Lugares donde se calma el dolor (10 page)

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Authors: Cesar Antonio Molina

Tags: #Relato, Viajes

BOOK: Lugares donde se calma el dolor
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El parque es una muestra de grandes especies arbóreas y compite con otro extraordinario jardín, el de la Villa Whitaker, en la zona de Malfitano, en Palermo. La isla de Sicilia dispone de grandes y magníficos jardines y parques. Recordemos el famoso Jardín de los Sencillos de Nicolo Gervasi, entre los primeros de Palermo (XVIII), y el del príncipe de la Católica en tierras de Misilmeri, también el jardín de Porta d'Ossuna, de Francesco Gastone, el del príncipe de Gelati, el del príncipe de Pandolfina en I Coli y el del barón Giaconia en Terre Rosse. El príncipe de Butera y el duque de Serradifalco poseían un jardín botánico en la Olivuzza y el mismo soberano Francisco I mandó plantar un herbario en la Villa de Boccadifalco. Fulco della Cerda, en el ya citado libro de memorias,
Una infancia siciliana
, recuerda la existencia de una gigantesca toronja de muchos años, cuando esta planta era totalmente desconocida en Sicilia, hasta el punto que se creía que sus frutos eran venenosos.

El camino del príncipe de Salina y el padre Pirrone pasa por la Villa Airoldi; la Villa Ranchibile, «dejó atrás Terrerosse y los huertos de Villafranca, entró en la ciudad por la Porta Maqueda». La Villa Airoldi está en la Piazza dei Leoni, número 9. De gusto neoclásico, fue levantada a finales del siglo XVIII por los hermanos Airoldi, uno de ellos alto magistrado del reino. Los salones nobles fueron pintados al fresco por Giuseppe Crestadoro:
La presentación de Psiche a Zeus y El concilio de los dioses
(1781). No muy alejada de estas villas se encuentra la de Boscogrande, en la Via Tommaso Natale, que Visconti la utilizó para algunas escenas de exteriores. Tiene una magnífica escalera de doble rampa. Fue construida en la primera mitad del XVII por el duque de Montalbo, Giovanni Maria Sammartino. Una heredera de esta familia se casó con un Boscogrande y de ahí su actual nombre. Hay pinturas paisajísticas atribuidas a la pintora japonesa Otamá Kiyohara, que residía en Palermo por aquellas fechas.

El príncipe de Salina deja al padre Pirrone en la Casa Profesa de los padres jesuitas, sita junto a la iglesia del Gesu, en la Piazza Casa Profesa. Esta iglesia es una de las más bellas de Palermo. Sufrió algunos destrozos importantes durante la segunda guerra mundial. Su decoración barroca es delirante y está repleta de capillas con magníficas obras de arte de carácter religioso. La Casa Profesa se levantó sobre un palacio. Con la expulsión de los jesuitas pasó a ser, desde el año 1767, la Pubblica Biblioteca del Senato, ahora una biblioteca pública. Contiene manuscritos, incunables, documentos históricos y primeras ediciones de gran valor; así como una estupenda galería pictórica con los retratos de los personajes más importantes de la isla. En el primer piso está el Oratorio del Sabato, decorado por Procopio Serpotta.

Después de dejar a su alcahuete, el padre Pirrone, el príncipe de Salina, en el coche de caballos, se encamina hasta la Cala, en el viejo puerto pesquero. Frente a la iglesia de Santa Maria della Catena se refugia en una humilde casa, donde lo espera su amante, Mariannina. «Soy un pecador, lo sé, doblemente pecador, ante la ley divina y ante el amor humano de Stella. Sin duda, mañana me confesaré al padre Pirrone», y añade Don Fabrizio: «Todavía soy un hombre vigoroso; ¿cómo hago para contentarme con una mujer que, en la cama, se santigua cada vez que voy a abrazarla y que, luego, en los momentos de mayor emoción sólo sabe decir: “Jesús María!”?». La Piazza Marina está junto a la iglesia de Santa Maria Della Catena, un edificio del siglo XVI, en estilo gótico catalán. Se levanta en lo alto de una bellísima escalinata con un pórtico de tres grandes arcos, decorados con las esculturas de Vincenzo Gagini. Desde este lado del antiguo puerto palermitano se echaba una cadena hasta la otra orilla para cerrar la embocadura e impedir el paso de naves indeseadas. La iglesia está en la pequeña plaza de la Dogana (la aduana), donde aún se conservan esas casas humildes de los pescadores de los tiempos del príncipe de Salina. Al inicio del siglo XVI, la Cofradía de la Virgen de la Cadena entregó la iglesia a los padres teatinos (orden religiosa fundada en el año 1524 por los sacerdotes Tiene y Caraffa. Este último fue obispo de Teato (hoy Chieti). La orden levantó su sede junto a la iglesia, hoy convertida en el Archivo de Estado. A la derecha hay cuatro bellísimas capillas barrocas con frescos de Olivio Sozzi (1743) y diversos sepulcros que contienen los restos mortales de personajes de esos siglos. En la capilla principal está la Virgen de la Cadena. Aquí apareció el fresco de una virgen pintado en el siglo XIV.

Desde Santa Maria della Catena se llega en pocos pasos hasta la Via Butera, número 28, donde está el Palazzo Lanza Tomasi, del siglo XVIII. En él vivió Lampedusa los últimos años de su vida. Hoy pertenece a su hijo adoptivo, Gioacchino Lanza Tomasi. Aquí se encuentra depositada la magnífica biblioteca del escritor. La gran puerta de entrada y la fachada principal son del siglo XVIII. Al lado está otro palacio cuya fachada también pertenece almismo siglo. Era donde se encontraba el Albergo della Trinacria. En la novela, allí muere el príncipe de Salina. Hoy, totalmente rehabilitado, está dividido en apartamentos. Ambos edificios se alzan sobre una pequeña colina situada justo delante de la bahía de Palermo y del antiguo puerto. En otro tiempo debió pasar por estos mismos lugares la muralla. El mar se sigue viendo pero a una mayor distancia, dado que se le ganó terreno con los escombros de las casas y palacios destruidos por los bombardeos de la segunda guerra mundial, para construir una amplia avenida y un generoso jardín. El príncipe de Salina se muere tras haber recibido el viático. En principio lo pensó rechazar. Lo trae un sacerdote, probablemente dominico, dado que acude de la vecina iglesia de Santa Maria della Pietá, perteneciente a esta orden religiosa. Al finalizar la Via Butera, se inicia la Via Torremuzza que se cruza con una de las calles más características del casco histórico, la Via Alloro, que baja hasta el mar. En este cruce está la iglesia de la Pietá, levantada a finales del siglo XVII. El Palazzo Abatellis, hoy Galeria Regionale Bella Sicilia, es vecino. Abatellis fue quien cedió terreno a los dominicos para ampliar la iglesia y levantar un convento. Las obras estuvieron a cargo de Andrea Cirrincione y Gaspare Guercio. La iglesia fue remodelada a mediados del siglo XVIII por Giacomo Amato. La fachada actual, así como los deslumbrantes interiores, los conoció Don Fabrizio. Una escalinata apoya una fachada de dos pisos sostenidos por columnas. El primero, más ancho y fornido, contiene las hornacinas de los santos dominicos; mientras que el segundo, más estrecho y frágil, es el que da la sensación de movimiento. Sobre la puerta principal está la estatua de santo Domingo de Guzmán, del año 1702, obra de Gioacchino Vitagliano. Los santos dominicos son factura de Pietro Dell'Aquila (1689). El interior es de una sola nave con pequeñas capillas laterales. La luz entra a raudales por las anchas ventanas. Los frescos del coro fueron pintados por Guglielmo Borremans. Los magníficos estucos preparados por Gaetano Lazzara narran episodios de la vida de los dominicos. En uno de ellos santo Domingo de Guzmán quema los libros heréticos del sultán, mientras en otro, el propio santo guía a la masacre a los herejes albigenses. Otras pinturas están dedicadas a la Virgen, a santa Catalina de Alejandría, que entrega el hábito dominico al beato Reginaldo de Orleans, a la Trinidad, con santo Domingo y Catalina de Siena, así como a las visiones que tuvo el beato Guala de Bergamo: santo Domingo acogido en los cielos por Jesucristo y la Virgen a través de dos escalas. Son notables —como siempre— los estucos de Serpotta y de Nicole) Sanseverino. La celosía realizada en madera dorada simula ser de mármol, fue llevada a cabo por artesanos locales del XVIII. Hay una bellísima pila bautismal del siglo XV. En la segunda capilla, sobre el altar, una Virgen del Rosario con los santos Domingo y Vicente Ferrer, el papa Onorio III, la beata Rosa de Lima, santa Catalina de Alejandría y santa Margarita, tela de Olivio Sozzi, de 1741. La iglesia acaba en un amplio presbiterio de forma semicircular. Los techos están llenos de pinturas como las del
Triunfo de la Fe
. Los estucos con ángeles vuelven a ser de Serpotta y Domenico Guastella. Como todas o casi todas las iglesias palermitanas, la decoración produce una gran alegría y esperanza en el ánimo de los creyentes y visitantes, que, luego, no se correspondía con la doctrina católica más dura y virulenta, repleta de castigos por doquier.

Siguiendo la Via Torremazza nos encontramos la iglesia de Santa Mattia y el Noviziato dei Crociferi (siglos XVII-XVIII) citado en
El Gatopardo
. Esta mole domina aún el paisaje del casco histórico. Aquí hubo antes un palacio que perteneció a Girolano Valguarnera. Gracias al patronazgo de Francesca Aragona e Balsamo se pudieron iniciar las obras de transformación en el año 1637. Una gran cúpula está sostenida por seis fuertes pilastras. Laplanta es octogonal. Giovanni Macolino fue el arquitecto. La intención de la princesa de Roccafiorita fue levantar una iglesia que acogiera el mausoleo con sus despojos inhumados junto al altar mayor. La fachada es severa respecto a la de otros edificios de la calle. Sobre la puerta principal hay un medallón con la imagen de san Matías. El seminario se debe a un gran arquitecto, Giacomo Amato. A su muerte lo continuó Alessandro Vanni di San Vincenzo y la decoración fue obra de Andrea Giganti (todo a finales del XVIII).

Cuando en el XIX se suprimieron las órdenes religiosas (alrededor del año 1866, antes de la muerte del supuesto príncipe de Salina, en 1883), ambos edificios tuvieron diferentes destinos; ya en el siglo XX pasaron a formar parte de la Cruz Roja y luego del Ayuntamiento. Tras un largo proceso de rehabilitación, ahora es la sede del Assessorato comunale al Centro storico.

Girando por la Piazza della Kalsa, junto a la orilla del mar, retornamos por el mismo camino al Palazzo Tomasi. Allí hay una escalera de entrada y otra de salida, o viceversa, que conduce a la Passeggiata delle Cattive (siglo XIX). Es como un paseo de ronda por los restos desaparecidos de la antigua muralla. Ahora está a los pies del muro que protege el Palazzo, el antiguo Albergo della Trinacria y un jardín perteneciente al Palazzo Branciforti di Butera. Se alza a varios metros de altura sobre el nivel del mar y la avenida. Este paseo estaba reservado para las personas que acababan de sufrir el fallecimiento de algún familiar. Era un lugar de extrema melancolía. Hoy la aminora el intenso ruido de coches y la visión de los grandes navíos transbordadores anclados a muy poca distancia. Alojados dentro de esta cornisa y al nivel de la avenida, donde antes debió batir el mar, hay restaurantes y cafés cuyas terrazas se extienden por el amplio bulevar. Desde un balcón del antiguo
albergo
, el príncipe de Lampedusa vio por última vez el Mediterráneo: «La habitación era amplia y sofocante […]. Hizo que abriesen las persianas: el hotel estaba a la sombra, pero el metálico mar reflejaba una luz encegadora […]. Pidió que llevaran una butaca al balcón […]. Y allí quedó inmóvil, sumergido en el gran silencio exterior, en el horroroso estruendo interior…». Y desde los balcones vecinos del Palazzo Tomasi también admiró el mar Giuseppe. Entre ambos seres —personaje y autor— hay muchas relaciones, a veces el propio autor usurpa el papel de su personaje. Al Palazzo Tomasi también se lo conoce como Palazzo Amato di Galati. Levantado en el XVI, perteneció a Branciforti, príncipe de Villanueva. De éste pasó a los Amato, príncipes de Galati. Al desaparecer la familia, en el año 1814, pasó a manos de Giuseppe De Spuches e Amato, príncipe de San Stefano, y al conde Aceto. Finalmente pasó a Tomasi de Lampedusa, padre del escritor. El Palazzo Branciforti di Butera fue alzado por una de las grandes familias sicilianas a mediados del siglo XVII. En ese mismo tiempo sufrió un gran incendio. Fue reconstruido por el arquitecto Paolo Vivaldi. Un gran equipo de escultores, marmolistas, estucadores, pintores, carpinteros y demás oficios artesanos, participaron en esta ingente labor, entre ellos, Cavaretta, Burgio y Catardi. Una nueva ampliación fue dispuesta por Carlo Chenchi y Pietro Trombetta. Los frescos de la escalera principal, donde se muestran las virtudes de la familia Branciforti, fueron pintados por Gioacchino Chenchi y Pietro Trombetta. También hay otros de Gioacchino Martorana. Hay otras muchas representaciones de temas mitológicos. El palacio dispone de una gran terraza con magníficas vistas a la bahía.

De regreso hacia la iglesia de Santa Maria della Catena se coge la Via Francesco Crispi, junto a la Piazza XIII Vittime, se sube por la Via Cavour y, después de haber pasado la Villa Whitaker, en la Via Bara all'Olivella, hay un callejón donde está el Vicolo Lampedusa y las ruinas de la casa natal del escritor. «Hasta pocos meses antes de sudestrucción (abril de 1943) dormía en la habitación en que había nacido […] Y me sentía contento de la seguridad de que había de morir en aquella casa y quizá en aquella misma habitación.» Lampedusa escribe en «Los lugares de mi infancia» que amaba aquella casa con abandono absoluto. Él la recuerda como inmensa. Su superficie era de casi dos mil metros cuadrados. Un ala estaba habitada por su familia, sus abuelos paternos en otra y los tíos solteros en el segundo piso. Tenía tres patios, cuatro terrazas, jardín, unas escaleras inmensas, caballerizas. Los salones se sucedían unos tras otros a lo largo de la fachada. El gran salón de baile tenía el piso esmaltado y techos «sobre los que deliciosos arabescos oro y amarillo, enmarcaban escenas mitológicas en las que, con rústica fuerza y gran movimiento de vestiduras y pliegues, se reunían todos los dioses del Olimpo (parecida descripción aparece en
El Gatopardo
referida al Palazzo Ponteleone, «en el techo, los dioses, reclinados en sus dorados sitiales, contemplaban la escena, sonrientes e implacables como el cielo del verano»). La calle donde estaba el palacio es y era recóndita, pero no muy estrecha. La fachada del palacio no tenía, arquitectónicamente, nada estimable, siendo del más puro estilo siciliano de los siglos XVII y XVIII. La casa se extendía, en el Vicolo Lampedusa, a lo largo de unos sesenta metros y tenía nueve grandes balcones en la fachada y dos portales. Enfrente estaba el antiguo Palazzo

Pietrapersia, también de austera y limpia fachada «blanca y amarilla como es debido, punteada por muchas ventanas protegidas por enormes rejas que le daban un aspecto digno y triste de viejo convento o de prisión del Estado. Más tarde, las explosiones de las bombas lanzaron muchas de aquellas pesadas rejas dentro de nuestras habitaciones y es fácil imaginar con qué resultado para los estucos antiguos y las arañas de Murano». Es desde este palacio donde la familia Salina sale para el baile, camino del Palazzo Ponteleone.

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