Aprendiz de Jedi ed. esp. 2 Los discipulos

BOOK: Aprendiz de Jedi ed. esp. 2 Los discipulos
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Qui-Gon y Obi-Wan.

Obi-Wan y Anakin.

Dos Maestros. Dos aprendices.

Un enemigo.

¿Quiénes son los discípulos de los Sith? Dedicados al estudio del Lado Oscuro de la Fuerza, llevan una existencia clandestina..., pero su amenaza crece.

Aunque no tienen poder Sith, lo buscan sin cesar. Nada, ni siquiera los Jedi, podrá interponerse en su camino.

El doctor Lundi es el líder de los discípulos de los Sith. Al acercarse al holocrón Sith se enfrenta cara a cara a Qui-Gon Jinn y a su aprendiz, Obi-Wan.

Diez años después, cuando los discípulos de los Sith resurgen, Obi-Wan y su ahora aprendiz, Anakin Skywalker, deberán contar con su ayuda para encontrar el objeto. Pero lo que les inspira no es confianza, sino temor. Los Sith reaparecen. Los Jedi han de detenerlos.

Jude Watson

Los discipulos

Aprendiz de Jedi Edición especial 2

ePUB v1.1

jukogo
15.11.11

Titulo: Los Discipulos (Star Wars Jedi Apprentice Special Edition: The Followers)

Autor: Jude Watson

Coleccion: Aprendiz de Jedi Edicion Especial Nº2

Editorial: Alberto Santos

Páginas: 112

Cronología: 41 años A.B.Y (Antes de la Batalla de Yavin)

1

E
l holograma parpadeó y en la Sala de Mapas del Templo aparecieron las fantasmagóricas figuras de Bant Eerin y su nuevo Maestro Jedi, Kit Fisto. Qui-Gon Jinn contempló cuidadosamente la imagen de Bant, mirando fijamente los ojos plateados. Le alegraba volver a ver a la sensible padawan mon calamari. No sólo era una buena amiga de su aprendiz, Obi-Wan Kenobi, sino que se sentía casi obligado a protegerla desde la muerte de su Maestra Tahl, hacía unos años.

Bant y Qui-Gon sufrieron mucho la muerte de Tahl, y encajaron muy mal aquella pérdida. Sabía que Bant había seguido con su entrenamiento a pesar del mal trago que supuso todo aquello.

Pero sigue sin ser la misma
, pensó Qui-Gon.

Se acercó un poco más, y la mirada de Bant le dijo que algo no iba bien. No era la tristeza profunda que se había acostumbrado a ver en sus ojos a raíz de la muerte, cuando la tragedia aún estaba reciente. Era otra cosa. A Qui-Gon le costó un poco reconocer ese sentimiento.

Era miedo. Bant tenía miedo. La pregunta era: ¿de qué?

—Hola, Maestro Qui-Gon y Obi-Wan —Kit Fisto los saludó con una ligera reverencia que hizo que sus tentáculos capilares de color amarillo verdoso cayeran alrededor de los hombros—. Mi padawan os menciona mucho. Me alegra que por fin tengamos la posibilidad de hablar, aunque me temo que la cuestión a tratar no es muy agradable.

Qui-Gon y Obi-Wan habían sido citados por el Consejo el día anterior. Nadie les dijo por qué iban a reunirse con Bant y Kit Fisto, y Qui-Gon supuso que sería algo rutinario, dado que Fisto contactaría con ellos desde el casi deshabitado planeta de Korriban.

Pero en cuanto vio la cara de Bant se dio cuenta de que no era así.

***

Los Sith. Qui-Gon oía historias sobre ellos desde que era pequeño. Todas las generaciones de iniciados del Templo conocían cuentos y leyendas sobre los Sith. Les encantaba contarlas por las noches, antes de acostarse. La generación de Qui-Gon no fue una excepción.

Aunque las historias le daban miedo suficiente para quitarle el sueño en más de una ocasión, siempre supo que casi todas eran inventadas, mitos ideados para asustar y no para informar. Qui-Gon siguió mostrándose escéptico al respecto incluso después de estudiar la historia de los Sith y que le dijeran que ya no existían, pero que una vez fueron poderosos.

Aun así, su reciente conversación con el Maestro Jedi Kit Fisto le obligó a rectificar sus creencias sobre los Sith.

—Maestro, ¿tú crees en...? —preguntó Obi-Wan vacilante.

—¿Que si creo en los Sith? —Qui-Gon acabó la pregunta por su alumno antes de responderla. Era obvio que el informe que había hecho Kit Fisto también había sembrado la duda en Obi-Wan.

—Claro que sí. Ambos hemos estudiado suficiente historia como para saber que en su época fueron una amenaza muy real. Pero también sabemos que su cultura no sobrevivió, que se mataron entre sí hace mucho. La pregunta que debemos hacernos es si siguen siendo una amenaza hoy en día. —En ese punto, Qui-Gon se mostró vacilante.

—Pero ¿cómo pueden ser una amenaza si ya no existen? —preguntó Obi-Wan.

—El peligro no está en los Sith, sino en sus enseñanzas y en la capacidad que tienen esas enseñanzas para inspirar a otros a hacer el mal. Mientras su doctrina sobreviva, los Sith siempre serán una amenaza en potencia.

—Y si alguien se dedica a impartir esa doctrina... —Obi-Wan no terminó la frase.

Qui-Gon se dio cuenta de que pensaba en lo que Kit Fisto y Bant habían encontrado en Korriban. ¿Cómo olvidar la mirada de terror en el rostro de Bant al describir los horrores que su Maestro y ella habían presenciado en ese valle? ¿O la mirada apagada de Kit Fisto al contarles lo de la cabaña que habían hallado... y su escalofriante contenido?

En el interior de la ascética canana había gran cantidad de literatura y modelos de antiguas armas Sith. Era como si alguien hubiera recopilado toda la información posible sobre la realidad y el mito de los Sith, y hubiera grabado toscamente en la pared el dibujo de un holocrón Sith, al lado del cual había un mensaje escrito en código Sith: "Ubicación encontrada. Seguid al líder".

Un simple holocrón no era peligroso en sí mismo. Era un dispositivo de cristal para almacenar información utilizado incluso por los Jedi. Los holocrones eran un excelente método de almacenar grandes cantidades de conocimiento, tenían el tamaño de una mano y se transportaban fácilmente.

Pero los holocrones Jedi que había visto Qui-Gon eran cuadrados. El dibujo del holocrón de Korriban tenía una forma de pirámide muy propia de los Sith, y el conocimiento contenido en un holocrón Sith era infinitamente más peligroso, ya que hacía referencia al poder oscuro y a cómo obtenerlo, utilizarlo y manipularlo.

Si existía y caía en manos equivocadas, un holocrón Sith podía resultar más que letal.

***

—Conocemos varias sectas Sith que operan actualmente en la galaxia —les informó la documentalista Jedi Jocasta Nu—. Las tenemos controladas, pero de momento no han sido motivo de preocupación. Nunca han obtenido seguidores suficientes y sus actividades son como las de cualquier otra pequeña organización criminal. Siempre han sido más una molestia que una amenaza.

Aunque le había costado un poco acostumbrarse a trabajar con Jocasta Nu, empezaba a caerle bien. A Qui-Gon no solía gustarle utilizar los canales normales para obtener información, pero había acabado apreciando el carácter directo de Jocasta; siempre le proporcionaba la información que necesitaba.

—Últimamente, ha aumentado la actividad de una institución de enseñanza superior aquí en Coruscant —dijo Jocasta—. Según nuestras fuentes, se debe a un profesor llamado Murk Lundi. —Una imagen del profesor quermiano apareció en una pantalla.

No era la primera vez que Qui-Gon oía hablar del profesor Lundi, un lamentable historiador galáctico muy popular entre los estudiantes y admirado por sus colegas. Qui-Gon incluso llegó a oír que se le consideraba uno de los mejores historiadores de la época. Pero el Jedi no entendía qué tenía que ver Lundi con la cabaña de Korriban.

—En los últimos años, Lundi ha estado reduciendo su campo de actividad —explicó Jocasta—. Ahora centra toda su investigación y sus ponencias en el Lado Oscuro de la Fuerza. Y como se ha vuelto tan específico, cada vez le siguen más estudiantes.

Jocasta les acercó varios trabajos estudiantiles. Carteles anunciando carreras Sith, y cómics dibujados a mano mostrando batallas entre Sith.

—Sus asignaturas son las más populares en la universidad. Sus textos están tan solicitados que a los alumnos les cuesta encontrarlos —se detuvo un momento—. Se encontraron varios escritos suyos entre los objetos de Korriban.

Entonces
es
por
eso
, pensó Qui-Gon.
El
Consejo
piensa
que
uno
de
los
seguidores
del
doctor
Lundi
reunió
la
información
que
se
ha
encontrado
en
Korriban.

Alzó la mirada y se encontró con la de Obi-Wan, que le contemplaba como si pensara lo mismo que él. Ninguno necesitó articular palabra: su siguiente movimiento era obvio.

Era hora de hacer un curso intensivo sobre los Sith.

2

O
bi-Wan se abrió paso entre la multitud de estudiantes sin temor a que le vieran. No era difícil perderse entre el gentío.

Los alumnos de Coruscant eran tan variados que para llamar la atención uno necesitaría prenderse fuego. Además, Obi-Wan y él eran los únicos que no estaban desesperados por llegar hasta el profesor Lundi para hablar con él antes de comenzar la clase.

Desde su sitio junto a la pared, Obi-Wan alcanzaba a ver entre la multitud la cabeza del profesor quermiano balanceándose ligeramente sobre su largo cuello. Descontando su avanzada edad, y el pequeño parche electrónico negro que le cubría un ojo, Murk Lundi se parecía bastante al Maestro Jedi Yarael Poof. Eran de la misma especie y tenían el mismo aspecto imponente. Pero había algo diferente en el doctor Lundi, algo escalofriante que Obi-Wan no conseguía definir.

Al otro lado de la sala, Qui-Gon, con ojos entrecerrados por la concentración, también observaba al profesor. ¿Acaso se había fijado en algo más? En mitad del barullo, Obi-Wan consideró la posibilidad de contactar con Qui-Gon por el intercomunicador para saber lo que pensaba. Pero entonces el doctor Lundi alzó varios brazos para indicar que la clase estaba a punto de comenzar.

La horda de alumnos encontró asiento y guardó silencio más rápidamente de lo que Obi-Wan podría haberse imaginado. La sala era enorme, pero no quedaba una silla libre. Había un estudiante en cada sitio que podía ser ocupado por alguien de pie, apoyado o sentado, y al menos una docena de cámaras flotantes grababan las palabras del profesor para los alumnos que no cabían en la sala.

Obi-Wan echó una ojeada a la gente. La asistencia masiva no era lo único impresionante; todos y cada uno de los alumnos estaban atentos. Al cabo de media hora, seguían fascinados, sin dar señales de falta de atención o de distracción. Tenía la esperanza de ver a algún alumno especialmente atento o que destacase por algo, pero la verdad es que el único que destacaba era él mismo, porque estaba mirando a su alrededor mientras el profesor hablaba.

En la parte delantera, el doctor Lundi iba de un lado a otro del pequeño espacio que le dejaban libre los alumnos. Daba pasitos cortos con sus largas piernas, y su cuerpo parecía flotar mientras hablaba. De vez en cuando se detenía, disfrutando claramente de su posición y capacidad para mantener a la audiencia en vilo, de la expectación que causaba su discurso.

Murk Lundi no se parecía en nada a los profesores que Obi-Wan había tenido en el Templo, donde sus instructores eran como compañeros de estudios, guías que querían ayudarle a descubrir las cosas por sí mismo, y no limitarse a imponerle sus propias opiniones.

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