El joven se levantó.
—Es, eh, es un honor para mí. Si crees que he de ir, Maestro, iré.
—Bien, Jacen, sabía que podía contar contigo —Luke dio una palmada—. Estoy en proceso de asignación de misiones para el resto de vosotros. Deberían estar preparadas para finales de semana. Sólo falta conocer los horarios de los transportes. Sé que es probable que lo que se os pida no sea lo que vosotros consideráis necesario. Quizá penséis que vuestras habilidades están siendo desaprovechadas. Yo lo entiendo, pero tened en cuenta que son tareas necesarias.
La furia emanó de Daeshara'cor.
—¿Así que esta reunión ha sido una farsa?
Luke frunció el ceño.
—En absoluto.
—Pero si estabas preparando las asignaciones es porque ya lo tenías todo pensado. Sabías lo que ibas a decirnos que hiciéramos. Ni se te pasó por la cabeza que a lo mejor estabas equivocado. Eso no es así en absoluto. Las órdenes podían haberse cambiado sin problemas. Si hubiera habido un argumento que demostrara que el curso de acción es incorrecto, las habría cambiado —Luke alargó una mano hacia ella—. Tu iniciativa ha sido excelente, pero carecía del apoyo necesario para ser convincente.
—Por eso el argumento de Kam no era definitorio. Ha argumentado que la falta total de evidencias que contrariaran mi evidencia era, de alguna forma, la prueba de que mi argumento no era válido —ella cerró los puños—. Eso es un error, y tú estás equivocado. Y si nos empeñamos en tomar este curso de acción, nos encontraremos a los yuuzhan vong aquí mismo, en Coruscant. Lo sé. Puedo sentirlo.
—Puede que tengas razón, Daeshara'cor. Espero que no sea así —Luke endureció la expresión—. Pero, si te hacemos caso, nos convertiremos en guerreros y tomaremos el camino de la ofensiva total. Lo último que nos preocuparía entonces es que los yuuzhan vong llegasen a Coruscant.
Ella entrecerró los ojos.
—Nunca llegarían hasta aquí.
—Ellos no, pero puede que algo peor viniera en su lugar —la voz de Luke se ahogó en un ronco susurro—. En lugar de eso podríamos tener a cien Darth Vader, y eso debería aterrorizaros más que todo a lo que nos enfrentamos ahora.
Jacen estaba solo en la cabina de meditación del
Ralroost.
Ubicada en la popa
del crucero de ataque bothan, la estancia poseía una gran bóveda de transpariacero que ofrecía una vista despejada de la luz del túnel de hiperespacio. Jacen llevaba toda la vida viendo esas luces, por lo que ya no le llamaban la atención. Aun así, le costaba concentrarse y aclarar sus pensamientos.
La última semana había sido muy intensa, pero no por hacer el equipaje, las despedidas, las reuniones y el entrenamiento que había tenido que realizar.
Todas esas cosas las había hecho ya muchas veces antes, pero debía reconocer para sus adentros que dirigirse hacia una amenaza tan seria había supuesto una gran diferencia en lo que les había dicho a sus padres y hasta a su hermano pequeño.
—Supuse que te encontraría aquí.
Jacen se giró y sonrió a Jaina.
—¿Te quedas un rato?
—Claro —ella era sólo una silueta recortada en la puerta de la cabina.
Cuando se cerró, devolviendo la sala a la penumbra contemplativa, ella flotó hacia delante como un fantasma y se sentó junto a él—. Por los huesos negros del Emperador, Jacen, te va a venir de perlas un poco de meditación. Creo que en mi vida te había percibido tan nervioso.
—Y tampoco me habías percibido nunca con mis emociones tan poco controladas.
Jaina se rió y Jacen se regocijó en aquel sonido tan conocido.
—Somos gemelos, Jacen. Nos sacamos una cabeza de ventaja para cono-cernos, antes de que conociéramos a nadie más. Y, aun así, creo que hay algo que se me escapa. ¿Qué te pasa?
—No lo sé. Es decir, creo que la magnitud de todo lo que estamos haciendo ha acabado por abrumarme —miró a su hermana—. Mamá y papá tuvieron que luchar contra el Imperio, un enemigo muy grande y poderoso. Bien, ahora los yuuzhan vong son nuestro Imperio y, a primera vista, son más poderosos que aquello a lo que se enfrentaron papá y mamá.
Jaina asintió.
—Y hasta este momento, la Fuerza siempre había inclinado las cosas a nuestro favor. Ahora sólo nos resta ser nosotros mismos y hacerlo lo mejor que podamos. Por otra parte, tengo buenos modelos que seguir.
—¿El coronel Darklighter?
—Sí, él y el resto de los Pícaros, el general Antilles, el coronel Celchu.
Ninguno tiene la Fuerza, pero son pilotos de primera. Quiero decir que para mí la vida sin la Fuerza sería muy dura, pero esa gente ha realizado grandes hazañas sin contar con ella.
Jacen rió en voz baja.
—No tener la Fuerza debe de ser como no poder distinguir los colores, pero a ellos no les afecta —estiró las manos y cerró los puños—. Y eso es lo que me atormenta, Jaina. Ahí está toda esa gente, jugándose la vida, confiando en sus dirigentes, en las tradiciones que les gobiernan, en su propia noción del bien y del mal, en su valor. Y son todo un ejército que va a salir a defender a gente de planetas que orbitan estrellas que ni siquiera pueden ver desde sus propios mundos. Y eso mismo es lo que hacemos nosotros como Jedi, pero..
Su hermana bajó los ojos y se miró las uñas.
—La verdad es que es normal que te abrumes, si lo ves desde ese punto de vista.
—Y tú ¿cómo lo ves?
Ella le clavó la mirada.
—Observas la situación, te ocupas de las cosas que puedes controlar y confías en que los demás hagan su parte. Yo no soy sólo una piloto del escuadrón. Soy responsable de mi compañero de vuelo. Soy responsable ante el coronel Darklighter. Cumplo las órdenes lo mejor que puedo. Si intento ir más allá, me distraeré y no podré serle útil a nadie.
—Pero Jaina, formas parte del Escuadrón Pícaro. Toda su tradición… ¿cómo puedes prescindir de eso?
—Porque no tengo tiempo, Jacen. Me concentro en lo que tengo que hacer ahora, no me preocupo por el pasado o por lo que podría ocurrir en el futuro —se giró para mirarle, y la luz procedente de la bóveda dibujó rayas luminosas en su perfil—. Me sorprende un poco que todo esto te abrume así, tan de repente.
O más bien que no lo haya hecho antes.
Él frunció el ceño.
—¿A qué te refieres?
—Tú siempre has ido más allá, Jacen. Siempre estás preguntándote si lo que tienes es todo lo que hay o si podrías tener más. No es cuestión de si el vaso está medio lleno o medio vacío, sino de si el vaso es el correcto o no, y si el contenido es el que tiene que ser o no —ella se encogió de hombros—. Y como eres inteligente y vales mucho, has podido esquivar casi todos los problemas del pasado y, aun así, seguir preocupado con esas grandes cuestiones. De hecho, pasas por la mayoría de los problemas sin ni siquiera pensar en ellos.
—Eso no es verdad.
—Sí que lo es. En Belkadan fuiste a salvar a los esclavos sin considerar ni por un momento tu propia seguridad. ¿Por qué? Porque había algo que estaba por encima de todo eso, independientemente de que la Fuerza te hubiera proporcionado un atisbo del futuro. Y después, cuando la situación se torció, tú no te preocupaste de tus heridas, sino de por qué había fallado la visión.
Él negó con la cabeza.
—Te equivocas en todo.
—Jacen, soy tu hermana. Te conozco —se echó hacia atrás, apoyándose en los brazos—. Incluso en lo de ser Jedi buscas algo más. Al principio actuaste como si Jedi fuera sinónimo de héroe. Y no lo es. Esta gente no ha venido aquí para ser héroes; han venido para cumplir con su cometido.
Jacen se levantó y miró a través de la bóveda.
—Lo sé y lo respeto.
—Pero sigues buscando más allá. No estás seguro de si lo que has aprendido sobre ser un Jedi es lo que hay que aprender. Y quieres encontrar la forma de ser el Jedi definitivo.
—¿Acaso tú no cuestionas lo que nos han enseñado? ¿Acaso no quieres ir más allá?
—¿Más allá de qué, Jacen?
Esa pregunta le sorprendió.
—Pues, eh, supongo que no lo sé.
—Así que es probable que estés buscando algo que no exista —Jaina se puso en pie—. Mira, yo afronto cada cosa según viene. Ahora soy una piloto con habilidades Jedi. Quiero desarrollar todo mi potencial para ser la mejor piloto.
Y, cuando lo consiga, si es que lo consigo, entonces iré a por lo siguiente.
—Ése es el problema, Jaina. No tengo ninguna asignación, y por eso miro más allá.
—No, Jacen —ella alargó la mano y le revolvió el pelo de la nuca—. Tienes una asignación. Eres un Jedi y pronto tendrás una misión.
—Lo sé. Y estoy más que preparado para eso. He realizado el entrenamiento.
He estudiado toda la información sobre Garqi. Estoy destinado allí.
—Es como cuando eras pequeño, Jacen. Estás preparado para la misión, pero aún no la has realizado. Y te pones a pensar en la siguiente gran cuestión sin darte cuenta de que puedes llegar a verte abrumado con las pequeñas cosas que requieren tu atención en este momento. Los yuuzhan vong no son una más de las pequeñas aventuras que hemos tenido en nuestras vidas. Esto es muy grave.
Y si miras más allá, no verás nada.
Jacen se giró y la miró un momento. El tono de voz y la determinación en el rostro de su hermana le indicaron que estaba totalmente convencida de lo que decía.
Lo que significa que tengo mucho más en lo que pensar.
—¿Y tú opinas que mi experiencia en Garqi me ayudará a perfeccionarme como Jedi?
—Te puede ayudar a perfeccionarte como persona. Te acompañan dos Jedi muy distintos: Corran y Ganner. Puedes aprender mucho de ellos. Tanto lo que hay que hacer como lo que no hay que hacer. No te adelantes. Aprende. Date la oportunidad de aprender.
—Lo cierto es que me permitirá concentrarme —suspiró él—. Ahora me dirás que sabías todo esto porque las chicas maduráis antes que los chicos.
—Las mujeres, Jacen, las mujeres maduramos antes que los chicos —ella intentó mantener la expresión severa en su rostro, pero no aguantó mucho. Abrazó a su hermano—. Mira, ya no estamos jugando a cosas de críos. O ponemos toda la carne en el asador o acabaremos muertos. Y con nosotros muchos más.
—Lo sé. Tienes razón —se agarró a ella como si fuera la última vez que se iban a ver—. Más te vale volar rápido y afinar la puntería, Jaina. No dejes que te cojan.
—Y tú recuerda que hay criaturillas repugnantes arrastrándose por el supuesto paraíso púrpura que es Garqi —ella retrocedió un paso sonriendo—. Cuídate, Jacen. Que la Fuerza te acompañe.
—Gracias, Jaina. Así será —pasó un brazo por el hombro a su hermana—. Vamos, tenemos tiempo para un café antes de partir hacia nuestras misiones.
Yo voy a tener que ser un gran Jedi, y tú una gran piloto, pero ahora podemos permitirnos seguir siendo hermanos durante un rato.
Sentada en la galería de la nave, Jaina se puso rígida al ver algo detrás de Jacen. Él se giró para mirar, y lo que vio le cortó la sonrisa.
—¿Me necesita? Tengo el intercomunicador encendido, ¿no? Corran Horn sonrió amablemente.
—No pasa nada, Jacen. Encantado de verla, teniente Solo.
—Gracias, coronel —Jaina señaló una de las sillas de la mesita en la que ella y su hermano estaban sentados—. Si quiere unirse a nosotros… Corran se pasó la mano por su recién afeitada mandíbula.
—No, sólo he venido a por un poco de café. Es probable que sea el último que me tome hasta que vuelva de Garqi. Por lo visto cultivan las semillas, pero no conocen la técnica del molido. O al menos así era hace dos décadas.
Jacen miró su taza medio vacía.
—Si este café es bueno según los estándares de Garqi…
—Demasiado tarde, Jacen, ya no puedes echarte atrás —Corran le palmeó el hombro y miró a Jaina—. Tengo entendido que te has tomado bien lo de ser una Pícara.
—Sí, señor, me gusta mucho.
—Es una responsabilidad diferente a la de ser una Jedi, pero igual de importante. El coronel Darklighter ha sugerido que, cuando regresemos de Garqi, tú y yo deberíamos realizar una simulación para ver lo buena que eres.
Jaina se sonrojó.
—Le decepcionaría, coronel. El general Antilles y el coronel Celchu suelen vencerme en los ejercicios.
Corran se encogió de hombros.
—A mí también. Quizá tú y yo deberíamos hacer una simulación contra ellos, y enseñar a esos viejos un par de cosas.
—Me encantaría, señor.
Jacen miró a Corran.