¿El nombre Sallinger significa algo para ti?
Paseó la vista por la habitación. Imaginó la figura furtiva de Gerritsen desplazándose por ella, procurando no hacer ruido e inclinándose sobre la cama para dejar cada una de las cartas del conejo.
¿Y si simplemente ignoraba la llamada?
Quizás si él veía que ella no se sentía intimidada por sus maniobras de extorsión, simplemente se olvidara del asunto. Era evidente que no la había llamado en pleno uso de sus escasas facultades mentales.
Pero ¿y si se equivocaba?
Necesitaba conocer un poco mejor las intenciones de Gerritsen, y en ese momento supo que al día siguiente lo visitaría. No tenía por qué pasar nada que ella no quisiera. Hablaría con él. Lo estudiaría. Procuraría disuadirlo de sus intenciones, si tal cosa era posible. Sabría cómo se había enterado de su relación con Sallinger; tal vez incluso podría averiguar si contaba con alguna prueba.
Eso haría. Estaba decidido. Una vez que se viera con Gerritsen cara a cara, estaría en condiciones de determinar cuál era la mejor manera de proceder.
Siguió tendida en la cama un buen rato, sintiéndose cada vez más intranquila en cuanto al giro que estaban tomando los acontecimientos, pero creyéndose al menos más cerca de terminar con todo aquello.
No sabía cuán equivocada estaba.
Sábado, 4 de agosto, 2001
Primera parte
La excitación de Mike y de Allison frente al reproductor portátil de cintas era comparable a la de dos adolescentes a punto de convocar a un espíritu con una tabla
ouija.
Mientras Allison introducía la primera cinta en el compartimento y se disponía a presionar la tecla de reproducción, Mike pensó que era probable que Robert no hubiera dicho nada relevante durante la sesión de hipnosis. Su amigo simplemente podía haber relatado un episodio de
Bonanza,
o cómo
Lassie
era atrapada por una trampa para osos.
Allison activó el reproductor.
La cinta echó a correr.
[Skempton]:
No es indispensable dormirse por completo, pero si siente sueño, no se resista, es posible que abandone la sensación de bienestar que lo embargará en un momento. Con esto en mente, debe mirarme a los ojos y permitir que agarre sus pulgares… Así. Muy bien.
[Dos minutos de silencio]
[Harrison]:
Skempton, ¿será mucho tiempo así? Debería detener la cinta.
[Skempton]:
Silencio, por favor.
[Treinta segundos de silencio]
[Skempton]:
Sus párpados quieren cerrarse… Sus párpados parecen pesar… Pesan… Sus párpados pesan… Hay niebla frente a sus ojos… Sus párpados pesan… pesan cada vez más, y más… Dentro de poco sus ojos se van a cerrar… va a sentir somnolencia… La niebla se espesa y sus párpados cada vez pesan más… pesan más… más… Pasa el tiempo y sus párpados se hacen más pesados… más y más pesados… los ojos le pican… la niebla le impide ver… ya no ve nada… sus ojos se cierran poco a poco… siguen cerrándose… sus párpados pesan… pesan mucho…
[Pausa]
[Skempton]:
Cuando cuente hasta cinco sus ojos van a cerrarse completamente… Uno… sus párpados siguen aumentando de peso… Dos… sus párpados se cierran… Tres… sus párpados se han cerrado y seguirán cerrados… Cuatro… sus párpados pesan como plomo… Cinco… se adormece…
[Veinte segundos de silencio]
[Skempton]:
El sueño lo vence… Le resulta imposible no pensar en dormir… Su cuerpo languidece… poco a poco todo se vuelve borroso… sólo escucha mi voz… Tiene sueño… mucho sueño… Siente un deseo irrefrenable de dormir… dormir… dormir… Cada palabra lo adormece… Tiene cada vez más sueño… Se desliza hacia un sueño profundo… muy profundo… Duerme… duerme… duerme…
[Veinte segundos de silencio]
[Skempton]:
Duerme profundamente. Ahora está en una sala de cine… Una sala de cine para usted solo… Está viendo una película… una película que cuenta su vida, cada detalle de su vida… la película muestra lo que está ocurriendo aquí, en este momento, mientras usted duerme plácidamente… En este preciso instante, la película comienza a correr hacia atrás… Usted se ve haciendo lo que hizo ayer, en su trabajo… La cinta retrocede… retrocede en el tiempo y usted puede ver con claridad cada uno de los días pasados… Esta película le permite ver el pasado… su pasado… Las imágenes de los días pasan a gran velocidad… pero usted advierte cada detalle… Y así llegamos al día que queremos recordar… allí está usted… agazapado… se ve en la película… ¡se ve con una claridad que le asombra…! Está observando la guardería a la que asistió Lisa Carlson… y recuerda cada detalle… ¿Puede verlo?
[Silencio]
[Skempton]:
¿Puede verlo?
[Robert]:
Sí.
[Skempton]:
Cuéntenos qué ve…
[Robert]:
Más atrás…
[Silencio]
[Skempton]:
¿Ve algo más atrás?
[Robert]:
No… más atrás.
[Silencio]
[Robert]:
La he dejado en el césped… puedo verlo. Yo… la he dejado en el césped…
[Skempton]:
¿Qué es lo que ha dejado en el césped?
[Robert]:
La llave inglesa. Está allí… en el césped…
[Skempton]:
¿Ha llevado una llave inglesa a la guardería? ¿Con qué propósito?
[Robert]:
Para modificar la altura del sillín de mi bicicleta…
[Silencio]
[Harrison] [Apenas audible]:
¿Qué dice?
[Skempton] [Apenas audible]:
Está recordando algo, posiblemente de su infancia…
[Harrison] [Apenas audible]:
¿Qué debemos hacer?
[Skempton] [Apenas audible]:
Dejarlo hablar, desde luego… Sólo así lograremos que se remita a la fecha que buscamos.
[Harrison] [Apenas audible]:
¿Detengo la cinta?
[Skempton] [Apenas audible]:
De ninguna manera… necesitaré una copia de esto… siga grabando.
[Skempton]:
Cuéntenos lo que ve… Cuéntenos lo que ve en la película…
[Robert]:
Suena el teléfono. Corro hacia él. Es mi madre. Al dejarme caer en el sofá para hablar con ella, la llave inglesa está en mi mano. Sin advertirlo, la dejo caer detrás de un cojín. Luego regreso al jardín delantero de la casa. La llave inglesa no está. Ha desaparecido. Sé que la he dejado sobre el césped. La busco desesperadamente. La busco lejos de la bicicleta y, aun así, no la encuentro. Es… es como si se hubiera esfumado… sólo que está detrás del cojín del sofá. Pero no tengo manera de saberlo.
[Cinco segundos de silencio]
[Robert]:
No sé qué hacer. Es la llave inglesa de mi padre. Me tiene prohibido tocar sus herramientas. Me pegará si descubre que he cogido una…
[Cinco segundos de silencio]
[Harrison] [Apenas audible]:
¿Qué ocurre, Skempton? Está llorando…
[Skempton] [Apenas audible]:
Sí, es normal. No diga nada más, por favor.
[Skempton]:
¿Qué piensa hacer?
[Robert]:
No sé. Mi madre está fuera de la ciudad. A mi padre le gusta beber cuando esta solo. Probablemente regrese borracho, pienso… No tardará en descubrir que ha desaparecido una de sus herramientas. Lo descubrirá tarde o temprano. Y me echará la culpa.
[Sollozos]
[Robert]:
Pero hay una solución.
[Skempton]:
¿Qué solución?
[Robert]:
Tengo que irme de casa. Irme lejos; donde mi padre no pueda encontrarme.
[Skempton]:
¿Cómo lo hará?
[Robert]:
Mi padre regresará borracho. Puedo mantenerme alejado de él esa noche. Al día siguiente podré despedirme de mi madre antes de marcharme. No puedo hacerlo sin verla… sin abrazarla por última vez.
[Sollozos]
[Robert]:
Está decidido. Prepararé mis cosas y esperaré al día siguiente. Luego me iré de casa. Me iré a donde mi padre no pueda encontrarme. No voy a permitir que me pegue más. Nunca más.
[Veinte segundos de silencio]
[Se pierde el sonido ambiente]
La tecla de reproducción saltó con un sonido seco.
Allison se dejó caer contra el respaldo del sofá.
—Dios mío —murmuró.
Mike se masajeó los ojos con los dedos, luego el puente de la nariz.
—No sé si quiero seguir escuchando.
—Tenías razón en cuanto a la grabación —dijo Allison—. La experiencia debió de ser sumamente traumática para Robert.
—Quizás más de lo que imaginamos.
—¿Qué tal un poco de café?
—Vendría bien.
Allison salió rumbo a la cocina y Mike permaneció pensativo. Ahora conocían la razón por la que Robert había decidido irse de su casa. Podía resultar una razón estúpida para un adulto (aunque a Mike no le resultaba para nada estúpida), pero no para un niño. Conociendo a Ralph, sabía de lo que podía ser capaz. Coincidía al cien por cien con su amigo en cuanto a las consecuencias que podía acarrear la pérdida de una simple herramienta.
Cuando Mike conoció a Robert, se había sorprendido, y luego maravillado, por el modo meticuloso en que trabajaba su mente. Funcionaba paso a paso, sin dejar cosas inconclusas detrás, concentrada en hacer todo cuanto fuera necesario. Si cogía un objeto de la alacena, Robert la cerraba, independientemente de si debía devolver el objeto a su sitio segundos después. Lo mismo hacía con las luces de la casa: nunca las dejaba encendidas si no hacían falta. Y la razón era simple:
Podía olvidarlas encendidas
. Solía explicar el motivo con naturalidad, como si olvidar una luz encendida o la puerta de la alacena abierta pudiera acarrear una tragedia.
El asunto es que, tratándose de Ralph, así era exactamente.
Ralph no era una persona meticulosa, ni mucho menos; la realidad es que la mayoría de esas cuestiones en las que Robert ponía tanta atención pasaban normalmente desapercibidas para su padre. Pero, de vez en cuando, Ralph advertía algo fuera de lugar… y eso era suficiente.
Era difícil saber si la mente de Robert presentaba una predisposición para analizar su vida cotidiana con la meticulosidad con la que lo hacía, o si esto era una consecuencia del modo en que había sido criado. Seguramente se trataba de esto último, o una combinación de ambas cosas. Las personas, en especial cuando son niños, se adaptan a casi cualquier situación.
Allison regresó con dos tazas de café.
Aún faltaba responder algunas preguntas. Por ejemplo: si Robert había decidido marcharse de casa, ¿por qué había regresado? ¿Qué ocurrió esa noche cuando volvió Ralph?
Tras dar vuelta a la cinta, siguieron escuchando…
La llave inglesa se había esfumado. Punto. Era imposible. Sí. Pero darle más vueltas al asunto no resolvería sus problemas.
Robert Green, de diez años, clavaba los ojos en el acceso al desván cuando el pensamiento lo golpeó como un puñetazo.
La idea de marcharse fue una consecuencia lógica, y el desván, la respuesta a cómo llevar a cabo sus planes. Sabía que su madre regresaría al día siguiente, y si había algo que Robert tenía claro, era que no podría irse sin antes despedirse de ella. Debbie no lo entendería en ese momento, pero sí lo haría más tarde, cuando él estuviera lejos. Incluso podría dejarle una carta, pensó, y la idea iluminó su rostro. Le diría que la amaba y que la echaría de menos; a ella y a Marcia.
Mientras tanto, el desván le serviría como escondite.
Era la primera vez que pensaba en él. Ni siquiera recordaba haber sabido de su existencia. De pronto había advertido la placa de vidrio como si se tratara de una señal, y supo que allí estaría seguro hasta la llegada de su padre. Allí podría pasar la noche. Si estaba en lo cierto, y algo en su interior aseguraba que así era, Ralph estaría demasiado borracho como para emprender una búsqueda minuciosa por la casa. Se limitaría a llamarlo a viva voz, maldeciría algunas veces y eso sería todo.
Al día siguiente, Ralph saldría a buscarlo y él tendría la oportunidad de despedirse de Debbie como correspondía, para luego marcharse. Podría ir al bosque y quedarse allí un tiempo, cazar un mapache o algún animal pequeño, quién sabe. Incluso su amigo Mike podría llevarle de comer, aunque la idea no terminó de convencerlo. Involucrar a su amigo lo comprometería, por lo que decidió que sería mejor dejarlo al margen, al menos al principio.
Conforme con su plan, se dirigió hacia el jardín de la parte delantera silbando una canción. Allí vio su bicicleta, ahora con el sillín desproporcionadamente alto respecto al manillar, lo cual lo llevó a pensar cuán lejos habían quedado sus planes para ese día. Ni siquiera podría utilizar su bicicleta para huir. La colocó de nuevo en su sitio e hizo lo propio con el cuchillo de jardinería y los trapos de
Debbie.
Se dirigió al garaje. Sin la furgoneta de Ralph, el espacio era sumamente amplio. Recorrerlo con la vista puesta en el soporte de las herramientas en el lado opuesto constituyó una experiencia extenuante. La silueta de la herramienta desaparecida resplandecía con el brillo delator del esmalte con que Ralph la había pintado. La suerte no estaba de su lado: la llave inglesa ocupaba la posición central entre las herramientas.
Debajo del banco de trabajo encontró algunas cajas de cartón. Escogió una que le pareció adecuada sin saber exactamente qué colocaría en el interior. No debía ser demasiado grande ni pesada, convino, pues tendría que cargar con ella bastante tiempo.
Hasta instalarse.
Probó la resistencia del fondo mientras se dirigía hacia su habitación y al llegar colocó la caja sobre la cama. Sería la mudanza más pequeña del mundo, pensó con un dejo de diversión. Extrajo algo de ropa del armario y la distribuyó en el fondo. Eligió dos libros para el tercio siguiente; uno de ellos era un ejemplar de
La isla misteriosa
que aún no había leído y que reservaba para cuando tuviera edad suficiente. Aunque Robert no sabía exactamente cuándo sería eso, lo cierto es que las ilustraciones le despertaban especial interés.
Escoger el resto de lo que colocaría en la caja no fue sencillo. Después de depositar los libros en ella, se detuvo frente a la estantería, que albergaba el resto de sus pertenencias; en particular se concentró en las cartas de Marty el conejo, olvidadas junto a un tren eléctrico destartalado. Hacía tiempo que no las utilizaba, pero aquel simple vistazo despertó recuerdos dormidos de su infancia. Decidió que las llevaría consigo casi sin darse cuenta. Las depositó junto al resto de sus pertenencias y probó el peso de la caja ahora cargada, el cual le resultó aceptable. Utilizaría cordel para atarla, pero lo haría al día siguiente. Antes de marcharse debería coger algo de comida, lógicamente.