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Authors: José Javier Esparza

Tags: #Histórico

Moros y cristianos: la gran aventura de la España medieval (61 page)

BOOK: Moros y cristianos: la gran aventura de la España medieval
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Lo que estaba pasando en el sur era que Yusuf ben Tashhn, el caudillo ahnorávide, iba apoderándose de Al-Ándalus. Frente a la debilidad de los reyes de taifas, corruptos y vendidos al cristiano,Yusuf representaba tanto la ortodoxia religiosa como la potencia militar. Una buena propaganda le había convertido en la esperanza del pueblo andalusí y en particular de los alfaquíes, los doctores del islam. Dos teólogos andalusíes, al-Gazali y al-Turtushi, publicaron una fatwa o ley que autorizaba a Yusuf a ocupar Al-Ándalus y asumir el título de Príncipe de los Creyentes.AhoraYusuf desembarcaba de nuevo en España para derribar a los reyes de taifas.

Consciente de que su principal problema no eran los reyes de taifas, sino Alfonso VI, al que todos habían pedido auxilio de nuevo,Yusuf se encaminó directamente hacia Toledo: quería derribar la ciudad como prueba de fuerza ante sus próximos súbditos andalusíes. Alfonso corrió hacia Toledo. También Sancho Ramírez de Aragón, que aportó sus tropas para frenar a los invasores.Y Toledo resistió. Como antes en Aledo, los almorávides volvieron a fracasar en una batalla de asedio.AlfonsoVl mantuvo su capital.YYusuf se tuvo que retirar hacia el sur. Aún no había terminado el mes de agosto de 1090.

Yusuf se retira hacia el sur, sí, pero esta vez no volverá a África, sino que apuntará a Granada. Por allí va a empezar su particular revolución: la conquista del poder en Al-Ándalus. Es el momento en que los reyes de taifas de Sevilla y Granada piden socorro a Alfonso VI. El rey de León prepara su expedición granadina y por eso la reina Constanza escribe al Cid para que acuda junto al monarca. Rodrigo lo hará.

La expedición, sin embargo, será inútil:Yusuf ya ha comenzado su conquista del poder y el plan está muy bien trazado. Una tras otra caerán Córdoba, Málaga, Granada, Sevilla… En aquel loco año de 1090, la España mora va a cambiar súbitamente de piel.

La revolución almorávide en Al-Ándalus

El venerable caudillo almorávide Yusuf ben Tashfin, ochenta años, austero y flaco y seco, vestido con pieles de oveja, se ha propuesto apode rarse de Al-Ándalus. Su objetivo no es pelear contra los cristianos, sino desbancar a los reyes de taifas.Y lo conseguirá. En Córdoba y en Granada, en Sevilla y en Zaragoza, por todas partes en la España mora, centenares de voces están proclamando la grandeza del viejoYusui frente a la molicie y la corrupción de los reyes de taifas, vendidos a los cristianos, el caudillo almorávide encarna la potencia militar y la pureza de la fe.Y así el fundamentalismo almorávide, de voz en voz, se va imponiendo en las conciencias de la España musulmana como única alternativa para la crisis de los reinos moros, inevitablemente abocados a una posición de inferioridad ante la pujanza cristiana.

Los reyes de taifas, por su parte, se aprestan a asumir su destino. Ellos habían abierto la puerta a los almorávides como refuerzo para rebajar las presiones de los cristianos. Algunos, como el sevillano al-Mutamid, vieron desde el principio el peligro: caer bajo el poder almorávide; pero no por ello dejaron de echarse en brazos del viejo caudillo del sur.AhoraYusuf se disponía a darles el golpe de gracia. Los reyes de taifas, para proteger su posición, trataron de renovar sus lazos con los reinos cristianos, pero ya era demasiado tarde: la revolución almorávide había comenzado.

Nada más abandonar el sitio de Toledo,Yusuf ben Tashfin se dirigió a Granada. Iba a ser su primera víctima. Abdalá de Granada había pedido ayuda a Alfonso. El rey de León corrió a socorrerle, pero cuando llegó ya era demasiado tarde: los almorávides entraron en la ciudad, prendieron al rey Abdalá, le humillaron ante su pueblo y lo enviaron a África, concretamente a Agmat, al norte de Marrakech. Acto seguido Yusuf fue a por el rey de la taifa de Málaga, Tamim, que era hermano de Abdalá. Corrió la misma suerte que él. En ambos casos,Yusuf se aseguró de contar con todas la bendiciones de los alfaquíes, que dictaron sentencias contrarias a los reyes de taifas. Es esto lo que da a su conquista del poder una dimensión propiamente política; por eso fue, más que una conquista, una revolución.

¿En qué medida había realmente una dimensión ideológica detrás de estas operaciones? ¿No era simplemente una toma del poder frente a otro poder anterior? No.Yusuf tenía un proyecto político-religioso completamente distinto al de los reyes de taifas. Las taifas se habían habituado a una situación de dependencia: gobernantes musulmanes de origen árabe o bereber (aunque de linajes ya abundantemente hispanizados), sobre una población de cepa muy mayoritariamente hispana, y con una importante cantidad de mozárabes (esto es, de cristianos) entre sus súbditos; en territorios ricos y fértiles, pero sin potencia militar capaz de imponer su voluntad y, por tanto, obligados a pagar a los cristianos su protección. Por así decirlo, los Reinos de Taifas representaban la fase terminal de la invasión de 711: la España mora era más española que mora.

Frente a eso, la revolución almorávide representaba una poderosa inyección de islamidad y de africanidad. El Imperio almorávide era una enorme construcción política con capital en Marrakech. La mayor parte de su territorio estaba en África; Al-Ándalus apenas representaba un pequeño apéndice geográfico. Africana era también la manera en que esta gente enfocaba la política, la guerra y, sobre todo, la religión. En la cabeza de Yusuf no cabía una política de componendas con la cristiandad —ni con la interior de la España mora ni con la de los reinos cristianoscomo la que había caracterizado a los Reinos de Taifas. El designio era la islamización a fondo de la sociedad andalusí. Así, la revolución almorávide venía a significar un impulso a la invasión de 711: que la España mora fuera más mora que española.Y sin duda por eso recibió el incondicional apoyo de los alfaquíes y demás guardianes de la ortodoxia islámica.

De momento, lo que la revolución almorávide significaba era que los reyes de taifas se quedaban sin corona. Visto el destino de los hermanos Abdalá y Tamim en Granada y Málaga, los demás reyes se apresuraron a protegerse. ¿Cómo? Doblándose ante Alfonso VI. El cual, naturalmente, también estaba interesado en mantener el statu quo. ¿Quiénes pactaron con los cristianos? Al-Qadir en Valencia, al-Mustaín en Zaragoza, quizás al-Mutawagil en Badajoz y con toda seguridad al-Mutamid en Sevilla, así como su hijo Fath, que gobernaba en Córdoba.Todos ellos se convertirán en enemigos del poderosoYusuf.

Con Granada y Málaga en sus manos,Yusuf ben Tashfin se apoderó de Tarifa, instaló allí su base y volvió a África, pero antes dejó a un hombre con instrucciones precisas. El hombre: Abu Bakr, el jefe de las tropas saharauis. Sus instrucciones: guerra sin cuartel contra al-Mutamid de Sevilla, el más importante de los reyes de taifas. A1-Mutamid sabía lo que se le venía encima, pero aguantará hasta el final. En cuanto a Abu Bakr, diseñó su operación con calma de estratega.Tardó casi nueve meses en rendir la ciudad. Primero se ocupó de cerrar a los sevillanos cualquier posibilidad de recibir refuerzos leoneses. ¿Cómo? Ocupando el valle alto del Guadalquivir y Despeñaperros. Aquí el objetivo era Córdoba, defendida por Fath, un hijo de al-Mutamid. Fath se defendió heroicamente, pero finalmente Córdoba cayó: el hijo de al-Mutamid fue ejecutado; su cabeza, clavada en una pica, fue paseada por Córdoba en señal de triunfo. Lo último que Fath pudo hacer en vida fue enviar a su esposa Zaida a la corte toledana en petición de auxilio. Era marzo de 1091.

Esta Zaida, viuda de Fath y nuera de al-Mutamid, y de cuyo origen apenas sabemos nada, había salido de Córdoba con todos sus hijos y buena parte del tesoro real. Refugiada en el castillo de Almodóvar, corrió enseguida a Toledo para ofrecer a Alfonso VI un nuevo pacto: a cambio de su ayuda militar, al-Mutamid le entregaría las plazas fuertes del norte de la taifa de Sevilla, que eran Uclés, Amasatrigo y Cuenca. Zaida debía de ser un bellezón; seguramente española, a juzgar por las descripciones que de ella ha dejado la Crónica. En todo caso, lo que parece indudable es que al rey Alfonso le provocó una verdadera conmoción hormonal. De momento, Alfonso aceptó el pacto y envió una expedición al mando de Álvar Fáñez. En cuanto a Zaida, volverá a aparecer en nuestra historia.

Tomada Córdoba, Abu Bakr estrechó el cerco sobre Sevilla. Ocupó Jaén, Ronda, Calatrava, Almodóvar, Carmona… La expedición enviada por Alfonso VI, aquélla mandada por Álvar Fáñez, no pudo pasar de Almodóvar: no tenía que enfrentarse sólo a los saharauis de Abu Bakr, sino también a los miles de voluntarios que se iban uniendo a la fuerza almorávide. Sevilla, entregada a sus solas fuerzas, aguantó hasta septiembre de 1091. Al-Mutamid, como los otros, fue encadenado y enviado a Agmat, en África, donde moriría algunos años más tarde en la más absoluta de las pobrezas. Al proyecto de Yusuf ya sólo le quedaban tres piezas: Badajoz, donde al-Mutawagil se sostendrá hasta 1094; Zaragoza y Valencia. Y en estos tres lugares concentrarán su defensa los cristianos.

Ante la amenaza almorávide, en efecto, los reinos cristianos toman posiciones, y en particular Alfonso VI. En el oeste, la cosa está clara: el Reino de León mueve pieza y ocupa la frontera portuguesa con la taifa de Badajoz, a saber, Lisboa, Santarem y Cintra, de modo que Alfonso controla el valle bajo del Tajo. ¿León aprovechó el agobio de Badajoz para ocupar estas tierras, o más bien le fueron entregadas por al-Mutawagil como prenda de pacto? No lo sabemos. Lo único que nos consta es que allí quedó, como gobernador, el caballero Suero Méndez, bajo la dirección de Raimundo de Borgoña, el yerno del rey Alfonso.

Pero si la decisión estaba clara en el oeste, las cosas estaban mucho más turbias en el este, entre Valencia y Zaragoza. Las dos taifas estaban decididas a resistir a los almorávides, pero ambas se hallaban en una situación política complicadísima. Zaragoza, amenazada en el norte por Aragón, tiene pactos con Alfonso VI y con el Cid, pero éstos, además de estar enfrentados entre sí, no ven como enemigo al rey de Aragón. En cuanto a Valencia, amenazada por los almorávides y por Alfonso, debía su protección al Cid y a Zaragoza. Un laberinto.Y a todo esto, un ejército almorávide marchaba al norte por Murcia. El cielo se ennegrecía.

Vienen movimientos incesantes. Una ciudad se convierte en centro del mapa político:Valencia.Y allí escribirá su capítulo final el Cid.

Alfonso mete la pata y el Cid se lleva premio

Sólo dos taifas permanecían libres del avance almorávide: Zaragoza y Valencia. Zaragoza, tributaria de Castilla y enemiga de Aragón, seguía bajo el gobierno del rey al-Mustaín Valencia, tributaria del Cid y de Castilla, estaba gobernada por al-Qadir. Los dos reyes debían afrontar serias alteraciones internas: la propaganda almorávide hacía su trabajo desde las mezquitas. Pero ambos sabían que se jugaban la vida: visto lo que les había ocurrido a los reyes de Sevilla, Málaga y Granada, tanto al-Mustaín como al-Qadir tenían el mayor interés en llegar a pactos con los cristianos; para protegerse de Yusuf ben Tashhn.

Ocurría, además, que tanto Zaragoza como Valencia contaban con abundante población mozárabe, esto es, cristianos que aun bajo la dominación mora seguían profesando su fe. ¿Cuántos? No lo sabemos, porque no hay censos. Pero debían de ser los suficientes para que en la taifa de Zaragoza, por ejemplo, colaboraran con el Reino de Aragón para la entrega de tales o cuales plazas —hubo varios casos de este tipo—, y para que en Valencia alentaran las expectativas de los reyes cristianos. Es decir que, además de la pugna entre musulmanes partidarios de las taifas y musulmanes partidarios de los almorávides, había otra pugna dentro de las propias taifas entre población musulmana y población cristiana. Bajo el régi men de las taifas, en general bastante laxo, ambas comunidades habían podido convivir, pero la llegada de los almorávides, con su fundamentalismo, cambiaba del todo las cosas.

El paisaje general es muy complejo. En tan dificil tablero, los reyes comienzan a mover sus piezas.Y en el mapa hay un punto que reclama la mayor atención:Valencia, que empieza a verse amenazada por los almorávides que se han hecho con la taifa de Murcia.Valencia es protectorado del Cid, que ha constituido una amplia zona bajo su control. Rodrigo Díaz de Vivar se traslada a Zaragoza y trata de convencer a al-Mustaín para que se coaligue con él: entre ambos pueden mantener Valencia a salvo de los almorávides. Pero el Cid no es el único que ambiciona la ciudad:Alfonso de León también tiene puestos allí sus ojos. ¿Y el Cid no gobierna en nombre de Alfonso VI? Ya no. Las relaciones entre el Cid y Alfonso VI distan de ser las mejores. Alfonso quiere tener la zona directamente bajo su control, sin intermediarios. De manera que su primer movimiento será, también, apoderarse de Valencia.

Alfonso de León hará las cosas a lo grande, a su estilo. Después de los asedios de Aledo y Toledo es perfectamente consciente de que la amenaza almorávide necesita una respuesta aplastante. Ha intentado convocar una cruzada en Europa y no le ha salido bien. Ahora vuelve a recabar el apoyo europeo para la operación valenciana. Hay dos potencias navales que le pueden echar una mano: las ciudades italianas de Génova y Pisa, ambas con flotas respetables, y además enormemente interesadas en limpiar el Mediterráneo occidental de enemigos; como el puerto deValencia es un punto importante del tráfico, Pisa y Génova acceden a la petición de Alfonso. Eso, por mar.Y por tierra, el rey de León cuenta con dos sólidos aliados: Sancho Ramírez de Aragón y Berenguer Ramón de Barcelona, los dos igualmente interesados en frenar a los almorávides. La alianza parecía indestructible. Pero Alfonso falló.

Fue en la primavera de 1092. Alfonso había cometido el error de no advertir al Cid de sus movimientos. Error deliberado, sin duda: no iba el rey a pedir auxilio a un vasallo. Pero Alfonso pagó caro su orgullo. Las flotas italianas no se presentaron. Los aragoneses y los catalanes tardaron en llegar o, simplemente, decidieron en algún momento dar la vuelta. El hecho es que la gran expedición fue un fracaso. Alfonso VI, que había acudido a Valencia, tuvo que volver con las manos vacías. ¿Podía ocurrir todavía algo peor? Sí: alertados de la ofensiva cristiana, los partidarios de los almorávides en Valencia aprovechan la amenaza para dar un golpe de Estado. Será el final de al-Qadir.

El Cid, por su parte, reaccionó de muy mala manera ante la ofensiva de Alfonso, que consideró como una afrenta. Irritado, Rodrigo Díaz de Vivar se pone al frente de su mesnada y marcha contra La Rioja. ¿Para qué? Para castigar a Alfonso. Lo hará saqueando a conciencia las tierras de Nájera, propiedad de García Ordóñez, su gran rival: el mismo que había propiciado su primer destierro cuando el desafortunado lance de las parias de Sevilla. Nadie pudo frenar a las huestes del Cid. Nadie excepto un mensaje que recibió en aquellos mismos días: una carta de socorro que le enviaba el rey taifa de Valencia, al-Qadir.

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