Marea oscura II: Desastre (3 page)

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Authors: Michael A. Stackpole

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: Marea oscura II: Desastre
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Mara hizo chocar su sable contra el de Corran, obligándolo a retroceder. A Corran se le torció el tobillo derecho, y cayó al suelo de la zona de entrenamiento. Dio una voltereta hacia atrás y se apoyó en la rodilla derecha. Mara quedó a su izquierda. Su contrincante alzó el sable láser, apoyando la empuñadura en el vientre, y giró la muñeca derecha. El ensamblaje interno del arma varió, duplicando la longitud de la hoja del sable y dándole un tono de azul amatista profundo.

Mara soltó una carcajada y se lanzó al ataque contra el haz de energía púrpura de Corran. Aunque Corran podía llegar hasta ella con su sable, un simple ataque podría hacer girar la hoja completamente, para lanzarse entonces hacia delante y luego atravesarlo con su arma. El factor sorpresa implícito en la táctica de Corran al duplicar el tamaño de su hoja había funcionado antes, pero Luke sabía que Mara se lo esperaba, y estaba seguro de que tenía una estrategia para contrarrestarlo.

Mara hizo un gesto para echar a un lado el arma de Corran con el sable, pero no saltaron chispas ni hubo siseo al encontrarse ambos láseres. Su potente golpe hizo que la mujer diera una vuelta y, al completar el círculo, la hoja azul describiera el símbolo de infinito en el aire. Retrocedió dos pasos, apagó su arma y saludó solemnemente a Corran, antes de caer de rodillas con el sudor pegándole los mechones de pelo en la cara.

Luke arqueó una ceja, mirando a Corran.

—¿Cuánto tiempo llevas esperando para utilizar esa táctica? Corran apagó el sable y volvió a rotar el ensamblaje, devolviéndolo a su posición original. Se sentó en el suelo con las piernas cruzadas.

—Desde que luché con los vong. No podemos percibirlos a través de la Fuerza, así que no podemos intuir dónde están. Eso dificulta la defensa. Mara soltó una risita burlona.

—Apagar el sable así, en mitad de una pelea, es una tontería.

—Lo sé, pero también podría haber vuelto a variar la longitud de la hoja cuando lanzaste el ataque para rechazar mi sable. Un parón es muy efectivo contra un oponente si sabes que te va a atacar. Supuse que tendrías que presionar en el ataque. Dupliqué la hoja, dándote la posibilidad de dejarme desarmado, y entonces apagué el sable cuando te lanzaste a por él. Con sólo encenderlo de nuevo te habría ensartado.

Luke sintió un escalofrío. Recordó a su Maestro, Obi-Wan Kenobi, alzando el sable láser a modo de saludo y apagándolo cuando Darth Vader le mató.

Aquella vez también funcionó como táctica. El sacrificio último para la victoria última.

El Maestro Jedi sonrió y abrió las manos al caminar hacia el centro de la sala de entrenamiento. Podía ver su alrededor, y por encima de su cabeza, el ordenado fluir de deslizadores y hovercamiones atravesando el cielo de Coruscant, al otro lado de la enorme cúpula de transpariacero. Todo parecía tan natural y normal cuando miraba al mundo exterior, pero dentro de la cúpula, en el cuartel general de los Jedi, en Coruscant, las cosas andaban revueltas, como nubes de tormenta formándose en el horizonte.

—Los dos lo habéis hecho de maravilla, teniendo en cuenta la situación.

Mara se levantó con cierto esfuerzo.

—Podemos hacerlo mejor. Tenemos que hacerlo mejor. Vamos. Corran negó con la cabeza, salpicando con el sudor del pelo y la barba.

—A mí me quedan fuerzas todavía para uno más, creo.

Luke frunció el ceño.

—No, se acabó, ya habéis tenido suficiente.

Por el otro extremo de la sala se aproximaba un Jedi cuya túnica negra ondeaba a su paso, caminando a grandes zancadas por la galería. Además de su impresionante apariencia, hacía gala de una ardiente mirada. Sus labios se curvaron con desprecio al esbozar una sonrisa. Una fría sonrisa.

—Buenas tardes, Maestro Skywalker.

Pronunciaba la palabra "Maestro" convirtiéndola en un simple título, ya que eliminaba de ella cualquier tinte de respeto.

—Buenas tardes, Kyp Durron —Luke mantuvo la voz firme, a pesar de que no le gustaba el tono empleado por Kyp—. Pensaba que habíamos quedado más tarde.

Kyp se detuvo al otro lado de los sudorosos combatientes.

—Convencí a los demás para que se dieran prisa en arreglar sus asuntos—señaló con la mano enguantada hacia la galería—. Estamos preparados para celebrar la conferencia bélica.

Luke alzó la barbilla lentamente.

—Esto no es una conferencia bélica. Los Jedi no van a la guerra. Somos protectores y defensores, no agresores.

—Con todos los respetos, Maestro Skywalker, esa diferencia es meramente semántica —Kyp se llevó las manos a la espalda—. Los yuuzhan vong están aquí y pretenden conquistar gran parte de la galaxia, si no toda. Como defensores ya hemos fracasado, pero como agresores saboreamos el triunfo.

Ganner Rhysode y Corran atacaron Bimmiel y se llevaron su recompensa.

Nosotros defendimos Dantooine
y
fuimos rechazados.

Corran suspiró.

—Y ahora, por si no te habías dado cuenta, Bimmiel también pertenece a los yuuzhan vong, Kyp —dijo—. Y Ganner y yo hicimos lo que hicimos para proteger a un grupo de personas a las que habían hecho prisioneras. Fue así de sencillo.

Kyp frunció el ceño, contemplando a Corran y emanando irritación.

—Semántica otra vez. Atacasteis a los yuuzhan vong y acabasteis con ellos, que fue la única manera que tuvisteis de salvar a los que protegíais. En fin, los demás han venido conmigo y esperan en el auditorio. ¿Qué debo decirles, Maestro?

Luke cerró los ojos un momento y asintió lentamente.

—Diles que aprecio el hecho de que hayan venido tan pronto. Que, por favor, descansen. Que pasen la noche en la contemplación de la Fuerza. Su petición será escuchada con respeto y tenida en cuenta. Mañana nos reuniremos.

—¿Mañana? Escucho y obedezco, Maestro.

Kyp inclinó la cabeza de forma rápida y superficial, giró sobre sus talones y salió de allí, marchando con precisión. Luke notó que Corran contemplaba la salida de aquel hombre mientras acariciaba el botón de encendido de su sable láser. Mara ni siquiera miraba a Kyp, pero los arrebatos de furia fluían de ella como las señales de radiación en un púlsar.

—Sé que os parece un tanto irritante… —dijo Luke.

Corran se giró al oír a Luke.

—¿Irritante? O yo estoy ocultando mis sentimientos o tú estás siendo demasiado amable. Si tuviera algún talento para la telequinesia le habría estrangulado con su propia capa.

—¡Corran! —Mara le miró disgustada.

—Lo siento, supongo que eso no sería propio de mí…

—No es propio de ti ser tan evidente —Mara entrecerró los ojos—. Tienes que ser más sutil. Localizar una arteria parcialmente bloqueada en su cerebro y pinzarla. Sin más, él cae y ya está.

Corran sonrió.

—Ahora sí que siento no controlar la telequinesia.

—Ya basta —Luke negó con la cabeza—. Sé que sólo bromeáis, pero eso contribuye a agravar el problema que tenemos con Kyp y los suyos. Han crecido en la era posterior al Imperio. Siempre han soñado con llegar a ser Jedi que destruyeran la mayor amenaza jamás conocida. Lo mismo que hice yo para luchar contra el Imperio, lo que tuve que hacer para vencer al Imperio… Creen que todas las amenazas deben tratarse así. El golpe del sable láser es la última palabra de la justicia. Y ellos saben que no es así, pero el hecho de que los yuuzhan vong sean ajenos a la Fuerza nos deja con el sable láser como única arma para combatirlos.

El Jedi corelliano se enjugó el sudor de la barba.

—Y supongo que matar a dos yuuzhan vong en Bimmiel no ayudó mucho a que cambiaran de parecer, ¿no?

—No tuvisteis elección, Corran; y estuviste muy cerca de morir en Bimmiel

—Luke suspiró—. Kyp y los suyos han pasado eso por alto. Tú acabaste herido, y ahora te consideran débil. No alcanzan a entender el poder de los yuuzhan vong. Y dado que los seguidores de Kyp se creen mejores que tú, piensan que si tú pudiste vencerlos, ellos también podrán hacerlo, y con facilidad.

Mara asintió.

—Y el hecho de que Anakin matara todavía más yuuzhan vong en Dantooine ha provocado que muchos de ellos subestimen el potencial de los vong. Lo que aprendimos en Dantooine es escalofriante. A los yuuzhan vong sólo les importa cumplir con su deber, y no temen en absoluto a la muerte. Y los Jedi que recurren a la intimidación para mantener a raya a sus enemigos deberían estar aterrorizados ante un enemigo que no teme morir en absoluto.

Luke se masajeó las sienes.

—Eso es lo que más me preocupa. El miedo y el terror, el dolor, la envidia y el desprecio. Todas son cualidades del Lado Oscuro.

—Sí, Maestro, pero hay que ser realistas —Corran se colocó el sable láser en el cinturón—. Los vong son crueles e inexorables. No podemos percibirlos con la Fuerza. Eso elimina la mayoría de las habilidades empleadas por los Jedi. Y la pérdida de potencial trae el miedo.

—No, Corran, te equivocas —Luke cerró el puño derecho y se lo llevó al corazón—. Somos Jedi. No es el poder que tengamos o las armas que utilice-mos. No dejo de ser un Jedi cuando un ysalamiri me priva de la Fuerza. Y los demás permiten que el miedo les distancie de esta verdad irrefutable. Servimos a la Fuerza, tanto si nuestros enemigos son parte de ella, como si no.

Corran frunció el ceño, cavilando, y luego asintió.

—Entiendo lo que dices, pero no estoy tan seguro de que ellos lo entiendan.

Admítelo, la reacción normal ante el miedo es atacar lo que nos atemoriza.

—O bien —añadió Mara en tono inquietante— intentar ganarnos su favor para procurar no ser su objetivo.

Luke siseó.

—No me gusta cómo suena eso, Mara.

En Belkadan, Luke había visto seres esclavizados por los yuuzhan vong, pero se preguntaba si ésa situación no se habría producido con el beneplácito de las criaturas.
El miedo puede motivar a la gente a realizar todo tipo de cosas irracionales.

No quería ni pensar en la posibilidad de tener que enfrentarse a ciudadanos de la Nueva República para rechazar un ataque de los yuuzhan vong.

—Pero Corran sí que tiene algo de razón. Kyp está llamando a este encuentro "conferencia bélica", y eso es señal evidente de que algunos desean dar un escarmiento a los yuuzhan vong. —Luke se pasó una mano por la frente—. Nuestra misión como Jedi es sencilla. Vamos a los planetas fronterizos y ayudamos a evacuar a los indefensos, coordinando además las posiciones defensivas. Dantooine es un mal ejemplo de cómo pueden salir las cosas, pero la verdad es que conseguimos que escapara parte de la población. No lo habrían conseguido de otra forma.

Mara alzó la mirada.

—¿Y las misiones de exploración? Eso fue lo que hiciste en Belkadan y fue de utilidad. Aprendimos mucho de tu estancia allí. Corran y Ganner también obtuvieron información provechosa, como esas muestras de biotecnología que utilizan los yuuzhan vong, y ese cadáver momificado de uno de los suyos.

Cuantos más datos recopilemos sobre ellos, mejor podremos vencerlos.

—Estoy de acuerdo, pero con menos de cien Jedi y cientos de planetas como objetivos potenciales, ¿cómo repartiremos a los nuestros? Corran asintió.

—Bueno, creo que todos somos conscientes que con eso no tenemos forma de ganar la batalla política. Si no hay Jedi en el planeta que sea invadido, nos culparán. Si hay pocos Jedi y no pueden detenerlos, y sabemos que es lo más probable, también fracasaremos. No sugiero que nos crucemos de brazos, pero debemos tener presente que nunca podremos complacer a aquellos a los que no podemos ayudar.

"Por otra parte, el argumento de Mara contiene una obviedad: los únicos sitios en los que sabemos con seguridad que vamos a encontrar a los vong es en los planetas que ya han tomado. Puedo repasar los datos sobre esos mundos para averiguar si es posible infiltrar una misión en ellos. No será fácil.

—Nada de esto va a ser fácil, Corran —el Maestro Jedi se acercó y cogió la mano de Mara—. Nosotros tenemos que asegurarnos de que los Jedi hagan todo lo posible para cumplir con su misión. No temo las críticas externas. Lo que me da miedo es que un fracaso nuestro pueda destruir a los Jedi desde dentro. Y, si eso ocurre, los yuuzhan vong se encontrarán sin oposición alguna.

Capítulo 3

Jacen Solo se sentía algo raro al regresar a la casa de Coruscant donde había pasado gran parte de su vida. Podría decirse que se había criado allí, pero él sabía que no era del todo así. Había viajado por toda la Nueva República con sus padres, y había pasado luego una larga temporada en la Academia Jedi.

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