Observe a su perro (14 page)

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Authors: Desmond Morris

Tags: #GusiX, Ensayo, Ciencia

BOOK: Observe a su perro
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Algunos adiestradores expertos son capaces de curar a esos perros difíciles a través de un amaestramiento disciplinario, para que vuelvan de nuevo a ser miembros subordinados de la manada. Pero si se pone demasiado énfasis en la disciplina y la obediencia, el resultado es un perro servil y sin carácter, de una clase sumisa y poco atractiva. El secreto es aspirar a un feliz término medio: equilibrar la autoridad del amo con la mayor libertad posible del perro.

¿Por qué los perros tienen garras?

Las garras son los restos de los primeros dedos de los pies de los remotos antepasados de los perros. Cuando los miembros de la familia perruna comenzaron a especializarse como corredores, durante el transcurso de la evolución, sus patas se hicieron más largas y sus pies disminuyeron de cinco dedos a cuatro. Los primeros dedos desaparecieron también de las patas traseras de los perros salvajes; pero los de las patas delanteras sobrevivieron como vestigios que ya no tocaban el suelo.

Este diseño da a los lobos una impresionante marca de velocidad: más de sesenta kilómetros por hora, registradas en varias ocasiones sobre distancias de hasta medio kilómetro. Y se han medido saltos individuales de casi seis metros. También es muy notable la resistencia en distancias largas. Los huskies, la raza más cercana a su antepasado el lobo, tiran de un trineo durante más de ochocientos kilómetros, en un tiempo total de ochenta horas.

Al especializarse en correr, tienen que sacrificar otras cosas. La habilidad de los perros para trepar y saltar empeoró a medida que mejoraba su capacidad para la carrera. Pero su incrementada velocidad y mayor vigor en la caza le hicieron alcanzar suma eficiencia y permitieron a los perros salvajes sobrevivir a escala mundial, desde los cálidos trópicos a las zonas heladas.

Por lo tanto, las garras debieron desaparecer, como una muestra de la evolución de los cánidos hasta atletas de pista. Pero en ese caso, parece extraño que muchas razas de perros domésticos estén invirtiendo la tendencia. Parece lógico suponer que los perros actuales que se han apartado de sus antiguos antepasados caninos, los lobos o los dingos, deberían haber perdido todas sus garras, los «pulgares» de las patas delanteras, siguiendo en esto a los «dedos gordos» de las traseras, caídos en el olvido. Pero, en vez de ello, lo que ocurre es todo lo contrario.

Muchas razas de perros modernos tienen presentes las cuatro garras. Las de atrás no son nunca tan sólidas ni están tan bien unidas como las delanteras y, por lo general, no consisten más que en un hueso suelto y una garra flojamente conectados con el pie por medio de un pequeño pliegue de piel; pero, incluso así, representan un leve retroceso en la evolución del perro. Las razas con esos pies traseros con garras, por vestigiales que puedan ser, están más cercanas, en este aspecto por lo menos, a sus antiguos antepasados caninos. ¿Por qué ha tenido lugar esa vuelta a una morfología primitiva?

La explicación se encuentra en el proceso denominado neotenia; la supervivencia de características infantiles en los animales adultos. Esto es lo que les sucedió a los perros durante los diez mil años de su cría controlada por el hombre. En efecto, se han convertido en lobos juveniles. Pueden hacerse grandes; pero conservan casi todas sus pautas de conducta adolescentes, como ser retozones, querer jugar y obedecer a un seudopadre: su amo humano. También conservan gran cantidad de rasgos anatómicos juveniles, como las orejas colgantes que se ven en muchas razas actuales. Conservar esas garras de más constituye una parte de dicho proceso. Podemos haber creado una gran cantidad de rasgos extremados en las diferentes razas modernas; sin embargo, son en cierto modo, animales más primitivos que el competente lobo, del cual todos derivan. En otras palabras, cuando decidimos convertir al lobo en perro, atrasamos y adelantamos a un tiempo el reloj de la evolución.

Resulta interesante comprobar que los criadores de perros han sentido, de forma intuitiva, que algo iba mal con esas garras supernumerarias, y aconsejan que se les deben quitar a los cachorros al cumplir los seis días. Lo consideran una «tendencia no especializada» y, en consecuencia, lo corrigen. La excusa dada es que, si se permite la permanencia de esas garras vestigiales, pueden quedárseles enganchadas en cualquier parte y romperse. Si tenemos en cuenta que están a los lados de las patas y por encima del suelo, llegaremos a la conclusión de que se trata de un accidente poco probable y que es una excusa muy trivial; pero el apremio inconsciente a «refinar» las patas del perro es lo bastante fuerte como para dejar de lado la lógica. Excepto en ciertas razas específicas, como el Briard y el perro pastor de los Pirineos, que deben conservar las garras vestigiales traseras para cumplir con los cánones.

¿Por qué algunos perros se persiguen la cola?

Con bastante frecuencia, vemos a un perro dando vueltas en círculo a gran velocidad, persiguiéndose la cola. Cierra las fauces al huidizo apéndice y luego continúa su acalorada persecución, girando como un molino, dando a veces tantas vueltas que llega a quedarse mareado y desorientado. Para el observador humano, lo que empieza siendo una travesura divertida por parte del perro, y que semeja una sencilla pauta lúdica, llega a veces a resultar perturbador. Comienza a parecer un estereotipo convertido en una anormalidad de la conducta en vez de un juego rítmico. Por desgracia, esto no está muy lejos de la verdad, porque el acto de perseguirse la cola es, por lo general, una dolencia de los perros que se han mantenido en unas condiciones antinaturales y aburridas.

Los perros son seres sociales y les gusta mucho explorar. Si se les priva de compañeros, tanto caninos como humanos, o si se encuentran en un medio ambiente constreñido o monótono, llegan a sufrir. El peor castigo mental para un perro es que le dejen solo en un espacio bastante reducido donde nada cambia. Esto rara vez sucede con los perros domésticos, a menos que sean lo bastante desgraciados como para caer en manos de unos amos crueles. Pero los perros salvajes de los zoos se han visto a veces alojados en unas jaulas pequeñas, adosadas y vacías, condenados a una pena de cadena perpetua de confinamiento solitario. La observación de dichos animales ha revelado que, con frecuencia, desarrollan «tics» y acciones estereotipadas, como morderse las patas, la cola, retorcer el cuello, pasear y otras pautas de perturbada conducta repetitiva. A veces, esos tics se hacen tan salvajes que los perros se muerden con fuerza en su propia carne y se producen auténticas llagas. Este autocastigo pudiera parecer destructivo, pero tiene el efecto de proporcionarle unos estímulos agudos en un mundo que se ha vuelto un insoportable limbo de aburrimiento. El acto de perseguirse la cola es una forma típica de esa clase de conducta.

También se observa en un cachorro que ha sido aislado de sus compañeros de camada. Se lo han llevado a una casa nueva y de repente le han privado de los rudos juegos típicos de una animada camada, y por lo tanto debe buscar nuevas formas de estímulo. Si sus amos no juegan con él lo suficiente, el cachorro encontrará difícil empezar un «juego»; y, en ese momento, la cola se convierte en el mejor «compañero» disponible. Esto no es malo en sí, siempre que sus vueltas no lleguen a ser una obsesión convulsiva. Muchos cachorros solitarios lo hacen durante cierto tiempo y luego abandonan este hábito. Sólo cuando persiste en la edad adulta indica un defecto en el medio ambiente del perro, y una enorme necesidad de relación social y de aventuras. Por lo general, se corrige simplemente, cuidando esos aspectos de la vida del animal.

La única excepción a esta regla es cuando un perro sufre de alguna incurable irritación en la zona de la cola, como glándulas anales inflamadas o un persistente dolor a causa de una cola mal cortada.

Pero, en tales casos, es probable que se den unas respuestas más específicas, como arrastrar el trasero y mordisquearse la cola.

¿Por qué los perros de algunas razas son tan pequeños?

Sean cuales sean sus orígenes, las razas pequeñas de perros continúan siendo hoy populares porque constituyen unos sustitutos ideales de los niños. Los perros grandes son compañeros perfectos para las caminatas largas y realizan de modo satisfactorio el papel de subordinados obedientes cuando se «levantan», se «sientan» y «buscan». Sin embargo, carecen de las importantes cualidades infantiles. En sus ganas de jugar y amistosidad pueden resultar juveniles, pero no se parecen en nada a un bebé. Para suscitar sentimientos maternales en sus dueños, los perros deben transmitir una serie especial de señales, los de razas pequeñas cumplen esa función de modo perfecto.

Para comprenderlo, es necesario considerar las propiedades infantiles del bebé humano que más llaman la atención a sus amorosos padres. Para empezar, sólo pesa una fracción del adulto: unos dos kilos y medio al nacer, siete a los cinco meses y unos diez a los doce. Esto, y su pequeño tamaño, hacen que sean fáciles de coger, llevar y acunar. Su cuerpo es más redondeado y menos anguloso que el de los adultos humanos y más suave al tacto. Tienen el rostro más plano, los ojos proporcionalmente mayores y la voz muy aguda.

Dejando a los bebés humanos y volviendo a los perrillos, resulta claro que todos cumplen con las normas del encanto infantil y que ciertas razas, como los pequineses, satisfacen con creces la demanda. En lo que respecta al peso corporal, la totalidad de los perros se encuentran dentro de tres grupos. Aunque se trata de cifras aproximadas, son los siguientes:

Perros con el peso de un recién nacido humano: chihuahuas (2 kg.), terrier maltes (2,5 kg.), pomeranios (3 kg.), terrier Yorkshire (3,5 kg.) y griffon (4,5 kg.).

Perros con el peso de un niño de cinco meses: pequinés (6 kg.), shih tzu (7 kg.), spaniel rey Carlos (7,5 kg.) y doguillo (8 kg.).

Perros con el peso de un niño humano de un año: dachshund (10,5 kg.) y perro galés (11 kg.).

Tales canes tienen el peso inicial adecuado para que un «padre» humano los coja y los lleve en brazos. Muchas de esas razas son más redondeadas y suaves que las de perros grandes y se convierten en el objeto perfecto para acariciar y acunar. Casi todos ellos poseen caras más chatas que los perros mayores, y algunos han sido sometidos a crianzas selectivas para producir aplanamientos muy extremados que se aproximan al perfil del cuerpo humano. El griffon, el doguillo y el pequinés se incluyen en esta categoría. Y algunos de ellos tienen los ojos grandes y saltones tan típicos en el recién nacido humano. Debido a su reducido tamaño, tienen las voces mucho más atipladas que las razas de gran alzada.

Si juntamos todo esto, es evidente que las razas de perros más pequeños, de los que sólo hemos mencionado unos pocos ejemplos, no pueden dejar de transmitir poderosas señales infantiles a sus amos, cuyas innatas respuestas paternales son automáticas, haciéndolos más amorosos, protectores y emocionalmente apegados a sus animalitos domésticos. Esto no encierra ninguna crítica a tales relaciones. Algunas autoridades se han mostrado contrarias a esa prodigalidad de amor sobre miembros de otra especie. Les parece que el cuidado paterno humano debería dirigirse, exclusivamente hacia los niños humanos y no «desperdiciarlo» en otras partes. Curiosamente, las personas que mantienen semejantes puntos de vista no son, por lo general, buenos padres. Es probable que su culpabilidad les haga sentir de esa manera. La gente que entrega su afecto a los perritos son casi siempre los que han sido buenos padres con sus niños, y poseen un excedente positivo de amor paternal que desean continuar expresando, o quienes, por una u otra razón, no tienen niños propios. En tales casos, la relación entre el dueño humano y los perritos puede llegar a ser muy estrecha.

Algunas de las razas más pequeñas, parecen haber empezado como perros de compañía, pero otros se han ganado sus diminutas proporciones por diferentes razones. Los terriers, por ejemplo, como su nombre indica son «perros de tierra», criados originariamente como excavadores de sabandijas. Poseer un cuerpo pequeño resultaba esencial para este cometido y se ha dicho que el terrier ideal sería un perro que «pudiera entrar con mucha furia en una madriguera». Pero, luego, tras haber sido criado para este menester tan práctico y laborioso, los terriers han sido convertidos en perros de exposición y de compañía, y muy pronto encontraron en su disminuido tamaño una gran ventaja para ocupar puestos más cómodos.

¿Por qué algunas razas de perros tienen las patas cortas?

Existen para ello dos causas distintas. Una es que los perros que deben excavar en busca de presas que viven bajo tierra necesitan que sean así. Los dachshunds son un clásico ejemplo de canes de este tipo. Su nombre significa, literalmente, «perro tejón», la raza que se desarrolló en Alemania para perseguir a los tejones en sus madrigueras y atacarlos allí. Varias clases de terriers han visto sus patas acortadas genéticamente por la crianza selectiva, gracias a animales con tales deberes excavatorios en su mente.

Otras razas, como los pequineses orientales, han visto reducidas sus largas patas como parte del proceso de «conversión en bebés». A causa de su función de perro de compañía para actuar como sustitutos de los niños, no sólo se han hecho más pequeños, sino que también se acortaron las patas lo suficiente para permitirles tener la atrayente torpeza de un pequeñín humano. No pueden saltar grácilmente por el suelo, pero anadean con la seria concentración de un niño que comienza a andar, tratando de hacer frente al complicado asunto de ir de un punto a otro.

Dado el menor atractivo atlético de los perritos-juguete paticortos, se deduce de ello que cualquier raza de perro de patas cortas, aunque desarrollada originariamente para obtener excavadores, poseerá una gracia especial como perro de compañía. Por esta razón, muchas de las razas de terriers se han hecho muy populares en una función no laboral, lo mismo que los dachshunds. A pesar de su incapacidad física genética, en lo que se refiere a correr y perseguir, han conservado el mismo espíritu de lucha y entusiasmo por la vida que cualquiera de los perros grandes. Sus cuerpos pueden tener patas cortas, pero no son cortos en energía ni decisión. Para los dueños de animales domésticos, esta combinación de personalidad de perro grande junto a su torpeza física que le hace dar pasitos, es lo que confiere a dichas razas su especial y valioso encanto.

¿Por qué muchas razas de perros tienen las orejas caídas?

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