En 1925, Michael, uno de los hijos de J.R.R. Tolkien, perdió en la playa su querido perrito de juguete mientras estaban de vacaciones. Para consolarlo su padre inventó una historia sobre un perro real que un mago transforma en un perro de juguete. Rover, el perro, también conocido como Roverandom, es enviado a la luna por el "Mago de la arena", y cuando no encuentra lo que busca en el lado oscuro de la luna, lo manda al fondo del mar a que continúe buscando.
Este relato encantador, poblado por un terrible dragón y una vieja y sabia ballena, por el rey del mar y el Hombre de la Luna, era muy apreciado en la familia de Tolkien. En 1936 Tolkien lo presentó a sus editores ingleses para que fuera editado después de El Hobbit. Pero lo que querían los editores era una continuación del mismo, de modo que Tolkien dejó este libro a un lado y empezó a escribir su obra maestra: El Señor de los Anillos.
Muchas décadas más tarde, las aventuras de
Roverandom
son publicadas por primera vez. La edición ha estado a cargo de los estudiosos Cristina Scull y Wayne G. Hammond, autores de la aclamada obra sobre los dibujos y pinturas de Tolkien, J.R.R. Tolkien: artista e ilustrador. En su penetrante introducción, Scull y Hammond descubren las fuentes de Roverandom en las sagas nórdicas y en E. Nesbit, y lo comparan con otras obras de ficción del autor:
El Hobbit, Las cartas de Papá Noel
y
El Silmarillion
.
J.R.R. Tolkien
Roverandom
ePUB v1.0
Horus0127.10.11
Título original:
Roverandom
Traducción de Ramón Ibero y Luis Doménech
Las ilustraciones de Tolkien para Roverandom son reproducidas con el permiso de la Bodleian Library, Oxford.
Este libro está dedicado a la memoria de
Michael Hilary Reuel Tolkien
1920-1984
En el verano de 1925, J.R.R. Tolkien, su esposa Edith y sus hijos John (en torno a los ocho años), Michael (en torno a los cinco) y Christopher (menos de uno) estaban de vacaciones en Filey, pueblo de la costa de Yorkshire que aún hoy es muy popular entre los turistas. Fueron unas vacaciones inesperadas para celebrar el nombramiento de Tolkien como profesor de anglosajón en Rawlinson y Bosworth, Oxford, cargo que iba a ocupar el primero de octubre de aquel año, y tal vez respondían el deseo de ofrecerle un período de descanso previo, pues durante dos semestres continuaría enseñando también en la Universidad de Leeds, lo que significaba mantener dos empleos a la vez. Para las tres o cuatro semanas que permanecieron en Filey —como se explica más adelante, las fechas son dudosas—, los Tolkien alquilaron una casita eduardiana que posiblemente había pertenecido al administrador de correos local, construida en lo alto de un acantilado desde el que se divisaba la playa y el mar. Desde este punto, la vista hacia el este no quedaba cortada por ningún obstáculo, y el joven John Tolkien se emocionó cuando, en dos o tres bellos atardeceres, la luna llena emergió del mar e iluminó una «senda» plateada a través de las aguas.
Por entonces, Michael Tolkien estaba profundamente encariñado con un juguete; era un perro en miniatura hecho de plomo y pintado en blanco y negro. Comía con él y dormía con él, y lo llevaba a todas partes; incluso cuando le tenían que lavar las manos se resistía a desprenderse de él. Pero, durante las vacaciones en Filey, Michael fue a dar un paseo con su padre y su hermano mayor y, en la excitación de arrojar piedras al mar, puso su juguete en el suelo o, más concretamente, en la playa cubierta de guijarros blancos. Sobre este fondo, el diminuto perro blanco y negro se hizo virtualmente invisible, y se perdió. Michael quedó muy apenado cuando vio que no recuperaba su juguete, a pesar de que los dos chicos mayores y su padre lo estuvieron buscando aquel día y el siguiente.
Para un niño la pérdida de su juguete predilecto tiene una gran importancia, y no cabe duda de que Tolkien lo tuvo presente cuando decidió idear una «explicación» para el caso: una historia en la que un perro real, llamado Rover, es convertido en un juguete por un brujo, luego un niño muy parecido a Michael pierde en la playa el juguete que, tras conocer a un curioso «hechicero de la arena», vive aventuras en la luna y en el fondo del mar. Ésta es, en definitiva, toda la historia de
Roverandom,
tal como después fue plasmada sobre papel. Que no emergió completamente formada, sino que fue ideada y contada en varias partes, se puede deducir de su naturaleza episódica y de su extensión; y de hecho, esta posibilidad es corroborada por una entrada exasperantemente breve en el diario de Tolkien (escrita casi con toda seguridad en 1926, como parte de un resumen de acontecimientos de 1925) sobre la composición de
Roverandom
en Filey: «Se terminó el cuento de “Roverandom”, escrito para divertir a John (y a mí mismo a medida que fue creciendo)». Por desgracia es imposible saber exactamente qué quiso decir Tolkien con «se terminó»; tal vez sencillamente que la historia completa (como era entonces) fue contada durante las vacaciones. Sin embargo, la observación entre paréntesis confirma que efectivamente el cuento fue creciendo a medida que su autor lo explicaba.
Resulta curioso que en esa entrada del diario sólo se mencione a John, cuando lo que está detrás de la historia de Rover es la desgracia de Michael. Es posible que Michael se sintiera satisfecho con el primer episodio, que explicaba la desaparición de su juguete, y se mostrara menos interesado que John en la continuación. El propio Tolkien tenía claramente un gran cariño por el cuento, que se hace más sofisticado a medida que avanza. Pero no está registrado en parte alguna, y nadie puede decir ahora con exactitud en qué forma fue concebido originalmente
Roverandom;
si todos sus ingeniosos recursos lingüísticos y sus alusiones a mitos y leyendas, por ejemplo, formaron parte del relato desde el principio o fueron añadidos cuando
Roverandom
estaba ya escrito.
Tolkien también escribió en su diario, después del mismo intervalo de algunos meses, que la familia fue a Filey (desde Leeds) el 6 de septiembre de 1925 y permaneció allí hasta el 27 de septiembre. Pero al menos la primera de estas fechas no puede ser correcta (y está registrada erróneamente en el diario como sábado, no como domingo). Toda vez que el recuerdo que John Tolkien tiene de la luna llena brillando sobre el mar está aún vivo, y que con toda seguridad la escena inspiró la marcha de Rover por la «senda de la luna» que se describe en las primeras páginas de
Roverandom,
los Tolkien debieron de estar en Filey durante el período de luna llena, que, en septiembre de 1925, empezó el jueves, día 1, en términos más precisos se los puede situar en Filey en la tarde del domingo, 4 de septiembre, cuando la costa del nordeste de Inglaterra fue azotada por una terrorífica borrasca. De nuevo el recuerdo de John Tolkien está aún vivo, y se ve refrendado por noticias de prensa. El mar subió horas antes de la prevista marea alta, rebasó el dique marítimo e invadió el paseo de Filey, destruyó diversas estructuras a lo largo de la costa y arrasó la playa, malogrando así cualquier esperanza de encontrar el juguete de Michael que pudiera quedar. Vientos fortísimos sacudieron con tanta fuerza la casita de los Tolkien que éstos permanecieron en vela hasta altas horas de la noche, temerosos de que el tejado se desprendiera. John Tolkien recuerda que su padre contó una historia a los dos niños mayores para que se calmaran, y que entonces fue cuando empezó a hablarles del perro Rover, que se convirtió en el juguete encantado «Roverandom». Sin ninguna duda, la borrasca inspiró el episodio de
Roverandom
en el que la vieja serpiente de mar empieza a despertar y al hacerlo provoca una gran perturbación en la meteorología. («Cuando, en sueños, deshizo una o dos anillas, las aguas se encresparon y se agitaron sacudiendo las casas de la gente y perturbando a los que dormían en kilómetros y kilómetros a la redonda»).
[1]
No hay pruebas de que
Roverandom
fue escrito mientras Tolkien estaba en Filey. Sin embargo, una de las cinco ilustraciones que hizo para el cuento, el paisaje lunar reproducido en este libro, está fechada en 1925, y es concebible que fuera dibujada en Filey durante aquel verano. Tres de las restantes ilustraciones para
Roverandom
datan específicamente de septiembre de 1927, momento en el que los Tolkien estaban de vacaciones en Lyme Regis, en la costa meridional de Inglaterra:
El Dragón Blanco persigue a Roverandom y al Perro de la Luna,
dedicada a John Tolkien;
Casa donde «Rover» empezó sus aventuras como «juguete»,
dedicada a Christopher Tolkien; y la espléndida acuarela
Jardines del palacio de Merking.
En cada una de ellas están escritos el mes y el año; otro dibujo, en el que aparece Rover llegando a la luna en la gaviota Mew, tiene la inscripción «1927-8». Todos estos dibujos también están reproducidos aquí.
[2]
La existencia de las ilustraciones de septiembre de 1927 sugiere que
Roverandom
fue recontado en Lyme Regis, tal vez porque los Tolkien estaban nuevamente de vacaciones junto al mar y recordaban los sucesos de Filey, acaecidos sólo dos años antes. La dedicatoria a Christopher Tolkien en
Casa donde «Rover» empezó sus aventuras como «juguete»
sugiere asimismo que Christopher tenía ahora una edad que le permitía apreciar
Roverandom
(evidentemente en septiembre de 1925 era sólo un bebé), y que posiblemente la historia fue recontada, al menos parcialmente, porque no pudo oírla la primera vez.
Este manifiesto nuevo interés por
Roverandom
en el verano de 1927 pudo ser lo que hizo que Tolkien pusiera finalmente la historia sobre papel, pues parece ser que efectivamente lo hizo aquel mismo año, probablemente durante las vacaciones de Navidad. Así pues, nos sentimos inclinados a pensar —y a falta de manuscritos fechados y de otras pruebas sólidas, sólo podemos formular conjeturas— sobre la base de dos puntos interesantes, aunque, justo es reconocerlo, poco firmes. Los dos afectan el final del capítulo 2 de
Roverandom,
donde se dice que el Gran Dragón Blanco, hostigado por Roverandom y su amigo el perro de la luna, los persigue en salvaje correría. El dragón es descrito constantemente como un camorrista: «A veces, cuando celebraba un banquete de dragones o tenía un berrinche, lanzaba llamas reales, rojas y verdes, desde su cueva; y eran frecuentes las nubes de humo. Se sabía que una o dos veces había dejado roja toda la luna, o la había hecho desaparecer por completo. En tan incómodas ocasiones, el Hombre de la Luna... bajaba a los sótanos, destapaba sus mejores hechizos y arreglaba las cosas tan rápidamente como podía». En el presente episodio, el Hombre de la Luna pone fin a la persecución de que son objeto los dos perros lanzando un hechizo al estómago del dragón en el último momento. Por este motivo, «el siguiente eclipse fue un fracaso, pues el dragón estaba muy ocupado lamiéndose la barriga», una referencia a la idea, formulada en el pasaje anterior, de que los eclipses eran causados por el humo del dragón.
Elementos de este capítulo de
Roverandom —
por ejemplo, un dragón pendenciero en la luna que formó parte de la historia en septiembre de 1927, como lo demuestra la ilustración fechada— también aparecen, en una forma llamativamente similar, en una porción inédita de la carta-historia que Tolkien escribió a sus hijos en diciembre de aquel año bajo el nombre de «Papá Noel». En ésta, una de las notables series de cartas de «Papá Noel» que Tolkien escribió entre 1920 y 1943, el Hombre de la Luna visita el Polo Norte y bebe más aguardiente de la cuenta mientras come pastel de ciruela y juega al «dragón»
[3]
. Luego se queda dormido y es empujado por el Oso del Polo Norte debajo del sofá, donde permanece hasta el día siguiente. Durante su ausencia, en la luna aparecen dragones que levantan tal humareda que provocan un eclipse. El Hombre de la Luna se ve obligado a volver a toda prisa y preparar un hechizo terrorífico pura restablecer el orden.
[4]