Chamán (48 page)

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Authors: Noah Gordon

BOOK: Chamán
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Durante un tiempo apoyaron a un hombre del norte de Illinois que era un feroz censurador del pecado, pero para alivio de muchos a los que no les gustaba su estilo -Sarah entre ellos- fue dejado de lado porque tenía seis hijos, otro en camino, y la casa rectoral era pequeña.

Finalmente se decidieron por el señor Lucian Blackmer, un hombre de mejillas rojas y pecho saliente, recién llegado al Oeste. “Del Estado de Rhode Island al estado de gracia”, fue lo que dijo Carroll Wilkenson al presentar el nuevo pastor a Rob J. El señor Blackmer parecía un hombre agradable, pero Rob J. se sintió abatido al conocer a su esposa, porque Julia Blackmer era una mujer delgada y ansiosa, y tenía la palidez y la tos típicas de una enfermedad pulmonar avanzada. Mientras le dada la bienvenida notó la mirada de su esposo, como si Blackmer esperara la promesa tranquilizadora de que el doctor Cole podría ofrecerle nuevas esperanzas y la curación.

Holden's Crossing, Illinois 12 de octubre de 1858

Querido Chamán:

Me alegré al saber por tu carta que te has incorporado a la vida de Galesburg y que disfrutas de tus estudios y de buena salud.

Aquí estamos todos bien. Alden y Alex han terminado la matanza de los cerdos y ahora nos deleitamos con el tocino, las costillas, las paletillas y los jamones (hervidos, ahumados y adobados), las conservas en vinagre, el queso y la manteca.

Los informes indican que el nuevo pastor es un hombre interesante cuando se encuentra en el púlpito. Para ser justo con él, te diré que es un hombre valiente, porque su primer sermón trató de ciertas cuestiones morales que plantea la esclavitud, y aunque parece haber obtenido la aprobación de la mayoría de los asistentes, una fuerte y ruidosa minoría (¡en la que se incluye tu madre!) mostró su desacuerdo con él después de salir de la iglesia.

Me entusiasmó saber que Abraham Lincoln, de Springfield, y el senador Douglas, participaron en un debate en el Knox College el 7 de octubre, y espero que hayas tenido la posibilidad de asistir. La carrera de ambos al senado concluye con mi primer voto como ciudadano, y no sé muy bien cuál de los candidatos será peor. Douglas vocifera contra el necio fanatismo de los Ignorantes, pero apacigua a los propietarios de esclavos. Lincoln alza su voz contra la esclavitud pero acepta -de hecho, busca- el apoyo de los Ignorantes. Los dos me caen muy mal. ¡Politicos!

Tu programa de estudios parece muy estimulante. Ten en cuenta que además de la botánica, la astronomía y la fisiología, también la poesía tiene secretos que hay que conocer.

Tal vez con lo que te adjunto te resulte más fácil comprar regalos de Navidad. ¡Estoy ansioso por verte durante las vacaciones!

Recibe el amor de tu padre

Echaba de menos a Chamán. Su relación con Alex era más cautelosa que cariñosa. Sarah estaba siempre preocupada con el trabajo en la iglesia. El disfrutaba de algunas veladas musicales con los Geiger, pero cuando dejaban la música de lado se enfrentaban a sus diferencias políticas. Cada vez con mayor frecuencia, cuando concluía las visitas a los pacientes, a últimas horas de la tarde, guiaba su yegua hasta el convento de San Francisco de Asís. Cada año que pasaba quedaba más convencido de que la madre Miriam era más valiente que feroz, más valiosa que severa.

—Tengo algo para usted -le dijo ella una tarde, y le entregó un fajo de papeles de estraza escritos con letra pequeña y apretada en tinta negra.

Los leyó mientras estaba sentado en la silla de cuero, bebiendo café, y vio que se trataba de una descripción de los trabajos internos de la Orden Suprema de la Bandera Estrellada, y que sólo podría haber sido escrita por uno de sus miembros.

El escrito comenzaba con una descripción de la estructura nacional de la sociedad secreta política. Su base estaba compuesta por los consejos regionales, cada uno de los cuales elegía sus propios dirigentes, promulgaba sus propios reglamentos e iniciaba a sus propios miembros.

Por encima de éstos estaban los consejos de distrito, compuestos por un solo delegado de cada uno de los consejos regionales. Los consejos de distrito supervisaban las actividades políticas de los consejos regionales y seleccionaban a los candidatos políticos locales que merecían el apoyo de la orden.

Todas las unidades de cada Estado eran controladas por el gran consejo, compuesto por tres delegados de cada consejo regional y gobernado por un gran presidente y otros directivos elegidos. En lo más alto de la elaborada estructura había un consejo nacional que decidía todas las cuestiones políticas nacionales, incluida la selección de los candidatos de la Orden a la presidencia y la vicepresidencia de Estados Unidos. El consejo nacional decidía el castigo por negligencia en las funciones por parte de los miembros, y fijaba los rituales de la Orden.

Había dos categorías de miembros. Para pertenecer a la primera, el candidato debía ser un varón adulto nacido en Estados Unidos, de padres protestantes y que no estuviera casado con una católica.

A cada futuro miembro se le planteaba una pregunta categórica:

"¿Está dispuesto a utilizar su influencia y votar sólo por ciudadanos norteamericanos nativos para todos los cargos de honor, confianza o provecho en manos del pueblo, con exclusión de todos los extranjeros y católicos romanos en particular, y sin tener en cuenta predilecciones de partido?".

Al hombre que respondía afirmativamente se le exigía renunciar a cualquier otra lealtad de partido, a apoyar la voluntad política de la Orden y a trabajar para cambiar las leyes de naturalización. Entonces se le confiaban los secretos cuidadosamente descritos en el informe: la señal de reconocimiento, el apretón de manos, los desafíos y las advertencias.

Para pertenecer a la segunda categoría, el candidato debía ser un veterano digno de confianza. Sólo los miembros de segundo grado tenían derecho a ocupar un cargo en la orden, a participar en sus actividades clandestinas y a contar con su apoyo en la obtención de un cargo en la política local y nacional. Cuando eran elegidos o designados para ocupar el poder, se les ordenaba que despidieran a todos los forasteros, extranjeros o católicos romanos que trabajaran a sus órdenes, y en ningún caso "nombrar a ninguno de ellos para ningún cargo que esté en sus manos".

Rob J. miró fijamente a Miriam Ferocia.

—¿Cuántos son?

Ella se encogió de hombros.

—No creemos que haya muchos hombres en la orden secreta. Tal vez un millar. Pero son el pilar del Partido Americano.

"Le he dado estas páginas porque usted se opone a este grupo que pretende perjudicar a la Madre Iglesia, y porque usted debe conocer la naturaleza de quienes nos hacen daño, y por cuyas almas rogamos a Dios. -Lo miró con expresión seria-. Pero debe prometerme que no utilizará esta información para abordar a un supuesto miembro de la Orden en Illinois, porque de lo contrario pondría en grave peligro al hombre que escribió este informe.

Rob J. asintió. Dobló las páginas y se las extendió, pero ella sacudió la cabeza.

—Son para usted -dijo-. Junto con mis oraciones.

—¡No tiene que rezar por mi!

Le resultaba incómodo hablar con ella teniendo en cuenta cuestiones de fe.

—No puede impedírmelo. Usted se merece mis oraciones, y a menudo le hablo de usted al Señor.

—Lo mismo que reza por nuestros enemigos -señaló él de mal humor, pero ella permaneció impertérrita.

Más tarde, en su casa, volvió a leer el informe y estudió la caligrafía de patas de araña. Quien hubiera escrito aquello -tal vez un sacerdote era alguien que vivía en la impostura, fingiendo ser lo que no era, arriesgando su seguridad, tal vez su vida. Rob J. deseó tener la posibilidad de sentarse a hablar con ese hombre.

Nick Holden habia ganado fácilmente la reelección en dos ocasiones gracias a su fama en la lucha contra los indios, pero ahora se presentaba para el cuarto periodo y su rival era John Kurland, el abogado de Rock Island. Kurland estaba muy bien considerado por los demócratas y por otra gente, y tal vez el apoyo de los Ignorantes con que contaba Holden estaba decayendo. Algunas personas decían que quizás el miembro del Congreso tendria que abandonar el cargo, y Rob J. estaba esperando que Nick hiciera un gesto espectacular destinado a ganar votos. Así que apenas se sorprendió cuando una tarde, al llegar a su casa, se enteró de que el miembro del Congreso Holden y el sheriff Graham estaban reuniendo otro grupo de voluntarios.

—El sheriff dice que Frank Mosby, ese proscrito, está escondido en el norte del distrito -le informó Alden-. Nick ha aguijoneado tanto a esos hombres que, si quiere que le diga mi opinión, creo que tienen más ganas de darle una paliza que de arrestarlo. Graham está nombrando ayudantes a diestro y siniestro. Alex se quedó muy nervioso.

Cogió el arma de cazar gansos, ensilló a Vicky y se fue a la ciudad.

—Frunció el ceño, disculpándose-. Intenté persuadirlo, pero…

Se encogió de hombros.

Trude no había tenido la posibilidad de refrescarse, pero Rob J. volvió a ensillarla y se marchó a la ciudad.

Los hombres estaban reunidos en la calle, formando pequeños grupos. Se oían risas en el porche de la tienda, donde Nick y el sheriff ejercían su influencia, pero Rob J. no hizo caso. Alex estaba de pie con Mal Howard y otros dos jóvenes, todos armados, y le brillaban los ojos de orgullo. Al ver a Rob J. puso cara larga.

—Quiero hablar contigo, Alex -le dijo Rob mientras lo llevaba aparte-. Quiero que vengas a casa -añadió cuando nadie pudo oírlo.

—No, papá.

Alex tenía dieciocho años y era un joven voluble. Si se sentía presionado podía echarlo todo por la borda y marcharse de casa para siempre.

—No quiero que vayas. Tengo una buena razón para ello.

—He estado toda la vida oyendo esa buena razón -dijo Alex en tono áspero-. Una vez se lo pregunté a mamá directamente, ¿Frank Mosby es mi tío? Y ella me dijo que no.

—Eres un tonto al hacerle pasar un mal rato como ése a tu madre. No importa que vayas y le dispares a Mosby tú solo, ¿entiendes? De todos modos algunas personas seguirán hablando. Lo que ellos digan no importa en absoluto.

"Podría decirte que volvieras a casa porque ésta es mi arma, y por que ésta es mi pobre yegua ciega. Pero la verdadera razón es que no puedes ir porque eres mi hijo, y no voy a permitir que hagas algo que te martirizaría el resto de tu vida.

Alex lanzó una mirada desesperada hacia el sitio desde el que Mal y los otros lo observaban con curiosidad.

—Diles que yo te he dicho que tienes mucho trabajo en la granja.

Y luego ve a buscar a Vicky a donde la hayas dejado atada y vuelve a casa.

Regresó junto a Trude y cabalgó por la calle Main. Los hombres armaban jaleo delante de la iglesia, y notó que algunos ya habían estado bebiendo.

No se giró hasta que había recorrido casi un kilómetro, y cuando lo hizo vio la yegua que avanzaba con el paso cauteloso e inseguro al que la había obligado la mala vista, y la figura inclinada sobre su cuello como un hombre que cabalga contra un fuerte viento, y el arma de cazar gansos con la boca hacia arriba, tal como le había enseñado a sus hijos que debían llevarla.

Durante las semanas siguientes, Alex se mantuvo fuera del alcance de Rob J., no exactamente enfadado con él sino intentando evitar su autoridad. El grupo de hombres estuvo fuera dos días. Encontraron a su presa en una casa desvencijada. Tomaron toda clase de precauciones para abalanzarse sobre él, pero el hombre estaba dormido y lo cogieron por sorpresa. Y no era Frank Mosby. Era un tal Buren Harrison, que había atracado a un tendero de Geneseo y le había robado catorce dólares, y Nick Holden y sus hombres lo escoltaron borrachos y en actitud triunfante ante la justicia. Después se supo que Frank Mosby se había ahogado en Iowa dos años antes, mientras intentaba cruzar el río Cedar montado en su caballo, durante una inundación.

En noviembre, Rob J. votó para enviar a John Kurland al Congreso y para que Steven A. Douglas regresara al Senado. La noche siguiente se unió al grupo de hombres que esperaban noticias sobre las elecciones en la tienda de Haskins, y en una vitrina vio un par de maravillosas navajas de afeitar. Cada una tenía una hoja grande, dos hojas más pequeñas y unas tijeritas, todas de acero templado; estaban guardadas en un estuche de concha, con tapa de plata brillante en los extremos. Eran navajas para hombres que no tuvieran miedo de cortarse con un afeitado apurado, y las compró para regalárselas a sus hijos en Navidad.

Poco después del anochecer, Harold Ames llegó desde Rock Island con los resultados de las elecciones. Había sido un día favorable para los que ocupaban un cargo. Nick Holden, enemigo de los indios y defensor de la ley, había derrotado por escasa diferencia a John Kurland, y el senador Douglas también volvería a Washington.

—Eso le enseñará a Abraham Lincoln a no decirle a la gente que no puede tener esclavos -dijo Julian Howard riendo y sacudiendo el puño en un gesto triunfal-. ¡A partir de ahora no volveremos a oír hablar de ese hijo de puta!

42

El estudiante

Dado que el tren no pasaba por Holden's Crossing, Rob J. llevó a Chamán en el carro hasta Galesburg, a unos cincuenta kilómetros de distancia. La ciudad y el colegio universitario habían sido planificados un cuarto de siglo antes en el Estado de Nueva York por presbiterianos y congregacionalistas que llegaron y construyeron casas en las calles trazadas en forma de cuadrícula alrededor de una plaza pública. Cuando llegaron al colegio universitario, Charles Hammond, el decano, dijo que dado que Chamán era más joven que la mayoría de los alumnos no podría vivir en los dormitorios de éstos. El decano y su esposa tenían algunos internos en su casa de madera blanca de la calle Cherry. Chamán se alojó allí, en una habitación de la parte de atrás del segundo piso.

Fuera de su habitación, la escalera descendía hasta una puerta que daba a la bomba del patio de atrás y al retrete. En la habitación de la derecha se hospedaban un par de pálidos congregacionalistas, estudiantes de teología, que preferían hablar entre ellos únicamente. En las dos habitaciones que había al otro lado del pasillo vivía el bajo y solemne bibliotecario del colegio y un estudiante de último año llamado Ralph Brooke, que tenía el rostro alegre y lleno de pecas y una mirada que siempre parecía un poco sorprendida. Brooke era estudiante de latín. La primera mañana, durante el desayuno, Chamán vio que el joven llevaba un volumen de obras de Cicerón. Rob J. lo había formado muy bien en latín.

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