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Authors: Arthur C. Clarke y Gentry Lee

Tags: #Ciencia Ficción

Rama II (31 page)

BOOK: Rama II
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Nicole frunció el entrecejo.

—Ése es un fármaco muy fuerte para un simple dolor de cabeza. Todavía hay médicos que creen que nunca debería ser prescrito a menos que todo lo demás fallara...

—Le dije todo eso —admitió Francesca—, Pero él se mostró inflexible. Usted no conoce a Reggie. A veces no se puede razonar con él.

—¿Cuánto le dio usted?

—Ocho pastillas, en total doscientos miligramos.

—No es sorprendente que haya estado actuando de una forma tan extraña. —Nicole adelantó una mano y tomó su ordenador de bolsillo de encima de la mesa. Accedió a su base de datos médica y leyó la corta entrada acerca del nubitrol. —No hay mucho aquí — murmuró—. Tendré que pedirle a O'Toole que me trasmita la entrada completa de la enciclopedia médica. Pero, si recuerdo correctamente, ¿no hubo una controversia acerca de que el nubitrol permanecía en el sistema durante semanas?

—No lo recuerdo —respondió Francesca. Miró el monitor en la mano de Nicole y leyó rápidamente el texto. Nicole se sintió irritada. Sintió deseos de poner como un trapo a Francesca, pero en el último momento lo pensó mejor.
Así que le dio drogas tanto a David como a Reggie,
pensó. A su mente llegó un vago recuerdo de Francesca tendiéndole a Valeri Borzov un vaso de vino varias horas antes de su muerte. Un extraño escalofrío le recorrió el cuerpo. ¿Podía ser correcta su intuición?

Se volvió y clavó en Francesca una fría mirada.

—Ahora que ha confesado que ha estado jugando a los médicos y a los farmacéuticos tanto con David como con Reggie, ¿hay alguna otra cosa que desee comunicarme?

—¿Qué quiere decir? —preguntó Francesca.

—¿Le ha dado drogas o medicamentos a algún otro miembro del equipo?

Nicole sintió que su corazón galopaba desbocado cuando Francesca palideció, aunque ligeramente, y vaciló antes de contestar.

—No. No, por supuesto que no —fue al fin su respuesta.

29 - La caza

El helicóptero hizo descender muy lentamente el todo terreno hacia el suelo.

—¿Cuánto más lejos? —preguntó Janos Tabori por el comunicador.

—Unos diez metros —respondió Richard Wakefield desde abajo. Estaba de pie en un punto a un centenar de metros al sur del borde del Mar Cilíndrico. Sobre él, el todo terreno colgaba al extremo de dos largos cables. —Vaya con cuidado y déjelo caer suavemente. Hay algunos componentes electrónicos delicados en el chasis.

Hiro Yamanaka controló el helicóptero en su más cerrado bucle de control de altitud mientras Janos extendía electrónicamente los cables centímetro a centímetro.

—Contacto —exclamó Wakefield—. En las ruedas traseras. Las delanteras necesitan bajar otro metro.

Francesca Sabatini corrió hasta un lado del todo terreno para registrar aquel histórico contacto en el Hemicilindro Sur de Rama. Cincuenta metros más lejos del risco, en las inmediaciones de una cabaña que servía como cuartel general provisional, el resto de los cosmonautas se preparaba para la inminente caza. Irina Turgeniev comprobaba la instalación del cable trampa en el segundo helicóptero. David Brown, sólo a unos pocos metros de la cabaña, hablaba por la radio con el almirante Heilmann apostado en el campamento Beta. Los dos hombres estaban revisando los detalles del plan de captura. Wilson, Takagishi y des Jardins contemplaban la conclusión de la operación de aterrizaje del todo terreno.

—Ahora sabemos quién es realmente el jefe en este equipo —dijo Reggie Wilson a sus compañeros. Señaló al doctor Brown. —Esta maldita caza es más parecida a una operación militar que ninguna otra cosa que haya hecho hasta ahora, pero nuestro científico principal está a cargo de ella y nuestro oficial de más alto rango está manejando los teléfonos. —Escupió al suelo. —Cristo, ¿tenemos suficiente equipo aquí? Dos helicópteros, un todo terreno, tres clases distintas de jaulas... sin mencionar varias cajas grandes de mierda eléctrica y mecánica. Esos pobres bastardos de cangrejos no tienen ninguna posibilidad.

El doctor Takagishi se llevó los binoculares láser a los ojos. Halló rápidamente el blanco. A medio kilómetro al este, los cangrejos biots se acercaban de nuevo al borde del acantilado. Nada había cambiado en sus movimientos.

—Necesitamos todo el equipo debido a las inseguridades —dijo Takagishi con voz suave—. Nadie sabe realmente lo que va a ocurrir.

—Espero que se apaguen las luces —rió Wilson.

—Estamos preparados para eso —intervino tensamente David Brown mientras se acercaba a los otros tres cosmonautas—. Los caparazones de los cangrejos han sido rociados con un material ligeramente fluorescente, y disponemos de gran cantidad de antorchas. Mientras ustedes se quejaban de la duración de nuestra última reunión, nosotros estábamos ultimando los planes de contingencia. —Miró truculentamente a su compatriota. —¿Sabe, Wilson?, podría intentar usted...

—Atención atención —le interrumpió la voz de Otto Heilmann—. Noticias. Noticias candentes. Acabo de recibir información de O'Toole de que la INN transmitirá en directo lo que le enviamos, empezando dentro de veinte minutos.

—Buen trabajo —respondió Brown—. Por entonces deberíamos estar preparados. Veo que Wakefield se encamina hacia aquí con el todo terreno. —Consultó su reloj. —Y los cangrejos deberán dar la vuelta de nuevo dentro de unos segundos. Incidentalmente, Otto, ¿usted sigue estando en desacuerdo con mi sugerencia de tenderle una trampa al biot de cabecera?

—Sí, David, lo siento. Creo que es un riesgo innecesario. Lo poco que sabemos sugiere que el cangrejo de cabeza es el que tiene mayores capacidades. ¿Por que correr el riesgo? Cualquier biot será un tesoro increíble si podemos llevarlo de vuelta a la Tierra, en particular si aún sigue operativo. Podemos preocuparnos por el líder una vez que tengamos ya uno en el saco.

—Entonces supongo que los votos están contra mí en esto. Los doctores y Tabori también están de acuerdo con usted. Lo mismo que el general O'Toole. Procederemos con el plan B. El blanco biot será el número cuatro, el último biot de la derecha según nos acercamos por detrás.

El todo terreno que llevaba Wakefield y Sabatini llegó a la zona de la cabaña casi al mismo tiempo que el helicóptero.

—Buen trabajo, amigos —dijo el doctor Brown mientras Tabori y Yamanaka saltaban fuera del helicóptero—. Tómese un corto respiro, Janos. Luego vaya y asegúrese de que Turgeniev y el cable trampa están preparados para empezar. Lo quiero en el aire dentro de cinco minutos.

"Bien —continuó, volviéndose hacia los demás—, esto es todo. Wilson, Takagishi y des Jardins en el todo terreno con Wakefield. Francesca, usted vendrá conmigo en el segundo helicóptero con Hiro.

Nicole se echó a andar hacia el todo terreno, pero Francesca la interceptó.

—¿Ha usado usted alguna vez una de éstas? Le mostró una videocámara del tamaño de un libro de bolsillo.

—Una vez —respondió Nicole, estudiando la cámara en la mano de Francesca—, hará unos once o doce años. Grabé una de las operaciones de cerebro del doctor Delon. Supongo...

—Mire —interrumpió Francesca—, me iría bien un poco de ayuda. Lo siento si no le he hablado de esto antes, pero no sabía... De todos modos, necesito otra cámara, una en el suelo, especialmente ahora que estamos en directo en la INN. No estoy pidiendo milagros. Usted es la única que...

—¿Qué hay de Reggie? —respondió Nicole—. Es otro periodista.

—Reggie no ayudará —dijo rápidamente Francesca. El doctor Brown la llamó para que subiera al helicóptero—. ¿Lo hará usted, Nicole? Por favor. ¿O debo pedírselo a algún otro?

¿Por qué no?
El pensamiento cruzó como un relámpago por la mente de Nicole.
No tengo ninguna otra cosa que hacer a menos que se produzca alguna emergencia.

—De acuerdo —respondió.

—Un millón de gracias —exclamó Francesca mientras le tendía la cámara y echaba a correr hacia el helicóptero que la aguardaba.

—Bien, bien —dijo Reggie Wilson cuando Nicole se acercó al todo terreno con la cámara en la mano—. Veo que nuestra doctora residente ha sido reclutada por la periodista número uno. Espero que le haya pedido al menos el salario mínimo.

—No digas tonterías, Reggie —respondió Nicole—. No me importa ayudar a los demás cuando no tengo nada específico que hacer.

Wakefield puso en marcha el todo terreno y empezó a conducir hacia el este, hacia los biots. El cuartel general había sido establecido intencionalmente en la zona ya "limpiada" por los cangrejos. El suelo compactado permitía que el avance del todo terreno fuera muy rápido. Estuvieron a un centenar de metros de los biots en menos de tres minutos. Sobre sus cabezas, los dos helicópteros trazaban círculos en torno de los cangrejos. A Wilson le recordaron unos buitres revoloteando sobe un animal moribundo.

—¿Qué es lo que desea que haga exactamente? —preguntó Nicole a Francesca por el trasmisor del todo terreno.

—Intente moverse de forma paralela a los biots —respondió Francesca—. Probablemente podrá correr a su lado, al menos por algún tiempo. El momento más importante es cuando Janos intente cerrar el cable trampa.

—Aquí estamos todos preparados —anunció Tabori unos segundos más tarde—. Esperamos la orden.

—¿Estamos en el aire? —preguntó Brown a Francesca. Ella asintió con la cabeza. — De acuerdo —le dijo a Janos—. Adelante.

De uno de los helicópteros descendió un largo y grueso cable rematado con lo que parecía ser un cesto invertido.

—Janos intentará centrar el cable trampa sobre el biot que hemos tomado como blanco —explicó Wakefield a Nicole—, y dejará que los lados se deslicen de forma natural sobre los costados del caparazón. Luego incrementará la tensión por debajo y alzará al biot del suelo. Lo meteremos en una jaula una vez que regresemos al campamento Beta.

—Veamos qué aspecto tienen desde aquí abajo —oyó Nicole que decía Francesca. El todo terreno estaba ahora al lado mismo de los biots. Nicole bajó y echó a correr al lado de ellos. Al principio se sintió asustada. Por alguna razón, no había esperado que fueran tan grandes o su aspecto tan extraño. Su brillo metálico le recordaba el frío exterior de muchos de los nuevos edificios de París. Mientras corría paralela a ellos sobre el suelo compactado, los biots estaban a tan sólo dos metros. Con el encuadre y el enfoque automáticos de la cámara, no le resultaba difícil tomar las imágenes adecuadas.

—No se sitúe delante de ellos —le advirtió el doctor Takagishi. No necesitaba preocuparse por ello. Nicole no había olvidado lo que le habían hecho a aquel montón de metal.

—Sus imágenes son realmente buenas —retumbó la voz de Francesca en el receptor del todo terreno—. Nicole, intente llegar hasta el biot de la cabeza y luego vaya retrocediendo poco a poco, dejando que la cámara haga un barrido de todas las filas. — Aguardó mientras Nicole se situaba paralelamente al frente de los biots. —Huau. Esto es soberbio. Ahora sé por qué trajimos con nosotros a una campeona olímpica.

En sus primeros dos intentos el cable trampa de Janos falló. Sin embargo, al tercero, aterrizó perfectamente sobre el lomo del cangrejo número cuatro. Los bordes de la red, o cesto, se abrieron hasta más allá de los límites del caparazón. Nicole estaba empezando a sudar. Llevaba corriendo ya cuatro minutos.

—A partir de ahora —le dijo Francesca desde el helicóptero—, céntrese solamente en el cangrejo que es nuestro blanco. Acérquese a él tanto como pueda.

Nicole redujo a un metro su distancia del biot más cercano. Casi resbaló y estuvo a punto de caer una vez, y un frío estremecimiento recorrió todo su cuerpo.
Si cayera delante de su camino, pensó, me convertirían en carne picada.
Su cámara estaba clavada en el cangrejo de retaguardia a la derecha mientras Janos tensaba los cables.

—¡Ahora! —gritó el hombre. La trampa, con el biot encerrado en ella, empezó a alzarse del suelo. A partir de entonces todo ocurrió muy aprisa. El biot atrapado usó sus pinzas como tijeras para cortar uno de los cables metálicos que formaban la red de la trampa. Los otros cinco biots se detuvieron brevemente, durante quizás un segundo, y luego atacaron de inmediato la trampa con sus pinzas, todos ellos. La red metálica quedó completamente destrozada, y el biot liberado, en menos de cinco segundos.

Nicole se sintió abrumada por lo que estaba viendo. Pese a su martilleante corazón, siguió filmando. El biot de cabecera se sentó entonces sobre el suelo. Los otros cinco lo rodearon en un círculo extremadamente apretado. Cada uno de los biots unió una pinza al cangrejo del centro y la otra a su vecino de la derecha. La formación estuvo terminada en menos de otros cinco segundos. Los biots permanecieron completamente inmóviles, formando una apretada piña.

Francesca fue la primera en hablar.

—Absolutamente increíble —exclamó, excitada—. Acabamos de conseguir que a todos los seres humanos de la Tierra se les pongan los pelos de punta.

Nicole sintió la presencia de Richard Wakefield a su lado.

—¿Se encuentra bien? —preguntó Richard.

—Creo que sí —dijo ella. Todavía estaba temblando. Los dos miraron a los biots. No se apreciaba ningún movimiento.

—Están discutiendo la jugada —dijo Reggie Wilson desde el todo terreno—. Por ahora, la puntuación es: Biots 7, Humanos 0.

—Puesto que está usted tan convencido de que no hay ningún peligro, acepto seguir adelante. Pero debo confesar que me siento nervioso acerca de efectuar otro intento. Evidentemente, esas cosas se comunican entre sí. Y no creo que deseen ser capturadas.

—Otto, Otto —replicó el doctor Brown—. Este procedimiento no es más que un refinamiento más directo de lo que intentamos la primera vez. El conjunto de la trampa se adherirá al caparazón del cangrejo y envolverá apretadamente sus delgados cables en torno de todo su cuerpo. Los otros biots no podrán usar sus pinzas. No habrá sitio entre los cables y el caparazón.

—Almirante Heilmann, aquí el doctor Takagishi. —Había una clara preocupación en su voz mientras hablaba a través del comunicador. —Debo dejar constancia de mi más enérgica objeción a seguir con esta caza. Ya hemos visto lo poco que comprendemos de esas criaturas. Como Wakefield ha dicho, nuestro intento de atrapar a una de ellas ha desencadenado a todas luces sus respuestas implícitas de protección. No tenemos ni idea de cómo van a reaccionar a continuación.

—Todos comprendemos eso, doctor Takagishi —cortó David Brown antes que Heilmann pudiera responder—. Pero hay factores atenuantes que pasan por encima de las incertidumbres. En primer lugar, como ha señalado Francesca, toda la Tierra está esperando ver si vamos de nuevo contra los biots. Ya ha oído lo que dijo Jean-Claude Revoir hace veinte minutos... ya hemos hecho más por la exploración del espacio que lo que hizo nadie desde los cosmonautas originales soviéticos y norteamericanos allá en el siglo XX. En segundo lugar, estamos preparados para completar la caza ahora. Si abandonamos el intento y regresamos con todo nuestro equipo a Beta, habremos malgastado una enorme cantidad de tiempo y esfuerzos. Finalmente, no hay ningún peligro evidente. ¿Por qué insiste usted en lanzar esas lúgubres predicciones? Todo lo que hemos visto hacer a los biots ha sido reaccionar con alguna especie de actividad autodefensiva.

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