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Authors: Helen Fielding

Tags: #Novela

Bridget Jones: Sobreviviré (5 page)

BOOK: Bridget Jones: Sobreviviré
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Ojalá Jude no hablase del reloj biológico en público. Obviamente, una se preocupa por esas cosas en privado e intenta hacer ver que toda esa indecorosa situación no existe. Sacarlo a la luz en el 192 sólo hace que a una le entre el pánico y se sienta como un tópico andante.

Por fortuna, Shazzer empezó a despotricar:

—Hay demasiadas mujeres que malgastan sus jóvenes vidas teniendo hijos a los veinte, treinta y cuarenta y pocos cuando lo que deberían hacer es concentrarse en sus carreras —gruñó—. Fijaos en esa mujer de Brasil que tuvo uno a los sesenta.

—¡Hurra! —dije yo—. ¡Nadie se resigna a no tener nunca hijos, pero es el tipo de cosa que siempre quieres hacer a dos o tres años vista!

—Poco probable —dijo Jude sombríamente—. Magda me explicó que, incluso después de haberse casado con Jeremy, cada vez que mencionaba el tema de los hijos él se comportaba de la forma más extraña y decía que ella se estaba poniendo demasiado sena.

—¿Qué?, ¿incluso después de estar casados? —dijo Shaz.

—Sí —dijo Jude, cogió su bolso y se fue al lavabo enrabietada.

—He tenido una idea genial para el cumpleaños de Jude —dijo Shaz—. ¿Por qué no le pagamos la congelación de uno de sus óvulos?

—Chis —reí tontamente—. ¿No crees que será un poco difícil hacerlo en plan sorpresa?

Justo en ese momento entró Magda, lo cual era muy inoportuno porque a) yo todavía no había advertido a las chicas y b) me llevé el susto de mi vida porque sólo había visto a Magda una vez desde el nacimiento de su tercer hijo y la barriga todavía no le había bajado. Llevaba una camisa dorada y una cinta de pelo de terciopelo, marcando así un contraste imposible de pasar desapercibido con las ropas deportivas y de milicia urbana del resto de las personas que estaban en el local.

Le estaba sirviendo una copa de Chardonnay a Magda cuando volvió a aparecer Jude, miró de hito en hito la barriga de Magda y a mí, y me lanzó una mirada asesina.

—Hola, Magda —dijo bruscamente—. ¿Para cuándo lo esperas?

—La he tenido hace cinco semanas —dijo Magda con la papada temblorosa.

Sabía que era un error reunir a diferentes clases de amigas, lo sabía.

—¿Se me ve muy gorda? —me susurró Magda, como si Jude y Shaz fuesen el enemigo.

—No, estás estupenda —dije—. Resplandeciente.

—¿De verdad? —dijo Magda animándose—. Es cuestión de un poco de tiempo... ya sabes... para deshincharse. Además, ya sabes que tuve una mastitis.

Jude y Shaz se encogieron de miedo. ¿Por qué hacen eso las Petulantes Casadas, por qué? Como quien no quiere la cosa, se lanzan a contar anécdotas sobre cortes, puntos y efusiones de sangre, veneno, tritones y

Dios sabe qué otras lindezas, convencidas de estar ofreciendo una charla social amena y agradable.

—De todas formas —prosiguió Magda mientras daba sorbitos de Chardonnay y sonreía feliz a las amigas, como lo haría alguien recién salido de la cárcel—, Woney me dijo que me pusiese un par de hojas de col en el sostén —tiene que ser berza de Saboya—, y que en cinco horas te eliminaban la infección. Obviamente, se pone un poco asqueroso, con el sudor, la leche y la secreción. Y a Jeremy le molestó un poco que me metiese en la cama con toda la sangre Allí Abajo y el sostén lleno de hojas húmedas, pero ¡yo me siento mucho mejor! ¡Ya casi he utilizado una col entera!

Permanecimos en silencio, anonadadas. Eché una inquieta mirada por la mesa, pero Jude parecía haberse animado de repente; se colocó correctamente el diminuto top Donna Karan, dejando entrever un seductor atisbo de ombligo
con piercing y
un abdomen perfectamente liso y marcado, mientras Shazzie se ajustaba el Wonderbra.

—Bueno. Ya basta de hablar de mí. ¿Cómo te van las cosas a Iz? —dijo Magda, como si hubiese estado leyendo uno de esos libros que se anuncian en los periódicos con un dibujo de un extraño hombre de los años cincuenta y el encabezamiento
¿Se te escapa el arte de la buena conversación?
—. ¿Cómo está Mark?

—Es
encantador
—dije, feliz—. Me hace sentir tan... —Jude y Shazzer intercambiaron una mirada. Comprendí que quizá estaba sonando demasiado petulante—. Lo único es que... —cambié de rumbo.

—¿Qué? —dijo Jude inclinándose hacia adelante.

—Probablemente no sea nada. Pero esta noche me ha llamado, y me ha dicho que había conocido a Rebecca.

—¿QUÉÉÉ? —explotó Shazzer—. ¿Cómo cono se atreve? ¿Dónde?

—Anoche, en una fiesta.

—¿Qué hacía él anoche en una fiesta? —chilló Jude—. ¿Con Rebecca, sin ti?

¡Hurra! De repente volvió a ser como en los viejos tiempos. Diseccionamos cuidadosamente todo el tono de la llamada telefónica, hablamos de lo que cada cual opinaba al respecto y de lo que podía significar el hecho de que, a pesar de que hubiera debido venir directamente a mi casa
nada más salir de la fiesta,
Mark no mencionara ni la dichosa fiesta ni a Rebecca hasta
nada menos que 24 horas
más tarde.

—Es Mencionitis —dijo Jude.

—¿Qué es eso? —preguntó Magda.

—Oh, ya sabes, cuando el nombre de alguien se saca a colación continuamente, incluso cuando no viene realmente a cuento: «Rebecca dice tal o cual cosa» o «Rebecca tiene un coche como ése».

Magda se quedó muda. Yo sabía exactamente por qué. El año pasado no paraba de decirme que le parecía que sucedía algo con Jeremy. Y acabó descubriendo que había tenido un lío con una chica en la City. Le pasé un Silk Cut.

—Sé exactamente a qué te refieres —dijo poniéndose el cigarrillo en la boca y dándome las gracias con un gesto de cabeza—. De todas formas, ¿cómo es que siempre es él el que va a tu casa? Yo creía que tenía una mansión enorme en Holland Park.

—Bueno, la tiene, pero parece preferir...

—Mmm —dijo Jude—. ¿Has leído
Mas allá de la codependencia con un hombre incapaz de comprometerse.

—No.

—Pásate luego por mi casa. Te lo enseñaré.

Magda miró a Jude como si fuera el Cerdito esperando poder participar en una excursión con Winnie the Pooh y Tigre.

—Probablemente lo único que quiere es librarse de ir a la compra y de limpiar —dijo entusiasmada—. Nunca he conocido a un nombre que no piense secretamente que deberían cuidarle como su madre cuidó a su padre, no importa lo evolucionados que pretendan ser.

—Exacto —gruñó Shazzer, haciendo que Magda resplandeciera de orgullo. Por desgracia, las cosas volvieron a centrarse de inmediato en el hecho de que el americano de Jude no le hubiera devuelto su llamada, con lo que Magda desbarató todo su buen trabajo.

—¡Sinceramente, Jude! —dijo Magda—. No logro entender cómo es posible que consigas capear la caída del rublo de tal forma que todo el parqué de la bolsa se ponga en pie para dedicarte una ovación, y luego te encuentres en este estado por culpa de un estúpido.

—Bueno, Mag, la cuestión es —expliqué intentando suavizar las cosas— que resulta mucho más fácil habérselas con el rublo que con un hombre. Hay reglas claras y precisas que definen su comportamiento.

—Creo que deberías dejar pasar un par de días —dijo Shaz pensativa—. Intenta no obsesionarte y entonces, cuando él te llame, muéstrate alegre y dile que estás muy ocupada y que no tienes tiempo para hablar.

—Espera un minuto —interrumpió Magda bruscamente—. Si quieres hablar con él, ¿qué sentido tiene esperar tres días y entonces decirle que no tienes tiempo para hablar con él? ¿Por qué no
le
llamas í«?

Jude y Shazzer la miraron boquiabiertas, incrédulas ante la insensata sugerencia de la Petulante Casada. Todo el mundo sabe que Anjelica Huston nunca, jamás, llamó a Jack Nicholson, y que los hombres no pueden soportar no ser los perseguidores.

La situación fue de mal en peor, con Magda hablando con los ojos como platos de cómo cuando Jude conociera al hombre adecuado todo sería tan sencillo que caería por su propio peso, «como las hojas cayendo de los árboles». A las 10.30 Magda se puso en pie de un salto y dijo:

—¡Bueno, me tengo que ir! ¡Jeremy llega a las 11!

—¿Por qué le has tenido que decir a Magda que viniese? —dijo Jude en cuanto ésta no pudo oírnos.

—Se sentía sola —dije sin convicción.

—Sí, claro. Porque tenía que pasarse dos horas sin Jeremy —dijo Shazzer.

—No puede tenerlo todo. No puede formar parte de una Familia de Petulantes Casadas y luego quejarse porque no pertenece a una Familia de Solteras Urbanas —dijo Jude.

—Sinceramente, si esta chica tuviera que lidiar en la arena del moderno mundo de las citas se la comerían viva —murmuró Shaz.

—ALARMA, ALARMA, ALARMA REBECCA —bramó Jude como una sirena nuclear.

Seguimos su mirada hasta la ventana, por la que vimos cómo se detenía un cuatro por cuatro Mitsubishi con Rebecca en el interior, una mano en el volante y la otra sosteniendo el móvil junto al oído.

Rebecca estiró sus largas piernas, miró con los ojos en blanco a alguien que había tenido el valor de pasar por allí cuando ella hablaba por teléfono, cruzó la calle sin prestar la menor atención a los coches, que tuvieron que frenar en seco, hizo una pequeña pirueta como diciendo «Jodeos todos, éste es mi espacio personal», y entonces se dio de lleno contra una vagabunda que llevaba un carrito de la compra y la ignoró por completo.

Irrumpió en el bar, se echó la larga cabellera hacia atrás de forma que ésta volvió inmediatamente a caer en una brillante y ondulante cortina.

—Vale, tengo que dejarte. ¡Te quiero! ¡Adiooós! —estaba diciendo por su móvil—. Hola, hola —dijo, nos dio un beso, se sentó a la mesa y le hizo un gesto al camarero para que le trajese una copa—. ¿Cómo va? Bridge, ¿cómo te va con Mark? Debes de estar muy contenta de tener un novio por fin.

«Por fin.» Grrr. Primera picadura de la noche.

—¿Te sientes en el paraíso? —dijo— ¿Te va a llevar a la cena del Colegio de Abogados del viernes?

Mark no había dicho nada de ninguna cena del Colegio de Abogados.

—Oh, perdón, ¿he metido la pata hasta el fondo? —dijo Rebecca—. Estoy segura de que se le habrá olvidado. O quizá piense que

no encajas allí. Pero yo creo que te las arreglarías bien. Seguro que todos pensarían que eres un verdadero encanto.

Como dijo Shazzer más tarde, no era simplemente una medusa, era una auténtica
Physalia phisalis,
la más peligrosa de su especie. Los pescadores tenían que rodearla con sus barcas para intentar arrastrarla hasta la playa.

Rebecca se fue contoneándose a alguna fiesta, así que nosotras tres acabamos haciendo eses hasta el piso de Jude.

—«El Hombre Incapaz de Comprometerse no te querrá en su feudo» —estaba leyendo Jude mientras Shaz trasteaba con el vídeo de
Orgullo y prejuicio,
intentando encontrar el momento en el que Colin Firth se sumerge en el lago.

—«Le gusta venir a tu torre, como un caballero andante sin responsabilidades. Y luego regresa a su castillo. Él puede recibir y hacer todas las llamadas telefónicas que quiera sin que tú lo sepas. Él puede conservar su refugio —y a sí mismo— para él solo.»

—Ya lo creo —murmuró Shaz—. Vale, venid, va a sumergirse.

Entonces todas guardamos silencio, observando cómo Colin Firth emergía del lago chorreando, con la camisa blanca transparente. Mmm. ¡Mmm!

—De todas formas —dije yo a la defensiva—, Mark no es un Hombre Incapaz de Comprometerse... ya ha estado casado.

—Bueno, entonces quizá signifique que para él no eres más que una Chica Sólo para Ahora —hipó Jude.

—¡Cabrón! —masculló Shazzer—. Incoherentes cabrones. ¡Guau, mirad eso!

Finalmente llegué tambaleándome a casa, me abalancé expectante hacia el contestador y allí me detuve consternada. Nada de luz roja. Mark no había llamado. Oh, Dios, ya son las 6 a.m., tengo que dormir un poco.

8.30 a.m. ¿Por qué no me ha llamado? ¿Por qué? Mmm. Soy una mujer independiente, serena, receptiva y sensible. Mi percepción de mí misma depende de mí y no de... Un momento. Puede que el teléfono no funcione.

8.32 a.m. El tono de llamada parece el normal, pero voy a llamar desde el móvil para comprobarlo. Si no funciona quizá significa que todo va bien.

8.35 a.m. Mmm. El teléfono funciona. A ver, seguro que dijo que llamaría... ¡Oh, menos mal, el teléfono!

—Hola, cariño. No te habré despertado, ¿verdad?

Era mi padre. Al instante me sentí culpable por ser una hija egoísta y horrible, más interesada en su propia relación de sólo cuatro semanas que en el hecho de que las tres décadas de matrimonio de sus padres se vieran amenazadas por unos gigolós keniatas «que no sean gemelos y midan más de metro cincuenta».

—¿Qué ha pasado?

—Todo va bien —dijo papá riendo—. He hablado de lo de la llamada con ella y... pero bueno... ahí viene.

—¡Sinceramente, cariño! —dijo mamá cogiendo el teléfono—. No sé de dónde saca esas ridículas ideas tu padre. ¡Estábamos hablando de las camas!: en el hotel querían ponernos unas de esas camas gemelas individuales tan pequeñas.

Sonreí para mis adentros. Era obvio que papá
y yo
teníamos unas mentes depravadas.

—Bueno —prosiguió— todo está listo. ¡Nos vamos el 8 de febrero! ¡Kenia! ¡Imagínate! Lo único que nos va a hacer sudar como negros es...

—¡Madre! —exploté.

—¿Qué, cariño?

—No puedes decir «sudar como negros». Es racista.

—¡No seas ridicula, es sólo una manera de hablar!

—Si permitimos que expresiones como ésa permanezcan en nuestro lenguaje se envenenan las actitudes
y...

—¡Bufff! A veces el bosque no te deja ver los árboles. Ohhh, ¿no te lo he dicho? Julie Enderbury vuelve a estar embarazada.

—Escucha, en realidad tengo que dejarte; yo...

¿Qué ocurre con las madres y el teléfono que, en cuanto dices que tienes que colgar, se les ocurren diecinueve cosas totalmente irrelevantes que necesitan explicarte en ese instante?

—Sí. Es el tercero —dijo con tono acusador—. Ah, y otra cosa: Una y yo hemos decidido que vamos a esquiar por la red.

—Creo que la expresión es «navegar» pero tengo que...

—Esquiar, surfear, navegar... ¡qué más da, cariño! Merle y Percival están en ello. ¿ Le recuerdas ?: era el director de la Unidad de Quemados del Hospital de Northampton. Bueno, la otra cuestión es, ¿vais a venir tú y Mark para Pascua?

—Mamá, tengo que irme, ¡llego tarde al trabajo! —le dije.

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