Moros y cristianos: la gran aventura de la España medieval (64 page)

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Authors: José Javier Esparza

Tags: #Histórico

BOOK: Moros y cristianos: la gran aventura de la España medieval
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Conviene recordar que el estatuto político del Cid había alcanzado rasgos muy eminentes. Rodrigo había empezado siendo un jefe guerrero a sueldo de las taifas. Después se había convertido en caudillo militar y político de una amplia zona de gran valor estratégico: entre Teruel y Valencia, a lomos de las serranías de Castellón y Cuenca, los dominios del Cid eran un auténtico «tapón» geográfico que protegía al noreste peninsular de la expansión almorávide.Y a partir de 1094, reconquistada Valencia, Rodrigo Díaz de Vivar ascendía de hecho a la condición de príncipe cristiano sobre un señorío propio, que podía legar en herencia a sus sucesores y, más aún, que constituía una entidad política con personalidad propia. Las conquistas de Almenar y Sagunto terminaron de consolidar su indiscutible poder. Todo ese territorio, la Valencia del Cid, formaba parte nominalmente del territorio de la corona de León y Castilla, que se extendía así desde el Atlántico hasta el Mediterráneo. Pero al mismo tiempo era señorío de Rodrigo, y por eso su estatuto se ha comparado al de un rey de tafias, pero cristiano.

Caben pocas dudas sobre el propósito último del Cid Campeador: constituir en torno aValencia una entidad autónoma, regida por su propio heredero, Diego. Ese proyecto quedó traumáticamente frustrado cuando Diego murió en la batalla de Consuegra, en 1097: el Cid se quedaba sin heredero y el futuro del señorío valenciano se volvía extremadamente problemático. En esa tesitura, Rodrigo optó por estrechar sus lazos con Aragón y Barcelona a través del matrimonio de sus hijas, Cristina y María, con Ramiro de Navarra y Ramón Berenguer III, respectivamente. La decisión tenía un alcance político decisivo, porque en la práctica significaba ceder a Aragón y a Barcelona, y no a Castilla, la herencia del esfuerzo bélico del Cid. Quizá Rodrigo no vio claro que León pudiera mantener la actividad guerrera tan lejos de sus fronteras naturales. El hecho es que de esos matrimonios saldrán linajes de reyes: García Ramírez, el restaurador del Reino de Pamplona, fue nieto del Cid, y un rey de Castilla, Alfonso VIII, será tataranieto del Campeador.

Pero ahora, muerto el Cid sin heredero varón, ¿qué pasaba con Valencia? Todas las tierras ganadas por el Cid quedaron bajo el mando de jimena, la esposa de Rodrigo. Pero la situación era ciertamente dificil: los almorávides no tardaron en enterarse de que el gran guerrero cristiano había muerto y pronto reanudaron el acoso contra Valencia. Las huestes del Cid no eran escasas, pero la defensa de todo el territorio de Rodrigo, sin apoyo externo, era misión imposible.

Toda la clave de la defensa cristiana de Valencia estaba en dos factores. Uno, mantener buenas relaciones con la taifa mora de Zaragoza, el territorio contiguo por el norte, para proteger la propia retaguardia. El otro, estar en condiciones de mover tropas con facilidad para reforzar la plaza frente a las ofensivas almorávides. El Cid podía atender con relativa soltura ambos requisitos, pero nadie más podía hacerlo. Desde luego, no podían hacerlo los maridos de las hijas de Rodrigo: los navarro-aragoneses, porque estaban en perpetuo conflicto con la taifa de Zaragoza, y los catalanes, porque no disponían de ejército suficiente. Sólo Alfonso VI de León, bien avenido con la taifa zaragozana, podía enviar tropas aValencia, pero eso a su vez le obligaba a dispersar esfuerzos a lo largo de una frontera mucho más extensa de lo que podía defender.Y así, muerto Rodrigo, la posición de laValencia del Cid se hizo pronto insostenible.

CuandoYusuf se enteró de la muerte del Cid, inmediatamente envió hacia Valencia un ejército al mando de un primo suyo llamado Mazdalí. Los almorávides ya habían ocupado la línea hasta Játiva y Alcira. Ahora, agosto de 1101, cercaban Valencia. Ante la presión almorávide, los territorios que hasta ese momento obedecían al Cid prefirieron pagar tributo a Mazdalí. Dice una leyenda muy tardía que Jimena, asediada en Valencia, hizo exhumar el cadáver embalsamado de su marido, ordenó que lo montaran en un caballo y lo sacó a las puertas de la ciudad, lo cual hizo huir a los sitiadores. En realidad, lo que Jimena hizo fue pedir ayuda a Al fonso VI. El rey de León atendió a la llamada y acudió con un ejército mandado por él mismo. Ante la llegada de los cristianos, los moros levantaron el sitio. Alfonso VI persiguió a los almorávides hasta Cullera, donde hubo una batalla de contención: allí quedó la línea de frontera entre las dos fuerzas.Y Alfonso, mirando alrededor, tomó la decisión de evacuar la ciudad.

Era mayo de 1102. Jimena recogió el cadáver de su marido. Las huestes castellanas, dispuestas a no dejar nada al enemigo, incendiaron la ciudad. La población cristiana deValencia se marchó también. La gran comitiva se puso en camino con dirección a Castilla: centenares de hombres, los mismos que en los últimos años habían protagonizado uno de los capítulos más brillantes de la Reconquista, volvían ahora a sus casas transportando el cuerpo de su jefe muerto. El Cid será definitivamente enterrado en Burgos, en San Pedro de Cardeña. El 5 de mayo de 1102 entraba en Valencia Mazdalí, que quedaba por el momento al frente de la ciudad. Valencia se convertía en una provincia más del extenso imperio africano de Yusuf ben Tashfin.

La conquista de Valencia fue un movimiento decisivo para los almorávides, que ahora contaban con una base privilegiada para hostigar al condado de Barcelona y, sobre todo, para conquistar la taifa de Zaragoza, que en este momento era el único territorio musulmán español que aún se resistía al poder de Yusuf ben Tashfin. El viejo emperador almorávide, pasados ya ampliamente los noventa años, tomaba una importante decisión: nombraba heredero a su hijo Alí y le ponía al frente de la provincia andalusí, es decir, de toda la España mora.

Pero otras cosas iban a pasar, además, en aquellos días, y una tiene que llamar inmediatamente nuestra atención: el 28 de septiembre de 1104 moría en el valle de Arán Pedro 1, el bravo rey de Aragón y Navarra, y moría sin descendencia. ¿Quién ocuparía la corona? Alguien que también merece capítulo aparte.

12

ALFONSO Y URRACA: UN REY CRUZADO
Y UNA REINA… ATRAVESADA

Así llegó al trono Alfonso I el Batallador

En el año de 1104, mientras los almorávides se hacían fuertes en Valencia y planificaban ya su siguiente ofensiva contra el Reino de León, moría en el valle de Arán el rey Pedro 1 de Aragón y Navarra. Tenía sólo treinta y seis años. Había heredado el trono diez años atrás, de manos de su padre Sancho Ramírez, herido de muerte en el asedio de Huesca. En esos diez años, Aragón había crecido hasta amenazar seriamente a la propia ciudad de Zaragoza. Recogerá la corona de Pedro su hermanastro Alfonso.Vamos a hablar un poco de Aragón.

Lo que asombra en estos primeros reyes aragoneses es su continuidad y su constancia: todos tienen el mismo proyecto y todos lo persiguen con la misma tenacidad; ninguno rectifica al rey anterior, sino que cada uno prolonga y amplía la herencia recibida en la misma dirección. Esa herencia se define por dos rasgos fundamentales: uno, hacia fuera, es la expansión sostenida hacia el sur, hasta el horizonte que marca la línea del Ebro; el otro, hacia dentro, es la religiosidad vertebral del reino, puesto desde el principio bajo la protección de la Santa Sede.Y una cosa y otra construyen la identidad de este Aragón inicial.

En esa línea, la aportación de Pedro 1 en sus diez años de reinado fue crucial: como monarca de Aragón y de Navarra, no hubo año en el que no ensanchara sus territorios. Su estrategia fue paciente y metódica. Primero se fijaba un objetivo concreto: Monzón, Huesca, Tudela, Barbastro. Después organizaba marchas de aproximación hacia cada una de esas ciudades, una por una, nunca todas a la vez, erizando los alrededores de bastiones y plazas fuertes. Acto seguido, comenzaba el hostigamiento bélico del objetivo. En el caso de Barbastro, por ejemplo, Pedro hizo construir dos castillos, el de Pueyo y el de Zaidín. La codiciada plaza de Barbastro terminó cayendo en 1100, y ahora sin la fragilidad de la primera vez, cuando la desorganización de los cruzados —aquí lo vimos en su momento— frustró la reconquista.

El enemigo fundamental de Aragón y Navarra —en realidad, el único enemigo— era la taifa de Zaragoza.Ya hemos explicado aquí la maraña política que tal cosa suponía: la ambivalente relación con la corona de León y Castilla, aliada de Aragón frente a los almorávides, pero nominalmente aliada de Zaragoza frente a Aragón. Pedro 1 gobernó este problema con mano certera.Y como no podía contar con apoyo español para su expansión —aquí sólo Urgel le apoyaba—, buscó en el exterior refuerzos para sus campañas: por eso la presencia de francos y normandos es permanente en todo este periodo de la historia aragonesa.

¿De qué vivía el Reino de Aragón y Navarra? A diferencia de los otros reinos cristianos, Aragón ya no cobraba parias: entre otras cosas, porque ya no había quien pudiera pagarlas. Consta que la población musulmana de las ciudades reconquistadas siguió, en general, habitando sus tierras, y sin cargas fiscales específicas. Por ejemplo, a los moros de Naval, al norte de Barbastro, se les dispensaba expresamente de pagar parias y se limitaba su contribución a la novena parte de los frutos que cogiesen y la quinta parte de la sal que produjesen.Y a cambio de esta condición ventajosa, se les exige «que sean fieles, sin arte ni engaño, contra moros y cristianos, ellos y sus sucesores, por los siglos de los siglos». Sin parias que cobrar, las arcas del reino se financiaban sobre todo con el botín de guerra tomado a los moros de las plazas que iban cayendo, una a una, en manos de Aragón.

Como no había parias para pagar ejércitos estables, las campañas bélicas de Aragón solían coincidir con el momento en que terminaban las faenas del campo: cuando acababa el periodo de cosechas, los granjeros y ganaderos del reino eran llamados a las armas. Era una de las muchas limitaciones a las que tenía que hacer frente el Reino de Aragón y Navarra, pero, aún así, el sistema dio sus frutos y la expansión, aunque lenta, prácticamente no conoció interrupción.

Cuando al fin se recuperó Barbastro, en aquel año de 1100, se conoció en España la entrada de los cruzados en Jerusalén. El rey Pedro 1 quiso cruzarse y marchar a Tierra Santa, pero el papa envió una bula a los espa ñoles prohibiéndoles acudir a aquella cruzada: ya tenían la suya propia contra los almorávides. Ni corto ni perezoso, Pedro organizó en 1101 una cruzada contra la propia Zaragoza; de ella nos queda el recuerdo del pueblo zaragozano de Juslibol, cuyo nombre viene del grito de los cruzados Deus o vol, «Dios lo quiere».

La línea entre Aragón y la taifa de Zaragoza se hace extremadamente permeable: los documentos nos muestran numerosas localidades que tan pronto aparecen cristianas como musulmanas, según los cambios de poder en la frontera. La última aparición del rey Pedro es en Tamarite de Litera, en la frontera con Lérida. Después, por razones que ignoramos, viajó al norte, al Pirineo.Y allí, en septiembre de 1104, moría Pedro I.

La muerte del rey planteó un problema sucesorio peliagudo. Pedro 1 había estado casado con Inés de Aquitania, que le dio dos hijos: Isabel y Pedro; ambos, según parece, de naturaleza enfermiza. Cuando murió la reina Inés, Pedro volvió a casarse, esta vez con una dama italiana llamada Berta, que no le dio hijos. Los vástagos de Pedro 1 murieron pronto. Parece acreditado que los dos padecían enfermedades serias. En 1101 y en 1103 constan donaciones del rey por la salud de sus hijos. Isabel falleció en 1103 y el infante Pedro en aquel mismo año de 1104, pocos meses antes que el rey. Muerto Pedro sin descendencia, el derecho marca que la corona pase al hermano varón siguiente al rey difunto: Alfonso, soltero, treinta y un años.

Alfonso era hermano del difunto rey Pedro o, más precisamente, hermanastro: hijo de Felicia de Roucy, la segunda esposa del rey Sancho Ramírez. Cinco años más joven que Pedro I,Alfonso se había criado en el monasterio de San Pedro de Sirera, en el valle de Hecho. Su destino estaba marcado de antemano: sería señor feudal. Se formó en las armas y las letras, como correspondía a todo caballero de su tiempo. Se le encomendó el gobierno de distintas plazas en las áreas fronterizas de las Cinco Villas y la Jacetania. Pero Alfonso era, ante todo y sobre todo, un guerrero. En nuestro relato ya le hemos visto peleando en Alcoraz y en Bairén. La guerra era su elemento.

¿Treinta y un años y soltero? ¿Cómo es posible eso? Al parecer, todo forma parte del carácter de Alfonso, que vivía sólo para las hazañas bélicas y no soportaba a las mujeres. Hay un testimonio musulmán que recoge Ubieto Arteta y que retrata al nuevo rey de Aragón y Navarra con trazos inequívocos. Dice así:

Alfonso dormía con su coraza y sin colchón.Y como un día alguien le preguntase que por qué no se acostaba con las hijas de los jefes musulmanes que había hecho prisioneras, contestó: «Un verdadero soldado no debe vivir más que con hombres, y no con mujeres».

Un verdadero soldado: eso era Alfonso. Las crónicas castellanas inciden en su carácter aguerrido hasta la brutalidad. La Compostelana, por ejemplo, dice esto:

Devastábalo todo a hierro y fuego, y de los campesinos, a unos pasaba a cuchillo y a otros, atadas las manos, los llevaba prisioneros. ¿Qué más? Violaba también las iglesias…

Lo que dicen las crónicas castellanas sobre Alfonso el Batallador hay que cogerlo con pinzas, porque a este rey, que a la muerte de Alfonso VI llegará a reinar sobre Castilla —ya veremos aquí cómo fue—, le tenían verdadera ojeriza. En realidad, Alfonso, siendo un guerrero por naturaleza, al mismo tiempo era de una religiosidad sin fisuras: el ejemplo mismo del monje-soldado, una figura típicamente medieval. En todo caso, el testimonio vale para completar el retrato de un personaje que realmente debió de ser de armas tomar, y nunca mejor dicho.

Para empezar, Alfonso, nada más llegar al trono, se propone un objetivo mayor, el objetivo de su vida: Zaragoza. Su hermano Pedro ha llegado a tocarla con los dedos; él seguirá el mismo camino.Y mientras tanto, el Batallador se preocupa de asentar sus posiciones a este y oeste, en el sur de Navarra por las Cinco Villas: Egea de los Caballeros, Tauste, Sádaba; y en la frontera de Lérida, por el bajo Cinca. La Reconquista en Aragón no sufre la menor mengua; al revés, con Alfonso el Batallador experimentará un crecimiento increíble. No es extraño que hoy, en la cultura española, la palabra «Aragón» sea sinónimo de tenacidad y constancia.

Se va el venerable Yusuf, emperador de los almorávides

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