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Authors: Edmond Rostand

Tags: #Drama, #Teatro

Cyrano de Bergerac (11 page)

BOOK: Cyrano de Bergerac
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(Cyrano sale.)

ESCENA III

R
OXANA
, la dueña y C
YRANO
.

R
OXANA
.— Nos vamos a casa de Clomira.
(Señala la puerta de enfrente.)
Hoy tienen que hablar Alcandra y Lysimon.

L
A
D
UEÑA
.—
(Colocando su dedo meñique en el oído.)
Sí, pero mi dedo meñique me dice que faltará auditorio.

C
YRANO
.—
(A Roxana.)
¡Nunca faltan monos!

(Han llegado ya ante la puerta de Clomira.)

L
A
D
UEÑA
.—
(Con arrebato.)
¡Mirad!… ¡La aldaba está envuelta en tela!
(Dirigiéndose a la aldaba.)
¿Os han amordazado para que vuestro metal no turbe los bellos discursos, pequeño bruto?

(Levanta el aldabón con mucho cuidado y golpea suavemente.)

R
OXANA
.—
(Al ver que la puerta se abre.)
¡Entremos!
(A Cyrano.)
Si Cristián viene, como espero, decidle que me aguarde.

C
YRANO
.—
(Vivamente, cuando ella va a desaparecer.)
¡Roxana!
(Ella se vuelve.)
Siguiendo vuestra costumbre, ¿sobre qué le haréis hoy las preguntas?

R
OXANA
.— Sobre…

C
YRANO
.— ¿Sobre…?

R
OXANA
.— No le diréis nada, ¿verdad?

C
YRANO
.— ¡Nada en absoluto!

R
OXANA
.— ¡Bajo ningún pretexto! Le diré: venga, hablad sin rienda que os ate; improvisad sobre el amor. ¡Sed espléndido!

C
YRANO
.—
(Sonriendo.)
¡Bien!

R
OXANA
.— ¡Silencio!

C
YRANO
.— De acuerdo.

R
OXANA
.— ¡Ni una palabra!

(Roxana entra y cierra la puerta.)

C
YRANO
.—
(Saludándola una vez que ha desaparecido.)
¡Muchas gracias!

(La puerta se abre y Roxana asoma la cabeza.)

R
OXANA
.— ¡Se prepararía!…

C
YRANO
.— ¡Descuidad!, ¡ni una palabra! …

L
OS
D
OS
J
UNTOS
.— ¡Chiss!

(La puerta se cierra.)

C
YRANO
.—
(Llamando.)
¡Cristián!

ESCENA IV

C
YRANO
y C
RISTIÁN
.

C
YRANO
.— ¡Ya sé todo lo necesario! Prepárate para aprender lo que te diga. Esta es una ocasión para cubrirse de gloria. No perdamos el tiempo y no pongas esa cara de gruñón. ¡Deprisa!, volvamos a tu casa. Allí te lo diré.

C
RISTIÁN
.— ¡No!

C
YRANO
.— Pero…

C
RISTIÁN
.— ¡No! ¡Esperaré a Roxana aquí!

C
YRANO
.— Pero… ¿qué te sucede…? ¡Vamos deprisa a…!

C
RISTIÁN
.— ¡Te he dicho que no! Estoy cansado de tomar prestadas mis cartas, mis discursos, de desempeñar este papel y de temblar siempre. Al principio me servía, pero ahora que siento que me ama… ¡gracias!, ya no tengo miedo. ¡Hablaré por mí mismo!

C
YRANO
.— Pero… ¿te has vuelto loco?

C
RISTIÁN
.— ¿Quién te dice que no sabré? ¡No soy tan tonto al fin y al cabo! ¡Ya lo verás! Tus lecciones, amigo mío, han resultado provechosas; sabré hablar solo y, te lo juro, ¡sabré cogerla solo entre mis brazos!
(Viendo a Roxana que sale de casa de Clomira.)
¡Es ella!… Cyrano, ¡no me dejes!

C
YRANO
.—
(Saludándole.)
¡Hablad!… ¡hablad solo ahora!

(Desaparece tras el muro del jardín.)

ESCENA V

C
RISTIÁN
, R
OXANA
, algunas damas y caballeros y la dueña, un instante.

R
OXANA
.—
(Saliendo de casa de Clomira acompañada por personas de las que se despide; reverencias y saludos.)
¡Bartenoidea!… ¡Alcandra!… ¡Gremiona!…

L
A
D
UEÑA
.—
(Desesperada.)
¡Nos hemos quedado sin el discurso sobre «le Tendre»!

(Entra en casa de Roxana.)

R
OXANA
.—
(Saludando todavía.)
¡Adiós, Urimedonte!
(Todas saludan a Roxana, vuelven a saludarse unas a otras, se separan y, por fin, se alejan por diferentes callejuelas. Roxana ve a Cristián.)
¡Ah!… ¿sois vos?…
(Se dirige hacia él.)
La noche cae… Esperad. Ya están lejos. El aire es dulce, no pasa nadie. Sentémonos y habladme. Os escucho.

C
RISTIÁN
.—
(Sentándose junto a ella en el banco, y tras una pausa.)
¡Os amo!

R
OXANA
.—
(Cerrando los ojos.)
Sí, eso. ¡Habladme de amor!

C
RISTIÁN
.— ¡Te amo!

R
OXANA
.— Ese es el tema, pero, ¡bordadlo!

C
RISTIÁN
.— ¡Os…!

R
OXANA
.— ¡Bordadlo!

C
RISTIÁN
.— ¡Te amo tanto!

R
OXANA
.— Desde luego, pero… ¿qué más?

C
RISTIÁN
.— ¿Qué más? ¡Me gustaría tanto que vos me amaseis! Roxana, ¡dime que me quieres!

R
OXANA
.—
(Con una mueca.)
¡Me ofrecéis un caldo claro cuando esperaba cremas! ¡Decidme cómo me amáis!

C
RISTIÁN
.— Pues… ¡mucho!

R
OXANA
.— ¡Oh! ¡Describid vuestros sentimientos!

C
RISTIÁN
.—
(Que se ha acercado y devora con los ojos la rubia cabellera de Roxana.)
Tu cuello… ¡me gustaría besar tu cuello!

R
OXANA
.— ¡Cristián!

C
RISTIÁN
.— ¡Te quiero!

R
OXANA
.—
(Intentando levantarse.)
¡Todavía estamos así!

C
RISTIÁN
.—
(Reteniéndola vivamente.)
¡No! ¡No te quiero!

R
OXANA
.—
(Volviéndose a sentar.)
¿Estáis seguro?

C
RISTIÁN
.— ¡Te adoro!

R
OXANA
.—
(Levantándose y alejándose.)
¡Oh!

C
RISTIÁN
.— ¡Sí, me vuelvo loco!

R
OXANA
.—
(Con sequedad.)
Esto me disgusta. Me disgusta tanto como si os volvieseis feo.

C
RISTIÁN
.— Pero…

R
OXANA
.— ¡Id a capturar vuestra elocuencia que ha huido!

C
RISTIÁN
.— … Yo.

R
OXANA
.— Vos me amáis, ya lo sé. ¡Adiós!
(Va hacia la casa.)

C
RISTIÁN
.— ¡Un momento! Quisiera deciros…

R
OXANA
.—
(Empujando la puerta para entrar.)
¿Qué me adoráis?… ¡Ya lo sé! ¡Idos! ¡Idos!

C
RISTIÁN
.— Pero yo…

(Roxana cierra la puerta, dándole con ella en las narices.)

C
YRANO
.—
(Que ha vuelto hace un momento sin ser visto.)
¡Os felicito caballero, por el éxito!

ESCENA VI

C
RISTIÁN
, C
YRANO
, y los pajes un instante.

C
RISTIÁN
.— ¡Ayudadme!

C
YRANO
.— ¡De ninguna manera!

C
RISTIÁN
.— Moriré si no consigo recuperar sus favores al momento.

C
YRANO
.— ¿Y qué puedo hacer yo? ¿Queréis que en un momento os lo enseñe?

C
RISTIÁN
.—
(Cogiéndole por el brazo.)
¡Mira allá!

(La ventana del balcón se ha iluminado.)

C
YRANO
.—
(Con emoción.)
¡Su ventana!

C
RISTIÁN
.—
(Gritando.)
¡Me moriré!

C
YRANO
.— ¡Baja la voz!

C
RISTIÁN
.—
(Más bajo.)
¡Voy a morir!

C
YRANO
.— La noche es muy oscura.

C
RISTIÁN
.— ¿Y…?

C
YRANO
.— Podemos arreglarlo. No lo mereces, pero… ¡Ponte ahí, miserable! ¡Ahí, delante del balcón! Yo me pondré debajo y te iré diciendo lo que tienes que hacer.

C
RISTIÁN
.— Pero…

C
YRANO
.— ¡Cállate!

L
OS
P
AJES
.—
(Reapareciendo por el fondo, a Cyrano.)
¡Eh!

C
YRANO
.— ¡Chiss!

(Les hace señas para que hablen más bajo.)

P
RIMER
P
AJE
.—
(A media voz.)
Venimos de dar la serenata a Montfleury.

C
YRANO
.—
(En voz baja y deprisa.)
¡Id a esconderos cada uno en una esquina de la calle! Si algún paseante se acerca por aquí, tocad algo.

S
EGUNDO
P
AJE
.— Y ¿qué queréis que toquemos, señor gassendista?

C
YRANO
.— Si es una mujer, algo alegre; si es un hombre, triste.
(Los pajes desaparecen, uno por cada esquina de la calle.)
¡Llámala!

C
RISTIÁN
.— ¡Roxana!

C
YRANO
.—
(Recogiendo algunas piedrecillas que arroja a las ventanas.)
¡Espera! ¡Con estas piedrecillas!…

ESCENA VII

R
OXANA
, C
RISTIÁN
y C
YRANO
, que al principio está escondido.

R
OXANA
.—
(Entreabriendo la ventana.)
¿Quién me llama?

C
RISTIÁN
.— ¡Yo!

R
OXANA
.— ¿Quién es «yo»?

C
RISTIÁN
.— Cristián.

R
OXANA
.—
(Con desdén.)
¡Ah!… ¿sois vos?

C
RISTIÁN
.— Quisiera hablaros.

C
YRANO
.—
(Debajo del balcón, a Cristián.)
¡Bien, bien! ¡Casi en voz baja!

R
OXANA
.— ¡No! Habláis demasiado mal. ¡Idos!

C
RISTIÁN
.— ¡Por favor, señora!

R
OXANA
.— ¡No! ¡No me amáis!

C
RISTIÁN
.—
(Al que Cyrano va dictando las palabras.)
¡Santo cielo!… ¡Acusarme de no amarla, cuando más la amo!

R
OXANA
.—
(Que iba a cerrar su ventana, deteniéndose.)
¡Vaya! ¡Esto está mejor!

C
RISTIÁN
.—
(Que repite lo que Cyrano le dice.)
El amor crece mecido… por mi alma… inquieta, a la que este… cruel diosecillo, ha tomado… por cuna.

R
OXANA
.—
(Avanzando en el balcón.)
Esto está mejor. ¿Y por qué, si es cruel, fuisteis tan tonto que no ahogasteis ese amor en la cuna?

C
RISTIÁN
.— ¡Lo intenté… pero todo fue en vano…! Ese recién nacido… señora, es un pequeño… Hércules…

R
OXANA
.— ¡Ya está mejor!

C
RISTIÁN
.— … de tal suerte que estrangula fácilmente las dos serpientes: el Orgullo… y la Duda.

R
OXANA
.—
(Acodándose en la balaustrada del balcón.)
¡Ah! ¡Eso esta muy bien! Pero ¿por que habláis de una forma tan poco segura? ¿Acaso vuestra imaginación sufre de gota?

C
YRANO
.—
(Empujando a Cristián bajo el balcón y colocándose en su sitio.)
¡Chiss, cállate! ¡Se está poniendo muy difícil!

R
OXANA
.— Esta noche vuestras palabras tiemblan… ¿por qué?

C
YRANO
.—
(Hablando a media voz, como Cristián.)
Es… que como está muy oscuro, buscan a tientas en la sombra vuestro oído.

R
OXANA
.— Las mías no tienen semejante dificultad.

C
YRANO
.— ¿Lo encuentran en seguida?… ¡Oh, claro! Porque es mi corazón el que las recibe, y mi corazón es muy grande en tanto que vuestro oído es pequeño. Además, vuestras palabras descienden y bajan deprisa; las mías, en cambio, suben, señora, y necesitan más tiempo.

R
OXANA
.— ¡Pero suben mejor desde hace unos instantes!

C
YRANO
.— ¡Practicando se adquiere la costumbre!

R
OXANA
.— ¡La verdad es que os hablo desde gran altura!

C
YRANO
.— Desde luego. ¡Y si dejaseis caer desde ahí una palabra dura sobre mi corazón, me mataríais!

R
OXANA
.—
(Con un movimiento.)
¡Ahora mismo bajo!

C
YRANO
.—
(Vivamente.)
¡No!

R
OXANA
.—
(Señalándole el banco situado bajo el balcón.)
¡Subíos a ese banco, deprisa!

C
YRANO
.—
(Retrocediendo con espanto en la oscuridad.)
¡No!

R
OXANA
.— ¿Por qué no?

C
YRANO
.—
(Más emocionado cada vez.)
Dejad que aproveche… esta ocasión que se presenta para hablar dulcemente sin vernos.

R
OXANA
.— ¿Sin vernos?

C
YRANO
.— Sí, es delicioso. Apenas si adivino vuestro rostro. Vos veis únicamente la negrura de un largo manto que cae y yo vislumbro apenas la blancura de un vestido de verano: yo no soy más que una sombra; vos, una claridad. ¿Ignoráis lo que para mí representan estos minutos? Si alguna vez fui elocuente…

R
OXANA
.— ¡Lo fuisteis!

C
YRANO
.— ¡Nunca hasta ahora salió mi lenguaje de mi verdadero corazón!

R
OXANA
.— ¿Por qué?

C
YRANO
.— Porque hasta ahora siempre os hablé a través de…

R
OXANA
.— ¿De qué?

C
YRANO
.— A través del vértigo que infunden vuestros ojos. Pero esta noche… ¡esta noche me parece que será la primera en que voy a hablaros!

R
OXANA
.— ¡Es verdad que tenéis otra voz!

C
YRANO
.—
(Acercándose con fiebre.)
Sí. Es otra porque, envuelto en la noche que me protege, me atrevo al fin a ser yo mismo… me atrevo…
(Se detiene perdido.)
¿Qué os decía?… ¡No sé… todo esto… perdonad mi emoción… Es tan delicioso… y, sobre todo, tan nuevo para mí!

R
OXANA
.— ¿Tan nuevo?

C
YRANO
.—
(Exaltado y tratando siempre de recoger sus palabras.)
¡Tan nuevo, sí, tan nuevo ser sincero!… El temor a que os burlaseis me oprimió siempre el corazón.

R
OXANA
.— ¿Que me burlase?… ¿De qué?

C
YRANO
.— Pues de… de algún arranque… Sí, mi corazón se viste siempre de mi ingenio por pudor… Me lanzo a descolgar estrellas y me detengo, por temor al ridículo, a recoger alguna florecilla.

R
OXANA
.— También las florecillas tienen su parte buena.

C
YRANO
.— Sí, pero esta noche, desdeñémoslas.

R
OXANA
.— Nunca me habíais hablado así.

C
YRANO
.— ¡Ah! ¡Si lejos de las aljabas, los arcos y las flechas, huyésemos hacia cosas más verdaderas!… ¡Si en lugar de beber el agua sucia, gota a gota en un pequeño dedal de oro, intentamos ver cómo el alma se alimenta bebiendo en las puras lentes del amor!…

R
OXANA
.— Pero… ¿y el ingenio?

C
YRANO
.— Sirvió para reteneros a mi lado. Pero tratar de hablar ahora como una carta de amor, sería insultar esta noche, este perfume, esta hora y a la naturaleza… Dejemos que el cielo, con la mirada de sus astros, nos despoje de todo lo artificial. ¡Temo que la sinceridad de los sentimientos desaparezca entre tanta palabra exquisita, que el alma no se pierda en pasatiempos ridículos y que el «fin del fin» no se convierta en el «fin de vanos fines»!

R
OXANA
.— Pero… ¿y el ingenio?

C
YRANO
.— Tratándose de amor, lo detesto. Cuando se ama, es un crimen prolongar ese juego. Además, inevitablemente llega un momento —compadezco a aquellos para los que nunca llega—, en que nos sentimos unidos por un amor noble, que se vuelve triste a cada palabra bonita que decimos.

R
OXANA
.— ¡Y bien!… Si ese momento hubiese llegado para nosotros dos ¿qué me diríais?

C
YRANO
.— Todas, todas aquellas palabras que se me ocurran, os las ofreceré sin ponerlas ni aderezarlas en un ramillete: os amo; me ahogo, enloquezco, no puedo más, es demasiado… ¡Tu nombre es para mi corazón como un cascabel…! y como siempre ante ti estoy temblando, el cascabel se agita y tu nombre suena. ¡Tanto te he amado que me acuerdo de todo…! Sé que el año pasado, un día, el doce de mayo, te cambiaste el peinado para salir por la mañana… Cuando se fija demasiado rato la vista en el sol, se ven encima de las cosas cercos encarnados… Del mismo modo, cuando aparto la vista del fuego encendido de tu cabellera, mis ojos, deslumbrados, ven por todas partes manchas rojizas…

R
OXANA
.—
(Con voz trémula.)
Sí, ¡esto es amor!

C
YRANO
.— Decís bien. Este sentimiento, terrible y celoso que me invade, es verdadero amor… Tiene todo el furor triste del amor y sin embargo, no es egoísta. ¡Ah! por tu felicidad yo daría la mía, aunque tú nunca llegaras a enterarte de nada. ¡Si alguna vez pudiera, aunque de lejos, oír la risa de la felicidad nacida de mi sacrificio!… ¡Cada mirada tuya suscita en mí una virtud nueva!… ¡me da más valor! ¿Te das cuenta? ¿Entiendes ahora lo que me pasa? ¿Sientes en esta sombra, subir hasta ti mi alma? En verdad, esta noche es demasiado bella, demasiado dulce… Yo os digo todo esto y vos… ¡vos me escucháis! ¡Es demasiado! ¡Incluso mi esperanza más atrevida, nunca osó esperar tanto! Ahora sólo me resta morir. ¡Es por mis palabras por lo que ella tiembla entre las hojas como una hoja más! ¡Pues tiemblas!… porque, lo quieras o no, he sentido bajar, a lo largo de las ramas de jazmín, el temblor adorado de tu mano.

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