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Authors: James Luceno

Tags: #ciencia ficción

Velo de traiciones (13 page)

BOOK: Velo de traiciones
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Mientras aplaudía, a Palpatine le dio por pensar que la elevada posición en que se encontraba lo convertía tanto en el centro de atención como en un blanco ideal.

Una vez se acallaron lo bastante las palmadas y las ocasionales efusiones verbales, Valorum alzó las manos en un gesto con el que suplicaba silencio. Sus primeras palabras hicieron asomar una débil sonrisa en los labios de Palpatine.

—Delegados del Senado Galáctico, nos encontramos en una encrucijada, en un momento de grandes cambios. La República corre peligro de desintegrarse; escaramuzas internas la desgastan en sus lejanas fronteras, mientras la corrupción le carcome el corazón. Los recientes acontecimientos en los Bordes Exterior y Medio requieren que nos enfrentemos a esta creciente marca de discordia para restaurar el orden y el equilibrio perdidos. Es una situación tan grave que no debemos desechar ninguna medida por extrema que pueda ser.

Valorum hizo una pausa para dejar que sus palabras calaran en todos.

—Las zonas de libre mercado se crearon para potenciar el intercambio entre los mundos del Núcleo y los sistemas fronterizos de los Bordes Medio y Exterior. En su momento se creyó que ese mercado libre y abierto sería beneficioso para todos, pero esa idea ha acabado degenerando, convirtiéndose en refugio, no sólo para piratas y traficantes, sino para empresas comerciales y transportistas que se han aprovechado de las libertades otorgadas para convertirse en entidades de carácter militar y político.

Murmullos de acuerdo y desacuerdo llenaron la atmósfera del lugar, ya de por sí tensa.

—Y ahora la Federación de Comercio se presenta ante nosotros para solicitar nuestra colaboración en la protección del comercio en los sectores fronterizos. Están en su derecho al hacernos esa petición, y nuestro acuerdo nos obliga a atenderla. Pero lo cierto es que han sido las cuestionables prácticas de la Federación de Comercio las que la han convertido en blanco de ladrones y terroristas.

Valorum alzó la voz para hacerse oír por encima de los cientos de conversaciones diferentes que tenían lugar en el mismo número de lenguas.

—Igualmente, debemos aceptar nuestra parte de culpa en este conflicto, ya que fue este Senado quien otorgó a la Federación de Comercio libertad para actuar así, y ha sido este mismo Senado quien ha hecho una y otra vez oídos sordos a lo que sucede en los sistemas fronterizos. Y no podemos permitir que eso continúe sucediendo. La Federación de Comercio se ha convertido en una criatura hinchada que se preocupa cada vez menos de sus deberes y se niega a negociar con aquellos mundos que intentan transportar sus mercancías con los pocos competidores que quedan. No sería exagerar el decir que hace mucho que esas zonas de comercio ya no pueden considerarse libres.

»Y a pesar de eso, la Federación de Comercio se presenta ante nosotros solicitándonos ayuda para acabar con el desorden que ella misma ha creado.

»La Federación nos solicita protección, como si el Senado pudiera enviar una fuerza militar contra los piratas y terroristas que hacen presa en sus cargueros. Como si pudiera proporcionarles cazas y Dreadnought y al hacerlo así, convertir las zonas de libre comercio en un territorio en disputa, en un campo de batalla.

»No obstante, hay una solución a todo esto. Si la Federación de Comercio desea que nosotros nos encarguemos de que los sistemas fronterizos sean seguros para el comercio, tarea que requeriría tanto una intervención directa por nuestra parte como por parte de los sistemas que componen esas mismas zonas de libre comercio, entonces habrá que acoger a esos sistemas planetarios en el seno de la República como a miembros de pleno derecho. Son mundos que en la actualidad sólo están representados en el Senado por la Federación de Comercio y que, para ello, deberían cortar sus lazos con la Federación y traer a este recinto sus voces individuales para volver a ser oídos como sistemas autónomos…

Valorum permitió que los murmullos se prolongaran varios instantes antes de volver a hacer un gesto solicitando silencio.

—Por ello, urgimos a los mundos de las zonas de libre comercio a actuar de forma rápida y decisiva. Los grupos terroristas como el Frente de la Nebulosa sólo son una simple muestra de un descontento que está profundamente arraigado. Si esos mundos se apoyan mutuamente, sus milicias de voluntarios y sus cuerpos espaciales conseguirán acabar con las insurrecciones locales antes de que éstas degeneren en una revolución generalizada. Y la primera consecuencia de esto sería la abolición de las zonas de libre comercio.

»Por ello, cualquier ruta comercial que lleve a los sistemas fronterizos, que ahora se unan a la República, deberá gravarse con los mismos impuestos que se aplican a las rutas del Núcleo, las Colonias y el Borde Interior. Les ruego que consideren esto como algo que debimos haber hecho ya hace tiempo. El libre comercio deja de ser libre cuando todo el comercio se ve en manos de un monopolio.

Clamorosos aplausos y abucheos puntuaron el aire, pero la reacción no estaba tan dividida como se había temido Palpatine. Aun así, se sintió decepcionado. Valorum había defendido la imposición de un impuesto sin pararse a comentar cuáles serían las consecuencias de esto ni los posibles compromisos que implicaría.

Los grupos de interés que estaban a sueldo de la Federación de Comercio o de otros intereses similares, harían oír sus protestas antes de que una moción semejante pudiera llegar a convertirse en ley. A continuación, la moción pasaría a ser sometida a un comité, debilitándose allí. Después, se vería modificada por leyes complementarias concebidas para apaciguar a grupos de interés y demás cabilderos. Y finalmente, se vería sometida a interminables debates, con la esperanza de que su implantación se viera continuamente retrasada.

Pero había formas de atajar ese laberinto burocrático. Exasperado, Palpatine paseó la mirada por todo el anfiteatro, preguntándose quién haría el primer movimiento, figurativa y literalmente.

Los primeros en actuar fueron los neimoidianos, liberando su palco de la pared interna y dirigiéndolo al centro del hemiciclo. Las plataformas al liberarse asemejaban esbeltas versiones de los aerotaxis de elevación repulsora que llenaban los cielos de Coruscant. Se decía que algunas de las plataformas se movían más deprisa que otras, incluso cuando funcionaban con el piloto automático, algo crucial, y ya corrían para que el Canciller Supremo les cediera la palabra.

—Cedemos la palabra al delegado Lott Dod, representante de la Federación de Comercio —dijo Valorum.

Lott Dod vestía ricos ropajes y una mitra alta y negra. Una hovercámara en forma de platillo y con una única antena se acercó a él para transmitir su aspecto plano a las pantallas instaladas en las consolas de los palcos.

—Creemos que el Senado no tiene derecho, ni autoridad, a imponer un impuesto a las zonas fronterizas de comercio. Esto sólo es un truco para acabar con nuestro consorcio.

»Fue la Federación de Comercio quien abrió los hipercaminos a los sistemas fronterizos, quien arriesgó la vida de sus capitanes siderales para traer al seno de la República a mundos que antaño eran primitivos, además de nuevos recursos al Núcleo.

»Y ahora se nos dice que debemos defendemos solos contra los mercenarios y piratas que se hacen pasar por luchadores de la libertad, y que sólo quieren enriquecerse a nuestras expensas. Venimos aquí solicitando ayuda y en vez de recibirla nos descubrimos siendo víctimas de un ataque indirecto.

Se oyeron sonoros gritos de ánimo provenientes de los delegados del Gremio de Comerciantes y la Unión Tecno.

—Si el Senado no desea interceder por el Frente de la Nebulosa, o es incapaz de hacerlo, como mínimo debería proporcionarnos lo necesario para nuestra defensa —continuó diciendo Dod—. En este momento estamos indefensos ante un enemigo muy superior a nosotros.

Valorum se limitó a asentir, mientras unos aplaudían y otros abucheaban.

—Se nombrará una comisión para determinar si en este momento se hace necesario un aumento de su capacidad defensiva —dijo con severidad.

Otro palco se desprendió de la pared curvada.

—Cedemos la palabra a Ainlee Teem, delegado de Malastare.

Teem era un gran que tenía muy juntos el trío de gruesos pedúnculos oculares.

—Dado que la Federación de Comercio parece dispuesta a defenderse sola, y corriendo ella con los gastos, no veo justificación alguna para ese impuesto a las rutas comerciales. Ya hay precedentes de algo así con la Alianza Corporativa. Por otro lado, da la impresión de que la República sólo está interesada en esquilmar beneficios a aquellos que han corrido riesgos y peligros para abrir unas rutas hiperespaciales que ahora son de uso común.

La mitad del anfiteatro aplaudió estas palabras. Pero una tercera plataforma se acercó flotando en medio del aplauso.

—Cedemos la palabra a Bail Antilles de Alderaan.

—Canciller Supremo —dijo el humano con emoción—, bajo ninguna circunstancia debería permitirse que la Federación de Comercio aumente sus defensas androides. Si el Frente de la Nebulosa ha vuelto peligrosos a determinados sectores, la Federación debería evitar esas zonas conflictivas mientras dichos sectores buscan el modo de acabar con el terrorismo. Si se consiente que la Federación aumente sus defensas, sólo se conseguirá poner en peligro el equilibrio de poderes del Borde Exterior.

—¿Y qué será entonces de los mundos de los sectores en disputa? —preguntó el senador Orn Free Taa de Ryloth, con las colas azules de su cabeza envolviendo el corpiño de su exorbitante toga—. ¿Cómo van a comerciar con el Núcleo? ¿Quién se ocupará de transportar sus mercancías?

Las réplicas surgieron rápidas y furiosas desde todos los lados de la sala, de la delegación wookie, de los sullustanos, los bimm y los bothan. Valorum intentó citar las normas, pero muchos de los senadores estaban hartos de las normas y le callaron a gritos.

—La Federación de Comercio querrá compensar los impuestos aumentando el precio de sus servicios —argumentó el delegado bothan—. Al final serán los sistemas fronterizos quienes asumirán la carga de los impuestos.

Palpatine vio lo que se avecinaba y envió rápidamente a un Sate Pestage vestido de negro a entregar una nota al oficial de orden, el cual le pasó la nota al Canciller Supremo. Éste recibió el mensaje justo cuando el delegado de Bothan exigía saber a qué se destinarían los créditos obtenidos con los impuestos.

Valorum apartó los ojos de la nota y miró al palco de Naboo antes de responderle.

—Propongo que un porcentaje de lo obtenido mediante los impuestos se destine a la ayuda y el desarrollo de los sistemas fronterizos.

Gritos de alegría brotaron de la mayoría de los palcos superiores, y muchos de los senadores se pusieron en pie para aplaudir. Los gritos de ánimo provenientes de los palcos cercanos al suelo eran del senador wookie Yarua, de Tendau Bendon de Ithor y de Horox Ryyder, que representaba a varios miles de mundos del sector Raioballo.

Palpatine tomó nota mental de los que estaban en contra, como Toonbuck Toora, Po Nudo, Wat Tambor y otros delegados. A continuación soltó su plataforma y se dejó caer al centro del hemiciclo, seguido por dos hovercámaras.

—Cedemos la palabra al senador del sistema soberano de Naboo.

—Canciller Supremo —dijo Palpatine—, aunque aquí se ha llegado a conclusiones de gran importancia, los asuntos tratados siguen estando lejos de resolverse y quizá deban examinarse en mayor profundidad en un foro distinto a éste, una vez todo el mundo haya tenido oportunidad de reflexionar sobre todo lo que aquí se ha tratado.

Valorum pareció confuso por un momento.

—¿En qué clase de foro, senador Palpatine?

—Propongo que, antes de que la moción pase a ser examinada por un comité, se celebre una Cumbre donde los delegados de la Federación de Comercio y sus miembros signatarios puedan reunirse abiertamente para ofrecer soluciones propias a esos… «grandes cambios».

Los mismos senadores que habían aclamado a Valorum aplaudieron entonces a Palpatine.

La inseguridad, y quizá cierto recelo, empalidecieron el semblante de Valorum.

—¿Y tiene algún paradero específico en mente, Senador?

—¿Puedo sugerir… Eriadu? —repuso Palpatine tras meditarlo.

Una plataforma se unió a la de Palpatine en el centro del hemiciclo. Los miembros humanos de oscura complexión de esta delegación vestían turbante y vestiduras holgadas.

—Canciller Supremo —dijo su portavoz—, para Eriadu será un honor acoger a esa Cumbre.

El senador Toora secundó la moción y propuso una moratoria a la propuesta de los impuestos.

Valorum no tuvo más remedio que ceder.

—Hablaré con las partes implicadas y buscaré fecha para la Cumbre —dijo cuando se apaciguó la escandalera—. En lo referente al impuesto de las rutas comerciales fronterizas, su votación se retrasará hasta que concluya la Cumbre y se haya oído a todo el mundo. Y asistiré personalmente a esa Cumbre, en señal del compromiso del Senado por el mantenimiento de la paz y la estabilidad.

Muchos en el hemiciclo se levantaron y aplaudieron.

La mirada de Valorum buscó a Palpatine y se detuvo un momento en él. El senador de Naboo sonrió y asintió con aire conspirador.

Capítulo 12

E
l
Halcón Murciélago
flotaba en el espacio, gravitacionalmente anclado a un mundo de color, ante las áridas cordilleras montañosas y los mares azul hielo, exhibiendo unas melladas heridas que no tenía la primera vez que apareció sobre Dorvalla, ni cuando después descendió a ese planeta para rescatar a Cohl y lo que quedaba de su equipo. Cinco cazas CloakShape rodeaban la fragata, habiendo un sexto conectado a la escotilla de estribor. Más allá de las naves se extendía un campo de minas espaciales construidas para asemejarse a asteroides.

Cohl esperaba junto a la escotilla a que sus visitantes subieran a bordo. Tenía los brazos desnudos lacerados por los helechos cuchilla de Dorvalla que se había visto forzado a vadear, y su rostro oscuro, con su máscara de tatuajes con forma de diamante estaba amoratado bajo la barba. El cabello entrelazado le enmarcaba el semblante como si fuera el capuchón de una serpiente, añadiendo severidad a unos rasgos que ya muchos consideraban feroces de por sí.

La luz del indicador de la escotilla se iluminó.

—¿Quieres que desaparezca? —preguntó Rella tras él.

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