Marley y yo (12 page)

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Authors: John Grogan

Tags: #Romántico, Humor, Biografía

BOOK: Marley y yo
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—¡Gracias, tíos! —les grité—. Me alegro de haberos animado la mañana.

Cuando llegamos a la clínica, llevé a
Marley
bien sujeto de la correa por si intentaba hacer otro de sus numeritos. Yo ya no tenía sentido de culpa alguno y mi resolución era más firme. «De ésta no te libras, eunuco», le dije.
Marley
echaba pestes e intentaba salirse de la correa para olisquear a los demás animales. En la sala de espera se las ingenió para aterrorizar a un par de gatos y tirar al suelo un mostrador lleno de panfletos. Cuando se lo entregué al asistente del doctor Jay, le dije:

—Sacudidle bien el polvo.

Esa tarde, cuando lo recogí,
Marley
era un perro nuevo. Estaba dolorido por la operación y se movía con sigilo. Tenía los ojos enrojecidos y caídos por la anestesia y aún estaba un poco mareado. Y donde con tanto orgullo habían colgado aquellas magníficas joyas de la corona, no había nada. Sólo un pequeño pliegue de piel. La irreprimible sangre de
Marley
había llegado a su fin de manera oficial y permanente.

10. La suerte de los irlandeses

Nuestras vidas estaban cada vez más determinadas por el trabajo. Trabajo en los diarios, trabajo en casa, trabajo en el jardín, trabajo para que Jenny quedase embarazada y, lo que era casi en sí un trabajo a tiempo completo, criar a
Marley
. En muchos sentidos,
Marley
era como una criatura, ya que requería del tiempo y la atención que necesita un crío, y así nosotros íbamos enterándonos de la responsabilidad que nos esperaba si decidíamos tener hijos, aunque de forma limitada. Sin embargo, incluso para una pareja ignorante de lo que significaba ser progenitores, estábamos seguros de que no pondríamos los chicos en el garaje con un bol de agua cuando nos fuéramos a trabajar.

No habíamos cumplido nuestro segundo aniversario y ya sentíamos el peso de la vida responsable, madura, de casados. Necesitábamos irnos a alguna parte. Necesitábamos unas vacaciones, los dos solos, lejos de las obligaciones de nuestra vida cotidiana. Así las cosas, una noche sorprendí a Jenny con dos pasajes para ir a Irlanda por tres semanas. No habría ni itinerarios, ni visitas turísticas guiadas, ni lugares que no pudiéramos dejar de conocer. Sólo tendríamos un coche alquilado, un mapa de carreteras y una guía de posadas donde dormir y desayunar. El solo hecho de tener los pasajes en la mano nos quitó un peso de encima.

Pero primero teníamos que repartir unas cuantas tareas, entre las que
Marley
figuraba en el primer puesto. Descartamos con rapidez ponerlo en una residencia canina. Era demasiado joven, demasiado nervioso, demasiado hiperactivo para tenerlo encerrado en un cubil durante veintitrés horas al día. Tal como había predicho el doctor Jay, caparlo no había reducido un ápice la exuberancia de
Marley
, así como tampoco le había afectado el nivel de energía ni el loco comportamiento. Con la excepción de que ya no mostraba interés alguno por montar objetos inanimados,
Marley
seguía siendo la misma bestia enloquecida, también era demasiado salvaje —e impredeciblemente destructivo cuando era presa del pánico— como para dejarlo en casa de algún amigo, e incluso en la de un enemigo. Lo que necesitábamos era un canguro que se quedara en casa. Era obvio que, dados los desafíos especiales que suponía el trato con
Marley
, quien lo cuidase no podía ser cualquiera, sino alguien responsable, confiable,
muy
paciente y lo bastante fuerte para sujetar a un labrador retriever dispuesto a correr.

Hicimos una lista de todos los amigos, vecinos y compañeros de trabajo de que pudimos acordarnos y luego, según sus características, fuimos tachando sus nombres. Demasiado juerguista.
Fuera
. Demasiado despistado.
Fuera
. Con aversión a las babas de perros.
Fuera
. Demasiado débil para controlar a un daschshund, mucho menos a un labrador. No dispuesto a recoger las cacas de los perros.
Fuera
. Al fin nos quedó un solo nombre. Kathy trabajaba en mi oficina, era soltera y no tenía obligaciones. Se había criado en la zona rural del Medio Oeste, quería a los animales y soñaba con que algún día podría cambiar su piso por una casa con jardín. Kathy era atlética y le gustaba dar paseos andando. Es cierto que era tímida y un poco cobarde, lo que le dificultaría imponer su voluntad sobre la del gran jefe
Marley
, pero fuera de eso parecía la persona perfecta. Y lo mejor de todo fue que aceptó la tarea.

La lista de instrucciones que le preparé no era menos detallada que si dejásemos a su cuidado a una criatura muy enferma. El Memorando de
Marley
acabó ocupando seis páginas a un espacio simple, entre lo que figuraba lo que sigue:

ALIMENTOS:
Marley
come tres veces al día, una dosis de dos tazas cada vez. La taza de medir las dosis está dentro de la bolsa. Por favor, dale de comer por la mañana, cuando te levantes, y por la noche, cuando regreses del trabajo. Los vecinos se encargarán de darle la comida del mediodía.
Marley
come un total de seis tazas de su alimento al día, pero si te parece que se ha quedado con hambre, dale una taza extra. Como sabes, toda esa comida tiene que ir a parar a algún lado. Véase PATRULLA DE CACAS más adelante.

VITAMINAS: Todas las mañanas damos a
Marley
una tableta de vitamina PetTab. La mejor forma de hacerlo es tirarla al suelo y simular que no debe comérsela. Si cree que está prohibido comerla, se la zampará sin problemas. Si por alguna razón, el procedimiento no funciona, puedes ponérsela dentro de una galleta, disfrazándola.

AGUA: Cuando hace calor, es importante que tenga mucha agua fresca a mano. Nosotros le cambiamos el agua que hay junto a su bol de comida una vez al día y si bebe mucha, le agregamos lo que haga falta. Precaución: a
Marley
le gusta meter el hocico en el agua y jugar al submarino, con lo cual lo salpica todo. También su papada contiene una cantidad asombrosa de agua, que él empieza a esparcir en cuanto se aparta del bol del agua. Si lo dejas, se limpiará la boca en tu ropa o en los sillones. Una cosa más: Por lo general, cuando acaba de beber mucha agua se sacude, por lo que su saliva va a parar a las paredes, las pantallas de las lámparas, etc. Nosotros tratamos de limpiarlo todo antes de que se seque, ya que después es casi imposible quitarlo

PULGAS Y GARRAPATAS: si notas que tiene alguna de estas cosas, puedes combatirlas con el aerosol que dejamos para el efecto. También dejamos un insecticida que se puede echar en las alfombras, etc., si crees que hay algún problema en ese sentido. Las pulgas son pequeñas y rápidas, y difíciles de coger, pero hemos descubierto que rara vez muerden a los humanos, así que no creo que debas preocuparte. Las garrapatas son más grandes y lentas y a veces le encontramos alguna a
Marley
. Si le ves alguna, y no sientes asco, cógela y aplástala en un trozo de papel (quizá tengas que usar las uñas, pues son increíblemente duras) o échala en el fregadero o en la traza del baño (la mejor opción si es que está hinchada de sangre). Es probable que hayas leído que las garrapatas causan la enfermedad de Lyme en los seres humanos y toda una serie de problemas de salud, pero varios veterinarios me han asegurado que aquí en Florida son muy pocas las posibilidades de coger la enfermedad de Lyme. Para asegurarte mejor, lávate bien las manos después de tocar una garrapata. La mejor forma de quitarle una a
Marley
es darle un juguete que pueda ponerse en la boca, así está ocupado, y luego cogerle con una mano el trocito de piel donde tiene la garrapata y usar la otra como una pinza para extraérsela. Y hablando de eso…, si
Marley
empieza a oler mal, puedes darle un baño en la pequeña piscina que hay en el jardín de atrás (exclusivamente para tal fin), pero ponte el traje de baño. ¡Te mojarás!

OREJAS: Las orejas de
Marley
tienden a llenársele de cera y, si no se las limpia, pueden producirle infecciones. Durante nuestra ausencia, quítale una o dos veces toda la cera que puedas utilizando una bola de algodón y la solución azul para limpiar orejas. El procedimiento es bastante sucio, así será mejor que te pongas ropa vieja cuando lo apliques.

PASEOS: Si
Marley
no sale a dar su paseo por la mañana, tiende a portarse bastante mal en el garaje. Por tu propio bien, quizá quieras sacarlo a pasear también antes de acostarte. Para sacarlo a pasear ponle el collar estrangulador, pero nunca se lo dejes puesto cuando no estés con él. Podría asfixiarse, y conociendo a
Marley
como lo conozco, seguro que se asfixia.

ÓRDENES BÁSICAS: Sacarlo a pasear es mucho más fácil si logras que vaya junto a tus pies. Siempre comienza con él sentado a tu izquierda y luego dándole la orden: ¡
Marley
, quieto!, tras lo cual debes echar a andar con el pie izquierdo. Si trata de lanzarse hacia delante, dale un tirón seco a la correa. Por lo general, eso funciona (¡Ha asistido a una escuela de adiestramiento!). Si no tiene puesta la correa, suele obedecer con facilidad a la orden de «¡
Marley
, ven!». Nota: Será mejor que estés de pie, y no en cuclillas, cuando lo llames.

TORMENTAS:
Marley
tiende a asustarse un poco cuando hay tormentas o incluso cuando llueve ligeramente. Los sedantes (las píldoras amarillas) están en el armario, junto a las vitaminas. Será suficiente darle una píldora cada treinta minutos antes de que se desate la tormenta (te convertirás en meteoróloga en un abrir y cerrar de ojos). Lo que requiere de cierto arte es hacerle tragar las píldoras a
Marley
. No las tomará tal como toma las vitaminas, aunque las tires al suelo y simules que no debe tocarlas. La mejor técnica consiste en ponerte a horcajadas sobre él y abrirle las fauces con una mano y, con la otra, ponerle la píldora en la boca, a la mayor profundidad posible. Es necesario ponérsela donde ya no pueda recuperarla, de lo contrario la escupirá. Luego acaríciale la garganta, hasta que la haya tragado. Es obvio que después querrás limpiarlo todo.

CONTROL DE CACAS: Bajo el árbol de mangos tengo una pala que utilizo para recoger las cacas de
Marley
. Recógelas todas las veces que quieras, o no las recojas. Todo depende de cuánto quieras usar el jardín. ¡No dejes de mirar por dónde vas!

PROHIBICIONES: NO dejamos que
Marley

  • Se suba a los muebles
  • Muerda muebles, zapatos, cojines, etc.,
  • Beba agua de la taza del baño. (Es mejor tener la tapa bajada todo el tiempo, aunque debo advertirte que ha descubierto cómo levantarla con la nariz),
  • Cave en el jardín o arranque plantas y flores de raíz. Suele hacerlo cuando cree que no se le presta suficiente atención,
  • Hurgue en los cubos de la basura. (Tal vez tengas que ponerlo sobre la encimera de la cocina),
  • Se abalance sobre la gente, huela braguetas o tenga una conducta social inaceptable. En especial, hemos intentado curarlo de su hábito de morder brazos, acto que, como supondrás, mucha gente no aprecia. Pero aún tiene mucho que aprender. Si quieres, dale una palmada en el culo y grítale «¡No!», con firmeza,
  • Pida comida cuando nosotros estamos comiendo,
  • Empuje la mosquitera de las puertas y del porche. (Verás que hemos tenido que cambiar la de varios lugares.)

Gracias nuevamente por todo lo que haces por nosotros, Kathy. Nos haces un favor enorme. No sé qué hubiésemos hecho sin ti. Espero que
Marley
y tú os hagáis buenos amigos y que te diviertas con él tanto como nosotros.

Le di a leer las instrucciones a Jenny y le pregunté si me había olvidado de algo. Ella estuvo varios minutos leyendo el texto. Luego me miró fijamente y me dijo:

—¿Cómo se te ocurre? No puedes darle esto —mientras blandía las páginas frente a mí—. Si le muestras esto, ya te puedes despedir de Irlanda. Ella es la única persona dispuesta que encontramos para cuidar de
Marley
, pero si lee esto, ¡olvídate del viaje! Se pondrá a correr y no se detendrá hasta llegar a Key West. Por si no la había entendido, Jenny repitió—: ¿Cómo pudo habérsete ocurrido?

—¿Crees que es demasiado? —le pregunté.

Pero siempre he sido partidario de contarlo todo, así que enseñé la nota a Kathy. Es cierto que parpadeó varias veces, especialmente cuando repasamos lo de las técnicas de eliminar garrapatas, pero si tuvo alguna inquietud, la guardó para sí. Con un cierto desánimo y un tanto pálida, pero demasiado bondadosa para no cumplir una promesa, Kathy se mantuvo firme y dijo:

—Buen viaje. Nosotros estaremos bien.

Irlanda era todo lo que habíamos soñado que sería: hermosa, bucólica, sin prisas. La mayoría de los días fueron gloriosamente claros y soleados, por lo cual la amenaza de una sequía preocupaba a los habitantes. Tal como nos habíamos prometido, íbamos por libre, sin itinerario alguno, vagando por la costa, deteniéndonos para dar un paseo a pie, hacer compras, beber cerveza Guinness o simplemente mirar el mar. A veces nos deteníamos para hablar con los campesinos que recogían el heno y fotografiarnos con las ovejas que había en la carretera. Si un camino secundario nos parecía atractivo, lo cogíamos. Era imposible que nos perdiésemos, puesto que no había ningún lugar prefijado al que debiéramos llegar. Los deberes y las obligaciones que teníamos en casa se convirtieron en remotos recuerdos.

Cuando empezaba a anochecer, solíamos buscar un lugar donde dormir, que siempre resultaban ser habitaciones en casas privadas de viudas irlandesas que nos mimaban, nos servían té, nos abrían la cama y parecían hacernos siempre la misma pregunta: «¿Planeáis tener hijos pronto?», tras lo cual se iban cerrando la puerta de la habitación y dejándonos con unas sonrisas sagaces y extrañamente sugestivas.

Jenny y yo nos convencimos de que había en Irlanda una ley nacional que exigía que las camas de los huéspedes mirasen todas hacia una pared donde colgase un retrato del Papa o de la Virgen María. En algunos lugares estaban los dos. En una había incluso un rosario gigantesco que colgaba de la cabecera de la cama. La Ley del Viajero Célibe también estipulaba que todas las camas de huéspedes chirriasen con fuerza, como una alarma, cada vez que uno de sus ocupantes hacía el más mínimo movimiento.

Todo se confabulaba para crear un ambiente tan conducente a las relaciones amorosas como el de un convento. Estábamos en un casa ajena —una casa ajena
muy
católica—, con paredes delgadas, camas sonoras y estatuas de santos y vírgenes, y una anfitriona entrometida que, según creíamos, escuchaba al otro lado de la puerta. Era el último lugar en el que podía pensarse en practicar el sexo, lo cual incrementaba de forma novedosa y contundente mi deseo de hacer el amor a Jenny.

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