Read Carolina se enamora Online

Authors: Federico Moccia

Tags: #Romántico

Carolina se enamora (46 page)

BOOK: Carolina se enamora
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Alis acompaña a su madre hasta la puerta del salón, donde la espera una amiga. Casi la saca a empellones de
su
casa.

—Sí, sí, ya me voy… Con tal de que no destroces las cosas de casa…

—¡Qué más te da! Pues compramos otras. ¡Tú tráeme una bonita sorpresa, que todavía no hemos hecho las paces!

Y tras decir esto las echa de casa y cierra la puerta. La amiga de su madre sacude la cabeza.

—¿Tu hija se comporta siempre así?

—¡Huy, esto no es nada! ¡Últimamente ha mejorado mucho!

Segundos después, Alis entra a toda prisa en el salón y pone Tokio Hotel.

—¡Vamos! —Empieza a bailar como una loca, saltando sobre los sofás, pasando por delante de nosotras, mareándonos tanto a Clod como a mí—. ¡Esta noche va a ser alucinante! Venid, vamos.

Entramos en una habitación enorme en la que hay una gran cantidad de espejos. Nos probamos los vestidos, uno, dos, a continuación otros, todos diferentes.

—¡Verás cómo éste te sienta de maravilla!

Alis tiene muchos más, y ha cogido sin decirnos nada otras prendas para nosotras. Al final, organizamos mucho más que un destile. Un mayordomo impecable se acerca de puntillas.

—Señorita, le he preparado té verde, tisanas y chocolate.

—Déjalos ahí y esfúmate. —Alis ve que la miro con aire de reprobación. Entonces corrige la frase—: Por favor.

Y probamos también a maquillarnos poniéndonos un sinfín de coloretes y sombras de ojos.

—Éste… Éste más oscuro. Prueba este lápiz azul.

—Éste plateado me queda fenomenal.

Alis se aproxima.

—Es cierto… Rebájalo aquí arriba. Un poco más…

Acto seguido, me miro al espejo.

—Yo me pondría el celeste, luego el azul claro y a continuación el blanco para difuminarlo…

—¡Pero vas a parecer una loca!

—¡Por eso mismo!

Alis sube el volumen de la música y seguimos así, riéndonos, empujándonos, maquillándonos y bailando como tres auténticas chifladas.

Son las ocho. Ya estamos listas.

—¡Estamos buenísimas!

De eso nada, y lo mismo piensa el portero, que, cuando nos ve salir, se lleva la mano a la frente.

—¡Hola, guapo! ¡¿Qué tal estamos, eh?!

Alis y su manera de comportarse. Al menos bromea, se ríe y no lo trata mal.

Bajamos hasta llegar a los coches. Clod tiene un aspecto muy cómico con su vestido corto. ¡Su elegancia, por decirlo de alguna forma, resulta simpática!

—¿Por dónde vamos?

Alis arquea las cejas.

—Yo tengo que pasar antes por un sitio. Nos vemos allí.

—¿Allí, dónde? ¿Y si no nos dejan entrar?

—Venga ya, estáis en la lista. Está en el centro, al lado del cine Barberini: bajando, a la derecha… Supper, ¡todo el mundo lo conoce!

Desaparece en el interior de su coche rosa con todos los accesorios posibles de Hello Kitty, y arranca casi derrapando.

—A saber adónde va.

—Bah…, siempre tiene alguna extraña sorpresa…

Clod es más dura:

—Yo creo que está como una cabra.

—Para mí es Alis y punto.

—Sí, vale. —Se da por vencida—. Busquemos ese Supper.

Bajamos por la cuesta de la piazza Barberini.

—Tienes que ir por ahí.

—No, Alis dijo a la derecha.

Clod se para.

—Pero ¿qué haces?

—Pregunto…

—¿A un marroquí?

—Eh, disculpe, ¿sabe dónde está Supper?

El marroquí se acerca al coche.

—¿Qué?

Clod insiste:

—Supper.

—Ah. perdona, ¡no entender antes! Local estupendo, segunda calle a la derecha y lo verás.

—¡Gracias!

El marroquí se aleja. Clod me mira satisfecha.

—¿Has visto?

—¡Sí, pero yo ya te había dicho que era a la derecha!

Encontramos aparcamiento, después el local, nuestros nombres en la lista y, en un pispás, estamos dentro.

¡No me lo puedo creer! Están todos los Ratas… Y Cudini con su amigo.

—¡Hola!

Un tipo pasa por mi lado. Es Matt.

—Hola —lo saludo con frialdad.

—¿Estás enfadada?

—¿Yo? ¿Por qué?

—Bueno, por la fiesta de aquella noche que subimos…, y yo no te había contado lo de la chica…

—En absoluto…, ¿por qué debería estar enfadada? Y ahora perdona, pero voy a saludar a mis amigos. ¡Ahí están! Ven, Clod.

Me escabullo y nos alejamos de él. Clod escruta a la multitud.

—¿Se puede saber a quién has visto, Caro?

—A nadie, sólo que no tenía ganas de hablar con él.

Luego los veo de verdad.

—Mira. ¡Gibbo y Filo!

—¡Hola, chicos!

Nos aproximamos a ellos. Están pegados al disc-jockey. Gibbo lleva unos auriculares enormes. Me guiña un ojo y sonríe. Filo coge el micrófono, baja la música, y se pone a cantar
When did your heart go missing?
de Rooney encima de la canción.

Clod y yo nos miramos.

—Caramba, canta de maravilla…

—¡Sí, desde siempre!

A continuación Filo rapea y dice algunas cosas sobre la velada. Nosotras empezamos a bailar enloquecidas, saltamos, nos empujamos y nos abrazamos. Clod se detiene de improviso.

—¿Qué ocurre?

—Acabo de ver a Aldo…

Aldo, sí, ahí está. Camina entre la gente arrastrado por una chica que lo lleva de la mano.

—Pero ¿sale con alguien?

Clod no contesta a mi pregunta, baja al vuelo de la tarima del disc-jockey y se dirige al centro de la pista. Se pone a bailar. Se coloca justo en medio de su trayectoria y, de hecho, la chica que arrastra a Aldo no tarda en pasar por delante de ella. En cuanto la deja atrás, Clod se pone a bailar delante de él para llamar su atención. Él la ve y la saluda.

—¡Hola!

—Ah, hola —le responde muy seria, forzando una sonrisa—. ¿Ya estás aquí?

—Pues sí, ¿has visto cuánta gente?

—Sí.

La chica se acerca a ellos.

—Ah… Ella es Serena, y ella Claudia. —Luego se dirige a Clod—: ¿Sabes que ella también sabe hacer imitaciones? ¡Te gustarían un montón!

Clod da media vuelta y lo deja tirado.

—Pero Claudia…

Aldo extiende los brazos, pero la chica vuelve a cogerlo de la mano y se lo lleva.

Clod se me acerca y empieza a bailar con los ojos reducidos a una hendidura, apretando tanto los dientes que casi le rechinan de rabia.

—¿Qué pasa?

—¡Que es un cabrón!

—Ah, pues sí, tienes razón.

Como si de repente todo estuviese más claro que el agua. Y justo en ese momento la veo.

—Mira, ahí está Alis.

Camina entre la gente con la cabeza erguida. Sonríe, saluda, agita la mano para decir hola, besa a algunos. Y detrás de ella…, no me lo puedo creer: ¡Dodo Giuliani! Así que ésa era la sorpresa… Cuando nos ve, sacude la cabeza risueña, como si dijese: «Esto sí que no os lo esperabais, ¿verdad? ¿Habéis visto a quién os he traído?».

Empieza a bailar delante de él. Dodo la mira, no se ha percatado de nuestra presencia. Le dice algo al oído, Ella se ríe echando la cabeza hacia atrás, Se ríe aún más fuerte, como si pretendiese darnos a entender a nosotras, a todos, a cualquiera que pudiese albergar alguna duda, que lo que él acaba de decirle al oído es un cumplido precioso. Alis baila ahora con mayor convencimiento, se mueve alrededor de él, se acerca, lo roza, y al final aproxima su boca a la suya, cerca, demasiado cerca. Lo mira a los ojos, le sonríe, se mueve lentamente. Tiene la boca entreabierta mostrando sus dientes perfectos, su sonrisa ligera. Dodo no puede resistirlo, es evidente, de manera que la besa. La música cambia como en una explosión. Alis se separa de él y se pone a bailar alzando las manos a la vez que nos mira. Sonríe y grita; «¡Sí!». Levanta los dedos índice y corazón de la mano izquierda y hace el signo de la victoria. Clod y yo nos miramos.

—Ha ganado…

Simulo que lo lamento, si bien soy la única que sabe lo que podría haber ocurrido con el tal Giuliani. Clod parece más disgustada que yo. Intento consolarla.

—Venga… Hay que reconocer que Alis se lo ha currado.

—¡Me importa un comino! Dodo no me gusta nada. Sí, admito que es guapo, pero es también un imbécil. ¡A mí me gusta Aldo!

Menuda historia. Alis se ha jugado el todo por el todo y está feliz de haber ganado… ¡Y va y resulta que nosotras estamos encantadas de habernos librado de él!

—Bueno…, quizá a Aldo le importe un bledo esa especie de tanque. —Miramos las dos en la misma dirección. Aldo está sentado en un rincón bebiendo un zumo, mientras ella baila delante de él como si fuese una odalisca metida en carnes—. Oh, Clod… ¡Creo que se está aburriendo como una ostra!

—¡Y a mí ella me parece una vacaburra!

—¡Eh, chicas, coged esto!

De repente nos dan un par de botes de Nutella.

—¿Qué pasa?

—¿No lo sabéis? ¡Está a punto de empezar el
Tuca, Tuca sweet
!

—¿Y eso qué es?

Tratamos de entender algo, pero la tipa con el uniforme de
cow girl
de Supper, que lleva colgados los botes de Nutella de un extraño cinturón doble, desaparece de inmediato entre la gente.

—Pero ¡¿para qué son estas cosas?!

Clod sonríe.

—¡Bah! ¡En cualquier caso, se come!

Justo en ese momento suena una canción de Tiziano Ferro: «Y Raffaella canta en mi casa, y Raffaella es mía, mía. Mía. Sólo mía. Y Raffaella…». Y todos bailan enloquecidos mientras el vídeo se proyecta en las pantallas.

—¡Venga, chicos, elegid compañero!

En un abrir y cerrar de ojos se forman un montón de parejas. Y el disc-jockey se apresura a mezclar perfectamente la canción de Raffaella Carrà: «Se llama, mmm… tuca, tuca! Lo he inventado yo…».

Todo el mundo sujeta una gran cuchara de plástico y empiezan a untar de Nutella a la persona que tienen delante. Las piernas, el cuello, los brazos, la barriga, en cualquier lugar donde se pueda, vaya, y luego comienzan a lamer y a mordisquear al ritmo de la música, en pocas palabras, a recuperar la Nutella.

—¡Qué asco!

—¡Pero si es genial!

—¡Sí, pero engorda!

En fin, que en un instante estalla una guerra de chocolate. Pasados unos segundos, y siempre al ritmo de
Tuca, Tuca
, todos untan de Nutella a los demás y se muerden y se lamen. Es una suerte de círculo dantesco de golosos. Y en medio de ese extraño
Tuca, Tuca sweet
aparece ella.

—¡Eh, Clod, Caro! He ganado… ¿Habéis visto?

—¡Sí, eres la mejor!

Alis desaparece al fondo de la pista, donde se encuentra Dodo. Clod ve que Aldo está solo y se acerca a él. El disc-jockey mezcla de nuevo y yo me pongo a bailar
Happy ending
de Mika. Tengo los ojos cerrados, extiendo los brazos y giro sobre mí misma sacudiendo el pelo, siguiendo la música. Los demás me temen y nadie osa aproximarse. Y me echo a reír sola, en mi interior, y pese a que nadie desea untarme de Nutella, me siento feliz. A continuación abro los ojos. El techo del Supper también está tachonado de estrellas.

—¡Ha sido una fiesta genial!

Clod me coge del brazo a la salida del local. La gente se aleja armando jaleo, unos van del brazo, otros patean una lata como si estuviesen jugando un partido de fútbol.

—Sí… ¡Salvo que ahora soy un pedazo de chocolate andante! ¡Un tipo se puso a untarme mientras bailaba y después quería lamerme el brazo! ¡Me cabreé tanto que casi le doy una patada!

—¡No tenías el día! Se veía a la legua…

—Mira quién habla. Aldo te ha jorobado la noche.

—De eso nada, hemos hablado. Sea como sea, he entendido lo que te sucede, Caro: te molesta lo de Dodo y Alis.

—¿A mí? Pero ¿qué dices?… ¡Ahí están!

Justo en ese momento pasan por nuestro lado corriendo, cogidos de la mano.

—¡Eh, nos vemos en mi casa!

Desaparecen al doblar la esquina.

—¡Qué locos! Me alegro por ellos, oye.

—Ya…

—¿Qué te ocurre, Clod?

—¡Nada!

—Estás rara.

—Ya te he dicho que nada.

—Acabas de decirme que has aclarado las cosas con Aldo.

—Sí, de hecho…

—¿Entonces?

—Uf, nada…

Permanece en silencio hasta que llegamos al coche. Después se para. Miro alrededor.

—¡Eh, el tuyo no está! ¡O se lo han llevado o, peor aún, te lo han robado! Por eso estabas así. ¡Lo presentías! ¿Te das cuenta, Clod? ¡Tienes poderes! —La sacudo por los hombros—. ¿Entiendes? Lo presentías… ¡Eres médium!

Ella me mira desconsolada.

—De eso nada: se lo he prestado a Aldo.

—¡¿A Aldo?!

—Sí, para que pudiese acompañar a la tipa que estaba con él.

—¡En ese caso no es que tengas poderes, sino que eres idiota!

—¡Oye, no te permito que me insultes! ¡El coche es mío y puedo prestárselo a quien me dé la gana! ¡Pareces mi madre!

—Puede, pero al menos tu madre tiene su coche consigo. Nosotras no tenemos ninguno. ¿Qué hacemos ahora?

—Esperar. Volverá.

—Pero ¿cuándo? llámalo al móvil.

—Ya lo he hecho. Lo ha apagado.

—¡Pues vuelve a intentarlo!

—Hace una hora que pruebo.

—En ese caso, el que tiene poderes es él. ¡Menudo gilipollas!

Echo a andar.

—¿Adónde vas?

—A casa de Alis.

—¿Y me dejas aquí tirada?

—¡Tú me has dejado aquí tirada! Yo me voy a casa.

—¡Espérame! —Me da alcance corriendo de medio lado debido a los tacones—. ¡Justamente tenía que ponérmelos esta noche!

La miro con odio.

—Todo estaba saliendo a pedir de boca hasta que le prestaste el coche.

—¿Y qué podía hacer? No quería parecer celosa cuando me lo pidió.

—¡Pues has quedado como una imbécil!

Caminamos en silencio. La oigo cojear a mi lado, la miro por el rabillo del ojo. Tiene una expresión de dolor en el rostro. Le hacen daño los zapatos. He sido demasiado dura con ella. Me vuelvo, la miro y a continuación esbozo, una sonrisa.

—Perdona, Clod…

Ella también sonríe.

—No te preocupes…, si tienes razón.

La cojo del brazo. Me guiña un ojo.

—Además, Caro, se que estás nerviosa.

—¿Por qué?

—Porque en el fondo te gustaba Dodo, ¿eh? ¡A mí no se me escapa nada!

Niego con la cabeza y alzo la mirada. No hay nada que hacer. Exhalo un suspiro. Clod sólo piensa en eso.

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