Saga Vanir - El libro de Jade (68 page)

BOOK: Saga Vanir - El libro de Jade
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Aileen puso su mano más pequeña y femenina sobre la de Caleb. Caleb abrió los dedos para
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Ja

que ella entrelazara los suyos con los de él y los cerró para mantener su mano pegada a la suya.
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Luego la miró con dulzura y le sonrió.

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—Caleb lo que has hecho hoy... —ella meneó la cabeza. No le salían las palabras.
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Él tragó saliva y algo incómodo apartó la mirada. La lluvia golpeaba con fuerza el cristal

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delantero del coche. Encendió el limpiaparabrisas.

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—No he hecho nada.

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—No es cierto —repuso ella girando el cuerpo para mirarlo directamente.
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—Aileen...

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—¿Te estás poniendo colorado? —dijo ella divertida.

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—Para.

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—Escucha... — se acercó a él y le puso la mano sobre el mentón para obligarlo a mirarla.
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—Así no puedo conducir.

—Ambos sabemos que puedes conducir sin manos y con los ojos vendados si quisieras —miró

como sus labios intentaban no sonreír. —No te hagas el duro.

—Nena... Estoy duro siempre que estás a mi lado.

—Oh, cállate, estás enfermo —se inclinó hacia delante y lo besó en los labios mientras Caleb sin ningún problema dirigía el coche a su antojo. Ambos volvieron a sentir el latigazo de deseo en sus cuerpos. Era tocarse y la piel se les ponía de gallina.

—Quítate la ropa —le dijo él con voz ronca mordiéndole los labios. —Los cristales son opacos, nadie te verá, sólo yo y...

—No pienso quitarme la ropa, Caleb —contestó con la risa en la voz. —Te he besado porque he querido, no para seducirte.

—Un beso tuyo para mí es como un afrodisíaco. Siempre quiero más.

—Pervertido —pero lo dijo riendo.

Aileen quería agradecerle el detalle que había tenido con Ruth y Gabriel. No sólo les estaba dando la posibilidad de trabajar, sino que les había abierto la puerta de su clan, confiando en ellos sólo porque eran sus mejores amigos y también porque ella estaría más feliz con alguien cercano a su lado. Y, además, les había ofrecido su protección y él nunca los traicionaría. Pero es que no sólo había hecho eso. Caleb no había tenido ningún problema para darles una de sus casas para que vivieran en ella. Una casa en Notting Hill, con servicio y chóferes que les llevaran y los trajeran a dónde y de dónde ellos quisieran.

Sus amigos estaban encantados con la idea. A Aileen no dejaba de sorprenderle lo dispuestos que estaban para ayudar a la causa.

Ruth lo veía así: Había dos equipos. Uno formado por los berserkers y los vanirios, y otro formado por los vampiros, los lobeznos y los humanos malos, como muy apropiadamente los había bautizado. En medio de los dos equipos se encontraba la humanidad ignorante. Unos la protegerían y los otros la acecharían. Gabriel había dicho que estaban dispuestos a equilibrar la balanza, a hacer de humanos buenos y unirse a los berserkers y a los vanirios en la lucha por el bien de la humanidad.

—Esto es un trabajo trascendental, uno existencialista, uno importante —había dicho Ruth emocionada. —Y no la mierda que me ofrecerían en otro lugar por unos miserables euros. Caleb los iba a pagar muy bien. Él era muy generoso aunque no lo quisiera reconocer y, en realidad, no le importaba el dinero. Aileen pensó en su nueva situación y lo entendió. Cuando tienes tanto dinero, deja de ser importante, ya no se convierte en una prioridad para sobrevivir.
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Ahora viviría para la supervivencia de otros.

Ja

Sonrió en su interior. Estaba contenta, terriblemente asustada por ellos sí, pero egoístamente
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contenta porque iban a vivir cerca de ella.

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Volvió a mirar a Caleb mientras seguía tomándolo del mentón y supo que nadie podría haberle
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hecho un regalo mejor. Embobada, miró sus rasgos masculinos, sus ojos verdes que la devoraban y

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la mimaban por igual y entonces lo entendió. Estaba perdidamente enamorada de él.
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Rendida ante la evidencia, le soltó la barbilla, se apartó de él y volvió a acomodarse en su
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butaca mirando por la ventana para distraerse.

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—¿Estás asustada por algo? —le preguntó él. Se había dado cuenta de su cambio de actitud.
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—No —contestó ella rápidamente.

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—Sí. Estás preocupada —refunfuñó él. —Y yo me siento fatal porque no sé lo que estás
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pensando. ¿Tampoco me lo vas a decir?

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—No hay nada que decir —intentó aparentar normalidad.

—Respecto a lo que hablamos antes... ¿por qué te empeñas en cerrarte a mí? ¿No entiendes que es lo natural entre nosotros? Tu mente y la mía se tienen que fundir siempre, no sólo cuando a ti te apetezca.

—No puedo... aún.

Caleb la miró con desesperación y volvió a centrarse en la carretera, enfriando así el ambiente entre ellos.

Aileen no lo permitiría. Deslizó una mano sobre el muslo musculoso de Caleb y la dejó ahí, dejando que su calor traspasara el pantalón y calentara su piel. Caleb apretó la mandíbula, estaba cansado de quedarse al margen. Así no eran las parejas vanirias. Pero no pudo contenerse al sentir su tacto dulce y cariñoso. Cubrió su delicada mano con la de él, la levantó, la giró y la besó en el interior de la muñeca murmurando sobre su piel.

—Poco a poco, pequeña. A tu ritmo.

No le soltó la mano durante todo el trayecto.

La casa donde se encontraban formaba parte de un complejo residencial de Dudley. Territorio vanirio.

—Tranquila...

—No...

—Tranquila...

—Pero, Caleb —respiraba agitada en sus brazos mientras miraba con odio a Víctor, —se han reído de mí. —Lo sé. Pero lo pagarán.

—¿Aileen? —preguntó Víctor con engañosa voz melosa. —¿Aileen, eres tú?

—Sí, desgraciado. Soy yo.

—Aileen ha habido un malentendido. Yo... yo no tengo nada que ver con esto. Yo quería decírtelo, pero... pero Mikhail me hubiera matado... —Cinco años... Cinco años engañándome...

—No te engañaba. Cuidaba de ti. Yo... no, no... yo te habría protegido... te habría llevado conmigo a algún lugar...

Caleb gruñó y se acercó a la camilla. Le dio a una palanca y Víctor pasó de estar en horizontal a estar en vertical. Caleb le quitó la venda de los ojos y lo miró fijamente.

—Basta —ordenó el vanirio con voz cortante.

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Víctor achicó los ojos para acostumbrarse a la tenue luz de la sala y luego miró a Aileen.
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—Impresionante... —susurró con un brillo lascivo en la mirada. Caleb le dio un fuerte puñetazo
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en el estómago y lo dejó blanco y sin respiración durante un largo minuto. Lo agarró del pelo y le
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susurró al oído. —No te atrevas a mirarla.

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—Has... —Víctor tosió para coger aire. —Estás... Aileen, eres espectacular. Aileen se acercó a él,
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intentando sostener a los demonios que la animaban a arrancarle los ojos.
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Víctor no vio llegar la primera bofetada.

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—Ésta por engañarme —susurró fríamente. —Y ésta —Víctor tampoco vio llegar la segunda
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bofetada. La cara le fue de un lado al otro —por disparar a Caleb y querer hacerle daño.

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Caleb tuvo ganas de abrazarla, sacarla de allí y llenarla de mimos durante todo el día. Nadie lo
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había protegido nunca de ese modo.

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—Cuéntame, Víctor —dijo ella con voz melosa y atrayéndolo con sus ojos. —Cuéntamelo todo.

¿Para quién trabajas?

Víctor la miró embobado y Caleb se limitó a admirarla, aunque no le gustaba que bajara su tono de voz con nadie más que no fuera él.

—Trabajaba para el servicio de inteligencia del estado. Detectamos a personas con poderes extrasensoriales, las estudiamos y averiguamos qué es lo que las hacía distintas, más evolucionadas. Un proyecto subvencionado entre otras cosas por el departamento de defensa. Mikhail Ernepo, Patrick Cerril y Sebastián Smith son los cabecillas del proyecto. Una noche Mikhail, me encontró y me dijo que tenía algo espectacular entre manos —la mirada perdida. La voz monótona y sin emoción. —Me dijo que había un grupo de personas, que trabajaban en algo parecido a lo que yo, pero mucho más secreto. Investigaban a seres que no eran humanos —se quedó callado. —Pero que era secreto de estado y no podía decir ni una palabra de ello a nadie.

—Continúa —Aileen se cruzó de brazos.

—Estos seres tienen poderes extraordinarios. Unos mutaban a animales y otros controlaban todo a su antojo. Estos últimos tienen una debilidad. El sol. Como vampiros y hombres lobos. Sólo que no sois nada de eso, ¿verdad?

— ¿Y estas tres personas se encargan del proyecto por completo? ¿No hay nadie que...?

—Hay cinco hombres más. Ellos son los que realmente dan el visto bueno general a lo que se hace allí. Tres de ellos son vanirios, creo, pero la sed los perdió. El último cayó hace dos días.

—¿Quién? —preguntó Caleb con un gruñido.

—Samael.

Aileen se tensó y Caleb golpeó con tanta fuerza la camilla que ésta dio una vuelta entera de campana. Víctor chilló por la impresión.

—¿Qué? ¿Qué pasa? No... no me matéis —se había despertado del hechizo de la voz de Aileen y tenía los ojos brillantes.

—Mierda —gritó Caleb. —Él era el hermano de Thor. Su hermano... ¿Cómo fue capaz? No me lo quería creer pero es cierto.

Víctor se echó a reír como un histérico.

—Ninguno de esos cinco psicópatas tiene remordimiento alguno —afirmó. —Aileen —movió su mandíbula, —pegas de maravilla. Si... si me soltáis os ayudaré a encontrarlos. Sé dónde se esconden...

—No nos vas a comprar. Quiero sus nombres ahora —Caleb lo agarró de la pechera y lo

sacudió.

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—Lu... Lucio, Seth y él... el otro ya sabes quién es. Samael.

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Aileen se frotó los brazos con la mirada perdida. Samael se había convertido.
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—¿Qué te han ofrecido a cambio por venderle tu alma al diablo, Víctor? —sus ojos eran dos
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líneas lilas.

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Víctor apretó la mandíbula en un intento por evitar que sus palabras salieran de su boca.
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—Contéstale —Caleb le dio una cachetada en la cara.

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—La... la inmortalidad. Seré como vosotros. Fuerte, longevo y poderoso. Hay muchos humanos
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que trabajan para ellos. Hay grupos de cazadores que os persiguen porque creen que sois
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vampiros y están dispuestos a clavaros una estaca en vuestro corazón. Os toman y os torturan.

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Hay otros que sólo son esclavos. Los proveen de alimento con su propia sangre. Luego están los
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que son como Mikhail. Los iniciados, los recién transformados. Yo seré uno de ellos.
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—Serás estúpido —espetó Caleb con una fría sonrisa. —Parece que a todos os atrae que os conviertan, pero lo que no os cuentan es que la persona que te convierte se convierte en tu banco de sangre. ¿Crees que Samael estaría dispuesto a alimentarte? Yo creo que no.

—Lo ha hecho con Mikhail.

—Créeme. Mikhail ayer estaba muerto de hambre. Creo que ya le ha negado la primera toma.

—Pero si no se alimentan —susurró Aileen, —morderán a los demás y acabarán de convertirse en animales sin escrúpulos como los nosferátums.

—Serán nosferátums, porque Samael ya lo es. Está provocando el caos.

—Pero seré poderoso y longevo de todos modos —replicó Víctor.

—¿Quiénes son los otros dos? —preguntó Caleb tirándole del pelo.

—Un par de berserkers renegados que también están mutando a la gente, ¿sabéis? No se llevan muy bien con los otros tres que mueven todo el cotarro, pero también tienen a su prole. Creo que se llaman Strike y Hummus.

—Estás acabado —musitó Aileen incrédula.

—Y tú te follas a un vampiro —Víctor escupió al suelo con asco. —No hay diferencia.

—No es verdad —le dijo Aileen alzando la barbilla indignada. —Los vanirios no son vampiros —

Caleb sonrió ante su respuesta. No negaba lo que hacía con él. —Estás muy equivocado. Además, tú eres cómplice de un terrible genocidio contra una raza distinta a la tuya. Eres más monstruo que ellos.

—Cuando Samael te coja, Aileen, vas a llorar tanto... Te arrancará de cuajo toda esa humanidad que dices tener y te obligará a ver cómo se come el corazón de este gilipollas —señaló a Caleb con un gesto despectivo de su barbilla. —Y de tu abuelo y de todos esos que...

—Cállate o te corto la lengua y se la tiro a las ratas —susurró Caleb rodeando su garganta con los dedos.

Caleb la miró, soltó una maldición al verla pálida y asustada, se alejó de Víctor y la abrazó, acariciándole el pelo con la mejilla.

—Escúchame, álainn, no te va a pasar nada. No temas.

—¿Y a ti? —preguntó ella con la voz temblorosa. —También irá a por ti. Caleb se apartó para mirarla a la cara. No estaba preocupada por ella, sino por él. Sintió que la preocupación de ella lo abrazaba dándole calor y fuerzas. Sin duda era afortunado de tenerla.

—Víctor, ¿quién dejó a mi padre en el container? —Aileen lo miró de reojo. Víctor echó la cabeza hacia atrás y soltó una cínica carcajada.
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—Tu antiguo doctor. El señor Francesc.

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—¿Qué? —estaba pálida de nuevo.

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—En algún momento recuperó los escrúpulos y dejó a Thor a la vista de los vanirios para darles
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pistas sobre cómo encontrarnos. El también trabajaba para ellos. Mikhail y Samael lo mataron. Era
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un traidor. Él quería sacarte de esa casa y dejar que vivieras tu propia naturaleza. Viejo cabrón...
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por su culpa los vanirios han llegado a nosotros.

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