Miro ceñuda la pantalla. Tiene razón, claro. Yo decido. Mmm. ¿Dirá en serio lo de ir a buscarme? ¿Debería optar por escaparme una temporada? Contemplo un instante la posibilidad de aceptar el ofrecimiento de mi madre. Le doy a «Responder».
De:
Anastasia Steele.
Fecha:
27 de mayo de 2011 08:36.
Para:
Christian Grey.
Asunto:
Acosador.
¿Has buscado ayuda profesional para esa tendencia al acoso?
Ana.
De:
Christian Grey.
Fecha:
27 de mayo de 2011 08:38.
Para:
Anastasia Steele.
Asunto:
¿Acosador, yo?
Le pago al eminente doctor Flynn una pequeña fortuna para que se ocupe de mi tendencia al acoso y de las otras.
Vete a trabajar.
Christian Grey.
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
De:
Anastasia Steele.
Fecha:
27 de mayo de 2011 08:40.
Para:
Christian Grey.
Asunto:
Charlatanes caros.
Si me lo permites, te sugiero que busques una segunda opinión.
No estoy segura de que el doctor Flynn sea muy eficiente.
Señorita Steele.
De:
Christian Grey.
Fecha:
27 de mayo de 2011 08:43.
Para:
Anastasia Steele.
Asunto:
Segundas opiniones.
Te lo permita o no, no es asunto tuyo, pero el doctor Flynn es la segunda opinión.
Vas a tener que acelerar en tu coche nuevo y ponerte en peligro innecesariamente. Creo que eso va contra las normas.
VETE A TRABAJAR.
Christian Grey.
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
De:
Anastasia Steele.
Fecha:
27 de mayo de 2011 08:47.
Para:
Christian Grey.
Asunto:
MAYÚSCULAS CHILLONAS.
Como soy el blanco de tu tendencia al acoso, creo que sí es asunto mío. No he firmado aún, así que las normas me la repampinflan. Y no entro hasta las nueve y media.
Señorita Steele.
De:
Christian Grey.
Fecha:
27 de mayo de 2011 08:49.
Para:
Anastasia Steele.
Asunto:
Lingüística descriptiva.
¿«Repampinflan»? Dudo mucho que eso venga en el diccionario.
Christian Grey.
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
De:
Anastasia Steele.
Fecha:
27 de mayo de 2011 08:52.
Para:
Christian Grey.
Asunto:
Lingüística descriptiva.
Sale después de «acosador» y de «controlador obsesivo».
Y la lingüística descriptiva está dentro de mis límites infranqueables.
¿Me dejas en paz de una vez? Me gustaría irme a trabajar en mi coche nuevo.
Ana.
De:
Christian Grey.
Fecha:
27 de mayo de 2011 08:56.
Para:
Anastasia Steele.
Asunto:
Mujeres difíciles pero divertidas.
Me escuece la palma de la mano.
Conduzca con cuidado, señorita Steele.
Christian Grey.
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Es una gozada conducir el Audi. Tiene dirección asistida. Wanda, mi Escarabajo, no tiene nada de eso, así que se acabó el único ejercicio físico que hacía al día, que era el de conducir. Ah, pero, según las normas de Christian, tendré que lidiar con un entrenador personal. Frunzo el ceño. Odio hacer ejercicio.
Mientras conduzco, trato de analizar los correos que hemos intercambiado. A veces es un hijo de puta condescendiente. Luego pienso en Grace y me siento culpable. Claro que ella no lo parió. Uf, eso es todo un mundo de dolor desconocido para mí. Sí, soy adulta, gracias por recordármelo, Christian Grey, y yo decido. El problema es que yo solo quiero a Christian, no todo su… bagaje, y ahora mismo tiene la bodega completa de un 747. ¿Que me relaje y lo acepte, como una sumisa? Dije que lo intentaría, pero es muchísimo pedir.
Me meto en el aparcamiento de Clayton’s. Mientras entro, caigo en que me cuesta creer que hoy sea mi último día. Por suerte, hay jaleo en la tienda y el tiempo pasa rápido. A la hora de comer, el señor Clayton me llama desde el almacén. Está al lado de un mensajero en moto.
—¿Señorita Steele? —pregunta el mensajero.
Miro intrigada al señor Clayton, que se encoge de hombros, tan perplejo como yo. Se me cae el alma a los pies. ¿Qué me habrá mandado Christian ahora? Firmo el albarán del paquetito y lo abro enseguida. Es una BlackBerry. Se me desploma el ánimo por completo. La enciendo.
De:
Christian Grey.
Fecha:
27 de mayo de 2011 11:15.
Para:
Anastasia Steele.
Asunto:
BlackBerry PRESTADA.
Quiero poder localizarte a todas horas y, como esta es la forma de comunicación con la que más te sinceras, he pensado que necesitabas una BlackBerry.
Christian Grey.
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
De:
Anastasia Steele.
Fecha:
27 de mayo de 2011 13:22.
Para:
Christian Grey.
Asunto:
Consumismo desenfrenado.
Me parece que te hace falta llamar al doctor Flynn ahora mismo.
Tu tendencia al acoso se está descontrolando.
Estoy en el trabajo. Te mando un correo cuando llegue a casa.
Gracias por este otro cacharrito.
No me equivocaba cuando te dije que eres un consumista compulsivo.
¿Por qué haces esto?
Ana.
De:
Christian Grey.
Fecha:
27 de mayo de 2011 13:24.
Para:
Anastasia Steele.
Asunto:
Muy sagaz para ser tan joven.
Una muy buena puntualización, como de costumbre, señorita Steele.
El doctor Flynn está de vacaciones.
Y hago esto porque puedo.
Christian Grey.
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Me meto el cacharrito en el bolsillo, y ya lo odio. Escribir a Christian me resulta adictivo, pero se supone que estoy trabajando. Me vibra una vez en el trasero —qué propio, me digo con ironía—, pero me armo de valor y lo ignoro.
A las cuatro, los señores Clayton reúnen a los demás empleados de la tienda y, con un discurso emotivo y embarazoso, me entregan un cheque por importe de trescientos dólares. En ese momento, se amontonan en mi interior los acontecimientos de las tres últimas semanas: exámenes, graduación, multimillonarios jodidos e intensos, desfloramiento, límites tolerables e infranqueables, cuartos de juego sin consolas, paseos en helicóptero, y el hecho de que mañana me mudo. Asombrosamente, logro mantener la compostura. Mi subconsciente está pasmada. Abrazo con fuerza a los Clayton. Han sido unos jefes amables y generosos, y los echaré de menos.
Kate está saliendo del coche cuando llego a casa.
—¿Qué es eso? —pregunta acusadora, señalando el Audi.
No puedo resistirme.
—Un coche —espeto. Entrecierra los ojos y, por un momento, me pregunto si también ella me va a tumbar en sus rodillas—. Mi regalo de graduación —digo con fingido desenfado.
Sí, me regalan coches caros todos los días. Se queda boquiabierta.
—Ese capullo generoso y arrogante, ¿no?
Asiento con la cabeza.
—He intentado rechazarlo, pero, francamente, es inútil esforzarse.
Kate frunce los labios.
—No me extraña que estés abrumada. He visto que al final se quedó.
—Sí.
Sonrío melancólica.
—¿Terminamos de empaquetar?
Asiento y la sigo dentro. Miro el correo de Christian.
De:
Christian Grey.
Fecha:
27 de mayo de 2011 13:40.
Para:
Anastasia Steele.
Asunto:
Domingo.
¿Quedamos el domingo a la una?
La doctora te esperará en el Escala a la una y media.
Yo me voy a Seattle ahora.
Confío en que la mudanza vaya bien, y estoy deseando que llegue el domingo.
Christian Grey.
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Madre mía, como si hablara del tiempo. Decido contestarle cuando hayamos terminado de empaquetar. Tan pronto resulta divertidísimo como se pone en plan formal e insoportable. Cuesta seguirlo. La verdad, es como si le hubiera enviado un correo a un empleado. Para fastidiar, pongo los ojos en blanco y me voy a empaquetar con Kate.
Kate y yo estamos en la cocina cuando alguien llama a la puerta. Veo a Taylor en el porche, impoluto con su traje. Detecto vestigios de su pasado militar en el corte de pelo al cero, su físico cuidado y su mirada fría.
—Señorita Steele —dice—, he venido a por su coche.
—Ah, sí, claro. Pasa, iré a por las llaves.
Seguramente esto va mucho más allá de la llamada del deber. Vuelvo a preguntarme en qué consistirá exactamente el trabajo de Taylor. Le doy las llaves y nos acercamos en medio de un silencio incómodo —para mí— al Escarabajo azul claro. Abro la puerta y saco la linterna de la guantera. Ya está. No llevo ninguna otra cosa personal dentro de Wanda. Adiós, Wanda. Gracias. Acaricio su techo mientras cierro la puerta del copiloto.
—¿Cuánto tiempo llevas trabajando para el señor Grey? —le pregunto.
—Cuatro años, señorita Steele.
De pronto siento una necesidad irrefrenable de bombardearlo a preguntas. Lo que debe saber este hombre de Christian, todos sus secretos. Claro que probablemente habrá firmado un acuerdo de confidencialidad. Lo miro nerviosa. Tiene la misma expresión taciturna de Ray, y me empieza a caer bien.
—Es un buen hombre, señorita Steele —dice, y sonríe.
Luego se despide con un gesto, sube a mi coche y se aleja en él.
El piso, el Escarabajo, los Clayton… todo ha cambiado ya. Meneo la cabeza mientras vuelvo a entrar en casa. Y el mayor cambio de todos es Christian Grey. Taylor piensa que es «un buen hombre». ¿Puedo creerle?
A las ocho, cenamos comida china con José. Hemos terminado. Ya lo hemos empaquetado todo y estamos listas para el traslado. José trae varias botellas de cerveza; Kate y yo nos sentamos en el sofá, él se sienta en el suelo, con las piernas cruzadas, entre las dos. Vemos telebasura, bebemos cerveza y, a medida que va avanzando la noche y la cerveza va haciendo efecto, bulliciosos y emotivos, vamos rescatando recuerdos. Han sido cuatro años estupendos.
Mi relación con José ha vuelto a la normalidad, olvidado ya el conato de beso. Bueno, lo he metido debajo de la alfombra en la que está tumbada la diosa que llevo dentro, comiendo uvas y tamborileando con los dedos, esperando con impaciencia el domingo. Llaman a la puerta y el corazón se me sube a la boca. ¿Será…?
Abre Kate y Elliot prácticamente la coge en volandas. La envuelve en un abrazo hollywoodiense que enseguida se convierte en un apasionado estrujón europeo. Por favor, marchaos a un hotel. José y yo nos miramos. Me espanta su falta de pudor.
—¿Nos vamos al bar? —le pregunto a José, que asiente enérgicamente.
A los dos nos incomoda demasiado el erotismo desenfrenado que se despliega ante nosotros. Kate me mira, sonrojada y con los ojos brillantes.
—José y yo vamos a tomar algo.
Le pongo los ojos en blanco. ¡Ja! Aún puedo poner los ojos en blanco cuando me plazca.
—Vale.
Sonríe.
—Hola, Elliot. Adiós, Elliot.
Me guiña uno de sus enormes ojos azules, y José y yo salimos por la puerta, riendo como dos adolescentes.
Mientras bajamos la calle despacio en dirección al bar, me cojo del brazo de José. Dios, es una persona tan normal. No había sabido valorarlo hasta ahora.
—Vendrás de todas formas a la inauguración de mi exposición, ¿verdad?
—Desde luego, José. ¿Cuándo es?
—El 9 de junio.
—¿En qué día cae?
De repente me entra el pánico.
—Es jueves.
—Sí, sin problema… ¿Y tú vendrás a vernos a Seattle?
—Tratad de impedírmelo.
Sonríe.
Es tarde cuando vuelvo del bar. No veo a Kate ni Elliot por ninguna parte, pero los oigo. Madre mía. Espero no ser tan escandalosa. Sé que Christian no lo es. Me ruborizo de pensarlo y huyo a mi habitación. Tras un abrazo breve y por suerte nada embarazoso, José se ha ido. No sé cuándo volveré a verlo, probablemente en la exposición de sus fotografías; aún me asombra que por fin haya conseguido exponer. Lo echaré de menos, y echaré de menos su encanto pueril. No he sido capaz de contarle lo del Escarabajo. Sé que se pondrá frenético cuando se entere, y con un tío que se me enfade tengo más que suficiente. Ya en mi cuarto, echo un ojo al cacharro infernal y, por supuesto, tengo correo de Christian.
De:
Christian Grey.
Fecha:
27 de mayo de 2011 22:14.
Para:
Anastasia Steele.
Asunto:
¿Dónde estás?
«Estoy en el trabajo. Te mando un correo cuando llegue a casa.»
¿Aún sigues en el trabajo, o es que has empaquetado el teléfono, la BlackBerry y el MacBook?
Llámame o me veré obligado a llamar a Elliot.
Christian Grey.
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Maldita sea… José… mierda.
Cojo el teléfono. Cinco llamadas perdidas y un mensaje de voz. Tímidamente, escucho el mensaje. Es Christian.
«Me parece que tienes que aprender a lidiar con mis expectativas. No soy un hombre paciente. Si me dices que te pondrás en contacto conmigo cuando termines de trabajar, ten la decencia de hacerlo. De lo contrario, me preocupo, y no es una emoción con la que esté familiarizado, por lo que no la llevo bien. Llámame.»
Mierda, mierda. ¿Es que nunca me va a dar un respiro? Miro ceñuda el teléfono. Me asfixia. Con una honda sensación de miedo en la boca del estómago, localizo su número y pulso la tecla de llamada. Mientras espero a que conteste, se me sube el corazón a la boca. Seguramente le encantaría darme una paliza de cincuenta mil demonios. La idea me deprime.