Paciente cero (36 page)

Read Paciente cero Online

Authors: Jonathan Maberry

Tags: #Terror

BOOK: Paciente cero
3.67Mb size Format: txt, pdf, ePub

Todo el mundo fue bajando el arma muy despacio excepto Top y yo. Él se quedó donde estaba, en silencio y alerta, mientras yo me ponía de pie y caminaba hacia ella empuñando mi arma y sin retirar el punto rojo de su pecho.

—Joe —dijo ella evidentemente aliviada—, me alegro de que estés bien.

—No quiero correr riesgos, Grace. Dime qué ha pasado.

—Había un grupo de hostiles al otro extremo de este pasillo, intentando entrar.

Capté que dijo «había». Entonces vi otra figura moverse en medio del polvo y cuando entró en el laboratorio me sorprendió mucho ver quién era. Bajé mi arma y la coloqué a un lado.

—¿Skip? ¿Dónde demonios has estado?

—Lo siento, capitán… Me cogieron por sorpresa.

El chaval tenía peor aspecto que Grace. Tenía los ojos fuera de órbita, miraban sin cesar de un lado a otro y su sonrisa fue breve y trémula. Le hice un gesto con la cabeza y él se quedó donde estaba, mirando a su alrededor con incertidumbre, como si no estuviese seguro de a qué equipo pertenecía.

Me acerqué un poco más a Grace.

—Dime qué ha pasado.

Me lo contó todo en unas pocas frases. El dolor en su rostro y en su voz era infinito.

—Vimos a un grupo de hostiles disparando para intentar entrar —concluyó—. Nos deshicimos de ellos. Todas las comunicaciones están bloqueadas, así que no podíamos descargar el código de la puerta y tuve que decirle a Jackson que la volase.

Bunny se puso a soltar tacos detrás de mí. Me giré y vi a Top ayudando al grandullón a sentarse. Bunny estaba aturdido y sacudía la cabeza. Sangraba por el lado izquierdo de la cara. Top le quitó el casco para examinarle la herida. Luego se giró y me hizo un gesto con la cabeza.

—El granjerito ha recibido un golpe con un objeto contundente en la cabeza. Se le pasará.

—No soy ningún granjero, cabronazo —dijo Bunny, quejándose—. Soy del condado de Orange.

Top le dio una palmadita en el hombro.

—Ahora que la caballería está aquí quizá quieras ensillar el caballo y montar.

—La caballería todavía no ha llegado —dijo Grace en voz baja—. Mi equipo está… Gus Dietrich y los demás deberían llegar de un momento a otro.

De repente me sentí viejo y cansado.

—Bueno, tendremos que esperar aquí. No hay puertas traseras y, personalmente, no quiero volver por ese pasillo.

—¡Mierda! —murmuró Grace.

Ollie permanecía junto a la mesa como un invitado no deseado, igual que Skip. Evité mirar a ambos en ese momento. Los dos habían desaparecido de maneras que todavía no tenían explicación y, milagrosamente, ambos estaban vivos a pesar de los terroristas y de los caminantes. Tendría que sentarme y tener largas charlas con ellos. Sería mejor para todos que contasen historias bonitas, claras y creíbles.

Desde el otro lado de la puerta, Jackson gritó:

—¡Comandante… capitán Ledger…! Tenemos compañía.

—¿El qué? —pregunté.

Jackson parecía afectado.

—¡Caminantes! ¡Cientos de ellos!

—Fantástico —dijo Top con amargura—. Solo me queda un cargador, capitán.

—¡Están aquí!

Todos nos giramos y vimos una masa de caminantes que doblaban la esquina del pasillo exterior arrastrando los pies. Filas y filas de ellos.

No había tiempo para pensar, solo para actuar.

—¡Haced una barricada! —Agarré la mesa más cercana y tiré de ella. Grace cogió el otro extremo y la empujó hacia delante, arañando el suelo de hormigón con las patas. La vibración hizo caer al suelo instrumentos delicados y esperaba no estar rompiendo nada que contuviese virus ni parásitos. Los trajes Hammer nos protegerían del contacto por piel, pero nadie llevaba máscara.

Bunny estaba mareado a causa de la herida en la cabeza, pero también ayudó. Agarró la esquina de una mesa grande y, con un gruñido de esfuerzo, la puso de lado y luego la empujó con un hombro para acercarla a la puerta. Top se puso a lanzar sillas por encima de la mesa para crear un obstáculo y retener un poco más a los caminantes. Ollie corrió a ayudarle. Skip miró a su alrededor y agarró otra mesa y tiró de ella, pero sin mucho efecto. Yo cogí el otro extremo y la empujamos junto con las otras.

Entonces la masa de caminantes golpeó la barrera como una marea. Tenían la misma fuerza que un humano normal, pero eran tantos que su peso en conjunto actuó como un ariete que empujó la barricada unos metros hacia atrás. Jackson se acercó al borde de la barricada y abrió fuego sobre la masa de cuerpos. Cayeron unos cuantos, pero la mayoría de sus balas atravesaron pechos y extremidades sin hacer demasiado por detenerlos.

—¡Escoge bien tu objetivo, Jackson! —gritó Grace—. Dispárales a la cabeza.

La barricada volvió a moverse y se desplazó más hacia el interior de la habitación mientras cientos y cientos de muertos vivientes seguían llegando. Algunos de los caminantes que estaban en primera fila cayeron al suelo aplastados por los que venían detrás y pude oír el sonido de los huesos al romperse. Pero era raro, nada de gritos ni quejidos, solo unos leves gemidos, incluso de aquellos que estaban siendo aplastados.

—No aguantará —advirtió Ollie mientras empujaba otra mesa hacia la barricada.

—¡Nada pasará de esa pared! —gritó Grace mientras empuñaba el arma y abría fuego, matando a dos caminantes con sendos tiros en la cabeza y destrozándole la mandíbula a un tercero. Levanté el arma, me coloqué junto a ella y disparé. Top y Bunny nos flanquearon y luego se unieron Skip y Jackson. Ollie y Skip cogieron las pistolas de los miembros del equipo Alfa, que estaban usando MP5. Finalmente, acabamos formando una línea de tiro a unos metros de distancia de nuestro lado de la barrera, disparando a bocajarro a los caminantes mientras subían por las mesas y volteaban sillas. El estruendo de nuestros disparos combinados era ensordecedor al disparar una y otra vez. Los caminantes iban cayendo, pero la oleada no paraba. A medida que iban muriendo las criaturas del frente, las que venían detrás pasaban por encima de las primeras para intentar atraparnos.

La corredera de mi pistola se abrió; busqué a tientas mi último cargador y lo coloqué. Me quedaban quince disparos.

—¡Último cartucho! —grité.

—¡Yo no tengo! —dijo Top poco después. Se salió de la fila para buscar una de las AK-47, la encontró y volvió disparando, con el selector en semiautomático.

Grace disparaba más despacio que el resto, pero estaba matando a más. Apuntaba y disparaba, apuntaba y disparaba. Con cada disparo caía un zombi de espaldas, privado de toda su fuerza infernal. La imité y disparé más despacio.

Los caminantes caían a docenas. A mansalva.

Los muertos habían formado un montón tan alto que por un momento bloquearon la puerta, pero luego la marea llegó al otro lado y la montaña de cadáveres cayó hacia el interior de la sala. Tuvimos que saltar hacia atrás para que no nos enterrasen y eso rompió nuestra fila. La barricada había desaparecido y los caminantes entraban en la sala pasando por encima de la aglomeración de cuerpos.

—Acuérdate de los espartanos —farfulló Bunny mientras se retiraba hacia atrás.

—Todavía no estamos muertos, granjerito —dijo Top.

—Ya te he dicho que no…, joder, a la mierda. —Les disparó a dos caminantes que intentaban correr hacia él desde su lado ciego. Su arma hizo un clic al quedarse sin balas—. ¡Mierda! ¿Quién tiene un cargador?

Nadie respondió. Los que teníamos balas seguimos disparando.

—¡Mierda! —volvió a decir y lanzó la pistola tan fuerte a uno de aquellos bichos que lo tiró de culo. Bunny corrió hacia una pared y arrancó un hacha—. ¡Venga, venid, hijos de puta no muertos!

Y así fue. Vinieron en tropel hacia él y él se lanzó sobre ellos con el hacha, moviéndola con tanta fuerza que empezaron a volar cabezas y brazos. Uno de los caminantes se lanzó sobre él y le clavó los dientes en la tela de su traje Hammer y, aunque Bunny le rompió la espalda con un golpe de hacha, el mordisco de la criatura le rompió toda la pechera del traje.

Disparé mi última bala y tiré la pistola. Grace y su equipo todavía tenían munición y volvieron a formarse en una fila más estrecha, disparando constantemente, pero ahora sus tiros solo mataban a uno de cada dos, y luego a uno de cada tres, ya que tenían las manos entumecidas por el retroceso y prácticamente se les había quedado el corazón helado en el pecho. Hasta Grace estaba fallando la mitad de las veces.

—¡Se me han terminado! —gritó Top retirándose hacia atrás. Me miró y me lanzó una sonrisa traviesa—. Molaría que fuese como en las pelis. En las malditas películas nadie se queda nunca sin munición.

Ollie disparó su última bala y también se retiró de la fila.

—¿Y ahora qué? —preguntó.

Miré a mi alrededor buscando algo que poder utilizar como arma y vi un conjunto de estanterías hechas de rejillas de alambre y tuberías recubiertas de cromo. Cogí una y la lancé con todas mis fuerzas contra la pared. La estantería se rompió quedando esparcidos sus componentes. Cogí un trozo de tubo de casi dos metros y lo moví con todas las fuerzas que me daban la necesidad y el miedo. La estampé contra la primera fila de caminantes, aplastándole la cabeza a uno y rompiéndole el cuello a otro. Oí un rugido y me di cuenta de que era mi propia voz elevada a un alarido de ira mientras hacía girar el hierro y aplastaba a los muertos vivientes.

Bajé el tubo para darles en las piernas a las criaturas y, de repente, Top y Ollie estaban a mi lado, ambos con trozos más cortos de tuberías de cromo en la mano. Ellos aplastaban las cabezas de los caminantes que yo tiraba al suelo y cogimos cierto ritmo: yo los tiraba y ellos los remataban. Podía oír a Bunny detrás de mí gritando tanto como yo. Top tenía el brazo manchado de rojo hasta el hombro. Entonces Ollie resbaló en un charco de sangre, cayó al suelo y se le echaron encima tres criaturas. Skip llegó allí como un rayo, con el cargador vacío, pero con un cuchillo Kabar en la mano. La hoja brillaba mientras cortaba tendones y desgarraba cuellos. Top levantó a Ollie y los tres se desplegaron detrás mí para enfrentarnos a la siguiente ola. Y a la siguiente. Y a la siguiente.

Cinco caminantes vinieron hacia a mí y le clavé el tubo en la sien al que estaba más cerca para que chocase contra los otros y desequilibrase a toda la fila. Top saltó sobre ellos golpeándolos a diestro y siniestro con la tubería, pero pude ver que sus golpes eran cada vez más lentos y más débiles. Se estaba cansando. Yo también. Había sido un día demasiado largo y esto sobrepasaba la resistencia humana.

Vi movimiento por el rabillo del ojo y al girarme vi a tres caminantes corriendo hacia Grace desde su lado ciego.

—¡Grace! ¡Flanco izquierdo! —grité, y levanté el tubo.

Me vio y se agachó, lo que me permitió darle en la cara a uno de sus atacantes. Ella le disparó a los otros dos y entonces se quedó sin munición.

La aparté y la puse detrás de mí.

—¡Atrás! —les grité a los demás. Había seis mesas en el fondo de la sala. Si no había otra solución podríamos intentar hacer una segunda barricada.

—¡Bunny, abre paso!

Bunny dio un salto hacia delante y atacó a dos zombis con un golpe tan poderoso que casi corta a uno de ellos por la mitad. Se abrió camino a hachazo limpio hasta llegar a nosotros. Me di cuenta de que a ambos lados del laboratorio había armarios de metal muy altos. Estaban sueltos, no atornillados a la pared, y entonces sentí un soplo de esperanza.

—¡Skip… Ollie! —Cuando se giraron hacia mí agarré la esquina de uno de los armarios y tiré de él con todas mis fuerzas. Se balanceó fácilmente y cayó produciendo un sonido ensordecedor y aplastando de paso a uno de los caminantes con su poderoso peso. Los demás captaron la idea al instante y comenzaron a tirar de inmediato los armarios, por lo que en pocos segundos habíamos creado un pasillo que limitaba el número de zombis que se podían acercar a la vez.

Grace llamó a su equipo para que retrocediese y Jackson tuvo suficiente lucidez como para arrastrar a nuestro prisionero con ellos. Eso demostraba optimismo, pensé. Entonces algo me llamó la atención y cuando me di la vuelta vi un armario de metal fijado en una pared. Estaba cerrado con una cadena y tenía escrito «Armas» en farsi.

—¡Top, armero a tus nueve en punto!

Se dio la vuelta y, al ver el armario, su rostro mostró una gran sonrisa. No sabía farsi, pero lo comprendió y, con todas sus fuerzas, golpeó el candado y lo hizo añicos. Abrió la puerta y vio seis revólveres del calibre 38, como los que usa la policía, colgados de unos ganchos y un estante lleno de cajas con munición. La sonrisa de Top titubeó. Hubiese sido más reconfortante encontrar automáticas y cartuchos precargados.

—Consígueme algo de tiempo, granjerito —le dijo a Bunny mientras él y Grace empezaban a sacar las pistolas y a abrir las cajas.

Entré en el pasillo para encontrarme con la ola de caminantes que habían conseguido escalar sobre las pilas de sus propios muertos; Bunny me flanqueó y juntos atacamos. La tubería parecía pesar una tonelada y cada vez que daba un golpe sentía una dolorosa sacudida en las muñecas y en los hombros. Bunny tenía que sentir lo mismo, pero allí estábamos, luchando para mantener la línea defensiva. Pero cada pocos segundos nos veíamos obligados a dar un paso atrás, uno tras otro.

—¡Joe! —oí gritar a Grace—. ¡Atrás! —Y de repente el aire que me rodeaba explotó en el momento en que seis pistolas empezaron a disparar a la vez. La fila frontal de los caminantes cayó con fuerza hacia atrás y, luego, una segunda descarga mató a otros cuantos más. Una de las balas me pasó tan cerca que escuché el silbido y me calentó la oreja. Al girarme vi a Ollie mirándome fijamente con una expresión de conmoción y la mano de la pistola temblando. ¿Era por fatiga? ¿Era por miedo a los caminantes? ¿O es que había fallado al disparar al objetivo al que estaba apuntando? Abrió la boca para decir algo, pero le lancé una mirada fulminante y corrí para ponerme detrás de la línea de fuego.

Grace y su equipo habían juntado las mesas para formar un reducto. Skip estaba en el extremo más alejado, encajado entre la esquina de una mesa y el último armario que quedaba. El resto estaba hombro con hombro detrás del parapeto provisional. Era endeble, pero era lo único que teníamos. En el suelo, a los pies de Skip, estaba el técnico de laboratorio, con los ojos desorbitados por el miedo.

Al pasarme una pistola, Top murmuró:

—Ya empieza a ser hora de que llegue la caballería, capitán.

Other books

The Broken Ones by Stephen M. Irwin
Old Gods Almost Dead by Stephen Davis
In the House of the Wicked by Thomas E. Sniegoski
Rambo. Acorralado by David Morrell
Huckleberry Finished by Livia J. Washburn
Montana by Gwen Florio