Read Cada siete olas Online

Authors: Daniel Glattauer

Tags: #Romántico

Cada siete olas (11 page)

BOOK: Cada siete olas
7.98Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Diez minutos después

Fw:

En Boston no le conté nada de nosotros a Pamela, porque daba «lo nuestro» por concluido. Y después de Boston no le conté nada, porque no le había contado nada en Boston. No podía empezar por la mitad. Las historias confusas, como la nuestra, se cuentan desde el principio o no se cuentan.

Un minuto después

Re:

Podrías haberlo remediado.

Cuarenta segundos después

Fw:

Sí, podría.

Cincuenta segundos después

Re:

Pero no merecía la pena, porque querías terminar cuanto antes ese «confuso» asunto conmigo (mejor dicho, no volverlo a empezar).

Treinta segundos después

Fw:

No.

Veinte segundos después

Re:

¿No qué?

Treinta segundos después

Fw:

Tu idea es falsa.

Cuarenta segundos después

Re:

¡Pues dame una más acertada!

Dos minutos después

Sin asunto

¡¡No, Leo, mañana no!! (¡Cuidado!, estoy tomando impulso.)

Tres minutos después

Fw:

No le conté nada de nosotros, porque no lo habría entendido. Y si no lo entendía, no habría sido la verdad. Es que la verdad sobre nosotros es incomprensible. En el fondo, ni yo mismo sé cuál es.

Treinta segundos después

Re:

¡Venga ya, Leo! Sí que lo sabes. Es más, lo sabes perfectamente. Por lo menos sabes guardártela para ti. No quieres confundir a «Pam».

Cuarenta segundos después

Fw:

Es posible.

Un minuto después

Re:

Pero no está bien empezar una relación con un secreto sobre una confusa historia con otra mujer, querido Leo.

Cincuenta segundos después

Fw:

El secreto está bajo llave, querida Emmi.

Dos minutos después

Re:

¡Ah!, claro…, tu armario emocional. Meter a Emmi. Cerrar las puertas. Girar la llave a tope. Poner la temperatura interior a veinte grados bajo cero. ¡Listo! Y descongelar cada dos meses. ¡Buenas noches, me voy a tapar con la manta, tengo frío!

Capítulo 12

A la tarde siguiente

Asunto: Mi pregunta

Querida Emmi:

¿Es que hoy ya no nos hacemos preguntas? ¿Se acabó el juego? ¿Estás enfadada? (Tres pares de signos de interrogación, una pregunta, fuente de la interpretación de las reglas: Emmi Rothner.)

Dos horas después

Asunto: Mi pregunta

¿Cuál es la verdad sobre nosotros, Leo?

Quince minutos después

Fw:

¿La verdad sobre nosotros? Que tú tienes una familia que es muy importante para ti, un marido que te ama y un matrimonio que aún puede salvarse. Y yo tengo una relación a partir de la cual puede construirse algo. Cada uno tiene… su futuro. Pero nosotros dos, juntos, no lo tenemos. Ésa es, vista con realismo, la verdad sobre nosotros, querida Emmi.

Tres minutos después

Re:

¡Te detesto cuando miras con realismo! Por lo demás, ésa no es la verdad SOBRE nosotros, sino la verdad SIN nosotros. Y aunque no lo creas, Leo, ya la conocía. Está en uno de cada cinco mensajes tuyos desde hace dos años. Bueno, tengo que irme. Voy a comer con Philip. ¿Philip? Es diseñador de páginas web, es joven, está soltero, es divertido, me admira, y eso es lo que deseo, no necesariamente a él, pero sí su admiración. Ésa es la verdad sobre Philip y yo. Si piensas preguntarme mañana cómo fue con Philip, puedo decírtelo hoy mismo: muy distendido. Que pases una buena tarde.

Seis horas después

Fw:

Hola, Emmi.

Son las cuatro y no puedo dormir. Mi pregunta para el día que está por despuntar: ¿nos vemos?

Por la mañana

Asunto: ¿Para qué?

Querido Leo:

La pregunta se te ha ocurrido bastante tarde. No hace ni siquiera dos semanas seguías una radical línea anticita. Tus palabras textuales fueron: «A decir verdad, me cuesta imaginar una cita sobre la que ninguno de los dos puede imaginarse nada». ¿Por qué ahora de repente? No será que de pronto eres capaz de imaginarte «algo», ¿no? Leo, si no he contado mal, «nos» quedan tres días para «Pam». Tres días para descubrir una eventual verdad sobre nosotros, distinta de la «realista» que sostienes tú. Una verdad que a tu novia de Boston, que no sabe nada de nosotros, probablemente no le sentaría bien, por lo cual es mejor que no se entere de nada. Así pues, nos quedan sólo dos noches para una cita secreta. ¿Para qué, Leo? Sí, ésa es mi pregunta de hoy, la antepenúltima: ¿PARA QUÉ?

Veinte minutos después

Fw:

No tiene por qué ser por la noche, Emmi. Yo había pensado más bien en quedar por la tarde, en el café.

Treinta segundos después

Re:

¡Ah…! Ya. Sí. Claro que sí, Leo. Qué bien. ¿Y para qué?

Cuarenta segundos después

Fw:

Para verte una vez más.

Treinta segundos después

Re:

¿Qué sacarías tú con eso?

Cincuenta segundos después

Fw:

Una buena impresión.

Siete minutos después

Re:

Me alegro, pero por desgracia sería una impresión opuesta a la mía. Verte: está bien. Verte «una vez más», verte por última vez: ¡mierda! Llevamos un año y medio viéndonos «quizá por última vez», Leo. Llevamos un año y medio despidiéndonos. Parece como si nos hubiésemos conocido con el exclusivo propósito de despedirnos. No quiero más, Leo. Estoy harta, cansada, agotada de tantas despedidas.

Haz el favor de irte sin más. Mándame al administrador del sistema, al menos con él se puede contar, contesta de manera consecuente al cabo de diez segundos y me saluda con aire distante. Pero deja ya de despedirte de mí todo el tiempo. Y encima no des la bochornosa impresión de que eres incapaz de imaginar nada más bonito que verme «por última vez».

Nueve minutos después

Fw:

Yo no he dicho «verte por última vez». He dicho «verte una vez más». Y por correo electrónico hasta eso suena más dramático de lo que es. Cara a cara, la impresión no te resultará bochornosa. De todos modos no estoy dispuesto a perderte. Tengo tanto de ti en mí… Siempre he sentido que me enriquecías. Cada impresión sensorial de Emmi es una partida que se acredita en mi cuenta. Para mí, despedirme de ti sería dejar de pensar en ti, no sentir ya nada al pensar en ti. Créeme, estoy muy lejos de despedirme de ti.

Cinco minutos después

Re:

Leo, ésas sí que son óptimas condiciones para el aterrizaje de la mujer con la que te imaginas compartiendo tu futuro. ¡Pobre Pamela! Menos mal que no sabe nada de tus impresiones sensoriales de Emmi. No sueltes nunca la llave de tu armario emocional, querido mío. Le harías mucho daño.

Doce minutos después

Fw:

Sentir nunca es engañar, querida Emmi. Sólo está mal que uno manifieste sus sentimientos cuando eso hace sufrir a otra persona. Y algo más: no debes compadecer a Pamela, de verdad. Lo que siento por ti no afecta en nada lo que siento por ella. Una cosa no tiene nada que ver con la otra. No compiten. Tú y ella sois dos personas muy diferentes. La relación que tengo contigo es muy diferente a la que tengo con ella. Dentro de mí no hay un cupo fijo de sentimientos que pueda repartir entre distintas personas que significan algo para mí por distintos motivos. Cada una de las personas que me importan es algo aparte y ocupa su propio sitio dentro de mí. Lo mismo ocurre contigo.

Quince minutos después

Asunto: Engaño

Querido Leo:

1) No hace falta que digas «personas», puedes decir «mujeres» con confianza, sé de qué estás hablando.

2) ¿Qué quiere decir «manifestar sentimientos»? Los sentimientos se manifiestan cuando se sienten. Engañar es ocultar los sentimientos manifestados —sentidos— al intercambiar sentimientos. Consuélate, Leo. Yo no lo supe hasta que hice terapia. No engañé a Bernhard contigo aquella noche, sino las trescientas noches previas. Pero ésos son tiempos pasados. Bernhard ya lo sabe todo sobre tú y yo. Sí, él conoce mi «verdad sobre nosotros». Tal vez sea una verdad a medias, pero es la mía. Y no me avergüenza.

3) Claro que podría felicitarte y admirarte por tener un corazón tan grande, capaz de albergar varios armarios emocionales para varias mujeres. Pero lamentablemente tengo treinta y cinco años, he vivido un poco y me atrevo a afirmar que las cosas son más simples. A ti, incluso a ti te gusta querer a varias mujeres. O, mejor dicho: que te quieran la mayor cantidad posible de mujeres (interesantes). Por supuesto, cada una es muuuuuuuuuuy diferente de las otras. Todas son «algo muy especial». Todas son algo aparte. Eso no tiene ningún mérito, Leo, pues eres TÚ el que deja aparte a cada una. Cuando piensas en una, olvidas a las otras. Cuando abres un armario emocional, los otros están cerrados con cerrojo.

4) Yo soy distinta. No siento en paralelo. Siento de manera lineal. Y amo de manera lineal. Uno después de otro. Pero siempre de uno en uno. De momento, precisamente, esto… digamos, a Philip. Huele tan bien…, a Abercrombie & Fitch.

5) Bueno, ahora apagaré el ordenador y no lo volveré a encender hasta mañana por la mañana. Que pases una buena antepenúltima tarde y una buena antepenúltima noche, querido mío. Espero que hoy duermas mejor.

Emmi

Cinco horas después

Asunto: Conmovedor balance

Querida Emmi:

a) Soy aburrido cuando estoy sobrio.

b) No tengo sentido del humor, ni siquiera cuando he bebido un poco.

c) Llevo dos años entrenándome para responder con evasivas.

d) Cuando siento, engaño (en concreto: a ti con Pamela, a Pamela contigo y a las dos conmigo mismo).

e) En uno de cada cinco mensajes te recuerdo de forma subliminal que tú y yo tenemos «compromiso» y por eso no tenemos futuro juntos.

f) Llevo dos años despidiéndome de ti.

g) Mi atractivo físico se ha interrumpido. No tienes absolutamente ninguna necesidad de verme una vez más.

h) El lema de mi vida es reprobable: que me quieran «la mayor cantidad posible de mujeres (interesantes)» (Déjame decirte algo, Emmi: no importa que no sean interesantes. Lo principal es que sea la mayor cantidad posible.)

i) Soy un hombre.

j) Pero ni siquiera huelo a Evercromby y un tal Fitsch.

k) A continuación, mi penúltima pregunta: ¿POR QUÉ SIGUES ESCRIBIÉNDOME?

A la mañana siguiente

Re:

Porque debo responder tu penúltima pregunta. Porque así es el juego. Porque no me doy por vencida faltando poco para terminar. Porque nunca me doy por vencida. Porque no puedo perder. Porque no quiero perder. Porque no quiero perderte.

Cinco minutos después

Asunto: Además

Además, escribes mensajes muy dulces. A veces. Y raras veces ocurre que no tienes sentido del humor y al mismo tiempo eres aburrido.

Tres minutos después

Asunto: Por cierto

Está bien. ¡Nunca me has parecido aburrido! (Salvo cuando describes tus puntos en común con «Pam».) Por otro lado, Leo, el aspecto no lo es todo. Uno de tus antiguos lemas. ¿Recuerdas?

Siete minutos después

Asunto: De acuerdo

Sííííííííí. Sííííííííí. Sííííííííí. ¡Eres guapo! Nosotros lo sabemos. Todos lo sabemos. ¿Satisfecha tu vanidad?

Una hora después

Sin asunto

Está bien, Leo, gózalo.

Dos horas después

Asunto: Mi penúltima pregunta

Es posible que sólo estés esperando mi penúltima pregunta. Aquí va: ¿lo dejamos de veras pasado mañana o seguimos escribiéndonos, quiero decir, de vez en cuando, cuando a alguno de los dos le apetezca? No obstante, podemos despedirnos para que todo sea oficial, también por «Pam», para que las cosas estén claras. ¡Ah, sí!, desde luego tú estás «muy lejos» de despedirte de mí, tú congelas los sentimientos como si tal cosa. Da igual. ¿Seguimos escribiéndonos? ¿O de ahora en adelante, por así decirlo, desde «Pam» ya no quieres que te molesten? Dímelo, y sencillamente dejaré de mirar el correo privado. O me daré de baja en Internet. No, eso es imposible, tengo siete clientes nuevos a los que les gusta mucho recibir mi trabajo
on line
. Da igual. ¿Seguimos escribiéndonos, Leo? ¿Podrás a pesar de «Pam»? Puede ser en cualquier momento. Pero ¿lo hacemos?

Diez minutos después

Fw:

Querida Emmi:

Sí, lo hacemos. Con la condición que mencionabas en la cuarta línea: «cuando a alguno de los dos le apetezca». Quiero ser sincero, Emmi: no puedo saber si me apetecerá, cuándo me apetecerá o con qué frecuencia me apetecerá. Y si me apetece, no sé si estará bien que lo haga. ¡Jamás esperes un mensaje mío, por favor! Si recibes alguno, es que me apetecía. Si no recibes ninguno, quizá me apetecía, pero luego preferí no hacerlo. Lo mismo vale para ti. Nunca más tenemos que volvernos locos esperando que el otro nos escriba o nos dé una respuesta. Si te apetece, escríbeme, Emmi. Si me apetece, te contestaré.

Tres minutos después

Re:

¡Ese mensaje no ha sido dulce, Leo! Pero te he entendido. Y te haré caso. ¡Adiós, basta por hoy! Ahora me apetece callarme. Mañana será otro día. Aunque en cierto modo sea el último.

A la mañana siguiente

Asunto: Ultima pregunta

Querida Emmi:

¿Cómo tendría que haber actuado entonces, qué debería haber hecho, qué habría sido mejor entonces, cuando tu marido me suplicó que desapareciera de tu vida, que no arruinase vuestro matrimonio, que «salvara» a vuestra familia? ¿Acaso «Boston» no era la única solución sensata? ¿Qué otra decisión, qué mejor decisión que ésa podría haber tomado? Esta duda me atormenta desde hace un año y medio. ¡Dímelo, por favor!

Una hora después

Asunto: Ultima respuesta

Tal vez TÚ solo no podrías haber tomado ninguna decisión mejor. Pero, justamente, no deberías haberlo decidido solo. Tendrías que haberme dejado participar a Mí en la decisión. Tendrías que haberme puesto al corriente de lo de Bernhard, ya que él era demasiado cobarde para hacerlo. No dependía de Ti «salvar» o arruinar mi matrimonio. ¡Dependía de mí y de mi marido! Por tu pacto con él y tu misteriosa huida a Boston no tuve la posibilidad de tomar las medidas indicadas en el momento indicado. Es más, tendrías que haber luchado por mí, Leo. No como un héroe, no como «todo un hombre», sólo como alguien que se fía de sus sentimientos. Lo sé, lo sé: no nos conocíamos, ni siquiera nos habíamos visto. ¿Y qué? Yo sostengo que por aquel entonces ya habíamos llegado mucho más lejos. Si bien no convivimos juntos de manera convencional, vivimos juntos, que es más importante. Tan seguros estábamos de nuestro afecto, tan estrecho era nuestro vínculo que hasta estábamos dispuestos a besarnos a ciegas. Pero tú no luchaste por ello. Renunciaste a mí por una nobleza mal entendida. Sin resistencia. ESO es lo que deberías haber hecho distinto. ¡ESO es lo que podrías haber hecho mejor, querido Leo!

BOOK: Cada siete olas
7.98Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Tricksters by Norman MacLean
SOMEONE DIFFERENT by Kate Hanney
DASHED DREAMS by Worley-Bean, Susan
Under the Color of Law by Michael McGarrity
The Vanished by Melinda Metz
Touch to Surrender by Cara Dee
Callie's Cowboy by Karen Leabo