimientos a la vez que sus libros y manuscritos recibirá mi agradecimiento en un prefacio especial, naturalmente, pero ahora quiero hacer mención de la enorme tarea que Chase Horton afrontó en relación con este proyecto. No sólo descubrió, compró e inspeccionó centenas de libros y manuscritos sino que su genio para la investigación ha indicado orientaciones y fuentes que dudo mucho podría haber hallado sin su colaboración. Recién concluido el viaje a Inglaterra, su trabajo, su organización y su penetración han sido invalorables. Déjame repetirtelo, no creo que podría haber realizado el trabajo o logrado la comprensión del tema que espero haber logrado de no contar con su ayuda.

Ahora que me aproximo a la escritura del texto debo admitir cierta inquietud que se parece al miedo. Una cosa es recoger información y otra muy distinta es darle una forma definitiva. Pero ha llegado el momento. Planeo empezar ahora, y, al margen de los accidentes y las interrupciones normales provocadas por la salud y los deberes familiares, proseguir tan rápidamente como mis conocimientos y mi capacidad me lo permitan.

He dedicado muchas reflexiones al método y finalmente he llegado a la conclusión de que el siguiente será el mejor método básico. Sólo hay una
Morte d'Arthur
completa en existencia, la primera edición de Caxton de la Biblioteca Morgan de Nueva York. Por supuesto está el manuscrito de Winchester College en Inglaterra, que es anterior, y que, salvo por la desgracia de faltarle ocho hojas al final, podría ser la fuente más confiable. Dadas las circunstancias, todo trabajo sobre Malory debe basarse en una combinación de estos dos ejemplares. No sólo he visto y examinado los dos originales sino que cuento con un microfilm de ambos, y estas dos fuentes han de constituir mi base para la traducción. Tengo el microfilm del Caxton por cortesía de la Biblioteca Morgan, y el manuscrito Winchester gracias a la Biblioteca del Congreso. Éste es, pues, el material básico para mi traducción.

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