Politeísmos (70 page)

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Authors: Álvaro Naira

BOOK: Politeísmos
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Se equivocan. Se están equivocando.

Álex alzó el borde de la boca.

—¿Sabes lo que hace el lobo omega, Paula? Cuando se nota realmente viejo, se marcha. Abandona la manada y se deja caer en el hielo. Es el único que elige cuándo tiene que morir y no es plato de nadie.

Paula temblaba.

—¿Crees que nos verá? Apenas hay luz.

—Aunque nos vea, no le dará tiempo a frenar. Paula —dijo con voz tensa, rígida, ronca, en parte por el dolor de los pulmones—. ¿Estás segura?

—Nunca he estado tan segura de algo.

Se cogieron de la mano y esperaron a que llegara..

—Mi loba parda... —susurró él.

La locomotora achatada pitó cuando estaba muy cerca. Los dos miraban hacia la cabina del conductor. Álex sonrió, apenas un instante. Entonces les cegaron los faros y ya no vieron más. Los atropelló sin poder reducir la velocidad. Se empotraron contra la máquina, golpearon los cristales, los rompieron y se machacaron con el impacto. El tren les arrancó el cuerpo hacia atrás y lo arrastró mientras frenaba, pero el cuervo vio cómo los lobos salían disparados por la boca y permanecían aferrándose con las uñas a los travesaños, con la cabeza gacha, los ojos cerrados y las mandíbulas prietas del esfuerzo. El collarín de pelo se erizaba en la cerviz y el aire que levantaban los vagones les sacudía el pelaje, les dilataba el hocico y les aplastaba las orejas. Álex gruñía profundamente. El mercancías los atravesaba, vagón tras vagón, con un ruido ensordecedor, un machaqueo continuo de las ruedas contra las vías. Paula gañó. Estuvo a punto de salir despedida, pero el lobo abrió las fauces y la atrapó por la carne y el pelo áspero del cuello. Clavados a las vigas de hormigón con las fuertes garras de las zarpas, aguantaron el paso del tren. Cuando abrieron los ojos, el vagón de cola estaba a su espalda y el cuervo delante, junto a sus patas, con un pío frágil. Álex lamía el alma castaña de su pareja cuando el pájaro graznó. El lobo se aproximó al trote lupino estremecedor y le dio un golpecito casi juguetón con el hocico, para apartarle de su camino.

En el Reichstag.

Los belfos negros de Álex se curvaban hacia arriba, como los de todos los ejemplares de la especie, en una mueca muy semejante a una sonrisa. Paula le puso las patas sobre el lomo y le mordisqueó la cruz del pelo, meneando la cola gruesa. Se alejaron siguiendo las vías. Las patas largas saltaban en el paso cadencioso y rítmico. De pronto, echaron a correr y se perdieron en el horizonte. Se escuchó un aullido tremendo, como un grito de guerra, que venía de muy lejos.

Ángeles mecía a Lázaro en un abrazo materno, echada sobre él, envolviéndole todo el cuerpo contraído. Lucien se cogía las piernas y lloraba. El cuervo había levantado el vuelo. Con un batir de alas, regresó al nido.

Madrid, 29 de agosto de 2006.

4:57 de la madrugada.

Desde el faro,

Al.

Agradecimientos

A los lectores del Comité de Corrección de Primeras Pruebas. Me gusta pensar que lo leísteis con placer, con ganas, y que lo hubierais hecho igual aunque el texto no fuera mío. Os debo mil erratas que yo no veía, frases que se os ocurrieron mientras hablábamos de la novela y que fueron inmortalizadas y, sobre todo, muchos ánimos para seguir adelante, para no rendirme, para convencerme de que
valía
.

A los colegas del foro de Wordreference, por ayudarme en mis primeros y tambaleantes pasos por los argentinismos.

A todos los escritores de
trip-reports
de la red.

Diis Ignotis
(a los dioses desconocidos): A todos los que me apoyaron en la bitácora. Si crees que debes estar aquí, lo estás.

Al Centro de Recuperaçao do Lobo Ibérico. Por existir.

A don Félix, que desde el 14 de marzo de 1980 recorre a cuatro patas las estepas de Europa.

A alguien que no conoceré nunca, por una frase que ni siquiera sé si es suya. Pero es de las mejores de toda la novela.

A todos, en orden alfabético por si los piques:

A Alberto, por leer, a pesar de todo.

A Ana, por responder a Las Grandes Preguntas de la Humanidad, por la ayuda inmejorable, la paciencia y el d10.

A Ange, en principio. Porque al final no sé qué pasó.

Al Camarero Decadente, por indicarme que un tipo bien entrenado en las lides espirituosas se puede meter con tranquilidad dos botellas de whisky con sus refrescos y seguir siendo persona. Álex es un tirillas, pero alto y todo un campeón de la priva. Lo dejé en una botella y un par de copas —comencé la prueba en mis carnes, pero perdí la cuenta enseguida—. El detalle es importante, porque si no estuviera alcoholizado hasta el culo no les contaba a las niñas su movida en el tercer capítulo. Y no habría novela.

A Carlos, que lo flotó conmigo recorriendo Fuencarral y Sabatini. Esperaba una noche de borrachera y se encontró con una de
documentatio
(y borrachera), y lo sorprendente es que se lo pasó de puta madre. Y por tener negro de humo el enchufe de al lado de su mesa en el instituto de tanto meterle clips.

A Dani, por estar en el templo de Debod. Si hubiera estado documentando solo, tal vez no me hubiera recorrido la plataforma tres veces, no habría salido el segurata con la linterna y Mónica, en su viaje de LSD, no habría visto a un dragón echando fuego por la boca.

A Estelle, que hizo todo lo que estuvo en su mano para que este libro llegara a las vuestras. Aunque no lo consiguiera.

A Gerardo. Por vivirlo.

A Isa: quedarás contratada en cuanto pueda pagarte. Nadie vio tantas erratas como tú. Nadie más se rió cuando tenía que hacerlo, se asustó cuando tenía que hacerlo... y espero que lloró cuando tenía que hacerlo.

A Jose, por su mensaje al móvil cuando terminó de leer la primera parte. Por ese simple, contundente: “BESTIAL”, en todos los sentidos.

A Juan, por indicarme que si él era capaz de comerse una hamburguesa en cuatro bocados, el lobo, que es el mejor, debía hacerlo en menos de los cinco que figuraban en el manuscrito original; por adorar a Álex y detestar cordialmente a todos los demás personajes, y por considerar que el lobo debería haber parado el mercancías con la mano izquierda.

A Luis, por mirarme el diálogo en inglés ¡y sólo encontrar cinco fallos gramaticales! Pero gordísimos.

A Luz, por conseguirme correctores argentinos.

A Mara, por demasiadas cosas.

A María, por estar ahí.

A Maripaz, por hacerme la tirada de las cartas.

A Marta, que leyó otra novela. Pero le gustó.

A Martín, mi Crítico Negativo, por su frase impagable: “No me creo que unos chicos castizos hablen de ‘su lobo interior’ después de dos mil años de cristianismo”.

A Miguel, músico de folk y de lo que se tercie, por hacerme ver la luz y comprender que era una estupidez que el Álex tuviera tres teclados y dos sintetizadores ocupando espacio en la miniatura de su cocina-salón, ya que un sintetizador
es
también un teclado. Por hablarme de secuenciadores, cajas de ritmos y convencerme de que un tío de formación clásica tendría un Fender Rhodes, aunque no lo saque del estuche por motivos argumentales (me empeñé en que tocaba un trasto sobre la tabla de planchar porque me hacía gracia, pero el Rhodes pesa entre sesenta y cien kilos: hundiría la tabla, el suelo y las botas New Rock si se le cae encima, así que toca para Paula con el Yamaha SY-22, ¡el de Skinny Puppy!).

A Pablo, que me acompañó en la situación grotesca de recorrer la Almudena mientras yo tomaba notas en un cuaderno de Winnie the Pooh —qué pasa, era el más barato en los chinos. La Moleskine es para pijos—. Prácticamente me llevó de la nuez —no me apetecía una mierda documentar un cementerio, aunque sabía que era necesario—. Por empujarme a quitármelo cuanto antes, gracias. Aunque brindara al final y se alegrara de la muerte del “capullo integral”.

A Rafa, por sus conocimientos de física y su explicación del atropello del mercancías como metáfora de comparación entre la “bola de billar que sale disparada” y la “bola de helado que se queda pegada”. Y por el color “rosa limón”.

A Santi, por fliparse, y hacerlo de verdad.

A Vanesa, por corregir a Lucien cuando no hablaba como debía. De no ser por ella, el cuervo no hablaría de su “ave” sino de su “pájaro”. ¿Qué tiene eso de particular, pensaréis? Pues que “pájaro” en Buenos Aires... significa
polla
. Sí, me partí el pájaro cuando me lo contó, claro.

A Verónica, por
creer
.

A Zapata, por leer con profesionalidad e indicarme errores.

Y
a ti
, por estar a mi lado cuando acabé y registré, por no mirarme como si estuviera como una cabra, por no reírte, joder, cuando no podía dejar de llorar a mis hijos de papel, esos hijos de la gran puta que se te retuercen en el cráneo, que no te abandonan ni mientras viajas en el metro y curras en gilipolleces, que te obligan a levantarte de la cama para apuntar una de sus frases geniales, junto a los que he vivido, comido, dormido y follado durante cinco meses y que de pronto... se fueron. Dejándome otra vez solo.

El lobo ha muerto. No tendré otro personaje como él. Tendré otros. Pero como él, ninguno.

Te voy a echar de menos, Álex.

Desde el faro,

Al.

Álvaro Naira © 2006

http://www.politeismos.com

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