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Authors: Daniel Glattauer

Tags: #Romántico

Cada siete olas (13 page)

BOOK: Cada siete olas
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Emmi

Cinco minutos después

Fw:

Me pides demasiado, Emmi. ¡Probablemente no seas consciente de LO MUCHO QUE ME PIDES!

Leo

Cuatro días después

Re:

¡Por lo visto, demasiado!

Tres días después

Asunto: ¡Venga, Leo!

¡Venga, Leo! Concéntrate, haz un esfuerzo. Cuéntame de ti y Pamela. ¡Por favor, por favor, por favor! ¿Cómo estáis? ¿Qué tal la convivencia? ¿Ella ya se ha adaptado? ¿Se siente a gusto en el ático 15? ¿Desayuna muesli o grasientos bocadillos de atún? ¿Duerme de costado, boca abajo o boca arriba? ¿Cómo le va en el trabajo? ¿Qué cuenta de sus compañeros? ¿Adónde vais los fines de semana? ¿Qué hacéis por las noches? ¿Ella lleva tangas o ropa interior como las abuelas de Boston? ¿Cuántas veces hacéis el amor? ¿Quién suele empezar? ¿Quién acaba antes y por qué? ¿Qué hándicap tiene ella (me refiero al golf)? ¿Qué más hacéis? ¿A ella le gustan los escalopes y el
strudel
de manzana? ¿Cuáles son sus aficiones? ¿Salto con pértiga? ¿Qué otra clase de zapatos lleva (aparte de los marrón claro de Boston)? ¿Cuánto tiempo pasa secándose ese pelo rubio con el secador? ¿En qué idioma habláis? ¿Te escribe mensajes en inglés o en alemán? ¿Estás muy enamorado de ella?

Un día después

Fw:

En el desayuno bebe el clásico café con leche de Boston, con mucha agua, leche y azúcar, pero sin café. Y come pan con mermelada de albaricoque sin mantequilla. Duerme sobre la mejilla derecha y, por suerte, aún no sueña con el trabajo. Pero tu interés por todo esto es más bien escaso, ¿verdad? Lleguemos, pues, enseguida al punto culminante: ¿cuántas veces hacemos el amor? Todo el tiempo, Emmi, te lo aseguro, ¡pffffffffffffff…!, todo el tiempo. Por lo general empezamos temprano (los dos a la vez) y, sencillamente, no acabamos nunca, por ejemplo, desde hace una semana. No es nada fácil escribir al mismo tiempo mensajes platónicos para Emmi. La pregunta por la ropa interior está de más entonces. Y en los raros descansos del sexo, ella se seca el pelo rubio, que le llega a las rodillas. ¡Que pases una buena tarde, amiga por correspondencia! Leo

Ocho minutos después

Re:

En cierto modo, la respuesta ha sido buena, Leo. ¡Tenía un no sé qué! ¡Pues ya ves, sí que puedes todavía! Que pases una buena tarde tú también. Ahora iré a comprar unos pantalones. Por desgracia, con Jonas. ¡Y, por desgracia, para Jonas! Es muy injusto lo que pasa con la moda: los que necesitan pantalones nuevos, no los quieren (Jonas), y los que quieren pantalones nuevos, no los necesitan (yo).

P. D.: Sigo sin saber si escribís vuestros mensajes en inglés o en alemán.

Cinco horas después

Fw:

Ninguna de las dos cosas.

Al día siguiente

Re:

¿En ruso?

Diez horas después

Fw:

No nos escribimos mensajes. Hablamos por teléfono.

Tres minutos después

Re:

¡¡¡Ah…!!!

Cinco días después

Asunto: ¡Hola, Leo!

Una pura amistad por correspondencia sin matices picantes te resulta demasiado aburrida, ¿verdad?

Dos días después

Asunto: ¡Hola, Emmi!

No, te equivocas, querida Emmi. Desde que sé que no se te hunde el mundo cuando no te escribo, no me conecto a Internet tan a menudo. Ésa es la razón por la cual los intervalos son más largos. Ruego tu comprensión y un poco de paciencia cada vez.

Tres minutos después

Re:

¿De modo que durante dos años sólo me has escrito para que no se me hunda el mundo?

Ocho minutos después

Fw:

¡Me sorprende haber aguantado otra semana entera sin tus impresionantes conclusiones inversas, querida mía! Por cierto, contestaré tu primera pregunta con otra: la calma empieza a resultarte un poco aburrida, ¿verdad?

Cuatro minutos después

Re:

No, te equivocas, querido Leo. ¡Estás en un gran error! Estoy completamente relajada y disfruto de la tranquilidad, la paz interior y los
fettucini
con cangrejos de río en salsa de nata y almendras. Ya he engordado ocho kilos (o por lo menos 0,8). Y bien: ¿estás muy enamorado de ella?

Un minuto después

Fw:

¿Por qué te preocupa tanto eso, amiga por correspondencia?

Cincuenta segundos después

Re:

No me preocupa, sólo me interesa. Supongo que una podrá seguir interesada en los principales estados emocionales de su amigo por correspondencia, ¿no?

Cuarenta segundos después

Fw:

¿Y si digo: «Sí, estoy muy enamorado de ella»?

Treinta segundos después

Re:

Pues entonces yo diré: «Me alegro por ti. Por ti y por ella».

Cuarenta segundos después

Fw:

Pero la alegría no sonaría sincera.

Cincuenta segundos después

Re:

¡No tienes por qué preocuparte por la sinceridad del sonido de mi alegría, de verdad, querido mío! Y bien: ¿estás muy enamorado de ella?

Dos minutos después

Fw:

¡Ésos son métodos de interrogatorio emminianos, querida mía! Así no conseguirás de mí ninguna respuesta. Pero con mucho gusto podemos volver algún día a un café y charlar sobre las cosas que nos conmueven a pesar de la calma.

Un minuto después

Re:

¿Quieres que quedemos?

Tres minutos después

Fw:

Sí. ¿Por qué no? Somos amigos.

Dos minutos después

Re:

¿Y qué le dirás a «Pam»?

Cincuenta segundos después

Fw:

Nada.

Treinta segundos después

Re:

¿Por qué no?

Cincuenta segundos después

Fw:

Porque, como ya sabes, ella no sabe nada de nosotros.

Un minuto después

Re:

Lo sé, pero ¿ha pasado algo que no se pueda saber? ¿Qué es lo que ella no debe saber? ¿Que somos amigos por correspondencia?

Dos minutos después

Fw:

Que hay una mujer a la que le contesto esa clase de preguntas.

Cincuenta segundos después

Re:

De todos modos no las contestas.

Un minuto y medio después

Fw:

¿Por qué crees que llevo casi media hora sentado frente al ordenador, Emmi?

Treinta segundos después

Re:

Buena pregunta. ¿Por qué?

Cincuenta segundos después

Fw:

Para cambiar impresiones contigo.

Un minuto después

Re:

Así es. «Pam» no lo entendería. Preguntaría: «¿Por qué no habláis por teléfono? Os ahorraríais cuatro quintas partes de tiempo».

Cuarenta segundos después

Fw:

Así es. Y después de esas llamadas yo podría colgar con desenfado.

Cincuenta segundos después

Re:

Así es. Los mensajes son más flexibles que los teléfonos. ¡Vaya suerte la mía!

Cuarenta segundos después

Fw:

Así es. Y con los mensajes también se comparten los intervalos.

Treinta segundos después

Re:

Así es. Eso es lo peligroso.

Cuarenta segundos después

Fw:

Así es. Y al mismo tiempo adictivo.

Cincuenta segundos después

Re:

Así es. Por suerte voy bien con la cura de desintoxicación. A propósito: me despido por hoy, querido amigo por correspondencia. Bernhard está cocinando, lo vigilaré de cerca. ¡Buena suerte!

Emmi

Capítulo 14

Ocho días después

Asunto: Café

Hola, Emmi.

¿Vamos a tomar un café?

Cuatro horas después

Re:

Mira qué idea tan espontánea acaba de ocurrírsele a Leo, mi amigo por correspondencia, después de una semana de sólido silencio con estancamientos.

Tres minutos después

Fw:

No quería distraeros mientras cocinabais y os vigilabais de cerca, querida Emmi.

Dos minutos después

Re:

¡Que no te dé vergüenza, querido Leo! Si no, te invitamos a comer ahora mismo. «Pam» también puede venir si le apetece, desde luego. ¿Come cangrejos de río?

Un minuto después

Fw:

Tu nuevo humor de comunidades ensalzado en tono amistoso resulta estrafalario incluso para tu punto de vista, querida Emmi. Y bien: ¿vamos a tomar un café?

Cinco minutos después

Re:

Querido Leo:

¿Por qué no dices: «Quiero ir…»? ¿Por qué preguntas: «¿Vamos…?»? ¿Es que ni tú mismo sabes si quieres? ¿O te reservas el derecho de no querer tú tampoco en caso de que yo no quiera?

Cincuenta segundos después

Fw:

Querida Emmi:

Quiero ir a tomar un café contigo. ¿Tú quieres también? Si no quieres, yo tampoco quiero, pues no quiero hacerlo contigo (ir a tomar un café) contra tu voluntad. Y bien: ¿vamos?

Cinco minutos después

Re:

Sí, podemos hacerlo, Leo. ¿Cuándo y dónde sugieres?

Tres minutos después

Fw:

El martes o el jueves, sobre las cuatro o cinco de la tarde. ¿Conoces el café Bodinger, en la Dreisterngasse?

Cuarenta segundos después

Re:

Sí, lo conozco. Está bastante poco iluminado.

Cincuenta segundos después

Fw:

Depende de dónde te sientes. Justo debajo de la araña grande es tan luminoso como el café Huber.

Treinta segundos después

Re:

Y tú quieres sentarte justo debajo de la araña grande.

Cuarenta segundos después

Fw:

Me da igual dónde sentarme.

Veinte segundos después

Re:

A mí no.

Cuarenta segundos después

Fw:

¿Dónde prefieres sentarte, Emmi? ¿Debajo de la araña o en un rincón oscuro?

Treinta segundos después

Re:

Depende de con quién.

Veinte segundos después

Fw:

Conmigo.

Veinte segundos después

Re:

¿Contigo? Aún no lo he pensado, querido mío.

Treinta segundos después

Fw:

Pues piénsalo, querida mía.

Un minuto después

Re:

Está bien, ya lo he pensado. Contigo me gustaría sentarme a mitad de camino, entre los asientos de los rincones y las mesas que están debajo de la araña grande, donde la luz deja de ser débil y se vuelve intensa. ¿El jueves, a las 16.30?

Cincuenta segundos después

Fw:

¡El jueves, a las 16.30, está perfecto!

Cinco minutos después

Re:

¡Ah…! ¿Y qué esperas de nuestra… —uno, dos, tres (!), cuatro…— quinta cita?

Dos minutos después

Fw:

Así como cada encuentro fue diferente de todos los demás, espero que éste también sea diferente de todos los anteriores.

Cincuenta segundos después

Re:

Porque ahora somos amigos.

Treinta segundos después

Fw:

Sí, quizá también por eso. Y porque uno de «nosotros» se encarga muy bien de esgrimir el concepto de amistad.

Cinco minutos después

Re:

¿Cuál ha sido el mejor encuentro, Leo?

Cincuenta segundos después

Fw:

El que por el momento es el último, el cuarto.

Dos minutos después

Re:

¡Pues no te lo has pensado mucho! ¿Porque fue el más breve? ¿Porque tuvo un final (relativamente) claro? ¿Porque el futuro ya estaba encauzado? ¿Porque «Pam» estaba a punto de llegar?

Cuarenta segundos después

Fw:

Por tu «recuerdo», Emmi.

Treinta segundos después

Re:

¡Ah…! ¿Lo recuerdas?

Veinte segundos después

Fw:

No necesito recordarlo. Nunca he podido olvidarlo. Lo llevo siempre conmigo.

Cuarenta segundos después

Re:

Pero no dijiste una palabra al respecto.

Treinta segundos después

Fw:

Las palabras no llegan a tanto.

Cuarenta segundos después

Re:

En nuestro caso, hasta ahora las palabras han llegado a todo.

Treinta segundos después

Fw:

Hasta ahí no. Ahí no las dejo entrar. «Eso» lo ocupa todo.

Veinte segundos después

Re:

¿Entonces «lo» sigues sintiendo igual que antes?

Veinte segundos después

Fw:

¡Y tanto!

Cuarenta segundos después

Re:

¡¡¡Está muy bien, Leo!!! (Pausa. Pausa. Pausa.) Bueno, y ahora volvemos a ser amigos.

Treinta segundos después

Fw:

Sí, amiga por correspondencia, eres libre. Puedes vigilar de cerca a Bernhard mientras cocina. ¡Que lo pases bien!

Cuarenta segundos después

Re:

De acuerdo, amigo por correspondencia, y tú puedes ver cómo «Pam» se seca el pelo. Que lo pases bien tú también.

Treinta segundos después

Fw:

Ella se seca el pelo por la mañana, entre las siete y las siete y media (menos los fines de semana).

Cincuenta segundos después

Re:

Esta vez no quería saberlo con tanto detalle.

Cuatro días después

Asunto: Café Bodinger

Hola, Emmi.

¿Sigue en pie lo de esta tarde?

Un abrazo,

Leo

Una hora después

Re:

Hola, Leo.

Sí, desde luego. Sólo que…, ha surgido un problemita de organización. Pero es igual. No, en realidad no es ningún problema. Sigue en pie lo de esta tarde entonces. A las cuatro y media. ¡Hasta luego!

Tres minutos después

Fw:

¿Aplazamos…, perdón, quieres que aplacemos la cita, Emmi?

Dos minutos después

Re:

No, no, no. Todo está en orden. Sólo que …, no, en realidad no es ningún problema. ¡Hasta luego, amigo por correspondencia! ¡Me hace ilusión verte!

Cuarenta segundos después

Fw:

A mí también.

A la mañana siguiente

Asunto: Invitado sorpresa

Hola, Leo. ¡Le caes bien!

Una hora después

Fw:

Me alegro.

Cuarenta minutos después

Re:

¿Estás enfadado? No hubo más remedio, Leo. Su clase de trabajos manuales se suspendió y quiso venir conmigo a toda costa. Quería conocerte. Quería saber qué aspecto tiene una persona que lleva dos años escribiéndole mensajes a alguien (no, a alguien no, a su madre). Es que le parece bastante perverso lo que hacemos, mejor dicho, lo que no hacemos. Tú eras para él un extraterrestre, y por eso doblemente interesante. ¿Qué tendría que haber hecho? ¿Tendría que haberle dicho: «No, Jonas, no es posible, ese hombre del extraño planeta “Outlook” es sólo para mí»?

BOOK: Cada siete olas
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