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Authors: Laurell K. Hamilton

Tags: #Fantástico, #Erótico

Narcissus in Chains (13 page)

BOOK: Narcissus in Chains
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—Sí —dije.

Esa intensa mirada hacia el pasado paso a Jean-Claude.

—Le molesta, también. Se pregunta si estoy desolado y todo lo que me queda es el dolor.

—Tú me dijiste una vez que todo funcionaba. Que tenías cicatrices, pero… eras funcional —dije.

Él parpadeó y me miró.

—¿De veras? Bueno, a un hombre no le gusta admitir tales cosas frente a una mujer bonita. ¿O a un hombre guapo? —Él nos miró, pero la única persona que realmente estaba viendo era a Jean-Claude—. Voy a pagar el peaje para mostrar a nuestro hermoso Sr. Zeeman que la fuerza se paga. Pero no voy a ser el chivo expiatorio. No esta vez.

Ya nunca más, pesaba el aire, lo que no dijo, pero de todos modos lo sentimos. Asher había estado doscientos años a merced de las personas que habían dado a Jean-Claude los recuerdos que Richard y yo habíamos compartido. Dos siglos de ese tipo de atención y tormento. Cuando Asher había venido con nosotros había sido cruel en ocasiones.

Pensé que se había curado. Pero al ver la mirada de sus los ojos ahora, sabía que no.

—¿Y sabes lo mejor de todo? —preguntó Asher.

Jean-Claude sacudió la cabeza.

—Va a causarte dolor el pensar en mí estando con Narciso. Aun después de que esto pase, todavía no vas a responder a la pregunta que he estado esperando, por lo que he esperado desesperadamente, que contestes.

Jean-Claude se puso rígido, endureciendo su mano en la mía. Sentí que ponía su escudo en su lugar, que nos mantenía fuera de lo que estaba pensando y sintiendo en ese momento. El cálido poder turbulento flotó entre nosotros y comenzó a disiparse. Jean-Claude se había hecho a un lado de nuestro perímetro. Ahora se estaba cerrando para nosotros, aunque no creía que fuera a propósito. Sólo que no podía defenderse de nosotros y mantener el flujo de ida y vuelta.

Su voz sonaba tranquila, su aburrimiento habitual, y tono culto.

—¿Cómo puedes estar tan seguro de que él no te contestará?

—Puedo estar seguro haga lo que haga de que no le daré la respuesta que él quiere.

—¿Qué respuesta? —pregunté—. ¿De qué están hablando?

Los dos vampiros se miraron.

—Pregúntale a Jean-Claude —dijo Asher.

Miré a Jean-Claude, pero estaba mirando a Asher. En cierto modo, el resto de nosotros estábamos fuera de la conversación, mera audiencia para un show que no la necesitaba.

—Estás siendo un crío, Asher —dijo Richard.

El vampiro trasladó la mirada al hombre que había a mi otro lado, y la ira en sus ojos azules hizo que se derramara a través de ellos un destello helado. Miró a ciegas.

—¿No me he ganado el derecho a ser mezquino, Richard?

Richard sacudió la cabeza.

—Sólo digo la verdad.

—Hay tres personas llamando su poder y este me arrastra hacia vosotros, y responder a esta cuestión tan importante es mezquino… —Se puso de pie en un movimiento gracioso, como un títere que es tirado por cuerdas. Se acercó lo suficientemente cerca para que el poder se derramara a su alrededor, lo que llevo un estremecido aliento a sus labios. El poder lo reconoció, se encendió más fuerte, como si pudiera actuar como nuestro tercero, si no tuviéramos cuidado. ¿El poder sólo necesitaba un vampiro, y no específicamente Jean-Claude?

Richard cerró su lado de la energía, haciendo sonar su escudo y poniéndolo en su lugar, me hizo pensar en metal, fuerte y sólida, sin concesiones.

Asher acariciaba el aire justo por encima del brazo de Richard y tuvo que alejarse, frotándose las manos en los brazos.

—El poder se desvanece. —Se sacudió como un perro que sale del agua—. Si vosotros decís que sí, podría poner fin a su tormento.

Nos frunció el ceño a los dos, no estaba segura de que la conversación fuera lo que yo quería.

Asher volvió los ojos pálidos y ahogados hacia mí.

—O, nuestra Anita justa. —Ya estaba moviendo la cabeza—. Pero no, yo sé que es lo mejor. He disfrutado de manera sorprendente mis intentos de acercamiento a nuestro heterosexual Richard. Pero Anita no es tan fácil de burlar. —Llegó a estar delante de Jean-Claude—. Y, por supuesto, si quiero la respuesta tendré que hacer algo lo bastante malo para merecerla.

El rostro de Jean-Claude estaba en su punto más arrogante. Su máscara más oculta.

—¿Sabes algo que yo no sé?

Asher volvió a estar delante de mí.

—Se niega a estar en mi cama, porque teme que tú… ¿cuál es la palabra americana…? le rechazaras, si sabías que él estaba durmiendo con un hombre. ¿Es así?

Tuve que tragar antes de poder responder.

—Sí.

Asher sonrió, pero no como si estuviera feliz, más bien había sido una respuesta previsible.

—Entonces quiero quedarme aquí con Narciso, y Jean-Claude no sabe aún si me quedo, porque me he convertido en un amante de estas cosas, o porque este tipo de amor es todo lo que queda para mí.

—No estoy de acuerdo con esto —dijo Narciso—. Antes de tomar la decisión ¡Déjame ver lo que estoy comprando!

Asher estaba de pie, girando, de modo que su lado izquierdo estaba hacia el werehiena. Él abrió la cremallera de la máscara y la levantó sobre su cabeza. Estaba bastante girado de forma que podía ver su perfil perfecto. Sus cabellos de oro, y me refiero a oro, estaban trenzados a lo largo de la parte posterior de la cabeza para que no interfirieran con su vista. Estaba acostumbrada a mirar a Asher a través de una capa de pelo. Sin ella, las líneas de su rostro eran como las de una escultura, algo tan suave y encantador que quería tocar, seguir sus desplazamientos con las manos, con una capa de besos. Incluso con sus cicatrices, seguía siendo hermoso. Nada parecía cambiar eso cuando miraba a Asher.

—Muy bien —dijo Narciso—, muy, muy bonito, pero tengo muchos hombres hermosos, a mi entera disposición. Tal vez no tan bonitos, pero…

Asher se volvió hacia el hombre. Lo que Narciso estaba a punto de decir murió en su garganta. El lado derecho de la cara de Asher parecía cera derretida. Las cicatrices no comenzaban hasta bien lejos de la línea media de la cara. Era como si sus torturadores, todos aquellos siglos atrás, hubieran querido que recordara la perfección que una vez había sido. Sus ojos perfilados por el oro de sus pestañas, su nariz perfecta, la boca llena y deseable, pero el resto… El resto quedó marcado. No en ruinas, no destruida, pero con cicatrices.

Me acordé de la perfección de Asher sin problemas, la sensación del roce de su cuerpo perfecto contra mi piel. No mis recuerdos. Nunca había visto a Asher desnudo. Nunca me había tocado de esa manera. Eran los de Jean-Claude cerca de doscientos años atrás. Se hizo imposible para mí ver a Asher con prejuicios, porque me recordaba que estaba enamorada de él, de hecho, todavía estaba un poco enamorada de él. Lo que significaba que Jean-Claude todavía estaba un poco enamorado de él. Mi vida personal no podía ser más complicada.

Narciso respiró temblando y dijo con voz ronca pasando los ojos por él.

—¡Oh, Dios mío!

Asher tiró la capucha en la cama y comenzó a descomprimir la parte delantera de la camisa de cuero, muy lentamente. Había visto su pecho antes y sabía que era mucho peor que su cara. El lado derecho de su pecho fue tallado con surcos profundos, con piel dura al tacto. El lado izquierdo, al igual que su cara, todavía tenía la angelical belleza que había atraído a los vampiros que le crearon hace mucho tiempo.

Cuando el cierre estaba a mitad de su cuerpo, dejando al descubierto su pecho y parte superior del estómago, Narciso tuvo que sentarse en la cama como si sus piernas no lo sostuvieran.

—Creo, Narciso —dijo Jean-Claude—, que después de esta noche se nos debe un favor.

—Su voz estaba vacía cuando él lo dijo, carecía de nada. Era la voz que usaba cuando estaba utilizando su máscara más cuidada, o más dolorosa.

Asher preguntó en voz cuidadosa para que no interfiriera con el striptease que estaba haciendo.

—¿Qué nivel de dolor quieres disfrutar Narciso? ¿Cómo se dice… que nivel?

—Brusco —dijo Jean-Claude—. Él puede controlar su deseo y no salirse de los límites de su sumisión, pero si ha de ser sumiso, tienes que ser duro, muy duro. Tú no necesitas un período de calentamiento con él. —La voz de Jean-Claude seguía vacía.

Asher miró a Narciso.

—¿Es eso cierto? ¿Te gusta comenzar con un… bang? —Esa última palabra fue lenta, seductora. Una palabra, que celebraba la promesa de mundos enteros dentro de ella.

Narciso asintió lentamente.

—Se puede empezar con sangre, si tienes las pelotas necesarias para ello.

—La mayoría de la gente tiene que trabajarse antes, para que sea placentero —dijo Asher.

—No —dijo Narciso.

Asher había terminado de abrir la camisa, se la quitó y se detuvo en sus manos por un momento y luego se movió tan rápido que sólo era una imagen borrosa. Abofeteo la cara de Narciso con la cremallera de la camisa, una vez, dos, tres veces, hasta que la sangre apareció en la esquina de su boca y sus ojos parecían desenfocados.

Estaba tan sorprendida por todo esto que creo que me olvidé de respirar. Todo lo que podía hacer era mirar. Jean-Claude estaba muy quieto entre Richard y yo. No estaba en silencio absoluto del que él era capaz, del que eran capaces todos los maestros antiguos, y me di cuenta de por qué. No podía caer en esa quietud negra de muerte con el toque prolongado de la ¨vida¨ que había bombeado a través de él.

Narciso utilizó la punta de la lengua para probar la sangre de su boca.

—Soy un mentiroso consumado, pero siempre doy el comercio justo. —De repente se sintió más serio de lo que había sido antes, como si las bromas frívolas fueran sólo una máscara y debajo de estas él fuera más solemne. Cuando levantó la vista, había una mirada en sus ojos que sabía que era peligrosa. El idilio era real, demasiado, pero fue parcialmente camuflajeado para que todo el mundo lo subestimara. Mirándolo a los ojos, sabía que subestimarlo sería una cosa muy mala.

Volvió los ojos recientemente serios a Asher.

—Por esto, te debo un favor, pero sólo un favor, no tres.

Asher se estiró y soltó su cabello, dejando que mechones cayeran alrededor de su rostro. Él miró al hombre, más pequeño, y no podía ver el aspecto que tenía, pero lo que fuera, hizo mirar a Narciso como un hombre sofocado.

—¿Sólo tengo el valor de un favor? —dijo Asher—. Creo que no.

Narciso tuvo que tragar dos veces antes de que pudiera hablar.

—Tal vez más. —Se volvió y nos miró, y sus ojos eran aún serios, reales—. Vayan, recojan a sus wereleopardos, a quienquiera que pertenezcan. Pero sepan esto, las luchas internas son nuevas para nuestra comunidad. No conocen las reglas y siguen las suyas propias, parecen duras por comparación.

—Nos adviertes, Narciso, gracias —dijo Jean-Claude.

—Creo que no te gustaría que los dañaras, no importa cuán enojado él esté contigo, Jean-Claude. Voy a dejar que me ate a la cama, o a la pared, y que me haga lo que quiera.

—¿Lo que yo desee? —preguntó Asher.

La mirada de Narciso se desvió hacia él.

—No, no lo que sea, pero hasta que use la palabra de seguridad, sí. —Había algo casi infantil en la forma en que lo dijo, como si ya estuviera pensando en lo que iba a venir, y no realmente concentrándose en nosotros.

—¿Palabra de seguridad? —pregunté.

Narciso me miró.

—Si el dolor crece demasiado, o si algo se propone que el esclavo no quiere hacer, se utiliza una palabra acordada. Una vez que la palabra se pronuncia, el maestro debe parar.

—Pero vas a estar atado, no serás capaz de hacer que se detenga.

Los ojos de Narciso se estaban ahogando, ahogando en cosas que yo no entendía, y no quería entender.

—Es a la vez la confianza y el elemento de incertidumbre lo que crea el evento, Anita.

—Tú confías en que se detendrá cuando se pronuncie la palabra, pero te gusta la idea de que no puedes controlarlo, de que él podría seguir adelante —dijo Richard.

Esto me hizo mirarle, pero cogí el gesto de Narciso.

—¿Soy la única en esta sala que no entiende cómo se juega este juego?

—Recuerda, Anita —dijo Richard—, era viren hasta que me encontré con Raina. Ella fue mi primer amante, sus gustos y tendencias… a lo exótico.

Narciso se echó a reír.

—Un virgen en manos de Raina, es una imagen aterradora.

—Incluso no la dejaba dominarme a mí, por lo que se podía ver en sus ojos.

—¿Ver qué? —pregunté.

—Que no tenía punto de parada.

Después de haber sido casi una estrella en uno de sus pequeños dramas de dormitorio, salvada sólo por… el hecho de que la había matado primero, tuve que estar de acuerdo.

—A Raina le gustaba más, si no querías hacerlo —dijo Richard—. Ella era una sádica sexual, no tenía una posición dominante. Me tomó mucho tiempo darme cuenta de la gran diferencia que hay entre los dos.

Le miré a la cara, pero estaba a salvo detrás de sus escudos, no pude leerlo.

Él y Jean-Claude tenían más práctica en el blindaje que yo. Pero, francamente, no quería saber lo que estaba detrás de esa mirada perdida en la cara de Richard. Me di cuenta, de que tenía recuerdos de Jean-Claude, pero no de Richard. Nunca se me había ocurrido preguntar por qué era eso. Pero más tarde, más tarde. Ahora quería estar fuera de esta sala.

—Quiero salir de aquí.

Jean-Claude se movió y dijo.

—Sí, la noche se está acabando, y tenemos mucho que hacer.

No me fijé en él, o en Richard. Había prometió que si terminábamos con todo antes del amanecer tendríamos sexo esta noche. Pero de alguna manera, mirando la espalda desnuda de Asher, con Narciso mirándolo con una mirada en algún lugar entre la adoración y el terror, simplemente no estaba en el estado de ánimo más adecuado.

SIETE

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