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Authors: Louise L. Hay

Tags: #Autoayuda

Usted puede sanar su vida (25 page)

BOOK: Usted puede sanar su vida
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Yo creía, además, que si podía liberarme del modelo mental que había creado aquel cáncer, ni siquiera necesitaría la operación. Entonces procuré ganar tiempo, y a regañadientes, los médicos me concedieron tres meses más cuando dije que no tenía dinero.

Inmediatamente, asumí la responsabilidad de mi propia curación. Leí e investigué todo lo que pude encontrar sobre las maneras alternativas de colaborar en mi proceso curativo.

Me fui a vanas tiendas de alimentación naturista y me compré todos los libros que encontré sobre el tema del cáncer. Acudí a la biblioteca para leer más. Trabé conocimiento con la reflexoterapia y la terapia del colon, y pensé que ambas me beneficiarían. Parecía que algo me encaminase hacia las personas adecuadas. Después de haber leído libros sobre reflexoterapia, decidí buscar a algún experto en el tema. Una noche asistí a una conferencia, y aunque generalmente me siento adelante, esa vez sentí que tenía que quedarme atrás. No había pasado ni un minuto cuando a mi lado se sentó un hombre... que casualmente era un reflexo-terapeuta y visitaba a domicilio. Durante dos meses vino a verme tres veces por semana, y me ayudó muchísimo.

Yo sabía, además, que tenía que amarme mucho más a mí misma. En mi niñez me habían expresado muy poco amor, y nadie me había enseñado que estuviera bien sentirme contenta conmigo misma. Yo había adoptado aquellas mismas actitudes de estar continuamente pinchándome y criticándome, y se habían convertido en mi segunda naturaleza.

Durante mi trabajo había llegado a darme cuenta de que no sólo estaba bien que yo misma me amara y me aprobara: era esencial. Y, sin embargo, seguía postergándolo, como se va dejando estar esa dieta que siempre vamos a empezar mañana. Pero ya no podía postergarlo más. Al principio me costaba muchísimo hacer cosas tales como ponerme frente al espejo y decirme: «Louise, te amo; de verdad que te amo». Sin embargo, al ir persistiendo descubrí que en mi vida se daban varias situaciones en las que antes me habría censurado ásperamente, pero ahora, gracias al ejercicio del espejo, ya no lo hacía. Es decir, estaba progresando.

Entendí que tenía que liberarme de los modelos mentales de resentimiento a que me había venido aferrando desde mi infancia. Era indispensable que dejara de cultivar resentimientos.

Sí, yo había tenido una niñez muy difícil y había padecido muchos malos tratos, mentales, físicos y sexuales. Pero de eso hacía muchos años, y aquello no era excusa para la forma en que yo misma me trataba en ese momento. Estaba, literalmente, devorando mi cuerpo con un crecimiento canceroso porque no había perdonado.

Ya era hora de que dejara atrás aquellos incidentes y de que empezara a
entender
qué experiencias podían haber llevado a mis padres a tratar de aquella manera a una niña.

Con ayuda de un buen terapeuta, expresé toda la vieja cólera acumulada, aporreando almohadones y aullando de rabia. Eso me hizo sentir más limpia. Después empecé a reunir fragmentos de los relatos que les había oído contar a mis padres sobre su propia infancia, y a tener una imagen más clara de su vida. Con creciente comprensión, y desde un punto de vista adulto, comencé a sentir compasión por su sufrimiento, y el resentimiento empezó lentamente a disolverse.

Además me busqué un buen dietista que me ayudara a purificar el cuerpo y a desintoxicarlo de toda la basura que había comido durante años. Aprendí que la mala comida se acumula en el cuerpo y lo intoxica. Y los «malos pensamientos» se acumulan y crean condiciones tóxicas en la mente. Me dieron una dieta muy estricta, con muchísimas verduras de hoja y no mucho más. Incluso me hice un tratamiento de limpieza de colon tres veces por semana, durante el primer mes.

Y aunque no me sometí a ninguna operación, como resultado de esa limpieza a fondo, tanto en lo mental como en lo físico, seis meses después del primer diagnóstico conseguí que los médicos rne confirmaran lo que ya yo sabía: ¡Que ya no tenía ni rastros de cáncer! Ahora sabía por experiencia personal que
la enfermedad se puede curar si estamos dispuestos a cambiar nuestra manera de pensar, creer y actuar
.

A veces, lo que parece una gran tragedia termina por ser lo mejor que nos ha pasado en la vida. Fue mucho lo que aprendí de aquella experiencia; entre otras cosas, a valorar de otra manera la vida. Empecé a tener en cuenta lo que realmente tenía importancia para mí, y finalmente me decidí a abandonar esa ciudad sin árboles que es Nueva York, y sus temperaturas extremas. Algunos de mis clientes me rogaron insistentemente que me quedara, diciéndome que «se morirían» si yo los dejaba, pero les aseguré que dos veces por año volvería a vigilar sus progresos, y les recordé que por teléfono se puede hablar con cualquier lugar del mundo. De manera que cerré el negocio y me fui tranquilamente en tren a California, decidida a hacer de Los Ángeles mi punto de partida.

Por más que hubiera nacido allí, muchos años antes, ya no conocía casi a nadie, a no ser mi madre y mi hermana, que vivían en los suburbios. Nunca habíamos sido una familia muy unida ni muy comunicativa, pero aun así, para mí fue una desagradable sorpresa saber que mi madre estaba ciega desde hacía algunos años, sin que nadie se hubiera molestado en decírmelo. Y como mi hermana estaba demasiado «ocupada» para verme, la dejé en paz y empecé a organizar mi nueva vida.

Mi libro
Sane su cuerpo
me abrió muchas puertas. Empecé a acudir a todas las reuniones de los movimientos de la Nueva Era de que llegaba a enterarme. Me presentaba, y en el momento apropiado les daba un ejemplar del libro. Durante los seis primeros meses fui mucho a la playa, porque sabía que cuando estuviera más ocupada me quedaría menos tiempo para esos ratos de ocio. Lentamente, fueron apareciendo los clientes. Me pidieron que hablara en distintos lugares, y las cosas empezaron a cobrar forma a medida que me iban conociendo en Los Ángeles. Un par de años después pude mudarme a una hermosa casa.

Mi nuevo estilo de vida estaba separado por un abismo de conciencia de lo que había sido mi niñez. De hecho, las cosas me iban muy bien, y yo pensaba con qué rapidez puede cambiar por completo nuestra vida.

Una noche recibí una llamada telefónica de mi hermana, la primera en dos años. Me dijo que nuestra madre, ya de noventa años, ciega y casi sorda, se había caído y se había roto la espalda. En un momento, mi madre pasaba de ser una mujer fuerte e independiente a convertirse en una niña desvalida y sufriente.

Al romperse ella la espalda, también se rompió la muralla de incomunicación que rodeaba a mi hermana. Finalmente, empezábamos a establecer contacto. Descubrí que también mi hermana tenía un problema grave en la espalda, que le molestaba para andar y para estar sentada, y que era muy doloroso. Ella lo sufría en silencio, y aunque parecía anoréxica, su marido no sabía que estuviera enferma.

Tras haber pasado un mes en el hospital, mi madre estaba en condiciones de volver a casa, pero como no podía cuidarse sola, se vino a vivir conmigo.

Por más que confiara en el proceso de la vida, yo no sabía cómo arreglármelas con todo aquello, de manera que me dirigí a Dios: «Está bien, me ocuparé de ella, pero Tú tendrás que ayudarme, y ocuparte de que no me falte dinero».

Para las dos fue un esfuerzo de adaptación. Ella llegó un sábado, y al viernes siguiente yo tenía que ir cuatro días a San Francisco. No podía dejarla sola, pero tenía que ir. Me dirigí a Dios de nuevo: «Ocúpate Tú de esto. Antes de irme tengo que tener la persona adecuada para ayudarme».

El jueves había «aparecido» la persona perfecta, que se mudó a casa para organizarlo todo. Era otra confirmación de una de mis creencias básicas: «Cualquier cosa que necesite saber me es revelada, y todo lo que necesito me llega de acuerdo con el correcto orden divino».

Me di cuenta de que estaba otra vez en un momento adecuado para aprender. Se me daba una oportunidad de deshacerme de un montón de residuos de mi niñez.

Mi madre no había sido capaz de protegerme cuando yo era niña, pero ahora yo podía, y quería, cuidar de ella. Entre mi madre y mi hermana se inició para mí una nueva aventura. Dar a mi hermana la ayuda que me pedía significó también un reto. Me enteré de que muchos años atrás, cuando yo fui a rescatar a mi madre, mi padrastro volcó su furia y su dolor sobre mi hermana, y entonces le tocó a ella soportar sus brutalidades.

Me di cuenta de que lo que había empezado siendo un problema físico estaba sumamente exagerado por el miedo y la tensión, además de la convicción de que nadie podría ayudarla. De manera que ahí estaba Louise, que no quería actuar como salvadora, pero sí dar a su hermana una oportunidad de decidirse a estar bien, a esa altura de su vida.

Lentamente se empezó a desenmarañar la madeja, y en eso seguimos. Vamos progresando paso a paso, y yo me esfuerzo por ofrecerles un clima de segundad mientras seguimos explorando diversas vías de curación alternativas.

Mi madre, por su parte, reacciona muy bien. Hace ejercicios, lo mejor que puede, cuatro veces al día, y está cada vez más fuerte y más flexible. Le encargué un audífono, y ahora se muestra más interesada en la vida. También conseguí convencerla de que se operase las cataratas de un ojo, y ¡qué júbilo fue para ella volver a ver, y para nosotras poder ver de nuevo el mundo con sus ojos! Y se siente feliz de ser nuevamente capaz de leer.

Mi madre y yo hemos empezado a encontrar tiempo para sentarnos a charlar juntas como nunca lo habíamos hecho. Entre nosotras hay un entendimiento nuevo, y hoy las dos somos más libres de reír, llorar y abrazarnos. A veces me irrita, pero sé que eso sólo significa que todavía me quedan limpiezas por hacer.

Mi trabajo sigue abriéndome horizontes. Ahora, con la ayuda de Charlie Gehrke, un gran colaborador y amigo, he abierto un centro donde se dan clases y cursos.

Y así es mi vida en el otoño de 1984.

En la infinitud de la vida, en donde estoy,

todo es perfecto, completo y entero.

Cada uno de nosotros experimenta

la riqueza y la plenitud de la vida

de la manera que más la enriquece.

Ahora miro el pasado con amor,

y decido aprender de mis viejas experiencias.

No hay verdad ni error, no existe ni el bien ni el mal.

Lo pasado, pasado: se acabó.

No existe más que la experiencia del momento.

Por traerme a mí misma desde el pasado

al momento presente, me amo.

Comparto aquella y aquello que soy

porque sé que en Espíritu todos somos uno.

Todo está bien en mi mundo.

En lo más profundo de mi ser hay un infinito manantial de amor.

Ahora, yo permito que ese amor aflore a la superficie, que me colme el corazón, el cuerpo, la conciencia, la totalidad de mi ser, y que desde mí irradie en todas direcciones, y que vuelva a mí multiplicado. Cuanto más amor gasto y entrego, más tengo para dar, porque la provisión es interminable. Ese gasto de amor me hace
sentir bien
, porque es una expresión de mi júbilo interior. Porque me amo, cuido con amor de mi cuerpo. Con amor lo alimento con comidas y bebidas sanas y nutritivas, con amor lo limpio y lo visto, y mi cuerpo, vibrante de salud y de energía, me responde con amor. Porque me amo, procuro tener un hogar confortable, que satisfaga todas mis necesidades y donde sea un placer estar. Lleno las habitaciones con la vibración del amor para que todos los que entremos en ellas sintamos ese amor y nos nutramos de él. Porque me amo, trabajo en algo que realmente me gusta hacer, en una actividad que pone en juego mi talento y mi capacidad creadora, trabajando con y para personas a quienes amo y que me aman, y ganándome bien la vida. Porque me amo, me conduzco y pienso con amor en todos, porque sé que aquello que de mí sale regresa a mí multiplicado. A mi mundo atraigo solamente personas capaces y dignas de amor, porque son espejo de lo que yo soy. Porque me amo, perdono el pasado y me libero por completo de él. Al liberarme de toda experiencia pasada, soy libre. Porque me amo, amo totalmente en el presente, experimentando cada momento en su bondad, y a sabiendas de que mi futuro es luminoso, jubiloso y seguro, porque soy una criatura bienamada del Universo, y el Universo se ocupa amorosamente de mí, ahora y por siempre jamás. Así es.

Reimpreso con autorización, de Heal Your Body de Louise L. Hay.

Recomendaciones para la curación holística

CUERPO

Nutrición

Dieta, combinación de alimentos, macrobiótica, hierbas naturales, vitaminas, remedios florales de Bach, homeopatía.

Ejercicio

Yoga, trampolín, marcha, danza, ciclismo, tai-chi, artes marciales, natación, deportes, etc.

Terapias alternativas

Acupuntura, acupresión, digitopuntura, terapia del colon, reflexoterapia, radiónica, cromoterapia, aromaterapia, masaje y trabajo corporal.

Alexander, bioenergética, alud por el tacto
(touch for bealth)
, Feldenkreis, trabajo tisular profundo, rolfing, integración de las posturas, terapia de polaridad, Trager, Reiki.

Técnicas de relajación

Desensibilización sistemática, respiración profunda, biorrealimentación, sauna, hidroterapia, (bañera caliente), tabla inclinada, música.

Libros

Simonton,
Getting Well Again

Royal,
Herbally Yours

Airola,
How to Get Well

Bieler,
Food is Your Best Medicine

Hay,
I Love My Body

MENTE

Afirmaciones, visualización, fantasía guiada, meditación, amar al Sí mismo.

Técnicas psicológicas

Gestalt
, hipnosis, NLP, concentración, T.A., renacimiento, trabajo onírico, psicodrama, regresión a vidas pasadas, Jung, psicoterapias humanistas, astrología, arteterapia.

Grupos

Insight
, est (Erhard Semmars Trainmg), renacimiento.

Libros

Gawain,
Creative Visualization

Bry,
Visualization

Gendlin,
Focusing

Frakhauser,
The Power of Affirmations

Price,
Superbeings

Jampolsky,
Love is Letting Go of Fear

Jampolsky,
Teach Only Love

Keyes,
A Conscious Person's Guide to Relationships

Gillies,
Money Love

Ray,
Loving Relationships

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