Read Antártida: Estación Polar Online
Authors: Matthew Reilly
Tags: #Intriga, #Aventuras, #Ciencia Ficción
De la bola de fuego que había consumido el nicho surgió algo de repente.
Era grande y gris, de forma cuadrada, y cayó a gran velocidad por el eje central de la estación. Descendió a una velocidad vertiginosa, cortando el aire con su inmenso peso, que lo impulsaba hacia abajo. Con un golpe atronador, el asiento eyectable de ciento ochenta kilos que otrora se encontraba delante de la consola del nicho del nivel C se estrelló contra la plataforma que rodeaba el tanque en la base de la estación. Pesaba tanto y había aterrizado con tal fuerza que abolló el grueso metal de la plataforma del impacto.
A pesar de todo el caos que se sucedía a su alrededor, Shane Schofield mantuvo la vista fija en el puente retráctil situado tres niveles por encima de él. Midió la distancia.
Nueve metros. Quizá diez.
No perdió un instante. Alzó su Maghook y apretó con el pulgar un interruptor que tenía una «M». Vio una luz roja encenderse en la parte delantera del gancho, apuntó y disparó.
El gancho y el cable salieron disparados. Sin embargo, esta vez las «garras» del gancho no se abrieron. Esta vez estaba activada la cabeza magnética.
La cabeza magnética bulbosa del Maghook golpeó contra la parte inferior del puente retráctil de acero y allí permaneció.
Schofield hizo rápidamente unos cálculos mentales.
—Mierda —fue lo único que dijo cuando terminó.
A continuación le pasó el lanzador a Kirsty y le dijo:
—Tres palabras, pequeña: no lo sueltes.
Ella cogió el lanzador con las dos manos y miró desconcertada a Schofield.
Schofield la sonrió para tranquilizarla.
—Solo sujétate.
Entonces apretó un pequeño botón negro en la empuñadura del Maghook.
De repente, Kirsty salió disparada del agua cuando el Maghook tiró de ella hacia arriba como si de una caña de pescar se tratara.
Kirsty pesaba poco, por lo que el Maghook no tuvo problemas para subirla hasta el puente. Schofield sabía que habría ido mucho más lento si también hubiese tenido que cargar con su peso…
Una orca salió del agua tras Kirsty.
A Schofield se le desencajó la mandíbula cuando vio como la enorme orca sacaba todo su cuerpo del agua con un increíble salto vertical.
Kirsty seguía subiendo, impulsada por el Maghook. Miró hacia abajo y vio a la orca surgir de las aguas como un demonio procedente del mismísimo infierno. Vio cómo iba tras ella y cómo su cuerpo rotaba en el aire.
Y de repente, Kirsty se detuvo.
La orca siguió ascendiendo.
Kirsty gritó, alzó la vista y vio que había llegado a la cara inferior del puente.
¡No podía subir más!
La orca abrió sus fauces cuando alcanzó el cénit de su salto…
Kirsty se aferró al Maghook con toda la fuerza de que fue capaz y subió las piernas hasta juntarlas contra su pecho. En ese preciso instante los dientes de la orca se juntaron con un terrible crujido a escasos treinta centímetros del trasero de Kirsty, la parte más baja de su cuerpo en aquel momento.
Kirsty observó como la enorme orca blanca y negra caía bajo ella e iba disminuyendo de tamaño hasta desaparecer en el tanque. El animal debía de medir al menos nueve metros y había elevado en vertical todo su cuerpo fuera del agua…
De repente, una mano apareció ante el rostro de Kirsty y a esta casi le da un ataque al corazón. A punto estuvo de soltar el Maghook del susto.
—Tranquila —dijo una voz—. Soy yo.
Kirsty alzó la vista y vio los amables ojos del marine que conocía como señor Libro. Cogió su mano y él la aupó hasta el puente retráctil.
Kirsty respiraba con dificultad, casi sollozando. Buck Riley la cogió y la miró asombrado. Un segundo después, Kirsty metió la mano en un bolsillo y sacó un inhalador de plástico para el asma.
Inspiró dos veces del inhalador y contuvo la respiración. Cuando finalmente pudo hablar miró a Riley, negó con la cabeza y dijo:
—Definitivamente, no tienen nada parecido a esto en Sea World.
Schofield seguía en el tanque. Dos de las orcas lo rodeaban de manera inquietante. Se percató de que esas dos orcas parecían más pequeñas que las otras. Más jóvenes, quizá.
Schofield inclinó la cabeza hacia delante y gritó:
—¡Libro! ¡Necesito el Maghook!
En el puente, Riley se tumbó al instante boca abajo y se asomó por el borde de la estrecha plataforma de metal. Alcanzó la parte inferior de la plataforma e intentó desactivar la cabeza magnética del gancho de Schofield.
—¡Lo necesito ahora, Libro! —resonó la voz de Schofield por el eje de la estación.
—¡Lo intento, lo intento! —dijo Riley.
—¡Inténtelo más rápido!
Riley estiró el brazo bajo la plataforma e intentó alcanzar el interruptor con la «M» en la empuñadura, el interruptor que activaba y desactivaba el poderoso imán del Maghook.
Mientras lo intentaba, sin embargo, ocurrió algo muy extraño.
Durante un segundo, Riley habría jurado que había oído a Kirsty hablar a alguien en el puente.
—Ayuda al buzo,
Wendy
. Ayuda al buzo.
Riley parpadeó. Habrían sido imaginaciones suyas.
En el tanque, Schofield pensó que todo había terminado. Las dos orcas que tenía a ambos lados se aproximaban cada vez más, cerrándole cualquier vía de escape.
De repente, una de ellas pareció romper el círculo y empezó a girar. Schofield tragó saliva. Se
está preparando para atacar
.
La orca se giró lentamente, formando un arco amplio hasta apuntar directamente a Schofield. Su cuerpo solo estaba a aproximadamente treinta centímetros de la superficie y su aleta dorsal atravesaba con facilidad las olas del tanque. Se movía a una velocidad tal que formaba una enorme ola de proa delante de su sumergida cabeza negra y blanca.
La onda de proa cruzó a gran velocidad las aguas. Iba a chocarse directamente con Shane Schofield.
Schofield miró a su alrededor. Esta vez no tenía dónde guarecerse ni arma que usar.
A la desesperada, cogió la Desert Eagle y la sacó por encima del agua.
Si tiene que ser así,
pensó
, entonces que así sea.
La orca cargó contra él.
Y, de repente, un objeto negro, similar a un misil, se hundió en el agua justo delante del rostro de Schofield, entre la orca y él.
Fuera lo que fuera aquello, apenas salpicó al entrar en contacto con el agua y, una vez en ella, se alejó de él a gran velocidad.
Las dos orcas lo vieron al instante y perdieron interés en Schofield. Incluso la orca que segundos antes estaba a punto de atacarlo alteró bruscamente su rumbo y corrió tras su nueva presa.
Schofield estaba atónito. ¿Qué había sido aquello? Parecía una especie de… foca.
Y entonces, milagrosamente, un Maghook cayó en el agua justo delante de él.
Schofield lo cogió antes de que se hundiera y miró hacia arriba. Arriba, en el puente, vio a
Libro
Riley tumbado con un brazo estirado bajo la parte inferior del mismo.
Schofield miró el Maghook y se sintió revivir.
Justo entonces, una pequeña cabeza puntiaguda asomó por el agua ante él y Schofield se cayó hacia atrás de la sorpresa.
Era
Wendy
. El pequeño lobo marino de Kirsty.
Su bonito collar rojo brillaba con la humedad y sus dulces ojos negros lo miraban fijamente. Si fuera posible, Schofield habría jurado que la pequeña foca estaba sonriendo, después de haber dado la vuelta al tanque para eludir a las menos ágiles orcas.
Entonces cayó en la cuenta.
Wendy
debía de ser el objeto que había caído en el tanque entre él y la orca que se disponía a atacarlo.
De repente, la cabeza de
Wendy
giró a la izquierda.
Había oído algo, percibido algo.
Entonces pareció asentir una última vez a Schofield antes de sumergirse de nuevo bajo el agua y recorrer a gran velocidad el largo del tanque.
Nadaba con gran rapidez. Se movía bajo la superficie del agua como un torpedo pequeño y negro: desplazándose a la izquierda, girando hacia la derecha… A continuación desapareció y comenzó a bucear en vertical. Tan pronto se hubo movido, las tres aletas dorsales aparecieron tras
Wendy
e inmediatamente fueron tras ella, antes de desaparecer bajo la superficie en su busca.
Schofield aprovechó la oportunidad y nadó hacia el borde más cercano. Estaba a menos de un metro de la plataforma cuando una fuerte ola lo alcanzó y Schofield rodó por el agua mientras el cuerpo gigante de una de las orcas pasaba a su lado a una velocidad aterradora. Schofield se puso alerta, preparándose para otra pelea, pero la orca se limitó a deslizarse a su lado a gran velocidad. Estaba buscando a la escurridiza
Wendy
.
Schofield respiró de nuevo, siguió nadando y se agarró al borde de la plataforma. Salió del agua y vio el maltrecho asiento eyectable, que había caído de lado en la plataforma. Schofield se giró y observó el caos que lo rodeaba.
Sarah y Abby estaban lejos del agua y en ese momento corrían apresuradamente hacia los túneles del nivel E. No muy lejos de ellas estaban Quitapenas y Madre. Quitapenas estaba arrodillado junto a Madre. Parecía estar aplicándole presión a una especie de herida que Madre tenía en la pierna.
Al otro lado del tanque, Schofield vio a los dos soldados franceses supervivientes, que también estaban a salvo fuera del agua. Empapados, estaban incorporándose. Uno de ellos vio a Schofield y fue a coger su ballesta.
Entonces, Schofield percibió por el rabillo del ojo un movimiento repentino y se volvió. Vio una sombra negra y familiar desplazándose a gran velocidad por el tanque.
Wendy.
Tres formas negras y blancas de mucho mayor tamaño surcaban las aguas tras ella. Las orcas.
Wendy
se desplazaba a una velocidad increíble, justo por debajo de la superficie. Sus aletas se movían en ocasiones hacia atrás y después se hundían para que su cuerpo se mantuviera lo más aerodinámico posible. Parecía una bala atravesando el tanque, apareciendo y desapareciendo por entre las manchas rojas y turbias que cubrían las gélidas aguas.
Se dirigía a la cubierta de la plataforma que conformaba el nivel E, a la parte en la que se encontraban los dos soldados franceses. Y no estaba aminorando la velocidad.
Es más, a Schofield le dio la impresión de que incluso se desplazaba aún más rápido hacia la cubierta con los tres espectros negros y blancos corriendo por el agua tras ella.
Schofield observó entonces con asombro cómo, a un metro de la cubierta,
Wendy
se lanzó fuera del agua. Fue un salto grácil y sin complicaciones. Aterrizó sin problemas en la cubierta y se deslizó unos tres metros. Pasó por delante de los desconcertados franceses.
Pero no se detuvo allí. Tan pronto terminó de deslizarse ya se encontraba en pie, sobre sus aletas delanteras, alejándose a todo galope del borde del agua.
Durante un leve instante, Schofield se preguntó por qué habría hecho eso. Una vez uno se hallaba fuera del agua, estaba a salvo de las orcas.
Y entonces Schofield descubrió por qué
Wendy
había hecho lo que había hecho.
Como un demonio surgiendo de las profundidades, una de las orcas salió del agua y arrojó su inmenso cuerpo sobre la cubierta, aterrizando en la gruesa rejilla de metal de la plataforma con un enorme estruendo. La enorme orca, impulsada por el peso de su propia inercia, se deslizó con gran rapidez por la plataforma. Se giró sobre un costado conforme avanzaba por la plataforma (de modo que sus fauces quedaban abiertas en vertical) y entonces, con una gracilidad casi carente de esfuerzo, atrapó a uno de los franceses en su boca y la cerró con fuerza.
El animal dejó de deslizarse y se detuvo con el soldado francés (que gritaba como un loco y de cuya boca no paraba de salir sangre) firmemente sujeto entre sus fauces. La orca comenzó entonces a arrastrarse torpemente hacia atrás por la plataforma. Instantes después, llegó al borde y cayó al agua, llevándose al desesperado soldado francés con él.
Wendy
lo sabía. No se estaba a salvo de las orcas a menos que se estuviera muy alejado del borde del tanque.
Las seis personas que se encontraban en la cubierta del nivel E lo entendieron al instante.
Hay que alejarse del borde.
Schofield vio a Gant unirse a Quitapenas al otro lado del tanque. Vio como ambos cogían a toda prisa a Madre por los hombros y comenzaban a arrastrarla lejos del borde. Mientras lo hacían, Schofield pudo atisbar la parte inferior del cuerpo de Madre. Le faltaba la mitad de una de sus piernas.
En ese momento se produjo un golpe seco tras Schofield y este sintió cómo la plataforma se tambaleaba bajo sus pies. Se giró hacia el tanque y vio el rostro sonriente de una de las orcas, que se deslizaba por la plataforma hacia él.
La orca se escurría con gran rapidez.
Schofield seguía de rodillas.
La orca giró sobre su costado y abrió las fauces de par en par.
Schofield se lanzó lejos del alcance de la enorme criatura y vio el asiento eyectable abollado que se encontraba en la cubierta de la plataforma, a poco más de un metro tras él. Si pudiera llegar y saltar para colocarse detrás de él, estaría a salvo. Schofield recorrió a gatas la cubierta en dirección al asiento eyectable.
La orca se acercaba. Rápidamente.
Schofield se arrastraba tan veloz como era capaz. Pero no era lo suficientemente rápido. No iba a lograrlo. No iba a poder llegar al asiento a tiempo.
Schofield vio que la cubierta a su alrededor se llenaba de agua. El anuncio del avance de la orca.
¡Estaba detrás de él!
Schofield experimentó una subida de adrenalina y se tiró hacia delante. Sabía que no iba a poder colocarse tras el asiento, así que se lanzó de espaldas contra este.
Ahora se encontraba de frente al tanque, «sentado» en el abollado asiento eyectable que yacía de lado. Alzó la vista y la orca ocupó todo su campo de visión.
Estaba justo encima de él. A menos de un metro. Se le acercaba rugiendo.
No había forma de detenerla.
Ni de evitarla.
Y Shane Schofield cerró los ojos en el momento en que las fauces de la orca se abatieron sobre su cabeza.
Se produjo un sonido metálico, como sacado de otro mundo, un sonido más fuerte que cualquiera que Schofield hubiera oído en toda su vida.