¡Chúpate Esa! (10 page)

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Authors: Christopher Moore

Tags: #Humor, #Fantástico

BOOK: ¡Chúpate Esa!
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—Pero ¿cómo lo...?

—Porque es lo que hago yo. No como tú, pero es lo que hago. Encuéntralos, Charlie. Haz memoria y busca a quien estaba allí cuando cambió tu vida.

No debería haber dicho aquello, lo supo mientras lo decía. Acababa de darle un objeto que había pertenecido a una persona a la que había matado no hacía ni veinte minutos. Pero al tiempo que comprendía que le estaba entregando una prueba incriminatoria a aquel tipo, se dio cuenta también de que había dejado a Tommy a la intemperie, igual que al tendero. Aunque fuera solo por unas horas, Tommy no tenía ni idea de cómo ser un vampiro; a decir verdad, tampoco se le había dado muy bien ser un humano. Era solamente un chaval de Indiana un poco tontorrón, y ella lo había dejado solo en aquella ciudad implacable.

Dio media vuelta y salió corriendo de la tienda.

—¿Un cacao? —dijo Tommy—. Pareces aterida. —Le había dado su chaqueta en la calle.

Es tan galante, pensó Abby. Seguramente quiere que beba cacao para endulzar mi sangre antes de sorberme la vida por las venas.

Abby llevaba casi toda la vida esperando que sucediera algo extraordinario. No importaba dónde estuviera ella: en alguna parte siempre había un mundo más interesante. Había pasado de querer vivir en el universo kawaii,
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ilusorio, plástico y cursi de Helio Kitty, a ser una chica espacial y fluorescente, de piruleta y deportivas con plataforma, como salida de un manga; luego, hacía solo un par de años, se había metido en el oscuro mundo gótico de los seudovampiros, de los poetas suicidas y el desengaño romántico. Era un universo turbio y seductor, y los fines de semana se podía dormir hasta muy tarde. Había sido fiel, además, a su carácter siniestro intentando mantener una apariencia de abatimiento exangüe al tiempo que canalizaba cualquier entusiasmo que sintiera, convirtiéndolo en vehículo de un desengaño inminente y, por encima de todo, sofocando el optimismo profundamente arraigado del que su amiga Lily dijo que nunca podría librarse cuando se negó a tirar su mochila de Hello Kitty o a separarse de su Nintendog, un cachorro virtual de beagle.

—Tiene parvovirus virtual —había dicho Lily—. Hay que sacrificarlo.

—No tiene parvovirus —había insistido Abby—. Solo está cansado.

—Está sentenciado y tú eres una optimista incurable, monada —contestó Lily en tono desafiante.

—No es verdad. Soy compleja y oscura.

—Eres una optimista y tu perro electrónico tiene parvovirus virtual.

—A Azrael pongo por testigo de que nunca volveré a ser optimista —dijo Abby, llevándose trágicamente la mano a la frente. Lily estaba con ella cuando tiró el cartucho de su Nintendog bajo las ruedas del 91, el autobús exprés de medianoche.

Y ahora había sido elegida por una auténtica criatura de la noche, y cumpliría su palabra: se había despojado de su optimismo. Bebió a sorbitos su chocolate caliente y estudió al vampiro Flood desde el otro lado de la mesa. Qué ingenioso, hacerse pasar por un simplón que no se enteraba de nada. Claro que seguramente podía adoptar múltiples formas.

—Podría ser la esclava de tus deseos más oscuros —dijo Abby—. Puedo hacer muchas cosas. Todo lo que tú quieras.

Al vampiro Flood le dio un ataque de tos. Cuando se recuperó, dijo:

—Bueno, eso es genial, porque tenemos un montón de ropa sin lavar y el apartamento está hecho un asco.

La estaba poniendo a prueba. Para ver si era digna de entrar en su mundo.

—Todo lo que tú desees, mi señor. Puedo lavarte la ropa sucia, limpiar y traerte pequeñas criaturas para aplacar tu sed hasta que sea digna de ti.

Al vampiro Flood le dio la risa.

—Qué guay —dijo—. ¿Me lavarás la ropa sucia así, por las buenas?

Abby sabía que tenía que andar con pies de plomo y no caer en su trampa. —Lo que sea —dijo.

—¿Alguna vez has buscado apartamento? —Claro —mintió ella.

—Bueno, pues puedes empezar mañana a primera hora. Tienes que encontrarnos un apartamento.

Abby estaba pasmada. En realidad, no se había hecho a la idea de abandonar tan pronto su antigua vida. Todo eso no significaría nada cuando fuera inmortal y cazara con los hijos de la noche, claro. Pero a su madre iba a sentarle fatal.

—No puedo mudarme enseguida, mi señor. Tengo asuntos que arreglar antes de convertirme.

El vampiro Flood sonrió; casi no se le veían los colmillos.

—Oh, no es para ti. Hay otro vampiro. —Hizo una pausa y se inclinó sobre la mesa—. Uno más viejo —susurró.

¿Había otro? ¿Iba a convertirse en víctima sacrificial de todo un aquelarre de no muertos? Bueno, o lo que fueran. Lily iba a morirse de envidia.

—Como gustes, mi señor —dijo.

—Lo de «mi señor» puedes dejarlo —dijo Flood.

—Perdona.

—No pasa nada. Sabes que todo esto tiene que ser completamente secreto, ¿verdad? —Claro. Secreto.

—Quiero decir que a mí no me importa, pero la otra, la más vieja, tiene muy mal genio. —¿Es una chica?

—Sí, ya sabes, una irlandesa pelirroja. —¿Una condesa celta, entonces? ¿La que estaba contigo en la droguería? —Exacto.

—¡Qué chulada! —exclamó Abby. No pudo remediarlo. Inmediatamente intentó ocultar su optimismo latente mordiendo el borde de su taza de cacao.

—Tienes chocolate aquí. —El vampiro Flood señaló su labio—. Como un bigote de malvavisco.

—Perdón —dijo Abby, y se limpió furiosamente la boca con el dorso del guante de rejilla, manchándose de carmín negro un lado de la cara.

—No pasa nada —dijo el vampiro Flood—. Eres una monada.

—¡Joder! —dijo Abby.

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Es como viajar en el tiempo, solo que, ya sabes, más lento...

Las crónicas de Abby Normal,

víctima atormentada de los moradores del día

Pues aquí estoy otra vez para abrirme las venas y derramar mi dolor en tus páginas. Mi oscuro amigo, después de dieciséis años de aburrimiento total, acudo a ti al fin con un destello de esperanza con el que romper la melancolía de mi mísera existencia. ¡Oh, Dios mío! ¡Lo he encontrado! O a lo mejor debería decir que él me ha encontrado a mí.

Así es, mi Señor Oscuro me ha encontrado. Un vampiro de verdad. Se llama el vampiro Flood y él no lo dice, pero creo que desciende de la realeza europea: es vizconde o visigodo, o algo así.

Estaba en la droguería con Jared cuando lo vimos... y ¡oh, Dios mío! Está buenísimo, aunque no llama para nada la atención... Pensé que era un pardillo del montón, con su camisa de franela y sus vaqueros, pero nos preguntó que dónde podía comprar jeringuillas y entonces vi cómo le salían los colmillos. Así que voy y le digo:

—Puedo presentarte a mi camello. —Así por las buenas, y él miró mi camiseta y vio el retrato de Byron y citó Camina bella, que es mi poema preferido junto con uno de Baudelaire que va sobre que su novia solo es pasto para los gusanos, pero ese se lo quedó Lily primero porque Baudelaire es su poeta preferido, así que se hizo una camiseta con su retrato, aunque Byron es mucho más elegante y yo me haría esculpir su retrato en piedra si tuviera la ocasión.

Así que me fui a casa y me cambié de ropa y me pinté, y cuando llegamos al Glas Kat pasamos pitando por la puerta como si tuviéramos veinticinco años o algo así. Jared hizo nuestros carnés en el Kinkos y los dos parecemos supermaduros en las fotos, aunque creo que en la suya se le fue un poco la mano con lo del bigote. El caso es que llevábamos allí como diez minutos y pusieron esa canción que me gusta tanto (Follarte en el osario, de los Dead Can Dub), que es tan guay y tan macabra. Yo intenté que Jared bailara, pero pasa un tío y coge la capa de Jared y dice:

—¿El negro destiñe mucho?

Y ¡hala! A Jared le dio un ataque del quince y se puso plasta total, intentando esconderse detrás de mí y esas cosas, y luego dijo que no podía soportarlo más y que tenía que irse a casa y volver a teñírselo todo inmediatamente. Así que me abandonó a la húmeda y fría soledad de la noche y yo pedí una botella de agua y unas patatas fritas y me disponía a llorar mi juventud perdida cuando apareció ÉL. ¡Oh, Dios mío!

¡Ojo, que hasta conoció a Byron y a Shelley! Salía con ellos de juerga en Suiza cuando eran jóvenes. Le daban al láudano y leían cuentos de fantasmas y todo ese rollo, y luego inventaron lo gótico, allí mismo, en esa villa de no sé qué lago. ¡Es como EL ORIGEN! Me llevó a tomar café y yo quise entregarme a él allí mismo, en el Starbucks. Lily se va a morir de envidia.

Pero él me dijo que tenía que esperar. Tiene relación con una vampira muy antigua, una condesa celta, y se supone que mañana por la mañana tengo que buscarles apartamento. Hasta me dio el nombre de una agente inmobiliario para que la llamara y un fajo con un montón de billetes. Tengo que demostrar que soy digna de su confianza; si no, no me concederá el don oscuro de ninguna manera y tendré que terminar el instituto y seguramente acabaré en la universidad, o trabajando en unos grandes almacenes o algo así.

Así que, como estamos en vacaciones de Navidad, voy a llamar a esa señora y a buscar un apartamento para el vampiro Flood y la condesa celta. Y cuando Flood se levante de su tumba al anochecer, obtendré mi recompensa.

Me da pánico total conocer a la vampira celta. Flood dice que tiene muy malas pulgas. ¿Y si me odia? Flood dice que en realidad no está por ella. No se trata de eso. Es que ella es su sire, y llevan juntos como quinientos años, así que, ya sabes, tienen mucha historia detrás, y eso yo lo respeto.

NOTA: Averiguar si tengo que llevar la tierra de su país natal al apartamento nuevo antes de trasladar los ataúdes.

NOTA: ¿Tendré que encargar un ataúd? ¿Pasará algo si es púrpura?

Ah, sí, y mi hermana Ronnie tiene piojos.

10
Roja, Blanca, y azul, no necesariamente en ese orden

Blancanieves, pensó Blue.

Con los siete para cuidarme y yo para cuidar de ellos, podría ser igual que Blancanieves. Bueno, sí, los Animales no eran precisamente enanos: Jeff Murray, la antigua estrella del equipo de baloncesto del instituto, medía por lo menos un metro noventa, y Drew, su farmacólogo residente, medía casi lo mismo. Pero ella tampoco era Blancanieves, que digamos. Aun así, eran todos muy amables, considerados y básicamente respetuosos con ella, dentro de sus posibilidades y teniendo en cuenta que eran una panda de husmeacoños emporrados. Parecían tener una ética del trabajo decente, eran leales, no se peleaban entre sí y eran relativamente limpios para su edad.

Unos pocos días más y el resto de su dinero sería suyo, ella lo sabía y ellos también, pero ¿y luego qué? Era un montón de dinero, claro, pero no era dinero de «vete a tomar por culo». (Oséase, tanto dinero que puedes mandar a tomar por culo a cualquiera, dondequiera y en cualquier momento, sin tener que preocuparte por las consecuencias.) Tendría que encontrar algo que hacer, algún sitio adonde ir. A medida que la posibilidad de dejar la mala vida iba agrandándose por fin, se daba cuenta de que necesitaría una vida nueva que vivir y, francamente, aquello le daba pánico. El tiempo no trata bien a las que se ganan la vida con su físico, y ella ya había rebasado una vez su fecha de caducidad tiñéndose de azul, pero ¿y ahora qué? ¿Quién habría imaginado que el futuro con el que soñaba tendría los dientes tan afilados?

De modo que Blue se hacía una pregunta...

¿Puede una descarriada Princesa del Cheddar de Fond du Lac ganarse la vida con siete juerguistas perpetuamente adolescentes de la zona de la bahía? Quizá fuera posible, pero Blue tenía sus dudas respecto al enanito número siete, Clint.

Sabía por experiencia que costaba mucho quitarle a Dios de la cabeza a un tío a base de follar, y que incluso entonces era probable que un día o dos después sufriera un ataque agudo de culpabilidad galopante. Eso no era un impedimento cuando se trabajaba de puta, pero si una iba a beneficiarse de manera semipermanente a una pandilla de enanos, el que uno de ellos tuviera una fijación pejiguera con el Espíritu Santo planteaba ciertos inconvenientes.

—La puta de Babilonia —dijo Clint cuando los Animales la condujeron al Safeway como si la presentaran en palacio.

Ella se detuvo un momento en las puertas automáticas, a pesar de que notaba que se estaba poniendo azul debajo del azul, ataviada como iba con un minivestido de lamé plateado y zapatos de plástico transparente con tacones de un palmo, nada de lo cual la protegía del viento helado que soplaba de la bahía y azotaba el aparcamiento del Safeway de Marina. Pensando que seguramente pasaría casi todo el tiempo desnuda, no había hecho la maleta para el clima de San Francisco.

—Nunca he estado en Babilonia —dijo—. Pero estoy abierta a nuevas experiencias. —Se lamió los labios y se acercó a Clint hasta que sus tetas estuvieron a dos centímetros del pecho de él.

Clint dio media vuelta y se fue corriendo a la oficina mientras canturreaba:

—Vade retro, vade retro, vade retro...

—Como quieras, nene —dijo Blue. Decidió llamarlo «Fanático», el enano paranoico.

—Barry te enseñará la sala de descanso —dijo Lash, que se había convertido en el nuevo líder de los Animales, principalmente porque solía ser el que estaba más sobrio—. Jeff, despide la limusina y cierra las puertas. Drew, haz café. Gustavo, ve a ver cuál es la situación en los pasillos. Puede que necesitemos que repongas mercancías.

Se quedaron allí, mirándolo. Colocados. Borrachos. Pasmados. Blue decidió llamar a Barry (aquel tipo pequeñajo y prematuramente calvo) «Pasmado», su enanito especial. Sonrió.

Clint se asomó por encima del tabique bajo de la oficina. —Eh, chicos. Deberíais saber que anoche vino el Emperador. Dice que Tommy Flood es un vampiro. —¿Ein?—dijo Lash.

—Que es un vampiro. Esa novia suya no se fue de la ciudad. Lo transformó. —Vete a tomar por culo, anda —dijo Jeff. Clint asintió furiosamente con la cabeza. —Que es verdad.

—Joder —dijeron los demás a coro, desin-cronizadamente.

—¡Reunión! —anunció Lash—. Caballeros, tomen asiento. —Miró a Blue con aire de disculpa—. No tardaremos mucho.

—Voy a hacer café —dijo ella.

—Eh... —Lash parecía preocupado—. Blue, a partir de ahora andamos cortos de pasta.

—El café es gratis —contestó ella. Dio media vuelta y se digirió hacia el fondo de la tienda—. Ya lo encontraré.

Los Animales la vieron alejarse y cuando dobló la esquina se reunieron junto a las cajas. Clint abrió la puerta de la oficina y salió.

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