Necrópolis (44 page)

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Authors: Carlos Sisí

Tags: #Fantástico, Terror

BOOK: Necrópolis
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—He aquí la madre del cordero —comentó Dozer, examinando la barricada. —El proverbial bastión de defensa anti
-zombi.

—Quizá los chicos buenos estén al otro lado —opinó José.

—Quizá estaban de
éste
lado —dijo Susana, lúgubre.

Tardaron un rato en desmontar el cúmulo de muebles, tarea a la que se entregaron José y Dozer mientras Susana permanecía atenta con el fusil preparado. Procuraban no hacer demasiado ruido, lo que les obligaba a levantar en vilo las pesadas cajas, eso les requería más tiempo. Sin embargo detrás de la barricada no encontraron sino un poco más de lo mismo. Allí donde miraban veían destrozos; ahora una mancha negra de tizne producto de algún incendio, ahora la evidencia atroz de restos humanos de los que apenas quedaban algunos trozos inmundos y agusanados, a menudo encharcados en una sustancia oscura que bien pudo una vez haber sido sangre.

—Me está dando una paranoia muy grande —comentó José. —Ya podríamos salir de aquí.

—¿Os fijasteis en el barco antes de subir? —preguntó Dozer entonces.

—¿En qué cosa? —preguntó José.

—En el puente.

—Joder, ¿un puente?

—No, coño. El puente de mando —explicó Dozer.

—¡Ah! Joder, no.

—Quiero llegar hasta allí.

—¿Para qué cojones?

Dozer suspiró brevemente.

—No lo sé. Una corazonada. Ver quién accionaba la sirena, quién dirigió el barco rumbo al puerto de Málaga, ¿no os parece que si hay alguna respuesta a todo esto debe de estar allí?

Se produjo un momento de silencio mientras todos reflexionaban sobre eso.

—¿Cuántos pisos se levantaba el puente? —preguntó entonces Susana.

—Tres, creo —contestó Dozer.

—Podemos ir allí primero si encontramos la escalera. Subir hasta el final —dijo Susana.

—¿Y si los putos espectros están entre el puente y nosotros? —preguntó José— o peor, ¿y si descubrimos eso exactamente cuando ya estamos arriba y nos bloquean la salida? Deberíamos hacer esto como cuando limpiábamos los edificios piso por piso, ¿os acordáis?

—Hay una escalera exterior —dijo Susana— en eso sí me fijé.

—Bueno, eso ya es algo —accedió José.

Buscaron entonces la escalera que ascendía en tramos cortos de escalones estrechos por toda la superestructura. También allí encontraron un reguero nauseabundo que parecía haber sido restregado en un fútil intento por limpiarlo, pero que en lugar de desaparecer, manchaba ahora la superficie metálica de la mayoría de los escalones como si fuera una suerte de óxido recalcitrante.

Al llegar al último piso, un cartel los recibió:

BRIDGE


¿Bridge
? —preguntó José.

—¡El puente de mando! —dijo Dozer, satisfecho.

—Veamos entonces.

Pero al accionar el tirador de la puerta descubrieron que estaba cerrada.

—Un momento —pidió Dozer, hablando en voz baja. —¿El misterio de la habitación cerrada por dentro, puede haber alguien en su interior?

—No, no —exclamó Susana— mira, tiene cerradura.

—¡Ah! —dijo Dozer, chasqueando la lengua. —Pues apartaos, voy a abrirla.

—Espera —exclamó José. —¿Vas a disparar aquí dentro?

Se miraron por unos instantes dándose cuenta del peligro que corrían. En la quietud que envolvía el barco un disparo podría resonar de una forma definitiva, viajando por sus largos corredores como un eco terrible. En sus mentes, la imagen inequívoca de unos ojos blancos despertando en la oscuridad se dibujó con una precisión desgarradora.

Por fin, Susana movió la cabeza afirmativamente. Dozer miró a José, quien tras pensarlo unos breves instantes asintió a modo de respuesta dejando escapar un suspiro.

Se echaron a un lado, y por segunda vez en el día disparó contra el mecanismo que reventó hacia dentro como si nunca hubiera existido. La hoja de la puerta tembló en toda su extensión dejando escapar un sonido cimbreante, como el de un instrumento de música.

Irrumpieron entonces en el puente de mando apuntando en todas direcciones con los fusiles. Cubrieron todos los ángulos, hasta estar seguros de que no había nadie a la vista. Entonces percibieron el olor.

—¡Por Dios Santo! —exclamó José, cubriéndose la nariz con el ángulo del brazo.

Dozer, que avanzaba por la sala todavía con el fusil pegado a la mejilla, se aproximó a los amplios ventanales y los golpeó repetidas veces con la culata. Por fin, el vidrio se quebró y se deshizo como una lluvia de cubitos de hielo con un sonido crepitante. Una bocanada de aire fresco y húmedo irrumpió en la cámara. Susana se acercó a Dozer y respiró una buena bocanada.

—Mirad —dijo entonces. Señalaba con el rifle a algún punto entre el panel de mandos y el enorme mostrador central. Allí encontraron un cadáver en avanzado estado de descomposición, sus labios habían desaparecido, y unos dientes amarillentos y anormalmente separados asomaban como huesos de varios miles de años de antigüedad. La piel era un lienzo de color sepia, tirante sobre la estructura del cráneo ahora prominente y los párpados se habían enrollado sobre los ojos, enterrados en una masa retorcida y filamentosa.

En la parte superior del cráneo había un agujero de pequeño tamaño.

—¿El capitán? —preguntó Dozer.

—No lo sé. ¿Cómo va vestido el capitán de un barco mercante grande como éste?

José se fijó en algo más, una pistola pequeña que estaba tirada en el suelo.

—No soy el puto Sherlock Holmes pero diría que este hombre se suicidó.

Susana examinó el agujero.

—Una posición un poco extraña para pegarse un tiro, ¿no?

José la miró brevemente.

—Has visto pocas películas, cariño —y abrió la boca introduciendo el dedo índice y manteniendo el pulgar levantado.

Susana dejó exclamar una exclamación de sorpresa.

—Así lo hizo —dijo José— el tiro sale por arriba y te arranca el cuero cabelludo.

—Qué puerco eres —protestó Susana apartando la vista.

Dozer examinaba los numerosos controles, distribuidos a lo largo de la pared bajo las ventanas ribeteadas con gruesos tornillos. Sin embargo, no entendía mucho de lo que veía. Todo tenía un aspecto extraordinariamente analógico, con complicados paneles llenos de conmutadores como los de un cuadro de electricidad. Colgados en un extremo había varios telefonillos de color negro, pero cuando los probó descubrió que estaban tan muertos como el resto del barco.

—No parece que aquí funcionen mucho las cosas.

—¿Y qué hay de la sirena? —preguntó José, todavía caminando en círculos alrededor del cadáver fascinado por su atroz aspecto.

—Puede que algún sistema automático la mantuviera encendida —comentó Susana— o quizá el mismo sistema la activase de manera automática al detectar que el barco iba en rumbo de colisión sin gobierno.

Dozer asintió pensativo.

—Es una pena, este hombre no nos dirá ya mucho —dijo al fin.

José examinaba ahora algunos papeles y documentos que se encontraban en la isla central. Un pequeño libro negro, un
Moleskine
furiosamente garabateado con letra apretada se encontraba abierto por la mitad. José examinó su portada donde alguien había pegado una etiqueta blanca. En ella se leía en caracteres tipográficos:

CAPTAIN A. DÍEZ

(CLIPPER BREEZE)

—¿El diario del capitán? —preguntó José.

Examinó las primeras páginas, pero para su consternación estaban en inglés.

—¿Qué dice? Mira al final.

—Ni caso, está en inglés —dijo José, pero entonces al dejar caer las hojas con el dedo reconoció palabras españolas en la escritura.

—¡Ah, espera! —añadió— esta parte está en español.

Dozer y Susana se acercaron.

—Hay páginas y páginas escritas en español. ¿Cuándo cambió el idioma? —quiso saber Dozer.

José pasó algunas hojas con el dedo volviendo cada vez más y más atrás. Por fin encontraron el salto en una página determinada, y reunidos alrededor del pequeño documento leyeron en silencio.

* * *

12 de Octubre

He decidido escribir en español a partir de ahora porque no tengo muy claras las intenciones de Mamadou, y nadie de a bordo sabe leer mi idioma. Mamadou siempre está revoloteando alrededor de mi diario, ¿qué creerá que oculto? Como si las cosas no estuviesen ya bastante claras. Hemos dejado Liberia sin recoger la carga, supongo que ya no importa. Todo es un caos. Intentamos notificar a la central pero ya no responden. Esta noche tendremos una reunión para decidir qué destino tomaremos. Mi voto será subir a España, pero ya sé lo que Mamadou opinará de eso.

13 de Octubre

Quieren ir a Agadir. ¡Las Canarias están más cerca! Me pregunto, si como capitán, debiera imponer mi decisión. He dejado que Mamadou tenga demasiado peso entre la tripulación.

15 de Octubre

Sin noticias de la central. La radio sigue arrojando noticias terribles, aunque cada vez funcionan menos emisoras. Es como si el mundo entero se fuera a la mierda, y creo que así es. La tripulación habla de vudú y de "bad juju", es todo lo que sacan de las escalofriantes noticias. Creía que el vudú era más propio de Centroamérica, pero África tiene sus secretos.

16 de Octubre

Sin noticias de la central. El Puerto de la Luz en Canarias está cerrado. No es que la Autoridad Portuaria haya cerrado el puerto, es que no responde nadie. La visión de la ciudad desde la distancia es espeluznante. Hay humo y el resplandor de los incendios ilumina la noche. Las sirenas de otros barcos que rodean la entrada al puerto te pone la piel de gallina, como el ladrido de un perro que barrunta la muerte. Yo no he oído nada, pero los africanos dicen que el viento trae gritos. Les creo. Mamadou ha estado hablando con ellos, pero no entiendo su idioma. Espero que les haya tranquilizado. Zombis, muertos vivientes... todavía me cuesta creerlo.

17 de Octubre

Sin noticias de la central. Mamadou me ha dicho que los hombres están al borde de un colapso nervioso y quieren hacer algún tipo de ritual. No me ha explicado de qué se trata, pero han pedido algunas cosas a la cocina. Tal y como están las cosas, me preocupa que la comida se desperdicie, pero si sirve para la tranquilidad de su espíritu imagino que está bien empleado, y lo he aprobado. Al menos todavía se me pregunta.

La radio describe lo que está ocurriendo como el fin de la civilización tal y como la conocemos. Es algo que ocurre en todo el mundo. Las emisoras hablan de lugares seguros por todas partes y piden a la gente que se dirija a esos sitios. Esos mensajes se repiten, y da la sensación de que la lista es cada vez más corta. Empiezo a creer que dejar que la tripulación escuche la radio quizá no sea tan buena idea. Veo el miedo en sus ojos. Muchos de estos hombres tienen familias, y no hay forma de saber nada de ellos. Pienso en Mariole. Espero que su nuevo marido esté cuidando de ella.

No he visto a Mamadou en todo el día.

18 de Octubre

Hay gente hablando en la radio de que están masacrando a la población civil. ¡Estúpidos! No son población civil. Son
zombis
.

19 de Octubre

Hemos atracado cerca de la costa de Agadir. No hay forma de contactar con nadie. Ni con la policía, ni con emergencias, ni con protección civil... o la oficina de atención al turista, ya puestos. Los restos semihundidos de una fantástica barca de recreo han llegado flotando hacia nosotros. Debía costar lo que yo gano en diez años.

Demba es de Senegal, pero tiene familia en Agadir. Ha pedido permiso para tomar una de las lanchas para ir a puerto. Para quitarle la idea de la cabeza le he dicho que hacerlo supondría la pérdida total de emolumentos, pero ha dicho que no le importa. Le he confesado que le mandaríamos su sueldo hasta el día de hoy y le he dejado marchar. Jabulani se ha ido con él. A la mierda de todas formas, no creo que la central ni la puta Torre Eiffel seguramente existan ya.

No sé qué haremos ahora.

* * *

—Es horrible —opinó Susana, apartándose de la mesa.

Dozer tardó todavía un rato en levantar la cabeza, como si hubiera estado demasiado concentrado en la lectura.

—Pasa un poco más adelante, veamos qué ocurrió —pidió José. Dozer pasó una buena cantidad de páginas y leyeron de nuevo.

* * *

27 de Octubre

Mamadou y los suyos siguen en el hangar uno, con parte de la comida robada. Tengo la sensación de que cada vez cuenta con más hombres... pediré que refuercen la vigilancia por la noche, por si se están pasando a sus filas. O quizá sea mejor dejarles ir, ¿quién quiere un enemigo interno que susurre tonterías sobre ritos vudú y sacrificios zombi en la hora bruja de la madrugada?

He intentado hablar con él otra vez, pero...

* * *

—Más, más, pasa más adelante —dijo José.

Con una muesca de fastidio, Dozer pasó unas cuantas páginas más. Allí, la letra era más descuidada y precipitada, y las líneas se curvaban al final del cuaderno como si el capitán hubiera tenido que escribir sin un apoyo suficiente.

* * *

4 de Noviembre

Hoy hemos matado a dos hombres más. Cayeron cerca de la cubierta, y nadie se ocupó de retirarlos o tirarlos por la borda como los otros. Creo que tanto ellos como nosotros teníamos miedo de que el otro bando les atacase. Aún tengo mi pistola, pero sigo pensando que es mejor no revelar su existencia. La tengo siempre conmigo, y no la usaré a menos que sea estrictamente necesario.

Los hombres volvieron a la vida aproximadamente una hora y media después de haber muerto. Yo vi los charcos de sangre desde el puente... tenían que haberse desangrado como cochinos en un día de matanza, pero allí estaban, vagando por la cubierta al vaivén del barco. He ordenado empujarlos con pértigas por la borda si se acercan lo suficiente a la puerta. Si no... los dejaremos como regalo para Mamadou y su gente... ¡jajaja!

7 de Noviembre

Ayer tuvimos una gran crisis.
El pue
Uno de los hombres fue mordido por uno de los muertos y no dijo nada.
Hijo de p
Murió en algún momento y apareció en mitad de la cafetería, vestido con un calzoncillo largo. Estaba tan ridículo... pero cuando se tiró encima de Yacouba perdió toda la gracia. Me di cuenta de lo peligrosos que son... Durante algunos segundos, nadie fue capaz de reaccionar, y eso causó la muerte de Yacouba. Era un buen hombre. Sólo quería regresar a su país y ver qué había pasado con su gente. Decía que los
dood
(muerto en afrikaans) no podrían con ellos.

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