Read Cada siete olas Online

Authors: Daniel Glattauer

Tags: #Romántico

Cada siete olas (12 page)

BOOK: Cada siete olas
2Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Diez minutos después

Fw:

Yo quería lo mejor para ti. Por desgracia no se me ocurrió pensar que pudiera ser yo. Por desgracia. Mala suerte. Tarde. Lo siento. ¡Lo siento tanto!

Cinco minutos después

Asunto: Mi última pregunta

¿Vienes a casa, Leo?

Quince minutos después

Sin asunto

Puedes contestar sin miedo.

Cinco minutos después

Fw:

¿Qué era lo que contestaste tú hace dos días, en una situación similar, con unas bonitas letras mayúsculas…?

¿PARA QUÉ?

Un minuto después

Re:

Ésa no es una respuesta. ¡Es una pregunta! Lo siento, pero ya no tienes derecho a hacer más preguntas, querido mío. Te has gastado todas las preguntas y algunas las has desperdiciado en pequeñeces. Ahora deberías arriesgarte. ¿Vienes a casa? Para ser más precisa: ¿vienes hoy a casa? Sí o no.

Veinte minutos después

Sin asunto

¡Qué bien aguantas! Ni sí, ni no. ¡Y eso que esta vez sí sería TU decisión! Elige lo que quieras, no hace falta que pienses en mí ni por un instante.

Tres minutos después

Fw:

Pues claro que pienso en ti. En ti y en lo que dijiste el jueves: «Verte: está bien. Verte una vez más, verte por última vez: ¡mierda!». En cierto modo parecía más bien lo contrario de tu propuesta de hoy. ¿Por qué de repente sí que quieres? ¿Por qué quieres que vaya a tu casa? Si no me das una respuesta, me la daré yo mismo.

Un minuto después

Re:

¡Piensas mal, Leo! De acuerdo, cuando te hayas decidido, te lo diré. Y bien: ¿vienes a casa: Feldgasse 14, 3º, 17ª? Sí o no.

Ocho minutos después

Fw:

Sí.

Cincuenta segundos después

Re:

¿En serio? ¿Estás seguro?

Cuarenta segundos después

Fw:

Esas han sido dos preguntas ilícitas. Pero las contestaré de todos modos: no, Emmi, no estoy seguro. No estoy nada seguro. Pocas veces en mi vida he estado tan poco seguro. Pero me arriesgaré.

Dos minutos después

Re:

¡Gracias, Leo! Ya puedes olvidarte de todas tus visiones aterradoras. La cita será breve. Digamos…, diez minutos. Me gustaría beber un
whisky
contigo. ¡Uno! ¡Sólo uno! (Si lo prefieres, puedes tomar una copa de vino tinto). Y luego quiero darte algo (ése es el motivo de mi invitación). La entrega no durará más de cinco segundos. Después serás libre, querido mío.

Un minuto después

Fw:

¿Qué es lo que quieres darme?

Dos minutos después

Re:

Algo personal. Un recuerdo. Te lo prometo: nada de patetismo, nada de escenas, nada de lágrimas. Sólo un trago de
whisky
, un pequeño regalo y… ¡adiós! No te dolerá. En comparación y considerando la situación, quiero decir. ¡Así que ven!

Cuarenta segundos después

Fw:

¿Cuándo?

Treinta segundos después

Re:

¿A las ocho?

Cuarenta segundos después

Fw:

A las ocho. Muy bien, a las ocho.

Treinta segundos después

Re:

Bueno, entonces hasta las ocho.

Cuarenta segundos después

Fw:

Hasta las ocho.

Capítulo 13

Dos semanas después

Asunto: Señales de vida

Hola, Emmi.

¿Cómo te va? (¡Ojalá se pudiera usar otra expresión! ¿Pero cuál?) Me haría muchísimo bien saber que a ti te va más o menos bien. Pienso en ti a menudo. Siempre que (…), supongo que sabes a qué me refiero. ¡Gracias!

Leo

Tres días después

Re:

Hola, Leo.

Qué bien tener noticias tuyas. ¿Te apetecía? ¿De verdad te apetecía? ¿O fue sólo la fórmula habitual para romper el silencio, compadecerse por la separación, tranquilizar la conciencia y salvar las distancias? Sí, Leo, me va más o menos bien. (Pero ¿por qué das por sentado que a lo sumo puede irme «más o menos» bien?) Lo cierto es que de hecho no me va lo bastante bien para preguntarte como contrapartida cómo te va. No quiero saberlo. Es que a mí no me haría tanto bien saber que a ti te va mucho más que «más o menos bien». Y doy por sentado que así es. Saludos desde lejos.

Emmi

Una semana después

Asunto: Ahora

Querida Emmi:

¡Sí, claro, me apetecía bastante!

Buenas noches.

Leo

Al día siguiente

Re:

¡Me alegro!

Buenas noches.

Emmi

Dos semanas después

Asunto: ¡Mira qué coincidencia!

¿Qué hay, Leo? ¿Es posible que «Pam» sea una belleza, alta, rubia, delgada, de piernas largas, parecida a tu hermana Adrienne? ¿Más o menos de mi edad? ¿Quizá dos o tres años menos? Mi asesor fiscal tiene su despacho a la vuelta de tu casa. (¡No, Leo, no es mi asesor fiscal por eso!) Y cuando pasé por la puerta de tu casa, salió como un rayo una de esas larguiruchas, quiero decir, una de esas mujeres más bien altas, guapas, de maquillaje pálido, como las que suelen presentar la colección de invierno en el catálogo de ventas por correspondencia. Era cien por cien norteamericana, el cuello largo, los zapatos de color marrón claro, el bolso cuadrado, el mentón afilado, especialmente diseñado para resistir tornados, y sus movimientos de mandíbula, la manera en que mascaba chicle. Seguro que eso se aprende en Boston. Debía de ser «Pam». ¡No te puedes imaginar lo sorprendida que estaba yo! ¿Qué te parece? El mundo es un pañuelo, ¿eh?

Saludos,

Emmi

Tres días después

Asunto: ¿Enfadado?

¿Estás enfadado, Leo? Para tu tranquilidad: mi próxima cita con el asesor fiscal es dentro de seis meses.

Una hora después

Fw:

Querida Emmi:

Desde luego no puedo prohibirte nada. Pero te pediría que dejaras de hacer excursiones de reconocimiento por mi barrio basándote en la casualidad y el asesoramiento fiscal. ¿Qué quieres conseguir con esto?

Saludos cordiales,

Leo

P. D.: Pamela nunca masca chicle, ni de manera norteamericana, ni de manera sudamericana, ni de ninguna otra manera.

Tres horas después

Re:

Entonces justo tendría un bocado de hamburguesa con queso en la boca. Tómatelo con un poco más de calma, Leo. ¡Era una broma! ¿Qué importa si reconozco a «Pam», o si la conozco? A lo mejor nos caemos bien, nos hacemos íntimas amigas, nos vamos de vacaciones juntas, comparamos lo que apuntamos en nuestros diarios sobre Leo Leike. Y luego compartimos un piso los tres. O los cinco, y yo cuido a los dos niños por la noche. (…) De acuerdo, ya lo dejo. No creo que te parezca muy divertido. Pensándolo bien, a mí tampoco.

¡Me voy de viaje! Os desea unos felices y tranquilos días festivos, con largas estancias en la terraza del ático 15,

Emmi

Una semana después

Asunto: La séptima ola

Hola, Leo.

Estoy sentada en mi balcón de Playa de Alojera, en la isla de La Gomera, y más allá de la bahía rocosa, con sus oscuras manchas de arena y sus blancas lenguas de sal espumosas, mi mirada se adentra en el mar hasta la línea horizontal que divide el azul claro del oscuro, el cielo del agua. No sabes lo bonito que es esto. Tenéis que venir a conocerlo sin falta. Este sitio es ideal para los enamorados. ¿Por qué te escribo? Porque me apetece. Y porque no quiero esperar en silencio la séptima ola. Sí, aquí cuentan la historia de la indómita séptima ola. Las primeras seis son previsibles y equilibradas. Se condicionan unas a otras, se basan unas en otras, no deparan sorpresas. Mantienen la continuidad. Seis intentos, por más diferentes que parezcan vistos de lejos, seis intentos… y siempre el mismo destino.

Pero ¡cuidado con la séptima ola! La séptima es imprevisible. Durante mucho tiempo pasa inadvertida, participa en el monótono proceso, se adapta a sus predecesoras. Pero a veces estalla. Siempre ella, siempre la séptima. Porque es despreocupada, inocente, rebelde, barre con todo, lo cambia todo. Para ella no existe el antes, sólo el ahora. Y después todo es distinto. ¿Mejor o peor? Eso sólo pueden decirlo quienes fueron arrastrados por ella, quienes tuvieron el coraje de enfrentarla, de dejarse cautivar.

Ya llevo una hora larga aquí sentada, contando las olas y observando qué hacen las séptimas. Aún no ha estallado ninguna. Pero estoy de vacaciones, tengo paciencia, puedo esperar. No pierdo las esperanzas. Aquí, en la costa occidental, sopla fuerte y cálido el viento del sur.

Emmi

Cinco días después

Asunto: ¿Has vuelto?

Hola, Emmi.

Gracias por tu mensaje marítimo. ¿Y? ¿Estalló la séptima ola? ¿Te dejaste arrastrar por ella?

Un abrazo,

Leo

Tres días después

Asunto: Cada siete olas

Tu historia me sonaba, así que he estado indagando sobre la séptima ola, querida Emmi. El ex prisionero Henri Charrière la describió en su novela autobiográfica
Papillón
. Tras haber encallado en la isla del Diablo, frente a las costas de la Guayana francesa, pasó varias semanas observando el mar y advirtió que cada siete olas se producía una ola más alta que las demás. Finalmente, logró que una de esas séptimas olas —a la que bautizó «Lisette»— arrastrara su balsa de cocos al mar, lo cual fue su salvación. Pero la verdad es que sólo quería decirte que te echo de menos, Emmi.

Un día después

Sin asunto

Y la verdad es que deberías haber vuelto hace tiempo, ¿no?

Seis días después

Asunto: Calma chicha

Querida Emmi:

Sólo quiero saber si estás bien. No tienes por qué escribirme si no te apetece. Escríbeme solamente que no te apetece escribirme, si es que no te apetece. Y si por casualidad te apetece, ¡escríbeme! Me alegrará, ¡y mucho! Por aquí no hay olas, ni las seis primeras, ni menos aún la séptima. El mar está en calma. Su superficie resplandece, el sol deslumbra. No espero nada. Todo está ahí, todo sigue su curso. No hay cambios a la vista. Calma chicha. Por lo menos unas palabras tuyas, Emmi. ¡Por favor!

Leo

Tres horas después

Re:

¡Todo está bien, Leo! Dentro de unos días te escribo más.

Me he propuesto algunas cosas.

Emmi

Ocho días después

Asunto: Nuevo comienzo

Querido Leo:

Bernhard y yo volveremos a intentarlo. Pasamos unas bonitas vacaciones juntos, es más, unas vacaciones en armonía. Como las de antes, tan parecidas…, no, la verdad es que muy distintas, pero es igual. Sabemos lo que cada uno significa para el otro. Sabemos la suerte que tenemos de tenernos. Y sabemos que eso no lo es todo. Pero ahora sabemos también que no es necesario que lo sea. Por lo visto, una sola persona no es capaz de dárselo todo a alguien. Desde luego puedes orientar tu vida en ese sentido, puedes esperar que llegue una persona que te lo dé todo. Entonces tendrás esa maravillosa, seductora y emocionante ilusión de todo, que te hace palpitar el corazón, que te hace soportable una vida con síntomas carenciales crónicos hasta que agotas la ilusión. Entonces sólo se siente la falta. Conozco bastante bien esa sensación. Ya no significa nada para mí. Ya no aspiro al ideal. Quiero hacer lo mejor posible de algo bueno, eso me basta para ser feliz. Volveré a vivir con Bernhard. El año que viene pasará mucho tiempo de viaje, en largas giras de conciertos. Está muy solicitado en todo el mundo. Así que los niños me necesitan. (¿O yo necesito a los niños? ¿Aún son niños? Es igual.) Me quedaré con mi pisito, como una zona de refugio para mi «yo a solas». ¿Y nosotros, Leo? He pensado mucho en eso. También lo he hablado con Bernhard, tanto si te parece bien como si no. Él sabe lo importante que eres para mí. Sabe que nos hemos visto un par de veces. Sabe que me gustas, sí, así también, de un modo completamente normal, físico, no virtual, así, con pies y cabeza. Sabe que habría podido imaginármelo todo contigo. Y sabe que me lo he imaginado todo contigo. También sabe cuánto sigo dependiendo de tus palabras y qué gran necesidad siento de escribirte. Sí, sabe que seguimos escribiéndonos. Lo único que no sabe es qué nos escribimos. Y no se lo diré, eso sólo nos concierne a nosotros y a nadie más. Pero me gustaría que a él le pareciera algo razonable si supiera lo que nos comunicamos, acerca de qué cambiamos impresiones. No quiero engañarlo más con mis deseos insatisfechos, con mis ilusiones de todo. Quiero poner fin a mi existencia insular contigo, Leo. Quiero lo que tú, si eres honesto contigo mismo, siempre has querido: quiero —tengo curiosidad por ver si logro decirlo—, quiero, quiero, quiero… quiero que sigamos siendo amigos (¡ya está!). Amigos por correspondencia. ¿Me entiendes? No más palpitaciones. No más dolores de barriga. No más temores. No más temblores. No más expectativas. No más deseos. No más esperas. Sencillamente, mensajes de mi amigo Leo. Y si no los recibo, que no se me hunda el mundo. ¡Eso es lo que quiero! Que no se me hunda el mundo cada semana. ¿Comprendes?

Un abrazo,

Emmi

Diez minutos después

Fw:

¡Pues sí que te arrastró la séptima ola!

Cuatro minutos después

Re:

No, Leo, al contrario. No apareció. La esperé una semana. Y no llegó. ¿Quieres que te diga por qué? Porque no existe. Era tan sólo una «ilusión de todo». No creo en ella. No necesito olas, ni las primeras seis ni, menos aún, la séptima. Prefiero seguir el ejemplo de Leo Leike: «El mar está en calma. Su superficie resplandece, el sol deslumbra. No espero nada. Todo está ahí, todo sigue su curso. No hay cambios a la vista. Calma chicha». Así se puede vivir. Cuando menos se duerme mejor.

Tres minutos después

Fw:

No esperes mucho de eso, Emmi. Para el oleaje suave hay que ser la clase de persona indicada. Unos viven la calma como paz interior, otros como eterno estancamiento.

Dos minutos después

Re:

Escribes exactamente como si fueras de los que lo viven como estancamiento, amigo mío.

Un minuto después

Fw:

Lo he escrito pensando más bien en ti, amiga mía.

Dos minutos después

Re:

Eres muy amable, Leo. Pero en general quizá deberías pensar más en ti. En ti y en («…»). Por cierto, hace diez semanas que llevas una vida completamente nueva, una vida en pareja, y no me has dicho ni palabra. ¡Ni palabra de vuestra relación! ¡Y ESO ES LO QUE ESPERA UNA BUENA AMIGA POR CORRESPONDENCIA!

Que pases una buena tarde,

BOOK: Cada siete olas
2Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Time Travel: A History by James Gleick
Until I Find You by John Irving
Savor by Alyssa Rose Ivy
The Weary Blues by Langston Hughes
Lot Lizards by Ray Garton
Ghost Gum Valley by Johanna Nicholls