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Authors: Arthur C. Clarke y Gentry Lee

Tags: #Ciencia Ficción

Rama II (30 page)

BOOK: Rama II
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pregunta para usted. —Se volvió y miró directamente al científico japonés. —¿Ha trabajado usted en nuestro "extraño sonido" del otro día? ¿O lo ha convencido el doctor Brown de que era tan sólo una invención de nuestra imaginación colectiva?

El doctor Takagishi agitó la cabeza.

—Le dije a usted entonces que se trataba de un sonido nuevo. —Miró fijamente hacia la distancia, a través de los inexplicados campos metálicos de la Planicie Central. —Ésta es una Rama distinta. Lo sé. Los cuadrados como un tablero de ajedrez en el sur están dispuestos de una forma completamente distinta, y no se extienden hasta la orilla del Mar Cilíndrico. Las luces se encienden ahora antes que el mar se funda. Y luego se apagan bruscamente, sin disminuir durante varias horas como informaron los exploradores de la primera Rama. Los cangrejos biots aparecen en hordas en vez de individualmente. —Hizo una pausa, sin dejar de mirar a través de los campos. —El doctor Brown dice que todas estas diferencias son triviales, pero yo creo que significan algo. Es posible —murmuró suavemente—, sólo es posible, que el doctor Brown esté equivocado.

—También es posible que sea un completo hijo de puta —dijo amargamente Wilson. Aceleró el todo terreno a su velocidad máxima.

—¡Campamento Beta, ahí vamos!

28 - Extrapolación

Nicole terminó su comida de pato prensado, brócoli reconstituido y puré de papas. El resto de los cosmonautas todavía seguía comiendo, y había una quietud temporaria en torno de la mesa. En la esquina, junto a la entrada, un monitor rastreaba la localización de los cangrejos biots. Su esquema no había cambiado. El blip que representaba a los cangrejos avanzaba en una dirección durante un poco más de diez minutos, luego daba la vuelta.

—¿Qué ocurrirá cuando terminen con esta parcela? —preguntó Richard Wakefield. Estaba mirando un mapa de la zona hecho con ordenador y clavado a un tablero de avisos provisional.

—La última vez que siguieron uno de esos caminos entre las particiones en tablero de ajedrez hasta que llegaron a un agujero —respondió Francesca desde el otro extremo de la mesa—. Entonces dejaron caer su basura en él. No han recogido nada en este nuevo territorio, de modo que cualquiera puede imaginar lo que harán cuando terminen.

—¿Todo el mundo está convencido de que nuestros biots son de hecho basureros?

—Las pruebas son bastante concluyentes —dijo David Brown—. Un solitario cangrejo biot similar encontrado por Jimmy Park dentro de la primera Rama fue considerado también como un recolector de basura.

—Nos halagamos a nosotros mismos —intervino Shigeru Takagishi. Terminó de masticar lo que tenía en la boca y tragó. —El doctor Brown es precisamente quien primero dijo que era improbable que nosotros, los seres humanos, pudiéramos comprender qué era Rama. Nuestra conversación me recuerda ese viejo proverbio hindú acerca de los hombres ciegos que palpaban un elefante. Todos lo describían de una forma distinta, porque cada uno de ellos tocaba sólo una pequeña parte del animal. Ninguno de ellos acertaba.

—¿No cree usted que nuestros cangrejos trabajen en el Departamento de Sanidad de

Rama? —inquirió Janos Tabori.

—Yo no he dicho eso —respondió Takagishi—. Simplemente he sugerido que es una presunción nuestra llegar tan rápidamente a la conclusión de que esas seis criaturas no tienen otro fin que limpiar la basura. Nuestros datos de observación son lamentablemente inadecuados.

—A veces es necesario extrapolar —indicó testarudamente el doctor Brown—, e incluso especular, basándonos en mínimas cantidades de datos. Usted mismo sabe que la nueva ciencia está basada en la máxima semejanza antes que en la certitud..

—Antes que nos enzarcemos en una discusión esotérica acerca de la ciencia y su metodología —interrumpió Janos con una sonrisa—, tengo una proposición deportiva para todos ustedes. —Se puso de pie—. En realidad, la idea fue originalmente de Richard, pero imaginé cómo convertirla en un juego. Tiene que ver con las luces.

Janos tomó un rápido sorbo de agua de su vaso.

—Desde que llegamos aquí a Ramalandia —declaró formalmente—, se han producido tres transiciones en el estado de iluminación.

—Buuu. Fuera —exclamó Wakefield. Janos se echó a reír.

—De acuerdo, amigos... ¿Qué ocurre con las luces? Se encienden, se apagan, y ahora vuelven a encenderse. ¿Qué pasará en el futuro? Propongo que creemos un fondo común y contribuyamos cada uno, digamos, con veinte marcos. Cada uno de nosotros hará una predicción sobre el comportamiento de las luces para el resto de la misión, y quien más se acerque ganará el fondo.

—¿Quién juzgará al vencedor? —inquirió soñoliento Reggie Wilson. Había bostezado varias veces durante la última hora. —Pese al impresionante conjunto de cerebros que hay alrededor de la mesa, no creo que nadie haya imaginado todavía cómo funciona

Rama. Mi creencia personal es que las luces no siguen ningún esquema. Se encenderán y apagarán al azar las veces suficientes como para que sigamos preguntándonoslo.

—Escríbalo y envíelo al módem del general O'Toole. Richard y yo hemos acordado que él será un juez perfecto. Cuando la misión haya terminado, comparará las predicciones con la realidad, y alguien ganará una hermosa cena para dos.

El doctor David Brown echó hacia atrás su silla.

—¿Ha terminado ya con su juego, Tabori? —preguntó—. Si es así —añadió, sin esperar una respuesta—, quizá podamos limpiar un poco esta pocilga y seguir con nuestro programa.

—Eh, capi —respondió Janos—, sólo estoy intentando aligerar un poco las cosas. Todo el mundo se está volviendo tenso...

Brown salió de la cabaña antes que el cosmonauta Tabori hubiera terminado su frase.

—¿Qué es lo que le preocupa? —preguntó Richard a Francesca.

—Supongo que está ansioso con respecto a la caza —respondió Francesca—. Ha estado de mal humor desde la mañana. Quizá sienta toda la responsabilidad.

—Quizá sólo sea un pelmazo —dijo Wilson. Él también se puso de pie. —Voy a dormir un poco.

Mientras Wilson salía de la amplia cabaña Nicole recordó que deseaba comprobar la biometría de todo el mundo antes de la caza. Era una tarea bastante simple. Todo lo que necesitaba era permanecer cerca de cada cosmonauta durante unos cuarenta y cinco segundos con su escáner activado y luego leer los datos críticos en el monitor. Si no había ninguna entrada en los archivos de advertencia, todo el proceso era rápido y directo. En esa comprobación en particular todo el mundo estaba limpio, incluido Takagishi.

—Estupendo —dijo Nicole a su colega japonés en voz baja.

Salió para buscar a David Brown y Reggie Wilson. La cabaña del doctor Brown estaba en el extremo más alejado del campamento. Como el resto de las moradas individuales, su choza parecía un sombrero delgado y alto puesto en el suelo. Todas las cabañas eran de un color blancuzco, de unos dos metros y medio de altura, con una base circular de dos metros de diámetro. Estaban construidas con materiales superligeros y flexibles que combinaban una fuerza extraordinaria con un fácil almacenamiento. Nicole observó para sí misma que las cabañas se parecían a las tiendas de los indios norteamericanos.

David Brown estaba en su cabaña, sentado con las piernas cruzadas en el suelo frente al monitor de un ordenador portátil. En la pantalla estaba el texto de los capítulos sobre los biots del
Atlas de Rama
de Takagishi.

—Disculpe, doctor Brown —dijo Nicole, asomando la cabeza por la puerta.

—Sí —dijo él—, ¿qué ocurre? —No hizo ningún intento de ocultar su irritación por la interrupción.

—Necesito comprobar sus datos biométricos —dijo Nicole—. No lo he hecho desde antes de la primera incursión.

Brown le lanzó una mirada irritada. Nicole mantuvo su terreno. El norteamericano se encogió de hombros, medio gruñó, y se volvió de espaldas hacia el monitor. Nicole se arrodilló a su lado y activó su escáner.

—Hay algunas sillas plegables en la cabaña de suministros —ofreció Nicole mientras el doctor Brown se agitaba incómodo en el suelo. Él ignoró su comentario.
¿Por qué es tan áspero conmigo?
se preguntó Nicole.
¿Es a causa de ese informe sobre Wilson y él?
No, respondió a su propia pregunta,
es porque nunca le he mostrado la deferencia requerida.

Los datos empezaron a aparecer en la pantalla de Nicole. Tecleó cuidadosamente varios inputs que permitían la aparición de una sinopsis de los datos de advertencia.

—Su presión sanguínea ha sido demasiado alta durante intervalos intermitentes a lo largo de las últimas setenta y dos horas, incluido casi todo el día de hoy —dijo sin emoción—. Este tipo particular de esquema se asocia con el estrés.

El doctor Brown dejó de leer acerca de los biots y se volvió para mirar de frente a su oficial de ciencias de la vida. Contempló los datos exhibidos en la pantalla de Nicole sin comprenderlos.

—Este gráfico muestra las amplitudes y la duración de sus excursiones fuera de tolerancia —señaló Nicole, mostrando la pantalla—. Ninguno de los incidentes sería serio por sí mismo. Pero el esquema en su conjunto sí es causa de preocupación.

—He estado sometido a una cierta presión —admitió él. Observó mientras Nicole llamaba otros displays que mostraban datos que corroboraban su afirmación original. Muchos de los archivos de emergencia de Brown estaban saturados.

Las luces siguieron parpadeando en el monitor.

—¿Cuál es la peor probabilidad? —inquirió Brown. Nicole observó a su paciente.

—Un ataque al corazón con parálisis o muerte —respondió—. Si la condición persiste o empeora.

El doctor Brown dejó escapar un suave silbido.

—¿Que debo hacer?

—En primer lugar —respondió Nicole—, tiene que empezar por dormir más. Su perfil metabólico muestra que desde la muerte del general Borzov sólo ha tenido un total de once horas de descanso efectivo. ¿Por qué no me dijo que tenía problemas para dormir?

—Pensé que sólo era excitación. Incluso tomé una píldora para dormir una noche, y no me hizo efecto. Nicole frunció el entrecejo.

—No recuerdo haberle dado ninguna píldora para dormir. El doctor Brown sonrió.

—Mierda —dijo—, olvidé decírselo. Una noche estaba hablando con Francesca

Sabatini acerca de mi insomnio y ella me ofreció una píldora. La tomé sin pensar.

—¿Qué noche fue eso? —preguntó Nicole. Cambió de nuevo los displays en su monitor y pidió más datos de los buffers de almacenaje.

—No estoy seguro —dijo el doctor Brown tras una breve vacilación—. Creo que fue...

—Oh, aquí está —dijo Nicole—. Puedo verlo en los análisis químicos. Fue el 3 de marzo, la segunda noche después de la muerte de Borzov. El día que usted y Heilmann fueron seleccionados como comandantes conjuntos. Por la configuración de estos datos espectrométricos, puedo suponer que tomó usted una sola medvil.

—¿Puede decir eso a partir de mis datos biométricos?

—No exactamente —sonrió Nicole—. La interpretación no es única ¿Qué fue lo que dijo usted en la comida? A veces es necesario extrapolar... y especular.

Sus ojos se encontraron por un momento.
¿Puede eso ser miedo?,
se preguntó Nicole mientras intentaba interpretar lo que veía en la mirada del hombre. El doctor Brown apartó la vista.

—Gracias, doctora des Jardins —dijo rígidamente—, por su informe sobre mi presión sanguínea. Intentaré relajarme y dormir lo suficiente. Y me disculpo por no informarle acerca de la píldora para dormir. —La despidió con un gesto de su mano.

Nicole empezó a protestar, pero lo pensó mejor.
De todos modos tampoco seguiría mi consejo,
se dijo mientras caminaba hacia la cabaña de Wilson.
Y su presión sanguínea tampoco era tan peligrosamente alta.
Pensó en el tenso final de su conversación de dos minutos, tras sorprender al doctor Brown identificando correctamente el tipo de píldora para dormir.
Hay algo que no está bien aquí. ¿Qué es lo que no acabo de captar?

Pudo oír roncar a Reggie Wilson antes de llegar a la puerta de su tienda. Tras un breve debate consigo misma, Nicole decidió que lo examinaría cuando se levantara. Regresó a su propia cabaña y se quedó dormida rápidamente.

—Nicole. Nicole des Jardins. —La voz se metió en su sueño y la despertó. —Soy yo. Francesca. Necesito decirle algo.

Nicole se sentó lentamente en su cama. Francesca había entrado ya en la cabaña. La italiana lucía su sonrisa más amistosa, aquella que Nicole había pensado que reservaba siempre para la cámara.

—Estuve hablando con David hace unos momentos —dijo Francesca mientras se acercaba—, y me contó su conversación con usted después de cenar. —Siguió hablando mientras Nicole bostezaba y bajaba sus pies al suelo. —Por supuesto, me inquietó mucho saber lo de su presión sanguínea... no se preocupe, él y yo hemos llegado al acuerdo de que no incluiré ese dato en mis transmisiones... pero lo que realmente me preocupó fue que me recordó que nunca le dijimos nada acerca de la píldora para dormir. Me siento tan embarazada. Hubiéramos debido decírselo inmediatamente.

Francesca estaba hablando demasiado rápido para Nicole. Hacía apenas unos momentos estaba sumida en un profundo sueño, soñando con Beauvois, y ahora de repente se esperaba que escuchara una confesión en staccato de la cosmonauta italiana.

—¿Puede aguardar un minuto hasta que me despierte? —pidió malhumoradamente. Se inclinó hacia adelante más allá de Francesca y tomó un vaso de agua de una mesita improvisada. Bebió lentamente.

—Bien —dijo luego—, ¿debo entender que me ha despertado usted para decirme que le dio al doctor Brown una píldora para dormir? Algo que ya sé.

—Sí —sonrió Francesca—. Quiero decir, eso es parte de ello. Pero me di cuenta de que había olvidado hablarle también de Reggie. Nicole sacudió la cabeza.

—No la sigo, Francesca. ¿Está hablando ahora de Reggie Wilson? Francesca dudó por un segundo.

—Sí —dijo al fin—. ¿No lo examinó también con su escáner inmediatamente después de cenar?

Nicole sacudió de nuevo la cabeza.

—No, ya estaba dormido. —Comprobó su reloj. —Había pensado examinarlo antes que empezara la reunión. Quizá dentro de una hora. Francesca pareció turbada.

—Bueno —dijo—, cuando David me contó que el medvil había salido registrado en sus datos biométricos, pensé... —Se detuvo a media frase. Parecía estar reuniendo sus pensamientos. Nicole aguardó pacientemente. —Reggie empezó a quejarse de dolores de cabeza hace una semana —prosiguió finalmente Francesca—, después que las dos naves
Newton
se unieran para la cita con Rama. Puesto que él y yo hemos sido buenos amigos y él sabía de mi conocimiento sobre medicinas y drogas... ya sabe, de todo ese trabajo para mi serie documental, me pidió que le diera algo para su dolor de cabeza. Al principio me negué, pero finalmente, como siguió insistiendo, le di algo de nubitrol.

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