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Authors: J.R.R. Tolkien

Tags: #Fantasía

Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media (29 page)

BOOK: Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media
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En ningún sitio se explica por qué Gelmir y Arminas, que tenían un mensaje urgente que llevar a Nargothrond, fueron enviados por Círdan a lo largo de la costa hasta el Estuario de Drengist. Arminas dice que fue para ganar en secreto y rapidez; pero mayor habría sido el secreto sin duda si hubiera llevado el viaje a cabo remontando el Narog desde el sur. Es posible suponer que Círdan lo hizo obedeciendo la orden de Ulmo (para que así pudieran encontrarse con Tuor en Dor-Lómin, y guiarlo a través de la puerta de los Noldor), pero no hay sugerencias de esto en ninguna parte.

Nota del editor

El desarrollo de la leyenda de Túrin Turambar es en ciertos aspectos el más enmarañado complejo de elementos narrativos en la historia de la Primera Edad. Como el cuento de Tuor y la caída de Gondolin, retrocede a los comienzos de la Primera Edad, y sobrevive en una temprana narración en prosa (uno de los «
Cuentos perdidos
») y en un largo poema inconcluso escrito en versos aliterados. Pero mientras la posterior «versión larga de «Tuor» nunca progresó demasiado, mi padre dio a la «versión larga» de Túrin una mayor extensión, y la llevó casi a término. Bautizó ésta por título «Narn i Hîn Húrin»; y es la narración que se ofrece en el presente libro.

Hay sin embargo grandes diferencias en el curso de la larga Narn, y la forma no es siempre definitiva. En la última parte (desde «La Vuelta de Túrin a Dor-Lómin» hasta «La Muerte de Túrin») sólo se ha introducido alguna alteración marginal; mientras que la primera (hasta el final de la estadía de Túrin en Doriath) exigió abundantes revisiones y eliminaciones, y en algunos lugares, un cierto trabajo de condensación, pues los textos originales eran fragmentarios y discontinuos. Pero la parte central de la narración (Túrin entre los proscritos, Mîm el Enano Pequeño, la tierra de Dor-Cúarthol, la muerte de Beleg en manos de Túrin y la vida de Túrin en Nargothrond) planteó un problema de redacción mucho más difícil. La «Narn» se encuentra aquí en su estado menos acabado, y en ciertos pasajes es sólo un esbozo de posibles desarrollos. Mi padre estaba todavía elaborando esta parte cuando decidió abandonar el relato, y no escribiría la versión más breve para
El Silmarillion
hasta que la «Narn» estuvo más desarrollada. En la preparación del texto de
El Silmarillion
, tuve necesariamente que recurrir a este mismo material, cuyas variaciones e interrelaciones son de una complejidad extraordinaria.

Para la primera parte de esta sección central, hasta el comienzo de la estadía de Túrin en la morada de Mîm en Amon Rûdh, he compuesto una narración, en la misma escala que otras partes de la Narn, a partir de los materiales existentes (con una laguna, véase nota 12); pero desde ese punto en adelante, hasta la llegada de Túrin a Ivrin después de la caída de Nargothrond, no me pareció conveniente intentar lo mismo. Las lagunas de la «Narn» son aquí extremadamente grandes, y sólo podían llenarse con el texto publicado de
El Silmarillion
; pero en un Apéndice, cité fragmentos aislados de esta parte de la proyectada ampliación.

En la tercera parte de la «Narn» (que empieza con La Vuelta de Túrin a Dor-Lómin) una comparación con
El Silmarillion
descubre muchas estrechas correspondencias y aun idéntica redacción; mientras que en la primera parte hay dos extensos pasajes que he excluido del presente texto (véanse nota 1 y nota 2), pues son variantes muy parecidas de pasajes que aparecen en otro sitio, y se incluyen en la versión publicada de
El Silmarillion
. Esta sobreposición e interrelación entre una y otra obra puede explicarse de distintos modos, desde distintos puntos de vista. Mi padre se complacía en retomar un relato y contarlo en una escala diferente, pero algunos textos no exigían un tratamiento más extenso, pues eran partes de una versión más amplia, y no era necesario volver a escribirlos. Además, cuando todo era todavía fluido, y nada se sabía aún de la organización definitiva de las distintas narraciones, el mismo pasaje podía situarse experimentalmente en cualquiera de ellas. Pero en un diferente nivel puede haber otra explicación. Leyendas como la de Túrin Turambar habían tenido forma poética mucho tiempo atrás —en este caso la «Narn i Hîn Húrin» del poeta Dírhavel—, y las que después fueron historias condensadas de los Días Antiguos (como en
El Silmarillion
) preservaron intactas frases o aun pasajes enteros (especialmente en momentos de extrema retórica, como cuando Túrin le habla a su espada antes de morir).

Segunda Parte

La Segunda Edad

I
Una descripción de la isla de Númenor

L
a relación de la Isla de Númenor que aquí sigue se basa en descripciones y mapas rudimentarios que durante mucho tiempo se preservaron en los archivos de los Reyes de Gondor. Estos no representan en verdad sino una pequeña parte de todo lo que alguna vez se escribió, pues los hombres eruditos de Númenor compusieron muchos tratados de historia natural y geografía; pero éstos, lo mismo que casi todo otro rastro de la grandeza de Númenor en las artes y las ciencias, desaparecieron en la gran inundación.

Aun los documentos preservados en Gondor o en Imladris (donde los tesoros de los reyes númenóreanos del norte fueron depositados al cuidado de Elrond) se perdieron o fueron destruidos por negligencia. Porque aunque los sobrevivientes que se establecieron en la Tierra Media sentían «nostalgia», como ellos decían, por
Akallabêth
, la Derribada, y aun al cabo de prolongadas edades nunca dejaron de considerarse en cierto sentido exiliados, cuando fue evidente que la Tierra del Don les había sido quitada y que Númenor había desaparecido para siempre, casi todos, salvo unos pocos, consideraron que el estudio de lo que quedaba de su historia de nada servía y sólo era causa de lamentaciones inútiles. En edades posteriores sólo se recordaba la historia de Ar-Pharazôn y de su flota impía.

El perímetro de la tierra de Númenor se asemejaba a una estrella de cinco puntas o pentágono, con una porción central de unas doscientas cincuenta millas de norte a sur y de este a oeste, a partir de la cual se extendían cinco grandes promontorios peninsulares. Estos promontorios se consideraban regiones separadas, y se llamaban Forostar (Tierras Septentrionales), Andustar (Tierras Occidentales), Hyarnustar (Tierras Sur occidentales), Hyarrostar (Tierras Australes) y Orrostar (Tierras Orientales). La porción central se llamaba Mittalmar (Tierra Adentro), y no tenía costa, salvo los terrenos en torno a Rómenna y la cabeza del estuario. Una pequeña parte de Mittalmar, empero, estaba separada del resto, y se llamaba Arandor, la Tierra del Rey. En Arandor se encontraban el puerto de Rómenna, el Meneltarma, y Armenelos, la Ciudad de los Reyes; y en todo tiempo fue la región más populosa de Númenor.

La Mittalmar se levantaba por sobre los promontorios (sin tener en cuenta la altura de las montañas y colinas); era una región cubierta de hierbas y ondulaciones bajas, y pocos eran los árboles que allí crecían. Cerca del centro de Mittalmar se alzaba la elevada montaña llamada Meneltarma, Pilar de los Cielos, consagrada a la veneración de Eru Ilúvatar. Aunque la parte inferior de la ladera de la montaña era suave y cubierta de hierba, se iba elevando cada vez más escarpada, y la cima no podía escalarse; pero se construyó sobre ella un serpenteante camino en espiral que empezaba al pie en el sur y terminaba bajo el borde de la cima al norte. Porque la cima era algo aplanada y hundida, y podía dar cabida a una gran multitud, pero nadie puso el pie en ella a todo lo largo de la historia de Númenor. Ni un edificio, ni un altar, ni una pila de piedras se alzó nunca allí; y ninguna otra cosa que se asemejara a un templo tuvieron nunca los Númenóreanos en los días de gracia, hasta la llegada de Sauron. Nunca se habían llevado allí herramientas o armas; y nadie podía hablar allí, salvo el Rey. Tres veces al año hablaba el Rey: la oración a la llegada del año en la
Erukyermë
en los primeros días de la primavera, la alabanza de Eru Ilúvatar en la
Erulaitalë
a mitad del verano, y la acción de gracias que se le consagraba en la
Eruhantalë
a fines de otoño. En estas ocasiones el Rey ascendía la montaña a pie, seguido por la muchedumbre del pueblo, vestido de blanco y enguirlandado, pero en silencio. En otras ocasiones se permitía que los del pueblo ascendieran solos o en grupos; pero se dice que el silencio era tan grande, que ni siquiera un extranjero que nada supiera de Númenor y de su historia, si hubiera sido transportado allí, se habría atrevido a hablar en voz alta. Ninguna ave llegaba allí nunca, excepto las águilas. Si alguien se aproximaba a la cima, tres águilas aparecían inmediatamente y se posaban sobre tres rocas cerca del borde occidental; pero en el tiempo de las Tres Oraciones, no descendían, y se mantenían en el cielo volando en círculos sobre el pueblo. Se las llamaba los Testigos de Manwë, y se creía que éste las enviaba desde Aman para vigilar la Montaña Sagrada y toda la tierra en derredor.

La base del Meneltarma se mezclaba gentilmente con la planicie circundante, pero, cinco largas estribaciones de escasa altura se extendían a modo de raíces, apuntando hacia los cinco promontorios de la tierra; y éstas se llamaban Tarmasundar, las Raíces del Pilar. A lo largo de la cresta de la estribación suroeste, el camino ascendente se aproximaba a la montaña, y entre esta estribación y la del sureste, la tierra descendía en un valle poco profundo. Lo llamaban Noirinan, el Valle de las Tumbas, porque en la base rocosa de la montaña había cámaras abiertas que guardaban las tumbas de los Reyes y las Reinas de Númenor.

Pero Mittalmar era principalmente una región de pastoreo. En el suroeste había vastas extensiones de pastos ondulantes; y allí, en la Emerië, se encontraba la región principal de los Pastores.

La Forostar era la parte menos fértil; pedregosa, con pocos árboles, aunque en las laderas occidentales de los altos páramos, cubiertos de brezos, había bosques de abetos y alerces. Hacia el Cabo Norte, la tierra se alzaba en riscos abruptos, y allí el gran Sorontil se elevaba desde el mar en tremendos acantilados, habitáculos de numerosas águilas; y en esta región, Tar-Meneldur Elentirmo levantó una alta torre desde la que se podían observar los movimientos de las estrellas.

La Andustar era también pedregosa en la región septentrional, y tenía altos bosques de abetos que miraban al mar. Tres pequeñas bahías se abrían al oeste en las tierras altas; pero aquí los acantilados no se alzaban en muchos sitios al borde del mar, sino sobre terrazas escalonadas. La que estaba más al norte se llamaba la Bahía de Andúnië, porque allí se encontraba el gran puerto de Andúnië (Crepúsculo de la Tarde) con la ciudad junto a la costa y muchas otras moradas que ascendían las escarpadas cuestas por detrás. Pero gran parte del sur de Andustar era fértil, y también allí había grandes bosques de hayas y abedules en lo más alto de la región, y bosques de robles y olmos en los valles más bajos. Entre los promontorios de Andustar y Hyarnustar se encontraba la gran Bahía llamada Eldanna, porque miraba hacia Eressëa; y las tierras de alrededor, al abrigo de los vientos del norte y abiertas a los mares del occidente, eran cálidas y de lluvias frecuentes. En el centro de la Bahía de Aldana estaba el más hermoso pueblo de Númenor, Eldalondë el Verde; y era allí, en días tempranos, donde iban más a menudo los rápidos navíos blancos de los Eldar de Eressëa.

En torno a ese lugar, desde las cuestas que daban al mar y adentrándose mucho en tierra, crecían los árboles siempre verdes y fragantes traídos del Oeste, y tanto medraban allí que el sitio, decían los Eldar, era casi tan bello como un puerto de Eressëa. Eran la mayor delicia de Númenor, y se los recordó en muchos cantos después de haber perecido para siempre, porque eran pocos los que florecieron alguna vez al este de la Tierra del Don:
oiolairë y lairelossë, nessamelda, vardarianna, taniquelassë
y
yavannamírë
, con frutos esféricos de color escarlata. Las flores, las hojas y las cortezas de esos árboles esparcían unos dulces aromas que se confundían y perfumaban todo el país, y los llamaban Nísimaldar, los Árboles Fragantes. Plantaron muchos de ellos en otras regiones de Númenor, y allí se desarrollaron, aunque no con tanta abundancia. Y sólo en Nísimaldar crecía el poderoso árbol dorado, el
malinorë
, que al cabo de cinco siglos alcanzaba una altura apenas menor que en la misma Eressëa. La corteza era plateada y lisa, pero las ramas se alzaban ligeramente como las del haya; aunque tenía siempre un solo tronco. Las hojas, también como las del haya, pero de mayor tamaño, eran de color verde pálido en la parte superior, pero plateadas por debajo, y resplandecían al sol; no caían en otoño, y eran entonces de un pálido color oro. En primavera los capullos dorados se arracimaban como cerezas, y en verano florecían; y tan pronto como se abrían las flores, las hojas caían; de modo que durante la primavera y el verano un bosquecillo de
malinorni
estaba alfombrado y techado de oro, pero sus columnas eran de plata gris.
[1]
El fruto era una nuez con esquisto de plata; y Tar-Aldarion, sexto Rey de Númenor, le regaló algunos al Rey Gil-galad de Lindón. No echaron raíces en esa tierra; pero Gil-galad se los dio a su pariente Galadriel, y por el poder de ella, crecieron y florecieron en la tierra protegida de Lothlórien junto al Río Anduin hasta que los Altos Elfos abandonaron la Tierra Media; pero nunca alcanzaron la altura ni la circunferencia de los que crecían en Númenor.

El río Nunduinë desembocaba en el mar en Eldalondë, y de camino alimentaba el pequeño lago de Nísinen, así llamado por la abundancia de malezas y flores perfumadas que crecían en las orillas.

La Hyarnustar era también una región montañosa en la parte occidental, con picos elevados en el oeste y el sur, pero en las tierras cálidas y fértiles del este había grandes viñedos. Los promontorios de las Hyarnustar y las Hyarrostar cubrían una amplia extensión, y en esas largas costas el mar y la tierra se unían gentilmente como en ningún otro sitio de Númenor. Allí manaba el Siril, el río principal del país (porque todos los demás, salvo el Nunduinë en el oeste, eran cortos y rápidos torrentes que se precipitaban hacia el mar). El Siril nacía bajo el Meneltarma en el valle de Noririnan, y fluía por Mittalmar hacia el sur, y se convertía en el curso inferior en una corriente lenta y serpenteante. Desembocaba por fin en el mar entre anchos marjales cubiertos de juncos, y sus muchas pequeñas bocas se abrían paso a través de vastas extensiones de arena, y a los lados, a lo largo de muchas millas, había amplias playas de arena blanca y guijarros grises, y allí era donde vivían casi todos los que se dedicaban a la pesca, en aldeas levantadas en tierra firme entre marjales y lagunas, de las que la principal era Nindamos.

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