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Authors: Lisi Harrison

Tags: #Juvenil

Monster High (24 page)

BOOK: Monster High
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—¿Billy? —preguntó Frankie entre risas.

—Sí —respondió el chico invisible—. Lo que están haciendo es muy valiente, en mi opinión.

Colocó la rosa detrás de la oreja de Frankien

—No te preocupes le quité las espinas.

—Gracias —Frankie acarició la flor con la misma ternura que había sentido al recibirla.

—¡Auuuuuuuuuu! —aulló Clawdeen desde el centro de la pista de baile.

—¡Auuuuuuuuu! —respondieron todos al unísono.

Frankie se abrió camino entre la sudorosa multitud, impaciente por reunirse con sus amigas. A medida que avanzaba, una serie de manos fueron rozándole la piel.

—¡Alucinante!

—Ese maquillaje verde es increíble

—¡Tu disfraz es total!

—¿Son piercing lo que llevas en el cuello?

—Me encanta

—Claro a mí también.

—Sus costuras están mejores que las de mi pelota de beisbol.

Frankie estaba emocionada por la reacción tan positiva de todo el mundo, si bien no le sorprendía sabía que ésa sería la respuesta. Nunca existió duda alguna. Sólo había que demostrarlo. Y sus amigas, vestidas de sí mismas y bailando con los normis, lo estaban demostrando bien. Frankie echó una ojeada a su celular para fijarse en la hora exacta de un acontecimiento que pasaría a la historia. Eran las 20:13.

—¡Iayyyyyyyyyy! —gritó al sumarse al grupo de amigas.

—¡Frankieeeeeee! —gritaron ellas en respuesta.

—Esto es maravilloso, te lo juro —comentó Blue al tiempo que se volcaba una botella de agua sobre la cabeza. Su piel cubierta de escamas relucía con plateada opalescencia.

—¡Bieeeeeeeeeen! —vitorearon los normis ante lo que tomaron por un desenfreno total.

El pelaje de Clawdeen empezaba a rizarse por la humedad. Cleo estaba pasándolo en grande con un chico normi que llevaba puesta su corona de serpiente. Y Lala era todo sonrisas y colmillos.

—Miren —se señaló su pálida frente—. ¡Sudor!

—¿No tienes frío? —Frankie esbozó una sonrisa radiante.

—¡No tengo frío! —Lala agitó en el aire su chal de cachemir y lo lanzó entre la gente.

La euforia del grupo de amigas provocaba en Frankie un ímpetu que nunca había conocido.

—Hola, hermosa novia —le susurró un chico al oído.

—¿Billy?

Se giró para mirarlo.

—Mmm, en realidad soy Brett. Pero prefiero que me llamen Frankendaddy.

“¡ELECTRIZANTE!”

Brett, colocado frente a ella con su traje oscuro, la agarró por los hombros cubiertos de encaje y frotó los pulgares contra su piel. Con el cutis maquillado de verde menta, tornillos, costuras y flequillo hacia delante, era la viva imagen de Frankestein. Y había acudido a buscarla.

En la fantasía de Frankie, se habían ocultado bajo el hueco de la escalera. Pero ahí estaban ambos, en mitad de la fiesta. Rodeados de normis de RAD. Acariciándose abiertamente. Mirándose a los ojos. Sin miedo.

Brett pasó la mano por el cabello de Frankie, negro y con mechas blancas. Se produjo en ella

un cosquilleo eléctrico.

—Me alegro de que te hayas decidido a peinártelo liso, en vez de ese enorme moño cardado— sonrió con sus ojos del azul de la mezclilla—. Es mucho más sexy.

Frankie no podía responder. No podía hacer más que mirarlo fijamente.

“¿Esto es lo que sienten los zombis?”

Con sus cálidas manos, Brett sujetó el cuello de Frankie… atrajo su rostro hacia él… y la beso por primera vez. De la manera que la gente besa en las telenovelas. Sólo que mejor.

Mucho mejor.

Frankie empezó a echar chispas. Luego, se elevó como un globo de helio que se desprende de un ramo de cumpleaños. A medida que su cuerpo flotaba más y más alto, el mundo de más abajo se iba empequeñeciendo. Los sonidos perdieron su significado. Las responsabilidades no tenían sentido. Las consecuencias se volvieron insondables. Toda su existencia se limitaba a aquel momento. Nada antes. Nada después.

Sólo ahora.

Brett le frotaba con los pulgares las costuras del cuello, con una presión que iba en aumento a

medida que el beso se intensificaba. Frankie flotó más alto aún, satisfecha por haber bañado

sus costuras con vapor y haberles aplicado aceite. Orgullosa de los suaves y maleables que

debían de resultarle a Brett. Convencida de que acabarían por ser una de esas cosas que más

le gustarían de ella.

Brett le agarró la cabeza. La movió de lado a lado, como si quisiera que ambos ejecutaran un

baile cuya coreografía él hubiera inventado para los dos. “Mmm”. A Frankie le gustaba la

idea. Un baile sólo para…

¡CRRRRRAC!

Un agudo y repentino dolor le atravesó el cuello. Sus labios se inmovilizaron al instante.

Chispas centelleaban delante de sus ojos. El mareo y la desorientación la dominaron. Era un

osito de peluche dentro de una lavadora en marcha. Luego se detuvo. Lo único que vio fue el

tejido de un traje oscuro. Y lo único que oyó fue:

—¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

Su cabeza salió disparada hacia el cielo con la fuerza de un cohete. Estaba cara a cara con

Brett, sus ojos del azul de la mezclilla se desvanecían. Giraron a la izquierda. A la derecha.

Después, hacia atrás. Sus párpados se cerraron. Brett empezó a tambalearse. Frankie también

se tambaleaba. Empezaron a caer… y a caer….

Se estrellaron contra el suelo del gimnasio. El cuerpo de Frankie, inerte como el de un

muñeco de trapo, aterrizó sobre el de Brett. La cabeza de Frankie salió rodando en dirección a

la cabina del
disc jockey
.

—¡Ayyyyyyyy!

Chillidos, pisadas frenéticas y pánico generalizado se combinaron formando un tumultuoso

caos. Una bota gigantesca retrocedió como si se preparara para propinar un puntapié a la

cabeza de Frankie, pero una ráfaga de viento con manos la recogió en alto y se la llevó por

los aires.

—¡Esa cabeza está flotando!

—¡Está FLOTANDO!

—¡FLOTANDO!

—¡CABEZA FLOTANDO!

Nada se veía con nitidez. Las imágenes fracturadas se agitaban a su alrededor como vibrantes piezas de un rompecabezas.

—¡MONSTRUO! —gritó una voz. Podría haber sido Bekka, si bien era imposible asegurarlo.

—¡Cabeza de monstruo flotando! —vociferó alguien.

—Agarra el cuerpo —susurró un chico—. Que nadie lo vea. Me reuniré contigo en el coche de Claude.

“¿Billy? ¿Eres tú?”, trató de preguntar Frankie. Pero el insoportable dolor de cuello le impedía articular palabra.

Iiiiiiiuuuuuu Iiiiiiiuuuuuuuu Iiiiiuuuuuuuu.

Sonó la alarma de la invasión de los monstruos.

—¡Todo el mundo encima de las mesas!

Iiiiiiiiuuuuuuu Iiiiiiiuuuuuuu Iiiiiiiiuuuuuuu…

—¡Agarren las sillas!

—¡Arriba! ¡Arriba!

Iiiiiiiuuuuuu Iiiiiiiiuuuuuu Iiiiiiuuuuuuu…

—¡A gritar!

—¡Aaaaaaaaaahhhhh!

—¡Más alto!

Una nube de niebla pegajosa envolvió a Frankie. Incapaz de aguantar el dolor por más tiempo, cerró los ojos con fuerza. Mientras se sumía en la oscuridad, se preguntó en qué se habría convertido su mundo la próxima vez que abriera los ojos.

Iiiiiiiiuuuuuu Iiiiiiiuuuuuuu Iiiiiiiiuuuuuu

Suponiendo que hubiera una próxima vez.

CAPÍTULO 22

MONSTER HIGH

Cuando ocurrió el incidente, Melody disfrutaba con Jackson de un descanso posterior al baile en un rincón deshabitado del gimnasio. La oleada de chillidos procedentes de la pista no desvió su atención de las hilarantes historias de Jackson sobre sus estrafalarios vecinos, ni de la manera en la que éste iba saltando de anécdota en anécdota con un suave beso. No empezó a investigar hasta que Bekka gritó:

—¡Monstruo!

—¿Qué pasa? —preguntó a un murciélago que pasaba por allí.

—¡Estaban besuqueándose, y la cabeza de la chica se desprendió! —respondió a gritos mientras salía disparado hacia la salida.

Jackson se rascó la cabeza.

—¿Escuchaste lo mismo que yo?

Melody soltó una risita por lo demencial de la situación.

—Debe de ser algún truco preparado por Weeks.

—Eso espero —Jackson se mordió una uña.

—¿Acaso tienes miedo? —bromeó Melody.

—Un poco —admitió él, volviendo la vista por detrás del hombreo—. Pero no de la chica.

Casi todos los alumnos y los profesores estaban de pie sobre las mesas lanzaban sillas al aire al tiempo que gruñían. Aquellos con la valentía suficiente para luchar a ras del suelo se quitaban los disfraces a tirones unos a otros, con la esperanza de dejar al descubierto a algún culpable que anduviera suelto.

—¡MONSTRUO! —vociferaba Bekka—. ¡MONSTRUO! ¡MONSTRUO! ¡MONSTRUO!

Cuanto más se acercaba Melody a los chillidos de Bekka, más información le iba llegando. Resultó ser que el chico protagonista de la tragedia era Brett, y que la chica descabezada
no
era Bekka.

Siguiendo el rastro del caos, los centelleantes ojos avellana de Jackson se humedecieron a causa del pánico.

—Melody, tengo que marcharme, en serio —declaró al tiempo que se colocaba frente a la cara el ventilador en miniatura. Un alumno que corría hacia la puerta derribó al suelo el aparato, que patinó hacia el otro extremo del gimnasio. Jackson tiró con más fuerza del brazo de Melody.

—No puedo abandonar a Bekka —alegó ella mientras, abriéndose camino a través del caos, lo conducía hacia su horrorizada amiga.

—¿Por qué?
Ella
no corre peligro —replicó Jackson con brusquedad.

—¡Brett acaba de engañarla con otra!

—¡Monstruo! —un fantasma espasmódico se estrelló contra Jackson. Acto seguido, desapareció.

Cuatro policías armados irrumpieron en el gimnasio, seguidos por un equipo de paramédicos que transportaba una camilla.

—¡Encierren a sus novios! Se están infiltrando. ¡Pretenden copular con nuestra especie! — gritó Bekka, y se arrodilló junto al cuerpo abatido de Brett. Arrancó un hilo negro del dedo de su novio y lo examinó con atención.

—¡Vamos! —Melody tiró de Jackson hacia la pista de baile una última vez.

Bekka se levantó. Tenía las mejillas empapadas de lágrimas y llevaba el moño cardado a media asta.

—¡Ahí estás! ¿Vistes lo que pasó? Fue horrible —comentó entre sollozos.

Melody no sabía exactamente si Bekka se refería a la decapitación o al engaño por parte de Brett de todas formas, convino en que había sido horrible.

Haylee y Heath se encontraban prestando sus respectivas declaraciones a uno de los agentes mientras uno de los paramédicos agitaba un frasco de sales bajo la nariz de Brett.

Recobró el conocimiento de golpe.

—¡AAAAAAAAAAAAAAAAH! —gritó.

—¡Le duele! —exclamó Bekka con un chillido—. ¡Ayúdenlo!

Rápidamente le administraron una inyección que lo tranquilizó hasta el punto de convertirlo en un bebé balbuciente.

—¿Te encuentras bien? —Bekka se arrodilló a su lado—. Pensaste que esa chica era yo, ¿verdad?

Brett hizo girar su muñeca inerte y soltó una risita.

—¡Brett! Pensaste que era yo,
¿verdad?

Él la miró. Acto seguido, soltó una carcajada.

—¿Qué le pasó a tu pelo?

Bekka ignoró la pregunta, dándole preferencia a su propia argumentación.

—¡No llevaba brillo de labios con sabor a mango! ¿Eso no te dio la pista?

—Hola, Bekka, queseponebrillodelabiosconsaboramango —dijo él con lengua de trapo—. ¿La conoces? Es mi shiiiiiiiiiica.

—Lo sabía, agente —comentó Bekka entre lágrimas.

—Soy el sargento Garret.

—No fue un beso, sargento Garret. Fue un lavado de cerebro. ¡Eso es lo que hacen! Atraen a los chicos y luego les lavan el cerebro. Tiene que encontrarla. ¡Tiene que detenerla! —le entregó el hilo diminuto—. Envié esto al forense. Es la única pista que tenemos.

—Mis mejores agentes están realizando una inspección de puerta en puerta en este momento —le aseguró, al tiempo que soltaba el hilo en una bolsa plástico—. Si hay más criaturas no humanas en esta ciudad, las encontraré. Como hizo mi abuelo en su época.

Jackson tiró de la manga de Melody.

—Tengo que irme, de veras.

Los paramédicos colocaron a Brett en la camilla.

—¿Adónde lo llevan? —pregunto Bekka.

—Al hospital de Salem.

—Los acompaño —declaró Bekka.

—¿Es pariente? —preguntó uno de los paramédicos.

—Vamos a casarnos.

Jackson se quitó el suéter. La almohada que hacía de joroba cayó al suelo.

—¡Cada vez hace más calor! Deberíamos marcharnos.

—Melly —dijo Bekka elevando la voz mientras se apresuraba para alcanzar la camilla—. Haylee se va a quedar para entrevistar a los testigos. Sal de aquí y trata de encontrar esa…
cosa
. Te llamaré desde el hospital.

—¿Quieres que encuentre
qué
? —preguntó Melody, sin dar crédito—. No creerás que hay una
cosa
por ahí suelta, ¿verdad? Sólo fue una broma.

—De broma, nada —le advirtió Bekka—. Cuando encuentres a la monstruo, pásame la información y yo me encargaré —agitó la mano—. Ten cuidado.

—¿Cómo se supone que voy a encontrar a una monstruo imaginaria? —preguntó Melody a Jackson.

—No lo sé, pero tengo que salir de aquí —la jaló del brazo.

—Melody, ¿a dónde vas? —Haylee se acercó con paso firme y soltó en el suelo su cesto con insectos.

Jackson tiró del brazo de Melody.

—Voy a tomar un poco de aire fresco, nada más —explicó ésta.

—¡No hay tiempo! —replicó Haylee con brusquedad—. ¡Tienes que atrapar a la bestia! —se dio una palmada en la cabeza—. ¡Maldición! Dejé la cámara en el coche del señor Madden, qué fatalidad. Podría haber tomado fotos y ahora las pondríamos en pósteres —se giró hacia atrás y apuró a los pocos alumnos que quedaban en el gimnasio a que entregaran sus cámaras al menos, documentaría la escena del crimen.

Para una chica tan menuda, Haylee era toda una presencia a considerar.

—Melody, ¡vamos! —Jackson volvió a tirar de su brazo—. Si averiguan lo que soy, me perseguirán.

—¿Por qué iban a perseguirte a ti? No eres… —hizo una pausa, cayendo en la cuenta de que no tenía ni idea de qué podía ser Jackson. ¿Acaso descender del doctor Jeckyll y míster Hyde lo convertía realmente en un monstruo?

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